Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque: el club que cumple 100 años y apuesta a un comedor que “le escapa a Palermo”
Renovado y a punto de celebrar el centenario, los vecinos lo redescubrieron como restaurante de barrio; del “quiero vale cuatro” a la milanesa XL
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“El club social siempre fue el corazón del barrio, quisimos recuperar esa magia”, comenta Abdala Ghisays, chef asesor gastronómico. Con eso en mente, Club Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque se renovó y le dio forma a su restaurante, su Comedor GEVP, un reducto escondido que solo los comensales curiosos pueden encontrar.
Fue, según subraya, una puesta a punto ideal de cara al 18 de junio, fecha en la que el club -una leyenda deportiva- cumplirá sus primeros 100 años. “Abrimos en octubre del año pasado. Nos atrajo que fuera un lugar con historia -cuenta Ghisays-. Grandes de la gimnasia y del básquetbol, selecciones enteras han salido de acá. Se han celebrado bautismos, primeras comuniones, cumpleaños y distintos eventos significativos en la vida de muchas personas”.
El club (ubicado en Tinogasta 3455) es parte de la vida de los vecinos de Villa del Parque, quienes solían festejar los carnavales y grandes bailes en el salón principal. “Nos fuimos empapando de anécdotas a través de la gente del club. Mismo Romina Savastano y otros gastronómicos conocidos se acercaron a contarnos historias y a decirnos que habían crecido en este lugar”, destaca el chef Ghisays, entre fotos, trofeos y tapas de revistas deportivas.
“Mis padres se conocieron en Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque de muy jóvenes, cuando ella tenía 15 y él 17, hace como sesenta años”, recuerda la creadora de indumentaria gastronómica Romina Savastano. “Mis abuelos iban al club, ¡yo me crié ahí! Me conozco los techos, cada rincón del lugar… Jugaba a pelota al cesto -hoy cestoball- que ahora juega mi hija Fiona. Y, lo que hoy es el restaurante, era el buffet a donde íbamos a tomar el refrigerio: un sándwich de pebete de jamón y queso”, recuerda entusiasmada. Como muchos socios, Romina es testigo de cómo cambió el lugar: “Yo le hubiera dejado ‘buffet’ como nombre, que es una palabra francesa, más que comedor, ¡hoy todo es comedor!”.
100 años de historia: gimnasia, esgrima y algo más
“Venir al club de chica era toda una aventura. Hoy tengo 47 años y pienso que me dio la mejor infancia. Con la pileta, gimnasia deportiva… ¡jugábamos al poliladrón! Nos quedábamos hasta muy tarde mientras mamá y papá jugaban a las cartas… Pasabas el día entero, había bailes, el club era una familia”, recuerda Savastano. Esta apertura del comedor al barrio es toda una novedad: antes solo podían acceder al tradicional lugar quienes pasaban por el molinete del club, es decir, los socios.
Es por eso que en Comedor tratan de mantener el legado intacto, empezando por la ambientación: “100 años no se celebran todos los días y queríamos reflejar un poco de historia. Renovamos un poco la cocina (hay reglamentaciones que no existían hace cien años), la pusimos a la vista aunque hubo muchos detalles, como los azulejos originales, que no quisimos perder”, cuentan ambos mientras el grito de ‘¡quiero vale cuatro!’ de los socios senior en plena partida de cartas resuena en las paredes. El ambiente, muy real, es un gran plus.
La entrada histórica de Club Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque se mantiene intacta en el patio de Comedor GEVP -cerrada, para una mejor organización, se usa la que está ubicada sobre Tinogasta-.
En el lugar hay rincones para rodos los gustos: desde mesas grupales tradicionales hasta confortables sillones. Mantuvieron los colores celeste y azul del club además de una vitrina en el salón, donde reciben aportes históricos -trofeos, fotos, recuerdos- de los socios.
La carta está llena de comida 100% reconfortante y, cual restaurante de club, tienen la vista puesta en los productos y la salud. “Acá hay de todo, básquet, tenis, natación; recibimos delegaciones de todo el país cuando hay competencias nacionales y regionales”, señala Ghisays. También se encargan de la colonia de vacaciones “con viandas saludables, soy muy hincha con eso”, continúa.
Desde que abrió, el comedor atrajo no solo a vecinos del lugar, sino también de barrios aledaños, como Villa Devoto. “La gente se siente en casa. En verano entra directamente desde el club en ojotas y traje de baño y no pasa nada”, detallan. Con vereda, salón comedor y patio vermutero -con vermuts y tapas-, es apto para todos los públicos. Hasta es pet friendly. La buena comida y los precios –”lejos de los Palermitanos”, señalan – movilizan el boca a boca y, desde que abrió, se ven muchas caras nuevas. Bienvenidas.
Comer como en casa
“La idea era centrarnos en comida de barrio casera. La que nos trae recuerdos de casa, platos especiales... ¡La lengua a la vinagreta, el vitel toné, el revuelto gramajo! Además de nuestras pastas caseras”, enumera Ghisays. Así el menú también cuenta con tortilla de papas, buñuelos de verdura ($450), canelones ($850), albóndigas con puré ($830), milanesas XL, matambre con rusa, tiramisú, ¡chajá! ($400) “Recolectamos recetas tradicionales que solían servirse y también convocamos a Tomi -cocinero desde hace veinte años en el club- al que todos los socios conocen y saludan apenas lo cruzan. En carta incluso hay un plato con su nombre ‘Bocconcino de Tomi’, que es un salteado de carne o pollo, con panceta, hongos crema y papitas fritas”, se sonríe Ghisays.
Precio y calidad son una prioridad y el público responde: en sus salones se mezclan grupos de atletas en una suerte de tercer tiempo (cada cual con su plato, compartiendo entradas y gaseosas de litro, bien a lo club social). En sus amplios salones -los cuidados por la pandemia se mantienen- se ven parejas, adolescentes y familias con chicos por igual. Las hamburguesas son todo un imán: “La GEVP viene con tomates, morrones asados, provoleta, jamón queso y chips. ¡Acá todo está basado en la abundancia! Tenemos deportistas y, al finalizar los entrenamientos, los jugadores quieren comida en cantidad”.
El comedor está abierto desde las ocho de la mañana hasta la medianoche. Se puede desayunar, almorzar -con un tentador menú ejecutivo, con postre a $900- o tomar la merienda: para elegir entre submarino, leche chocolatada, cookies, alfajores, budines, roll de chocolate o roll de canela. Sí hay “lágrima en jarrito”, también “cortado” y no “flat white”. Y, como el lugar está pegado a la estación de tren de Villa del Parque, es ideal para la hora del vermut. Poco a poco se empiezan a imponer las cenas, acompañadas con un vino de su reluciente cava -ubicada donde los antiguos socios solían reunirse a jugar- con variedad de bodegas nacionales. Y el take away, para cuando no se quiere cocinar.
Comedor GEVP busca, al fin y al cabo, un lugar para sentirse en casa. “La gente viene por eso. Ya no van hasta Palermo, prefieren quedarse por la zona y recuperar el concepto de club de barrio que estuvo abandonado por tanto tiempo”, cierran, como una idea común. ¡Y buen provecho!
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