Ganó $35 millones en el bingo pero no le querían pagar: en qué quedó la polémica del tragamonedas, 15 años después
Una mujer había ido a probar suerte con su marido; las autoridades argumentaron “una falla técnica” y querían abonarle $35 mil; la foto que la salvó
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“Puede fallar”, escuchó incrédula Verónica Baena la frase que hiciera célebre el mentalista Tu Sam, experto hipnotizador y showman, quien lograba un muy especial interés del público cada vez que realizaba cada una de sus arriesgadas pruebas. Pero la mujer de 36 años no estaba acostada sobre una cama de clavos ni encerrada en una caja con candados de donde debía escapar.
No, aquella madrugada del 16 de octubre de 2006, Verónica se hallaba sentada muy cómoda sobre una banqueta y miraba extasiada la pantalla de la máquina tragamonedas del Bingo de Lomas del Mirador donde se encontraba jugando desde hacía un rato con los 20 pesos que le había obsequiado su marido, Ángel, luego de festejar el Día de la madre en familia.
“PAGO MANUAL GANADO: $ 35.663.093,02″, podía leerse en el visor más que claramente. Enseguida se restregó los ojos, luego dudó si estaba viendo bien la cantidad, miró el detalle de dónde estaba colocada la coma, se abrazó fuerte a la máquina y comenzó a gritar llamando a su padre, que también la había acompañado junto a su esposo. Venían de un largo domingo previo bastante complicado en el que visitaron a la mamá de Verónica que estaba internada con un cuadro complicado y querían despejar un poco la mente.
Al instante advirtió que pretendían no pagarle lo ganado cuando volvió a escuchar el “puede fallar” de parte de los funcionarios del Bingo que se le acercaban, refiriéndose al tragamonedas.
Verónica venía jugando en la máquina de cinco centavos, el menor importe permitido, porque era la única manera de que sus 20 pesitos “duraran” unos minutos más que la que aceptaba diez céntimos. Un señor que jugaba a su lado tuvo la excelente idea de sacar una foto a la pantalla y le pasó sus datos. Fue su salvación, porque a partir de ese momento triunfante que la convertía en millonaria comenzó su calvario para cobrar. Primero le ofrecieron 2500 pesos para “solucionar” el tema, ya que las autoridades del Bingo hablaron de un “error de la máquina”. Luego le ofertaron 35 mil pesos, el “premio mayor” que podía otorgar el tragamonedas según la casa de juego. Pero Verónica y su esposo se mantuvieron firmes y esa determinación fue esencial en lo que significó una dura contienda legal. El dólar por aquellos tiempos cotizaba entre $3 y 3,10, aproximadamente.
“Una monedita”
Los representantes de la empresa Codere S.A., propietaria en la explotación del bingo y funcionarios de Lotería y Casinos bonaerenses adujeron fallas técnicas del artefacto, mencionaron “desperfectos en el sistema”. Se argumentaba que el tragamonedas tenía un cartel en el que podía leerse que el premio máximo no era el de 35.663.093,02, sino de 35 mil pesos, hecho que el matrimonio negó absolutamente y entonces recurrió a la justicia que ordenó las pericias correspondientes.
“Si la persona que sacó el premio no está de acuerdo, deberá decidir si comienza acciones legales, nosotros vamos a pagar de acuerdo con lo que establece la ley”, manifestaron las autoridades del Mirador, confiando en que la tan mencionada y a menudo mancillada “ley” les daría la razón. Pero eso no ocurrió.
La mujer ratificaba a los cuatro vientos que quería cobrar lo que le correspondía, los más de 35 millones, nada más ni nada menos, mientras el vicepresidente de la empresa que administra el Bingo, Héctor Luna, se deshacía en explicaciones ante los medios que poblaban la puerta del Bingo ese mismo lunes: “El premio máximo posible de esa máquina es de entre 35 mil y 36 mil pesos”. Así, confiado, daba por cerrado el asunto.
Verónica declaraba lo que todos dicen cuando sienten que los quieren perjudicar, por definirlo de algún modo: “Se las van a tener que ver con mi abogado”. Y acá estuvo la clave, ya que entró a jugar el letrado Guillermo Blousson, especialista en resolución de conflictos y litigios, derecho empresarial, contratos y negocios. Y armó una estrategia que llevó al éxito a él y al matrimonio.
La polémica continuaba verbalmente en los medios de comunicación: Codere S.A. sostenía que en el tragamonedas aparecía a la vista de todos cuál era el supuesto tope en los premios y se mantenía firme. “Además hay un instructivo sobre cómo se juega y las combinaciones ganadoras tienen un coeficiente de multiplicación de las apuestas”, aportaba el vicepresidente Luna.
Y Verónica no se quedaba callada: “Vos llegás, te sentás y la verdad es que no ves nada que indique que hay un premio límite. Quiero cobrar porque no cometí ningún delito ni estafé a nadie. Con mi poquito dinero gané y no pienso renunciar a eso”, afirmaba y para colmo del Bingo, el objetivo al que pensaba destinar parte del dinero era honorable: costear el tratamiento de rehabilitación de su mamá que había padecido un aneurisma.
No era todo. Su marido, que la acompañaba a todos lados, agregaba que los funcionarios de la justicia que habían concurrido esa mañana tras la denuncia habían labrado un acta “que dejó constancia de que no existe ninguna identificación con el monto máximo”.
“Bingo”
Entre dimes y diretes, el que se frotaba las manos era el abogado Blousson, quien con motivo de cumplirse quince años de aquel hecho fue consultado por LA NACION. “Reconozco que fue un caso muy difícil de resolver, pero junto a la familia que se mantuvo firme logramos un muy buen resultado”, expresó disculpándose por no entrar en detalles para guardar el debido secreto profesional y la intimidad de sus representados.
Más allá de los silencios lógicos y respetables en estos casos, este medio pudo saber que el letrado trabajó tres meses para armar una estrategia con el fin de alcanzar el mejor éxito posible. No le resultó nada fácil, pero seis o siete meses más tarde logró su cometido. Debió cruzarse con sólidos colegas de por lo menos cuatro estudios de renombre. La causa iba camino a convertirse en un leading case (caso que establece jurisprudencia, fijando precedentes que determinan un nuevo principio o interpretación de la ley), con presunta resolución favorable para Verónica Baena.
Para respaldar la postura de Verónica, Blousson fue a los tribunales con una contraofensiva a los argumentos del bingo. Y cada vez que le decían “fue una falla técnica”, él respondía: “Las máquinas no cometen errores, sí los cometen los humanos que las programan”. Ergo: si un humano falló, debe resarcir a la víctima, es decir, pagar.
Entonces, en apariencia, al advertir esto las partes demandadas, Codere S.A., Recreativos Franco (la empresa proveedora de las máquinas) y Lotería de la Provincia de Buenos Aires, alcanzaron y aceptaron un acuerdo salomónico con Verónica, evitando de esa manera que la resolución del caso a su favor generara una seguidilla de juicios cuando se produjeran situaciones similares.
Tiempo después del acuerdo, la pareja pudo dejar el departamento que alquilaba con mucho esfuerzo en Chacarita, mudarse a una casa propia con sus tres hijos y adquirir un auto más importante que el modesto Ford Fiesta modelo ‘95, algo averiado por entonces, con el que salían a pasear felices y contentos. Quienes los conocen bien coinciden. “Les cambió y mejoró la vida, ellos sí que gritaron ‘Bingo’”, arriesgan y aciertan sobre su futuro, como lo hiciera Verónica hace quince años.
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