Villa Gesell: Boliches cerrados, playa vigilada y la sombra del crimen de Báez Sosa
"Acá el año pasado estaban tirando botellas de vidrio por el aire", dice Franco Del Piero, que está descansando en una reposera mientras sus amigos juegan a la pelota en una playa céntrica de Villa Gesell. Él hace referencia a un video que se viralizó en enero del año pasado, apenas cuatro días después del asesinato de Fernando Báez Sosa.
Ahora la escena es totalmente distinta, la playa está vacía en comparación a otros años y los jóvenes se quejan porque esta temporada no abrieron los boliches y, por la pandemia de coronavirus, tampoco se permiten las fiestas al aire libre cuando baja el sol. Hay un control estricto para todos los que se quieran instalar en la arena a pasar el día, les abren las heladeritas y no está permitido poner música alta.
"Esto es el día y la noche. Nosotros estuvimos el año pasado y esto era un bardo. Ahora no te dejan bajar a la playa con alcohol ni poner música fuerte. Nosotros venimos porque tenemos departamento en Gesell y ya estamos un poco más grandes, pero para el que quiere boliche y fiestas se va a llevar una sorpresa", agrega Del Piero.
En Villa Gesell, la combinación entre el coronavirus y el asesinato ocurrido el 18 de enero del año pasado da como resultado una temporada desoladora para muchos turistas y comerciantes. De hecho, las restricciones son tan estrictas que muchos locales están disgustados con las autoridades municipales.
"Este verano es un bajón, si te juntás con gente en el departamento, te tenés que andar escondiendo y casi no poner música para que no venga a policía. Y si venís a la playa también hay muchas restricciones; la verdad que esperábamos otra cosa. Una cosa es poner protocolos, y otra cosa son las prohibiciones de este estilo, yo no estoy de acuerdo", señala Agustín Santilli, de 23 años. Él es mendocino y vino de vacaciones con amigos. Instalaron un gazebo sobre la arena, a la altura de la calle 105, en pleno centro de Gesell.
Entre los grupos hay una distancia de varios metros y buena parte de la playa está vacía. Apenas hay algunos parlantes pequeños sonando a un volumen bajo y alguna que otra cerveza que los chicos lograron entrar sin que sean detectadas por la Unidad Rápida de Operaciones Inmediatas (UTOI), un grupo de elite, que están con sus uniformes camuflados y algunas armas largas en las entradas de las playas.
"Le pifiamos mal. Antes acá se re ponía la joda y ahora está todo súper tranquilo. Nosotras somos de Chaco. Vimos que en Pinamar hay más movimiento, podríamos ir para allá en estos días", dice Antonella Sinkovich, de 27 años.
Mauricio Andersen, secretario de seguridad de Villa Gesell, detalla que la intención es desalentar la llegada de jóvenes en masa al balneario, para que los turistas que vengan a la ciudad y empiecen a disfrutarla, pero sin que el foco esté puesto en la noche.
"No abrió ningún boliche este verano. Esto desalentó que muchos jóvenes vinieran a Gesell. No queríamos ver escenas como las que se vieron el año pasado. Con los bares que abrieron tuvimos muchas reuniones para que se cumplan los protocolos y creamos un grupo de inspectores para controlar, no con la intención de clausurar, sino de procurar que todo se cumpla y dialogar con los comerciantes. También controlamos las playas, hay decretos municipales que establecen la prohibición de bajar con alcohol y música y prohibimos el acceso a la playa desde las 22 hasta las 6. De hecho cuando ya hay mucha gente en una playa se pone una bandera roja que dice 'no' y nadie más puede ingresar".
El último fin de semana, en Pinamar se vieron imágenes que preocuparon por la suba de casos de coronavirus y se fortaleció la amenaza de que las autoridades impongan restricciones severas a los locales comerciales y al movimiento de la población.
Las imágenes de cientos de chicos cantando, bailando y saltando en la playa tuvo varios efectos. En primer lugar, desde el municipio de Pinamar indicaron que pidieron al ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires que dejen agentes fijos en las playas del sur para que esa imagen no se repita. Pero en Gesell, el contaste de los videos de las fiestas en Pinamar, despertaron, en muchos jóvenes las ganas de viajar para alejarse de la atípica tranquilidad de ese balneario. "Nos gustaría ir, el tema es que no tenemos auto, veremos si nos tomamos un colectivo porque esto está demasiado tranquilo", dice Marcos Leitte, de 20 años, que está en Gesell junto a siete amigos.
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Los que de verdad están angustiados son los comerciantes, que ven sus mesas vacías y sus empleados sin poder hacer demasiado frente a las calles vacías. Florencia Sánchez, de 28 años, es la encargada de un bar en la 105 y playa. El año pasado ese bar, que tiene una extensa barra con banquetas, tenía todos los asientos llenos de clientes. Ahora, están todos vacíos.
"Entre el asesinato del chico el año pasado y la pandemia, esto está muy tranqui. El fin de semana hubo un poco más de gente, pero nada que ver a años anteriores. Creo que lo que vamos a tener son buenos fines de semana, pero se perdió la idea de tener toda una temporada fuerte, en la que todos los días esté todo lleno", se lamenta Sánchez.
Más adelante, Agustín Deanna, de 24 años, que atiende en la pizzería La Napoli, está parado sobre la vereda e invita a los transeúntes a sentarse y comer algo. Por ahora no tiene mucha suerte, también lamenta que haya pocos turistas. "No hay plata, fue un año difícil. Los fines de semana sube un poco, pero aún estamos lejos de lo que necesitamos porque acá el verano es fundamental para subsistir el resto del año".
Ya es de noche en Gesell. En el restaurante Floop, en la Avenida 3 y paseo 105, la esquina más cotizada de la ciudad balnearia, Oscar Heras, que es el dueño de ese local desde 1998, mira como su terraza techada, repleta de mesas, tiene solo una ocupada. "Por el protocolo ya de entrada tengo 20 mesas menos en planta baja y 40 menos arriba. A esta hora tendría que estar lleno arriba y casi completo abajo, pero mirá cómo está. Gesell está vacío. El municipio no tiene ideas claras, hay unas restricciones tremendas, exageradas, no podemos trabajar porque los turistas no vienen".
Por otro lado, las familias disfrutan de un Gesell más tranquilo, sin peleas ni grandes grupos de jóvenes. "Si no hay joda, no vienen. Ahora que no hay pibes jóvenes las familias se hospedaron más cerca del centro, antes iban más al sur", detalla Jorge Zamudio, de 42 años, que está junto a su familia en la Avenida 3.
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