Glow up de cuarentena: La asombrosa transformación corporal de los que entrenaron durante el encierro
Mayra Capurro tiene 31 años, dos hijos y esta cuarentena fue a contramano del mundo. Mientras más del 80% de los argentinos subió de peso, a razón de un kilo por mes, ella bajó 22 kilos en los meses de encierro. Muestra las fotos, orgullosa del logro. La escena se parece mucho a los tik toks de Glow Up que son furor por estos días.
Pero esas pocas imágenes que muestran la transformación que tuvo su cuerpo en poco tiempo, no dejan ver las horas de esfuerzo y compromiso que hay detrás. Ahora, cuando sale a la calle o se encuentra con amigos que no ve hace mucho tiempo, después del asombro, muchos le pierden la fórmula mágica. No existe tal cosa, les advierte Mayra. El no haberla visto por tanto tiempo acrecienta el impacto de la diferencia. Pero atrás de ese cambio corporal hay muchas horas de entrenamiento y la estoica decisión de cambiar la forma de cocinar y comer a un modo más saludable.
Según un estudio que realizó la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN) el 80% de los argentinos aumentó de peso durante la cuarentena. "Este es el choque de dos pandemias. Antes de la cuarentena, siete de cada diez argentinos tenía sobrepeso u obesidad. Y llegó el coronavirus. No estamos hablando de una cuestión estética. Al principio de la cuarentena hubo un discurso de autoindulgencia, de creer que cuando todo esto termine vamos a volver a entrar en el jean. Pero no fue así. Y ahora se están viendo los efectos. A los especialistas, el aumento de peso nos preocupa porque la obesidad convierte a un paciente común en un paciente de riesgo frente al coronavirus", apunta Mónica Katz, presidenta de la SAN.
Desde que empezó la cuarentena, Mayra entrena entre una y dos horas por día. Antes de empezar el aislamiento se había anotado en un gimnasio para hacer spinning. Tuvo la suerte de encontrar una profesora que le gustó y la motivó. "Fui a varios lugares y siempre veía esas chicas con cuerpos esculpidos, que ya hacían hace tiempo y yo sentía que todos me miraban como sapo de otro pozo. Como que no iba a poder. Pero con esta profesora fue distinto. Y cuando empezó la cuarentena, otro profesor del gimnasio nos ofreció seguir con clases a distancia. Y yo me enganché. Me conectaba a todas las clases por Zoom que daba. Cada vez que mis hijos se tiraban en el sillón a ver una película, yo me fijaba si había alguna clase disponible. De lo que fuera: funcional o GAP. Y me conectaba. Si no buscaba una clase por YouTube o repetía la rutina que ya había hecho. Yo sabía que si me tiraba en el sillón, venía el matecito, las cosas dulces. Pero si me movía, la tentación se iba", dice.
Evitar el sillón fue la primera clave para ganarle a los kilos, resume. Sus profesores le dieron un plan de alimentación, y Mayra aprovechó ese tiempo para ordenarse con las comidas. Para hacer un desayuno más variado, a incorporar lácteos, a hacer las cuatro comidas y a usar el tiempo en casa para que sus hijos coman más frutas y verduras. "Dejé de comprar galletitas, y cuando tengo ganas de comer algo, busco cosas saludables. Cocino más, pero como porciones más chicas. Y siento que no solo bajé de peso, sino que toda la familia está comiendo mejor", cuenta.
El cambio físico es notorio. Sus profesores la felicitan y la animan a seguir. Hace dos meses, empezó a hacer entrenamientos en la terraza de una profesora. Y empezó a redescubrir ropa que hace tiempo no usaba. "La gente te dice, qué linda que estás. Pero no pasa por ahí. Creo que no es solo el aspecto. Me siento muy bien conmigo misma por haber tenido la perseverancia de hacer algo por mí. Por encontrar un tiempo para conectar con mi cuerpo. Algo, que fuera de la cuarentena era difícil porque me la pasaba corriendo entre las actividades de los chicos, la escuela, el club y mi emprendimiento de venta de productos de bazar. Esta vez me puse un objetivo y lo alcancé, por eso me siento feliz", dice.
Desafío personal
Ronald Medina pasó por un proceso similar. Cuando llegó la cuarentena, el gimnasio que había armado pocos meses antes, en Las Cañitas, tuvo que cerrar. Mientras se dedicó a transformar el sistema de entrenamiento al formato online, se dio cuenta de que en estos años había ganado peso y descuidado su cuerpo. "Me lo planteé como un desafío personal. Si quería animar a otros a tomar las riendas de su cuerpo en la cuarentena tenía que ser un ejemplo", dice.
Y así, a medida que fue subiendo fotos de su asombroso glow up a las redes, más personas se fueron sumando a las clases de entrenamiento personalizado.
Hace cinco años que Ronald vino al país desde Venezuela. A pesar del encierro, este joven de 32 años dice que saca muchas cosas positivas de la pandemia. Que para él fue un reencuentro espiritual y personal. Que redescubrió quién era, qué quería y logró afianzar su relación con Eduard, su pareja. Tanto que la semana pasada decidieron casarse. "Los dos nos dedicamos a entrenarnos. Cada día nos pusimos metas muy claras. También nos dimos cuenta que comíamos muy mal. Todo eso cambiamos. Todos los días hacíamos cardio. Cuando no se podía salir a correr, yo subía 100 pisos por escalera, ya que vivo en un piso 10. Y después, complementaba con entrenamiento funcional. Mucha gente se sumó a las clases. Tuvimos zooms de 100 personas. Y después cuando fueron reabriendo las actividades, muchos abandonaron el modelo online. Pero muchos otros no. Por eso, tomamos la decisión de disolver la sociedad del gimnasio y abocarnos exclusivamente a clases a distancia. Ahora nuestras clases tienen más de 50 participantes. Significa que muchos encontraron en las clases virtuales una modalidad efectiva", dice.
También la alimentación cambió. "Empezamos a cocinar más. A comer más fruta y verdura. En un tramo de la cuarentena incursionamos con recetas veganas y descubrimos que hay cosas ricas y con pocas calorías pero mucho alimento que son geniales. Por ejemplo los postrecitos de clara de huevo y harina de avena o un budín vegano delicioso", cuenta.
La gente todavía se asombra al ver esa transformación: de más de 100 kilos en julio, llegó a los 78 y desde entonces se mantiene en ese peso. "Me siento mucho mejor", dice.
Esta semana, Andrea Cardoso, de 51 años, volvió por primera vez a la oficina de la Dirección Nacional del Automotor en la que trabaja, en Costanera Sur. Cuando fue a fichar, descubrió que hacía 258 días que no marcaba la tarjeta. Y pensó en cómo hubiera cambiado su vida si al principio de la cuarentena no hubiera esquivado el sofá y no hubiera hecho actividad física cada vez que puede. Y esto es varias veces al día.
Hace dos años, cuando murió su padre, Andrea se hizo una serie de estudios y descubrió que no solo tenía una patología tiroidea sino que tenía un síndrome autoinmune que la potenciaba. Y que hacía que, pese a tomar la medicación, cada vez tuviera más retención de líquidos y aumentara más de peso. Investigando en internet se encontró con una persona que atravesaba por lo mismo y que, como es nutricionista, recomendaba una dieta que excluya los lácteos, el azúcar refinada y el gluten.
Tomó la decisión de cambiar su alimentación poco antes de la cuarentena y, en febrero, también se anotó en un gimnasio para hacer spinning. Duró poco, pero cuando empezó la cuarentena, los profesores le ofrecieron entrenar a distancia. "El profesor en persona les llevó una bici a cada uno a su casa. Yo dije que no porque no tengo espacio. Pero empecé a participar de otros entrenamientos y enseguida empecé a ver los cambios. Modificar mi alimentación y ejercitarme fueron fundamentales", dice. Ya bajó 12 kilos y su hijo, que tiene 19 años, también empezó a cuidarse. El bajó unos nueve kilos.
"Me siento mucho mejor. La gente se asombra. El otro día en la oficina, todos me decían: estás chiquita. Es que no soy muy alta, pero ahora recuperé la cintura, se marcaron los hombros. Cuando uno se pone algo que antes no lo podía usar, la sensación es incomparable", dice Andrea.
Producción de Paola Florio
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