Ubicado en el partido bonaerense de Coronel Pringles, fue construido en 1940, y conserva piso en damero, estanterías y mostrador originales
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“Es muy emocionante, el almacén puede hacer que el pueblo tenga una nueva oportunidad”, confiesa Raúl Alfano, propietario del viejo almacén de ramos generales de El Pensamiento, un mínimo pueblo de cuatro habitantes –llegó a tener 1000– en la bella pradera del partido de Coronel Pringles, en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires. El almacén está desocupado y a la espera que una familia emprendedora lo vuelva a revivir. “Está en alquiler”, dice.
Sin electricidad ni señal telefónica, pero dentro de un circuito de turismo rural, el pueblo es un punto de referencia para ciclistas y aventureros de los caminos de tierra.
“El pueblo podría transformarse en un destino de turismo rural”, afirma Silvia Munz, docente de la escuela. Tiene siete alumnos. “Llegan dos más en abril”, anuncia esperanzada.
No es ajena a la realidad del almacén, durante dos años tuvieron un comodato e intentaron hacer allí eventos, pero el proyecto no tuvo éxito. “Sería ideal que venga una familia a atenderlo”, afirma.
El almacén está en buenas condiciones. Fue construido en 1940, y conserva piso en damero, estanterías y mostrador originales. Junto con la escuela y la estación de tren, son los únicos edificios que quedaron en pie luego que en la década del 70 el tren (ramal Mitre) dejara de funcionar. “Los habitantes comenzaron a irse y las casas a rematarse”, cuenta Héctor Elormendi, quien pasó su infancia en el pueblo. “A los tres años ya iba al almacén”, recuerda.
El pueblo tenía mucho movimiento; el ferrocarril era el corazón que hacía latir las vidas de mil habitantes. Las ruinas de una cuadra de una panadería de grandes dimensiones puede verse entre el pastizal. Casas desocupadas alrededor de la estación: así es la realidad del pueblo que no quiere desaparecer.
“Tenemos mucho interés en ver que el almacén se ponga en marcha”, cuenta Alfano. Sabe de las vicisitudes que implica un cambio de vida. “Para nosotros no es un lugar más”, agrega.
Su abuelo fundó el mítico Almacén Colón, en la localidad cabecera Coronel Pringles en 1903. En la actualidad continúa abierto y vigente, y él está cargo. Es acaso de los pocos almacenes de ramos generales en ciudades que permanecen trabajando como hace más un siglo: ofreciendo de todo para todos. Herramientas, soguería, bombachas de gaucho, vajilla, artículos de librería, comestibles y bebidas. Es un ícono de Pringles, además de su palacio municipal diseñado por Francisco Salamone.
“Fue la única sucursal que tuvimos”, dice Alfano, refiriéndose al almacén de El Pensamiento. Se construyó para que durara toda la vida, entonces así se hacía en esos años y así fue. Como un estandarte de épocas pasadas, hoy espera una nueva oportunidad.
“El alquiler es conversable”, dice Alfano, con justa razón. Está dispuesto a llegar a un acuerdo con el futuro inquilino. Cuenta que ya ha recibido ofertas de compra del inmueble. Por ahora, lo quiere alquilar. “Gente honesta, con ganas de trabajar y hacer todo legal”, es una de las condiciones que pone.
Detrás del almacén existe una vivienda familiar que hay que restaurar. La escuela cambió los cables del boliche, adatándolos a un generador. “Lo ideal sería energía solar”, reflexiona Alfano, refiriéndose a la clase de energía que se debería usar. El cableado de la red eléctrica pasa a tres kilómetros del pueblo. “La electricidad es muy necesaria; por los altos costos, no ha llegado al pueblo”, cuenta Munz. En la escuela tienen pantallas solares, pero se les limita el uso de elementos educativos y para el quehacer diario.
Ciclistas y exhabitantes son los visitantes que recibe el pueblo. También aquellos turistas que buscan hacer fotos en lugares abandonados y en estaciones de tren en la misma condición. El cartel nomenclador del pueblo está rodeado de dorado pastizal pampeano. En el horizonte se ven las sierras de Pillahuinco. “Sería bueno para el pueblo, la paz que hay en este lugar es increíble”, sostiene la docente. Vive en Coronel Pringles, pero el primer año de su cargo tuvo que vivir en la escuela con sus dos hijos.
“No le tengan miedo a no tener electricidad, eso se soluciona fácil”, dice Paola García, quien vive en Fra Pal, un paraje de siete habitantes del mismo partido. Sabe de lo que habla: en la adversidad creó “Senderos de Fra Pal”, senderismo con avistaje de animales silvestres y campamento bajo las estrellas. Le va muy bien.
“Las que crecimos en el campo, sabemos de qué se trata: heladera a querosén, encender el farol; por suerte no había celulares –afirma García–. Hay muchas maneras de obtener electricidad”, sostiene.
Sobre el almacén y la posibilidad de su reapertura es esperanzadora: “Sería un excelente lugar dedicado al turismo, comidas típicas de campo y almacén de ramos generales para todos nosotros, los vecinos, y visitantes”, agrega.
Proyectos en crecimiento
Coronel Pringles tiene más casos de emprendimientos en lugares con pocos habitantes. En el Paraje la Paloma, una familia de cuatro miembros, restauró una vieja escuela que se había quedado sin matrícula, la volvieron museo y en dos hectáreas hicieron un centro productivo. Son los únicos cuatro habitantes. “Vivimos del turismo. Todo es posible. Con mucho sacrificio y esfuerzo, sabiendo que dejás las comodidades de la ciudad”, sostiene Cristián Kurtz.
Sus quesos, gancia artesanal, salames, dulce de leche y las comidas típicas que hacen son las principales razones que tienen los turistas en visitarlos.
“Es un cambio brusco, pero le das un nuevo rumbo a tu vida y a la de tu familia –sostiene Kurtz–. El trabajo constante es el que te ayuda a cumplir tus metas”, puntualiza.
El Pensamiento está a 20 kilómetros del Paraje La Paloma. Son caminos transitados en la pospandemia. “Te lleva tiempo, pero el cambio es positivo. Todos los fines de semana recibimos gente y ni qué hablar en vacaciones”, cuenta.
Un caso es emblemático y también está muy cerca: Quiñihual, allí vive un solo habitante, Pedro Meier, quien atiende un almacén de ramos generales. Tampoco tiene electricidad ni Internet ni señal telefónica, sin embargo se ha convertido en un personaje de culto, una parada obligada para el nuevo turismo. “En El Pensamiento podría pasar lo mismo, el almacén puede transformarse en un destino buscado, en los caminos rurales siempre hay gente que quiere comer algo, comprar víveres”, sostiene Alfano, conocedor de la identidad rural.
“Quizá sea el camino que mejor está”, sostiene Alfano, sobre el acceso a El Pensamiento. Tiene entrada por varias rutas, la 51 y la 85, la 72 y siguiendo una huella se llega hasta la 3. “A 100 metros del almacén está la escuela, las maestras sostienen el pueblo”, reconoce Alfano.
El principal capital del pueblo son ellas, la comunidad educativa. “El que venga debe saber que la gente lo ayudará”, dice. La escuela es una aliada en la cruzada.
El Pensamiento se llama así por una estancia. Había tres almacenes, el más grande llevaba el nombre del pueblo, era parada de carretas. Todavía puede verse. “Recuerdo que había una tienda que se llamaba Reina de Siria”, cita Elormendi sobre los tiempos pasados. “En el almacén podíamos comprar de todo, ojalá vuelvan a llenarse las estanterías”, sostiene.
“Los turistas están buscando estos lugares tranquilos”, afirma Kurtz.
“Solo se atenderán propuestas serias y de postulantes con recursos económicos”, concluye Alfano.
¿Cómo postularse?
- Email para las postulaciones: alfanoraul@hotmail.com
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