Asegura sin dudarlo que lo dijo una sola vez en su vida. ¡Qué mal que la estoy pasando!, gritó eufórico mientras la presión interna lo llevaba al límite y no podía controlar su ira. Fue durante el partido contra Evgeny Korolev, en Roland Garros 2006, pero se convirtió en un latiguillo y resumió una etapa de su vida donde el sufrimiento dentro de la cancha se había vuelto una constante. A pesar de que tenía 25 años cuando se convirtió en el segundo argentino en ganar Roland Garros en 2004 ante su compatriota Guillermo Coria -que llegaba al partido con el cartel de claro favorito-; de haber ocupado el puesto número cinco en el ranking de la ATP y de ser poseedor de un revés "divino", Gastón Gaudio siempre batalló contra la auto-exigencia, la presión de tener que ganar y la distancia de los afectos desde que se embarcó con destino a Japón en el circuito de los torneos de tenis, cuando apenas tenía 14 años, y ese carácter singular lo acompañó hasta su retiro, en el 2011.
Por eso se sintió aliviado cuando decidió formalmente su retiro. "Sentí como que me sacaban la cadena de preso. Después de 20 años haciendo lo mismo, llegó un punto en el que no soporté más la presión de la prensa, de tener que ganar, la adrenalina, el tener que viajar y no estar nunca en casa. Me agotó. Había perdido las ganas de jugar y no se puede jugar a nada cuando estás en esa situación porque vas a perder siempre. Me di cuenta que cada vez que estaba dentro de la cancha la pasaba realmente mal", le dijo a LA NACION en una entrevista que concedió en exclusiva en el marco del Argentina Open que se disputó la semana pasada en las canchas del Buenos Aires Lawn Tennis.
Dice que era la manera en que lograba descargar -de alguna forma- la tensión que sentía durante la competencia y que realmente no creía estar en un nivel que él considerara "respetable". Como si fuera poco, explica que siempre fue esclavo de su honestidad brutal. "En el tenis, es como que está tácitamente estipulado que nadie dice lo que realmente piensa. Es como en el póquer: no tenés que mostrar cómo sos, no tenés que mostrar tus emociones porque le das ventaja al rival. Pero yo no me podía controlar, era un desastre en ese sentido. Soy auténtico. Muchos me odiaban por eso y a otros les encantaba. Pero la realidad es que ningún entrenador del mundo me pondría como ejemplo de lo que está bien en el tenis. No sería lo correcto para transmitir como enseñanza. Pero yo soy así y no lo puedo manejar", asegura.
Seis de cal, seis de arena
Cansado de la rutina, Gaudio dio vuelta la página y se olvidó del tenis... por lo menos por un tiempo. Lo primero que hizo fue planificar un viaje para poder darse el gusto de practicar snowboard -uno de sus deportes favoritos- a sus anchas. "Soy fanático del snowboard y cuando dejé de jugar me fui tres meses a despuntar el vicio. Mientras competía tenía que hacer viajes relámpago o escaparme para poder hacerlo. Le mentía al entrenador, evitaba por todos los medios posibles que se enteraran los sponsors porque tenía contratos que me lo impedían y además tenía que controlar que no me sacaran fotos. Era todo un problema", explica.
De la nieve se fue sin escalas al desierto con un grupo de amigos. ¿El plan? Pasar una semana en Las Vegas de relax y diversión. Pero su nueva vida sin compromisos ni horarios le tenía preparada una sorpresa que ni él mismo iba a imaginar. "Nos fuimos por una semana y nos quedamos 60 días. La gente va tres días y se quiere matar de lo intenso que es el lugar. Fue como mi viaje de egresados pero con 30 años, una verdadera locura porque nos pasó algo tremendo. Ahora, mirando el viaje a la distancia, me resulta cómico pero fue una experiencia trágica en realidad; no porque haya pasado una tragedia sino por lo que vivimos en esos meses", dice sin dar muchos detalles. A raíz de lo sucedido se propuso hacer una película. Armó los guiones junto al poeta, narrador, ensayista y periodista argentino Fabían Casas y dentro de seis meses tienen previsto comenzar a filmar las primeras tomas. "No puedo adelantar nada pero estamos trabajando mucho para lograr un lindo producto", dice.
De regreso en Buenos Aires, después de la tormenta de los viajes llegó la calma y en medio de esa quietud Gaudio tuvo que enfrentar una dura depresión. "Después de pasar los mejores seis meses de mi vida, pasé los peores seis meses de mi vida porque empecé a sentir la abstinencia de haber dejado la competencia. La sensación de no tener la adrenalina de jugar y la presión que necesitaba, de repente ya no estaba. No tenía nada que hacer y entré en una depresión que no supe cómo manejar. Me puse bastante mal. Era como algo químico: mi cuerpo estaba acostumbrado a un ritmo de vida muy intenso con rutinas fijas y, de repente, todo eso no estaba más".
Estudiar fotografía le permitió salir a flote pero todavía tenía una deuda pendiente con el tenis. Después de un año, volvió al circuito, aunque desde cero. "Cuando empezás de cero, arrancás en lugares bastante hostiles. No es todo fama y oro como se ve en la tele. Por ese entonces estaba obsesionado con la fotografía y le sacaba fotos a los homeless de los lugares donde competía. Generalmente, el tenista va del club al hotel y no le interesa salir a ningún otro lado. Yo jugaba y, cuando tenía tiempo libre, salía a caminar por las ciudades. Estuvo buena la experiencia porque fui a países que no había visitado antes, como Túnez o Egipto. Vi mucha pobreza y me conecté con cosas que jamás había vivido. Jugué Roland Garros, llegué a estar dentro de los 100 de vuelta. Y me di cuenta que tampoco era feliz jugando de nuevo así que ahí me retiré por completo. Y a partir de ahí la vida me encanta", dice con una sonrisa.
Qué bien que la estoy pasando
Desde entonces y para los años que siguen se prometió hacer solamente lo que le guste y le genere placer. Le escapa a las rutinas de cualquier tipo y a los compromisos que lo "aten" a horarios y estructuras fijas. "Hago realmente lo que me gusta. Y lo que me divierte: viajo, filmo, practico snowboard. Antes que trabajar de 9 a 18 todos los días en la misma oficina, prefiero morir. No puedo estar más en una rutina. Hasta que me muera, quiero hacer lo que me guste", afirma con convicción. Ni siquiera entrena ni va al gimnasio sino que hace deporte en forma recreativa y para divertirse: juega al paddle, practica snowboard y hace lo suyo en el fútbol -dicen los conocidos que es un excelente jugador-. "No uso el deporte para estar bien sino para divertirme y eso hace que esté bien. Además me cuido con las comidas, trato de comer lo más sano posible. Me gusta verme bien pero también darme mis gustos".
Gaudio es hoy un bon vivant. Se reconoce como un amante de la buena comida y asegura tener una guía gastronómica elaborada por él mismo durante los 20 años que jugó al tenis con recomendaciones sobre los mejores lugares para comer alrededor del mundo. Hoy se lo ve disfrutando este momento, con otra mirada de la vida. "Mi papá falleció hace un año y me di cuenta que, después de atravesar ese dolor, no va a haber otra cosa que me haga pasarla mal. Cuando sos joven es como que te preocupan muchas cosas que no tienen un valor real ni sentido. Voy a cumplir 40 y ya no me queda nada. Mañana te levantás y es el final. Por eso, trato de vivir cada día como si fuese el último".
La voz del especialista
Luciana Vainstoc es psicóloga especializada en deporte. En este audio reflexiona sobre las presiones que viven los deportistas de alto rendimiento y explica qué sucede cuando llega el momento del retiro en la carrera de un profesional.
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