Este sería el título Y acá puede ir otra parte si queremos sumarle

a fondo

¿Futuro asombroso o aterrador?

Aunque aún no lo sepas, un nuevo chat de inteligencia artificial ya está cambiando tu vida

Texto: Martina Rua

5 de febrero de 2023

En el último mes aprobó cuatro exámenes de Derecho en la Universidad de Minnesota, también logró un MBA de la Escuela de Negocios de Wharton de Nueva Jersey y está listo para ingresar a estudiar Medicina en España, donde pudo contestar con éxito un 75% de respuestas del exigente examen de esa carrera. No, no estamos hablando de un o una estudiante excepcional, sino de un modelo de inteligencia artificial que está sacudiendo nuestras creencias sobre cómo se genera y obtiene conocimiento en una era donde la humanidad está cada vez más mediada por la asistencia de la tecnología. Hablamos de ChatGPT (por las siglas en inglés de Chat Generativo Previamente Entrenado), el concepto que se robó las conversaciones del verano y mandó a hibernar al Metaverso y a las criptomonedas. En noviembre último, la startup de inteligencia artificial OpenAI, fundada por Sam Altman (e invertida en cientos de millones de dólares por Microsoft), lanzó el famoso Chatbot y en diciembre lo abrió al público quien accedió -en muchos casos por primera vez-, a un espacio de experimentación hasta ahora reservado para habitués del mundillo tecnológico. Tienen algo razón los que desde la industria tecnológica se indignan con tanta atención a un chatbot: convivimos con ellos hace décadas. Son ​aplicaciones software que simulan mantener una conversación con una persona al proveer respuestas automáticas que son previamente establecidas. Por ejemplo, Yann LeCun, el científico jefe de Inteligencia Artificial (IA) de Meta salió a decir que ChatGPT no es 'particularmente innovador' y 'nada revolucionario'. Desde Siri de Apple, pasando por Alexa de Amazon, hasta cuando pedís una pizza, esperás una indicación de tu cuenta bancaria o utilizás las traducciones cada vez más exactas de Google Translate, los chatbots y asistentes virtuales crecen en presencia y mediación de nuestras vidas. Pero esta vez es distinto o, al menos, se siente distinto. ChatGPT es hábil y conversador, corrige sus imprecisiones no sin antes pedir disculpas, no se queja al desarrollar código repetitivo y aburrido, es honesto cuando responde sobre sus capacidades, no tiene vergüenza en hacer un poema y habla con autoridad y verborragia, aunque a veces lo que entregue sea un digno chamullo porteño. ¿Estaremos en los inicios de un avance tecnológico que cambiará de manera definitiva nuestra existencia? ¿Qué influencia ya están teniendo los sistemas de IA en la manera que aprendemos, trabajamos y nos relacionamos? El futuro puede ser un mundo asombroso de horas más productivas y mayor tiempo de ocio. ¿O será una distopía aterradora de máquinas que nos dejan desempleados?

En este intercambio real, ChatGPT dio una respuesta errónea

Cómo funciona El lenguaje inusualmente hábil de ChatGPT incluyó digerir miles de millones de palabras extraídas de la web y otras fuentes. Su capacidad para generar ensayos breves, parodias literarias e incluso código informático lo convirtió en una sensación en pocas semanas. Por ejemplo, puedo solicitarle que escriba un texto como si fuera el escritor X sobre un determinado asunto y este artefacto de IA produce ese texto alimentándose de todas las producciones pasadas de esa persona. ¿Cómo? Sus algoritmos detectan patrones disponibles en la red y a partir de ellos produce el nuevo texto solicitado. Más allá de su elocuencia, devuelve a veces respuestas erradas, como cuando se le pregunta por el álbum de rock más vendido de la historia argentina y el desfachatado contesta cualquier cosa, sin tener en cuenta que muchos crecimos, en la era A.I. (Antes de Internet) con El amor después del amor de fondo. La razón por la que ocurren estos errores radica en cómo trabaja. “ChatGPT es un modelo utilizado para la construcción de lenguaje. Aprendió de 175 mil millones de piezas de lenguaje, con las que se entrenó. Cuando alguien le pregunta algo, no está obteniendo los datos de una base, sino que construye una respuesta a partir de los valores que le diste. Entonces podés pedirle ‘por favor escribir una carta para reclamar una multa’, y con ese estímulo es capaz de darte una respuesta muy buena en segundos”, explica Alejandro Zuzemberg, cofundador y CEO de Botmaker. Su conocimiento es sobre el lenguaje, no tiene un conocimiento de los conceptos. “Si vos pensás en una casa, te evoca sentimientos, emociones, una representación gráfica. Para el ChatGTP es una palabra que suele tener otras palabras que se repiten luego de ella, y empieza a tirar cuál es la más probable que venga después de ella. Como los datos fueron obtenidos de texto escrito por humanos, la predicción suele tener mucho sentido”. Todos estos modelos parten en aprovechar el texto existente en la web y tratar de usarlo como contexto y como objetivo para aprender. “Encuentra patrones de lenguaje y va prediciendo lo que puede seguir. En las respuestas no se distingue si la información que se usó era certera o errada, bien intencionada o maliciosa, no le importa el dato, sino la probabilidad de que una palabra la siga otra y cómo hacer que parezca que la conversación sea natural”, describe Juan José Lopez Murphy, Head Data Science de IA de Globant. Para el especialista esta vez la gente se enganchó tanto por su acceso público, por la naturalidad y la “humanidad” con la que está entrenado y porque sentimos que “nos entiende”.

En este intercambio real, ChatGPT dio una respuesta correcta

Pueden hacer su prueba ahora mismo ingresando a Chat.openai.com. Luego de crear su usuario, están listos para empezar a conversar con este aparente sabelotodo: habrá sorpresas y desilusiones. Pueden pedirle correcciones y sugerirle respuestas y verán cómo no se olvida de lo que van conversando, lo “aprende” e incorpora a medida que avancen. Cuanto más acotado y preciso sea el pedido, más posibilidades habrá de tener una respuesta satisfactoria. Pueden también dejar volar su imaginación y probar al artista que nuestro amigo virtual lleva adentro con un pedido disparatado, como un poema que ensamble la música de Atahualpa Yupanqui con la de Pearl Jam y que no olvide la grandeza de Messi. Para Valentín Muro, filósofo e investigador en lógica e inteligencia artificial y autor del newsletter Cómo funcionan las cosas, ChatGPT es muchas veces como un “estudiante chamullero que no estudió” y rinde un final. “Quizás no sabe nada, pero lo dice con absoluta confianza, bien redactado y de manera conversacional y se va corrigiendo a medida que se lo pedimos. Si pretendemos aprender de un tema desconocido es probable que salga mal, pero si le pedimos que redacte un contrato de alquiler o una carta documento es muy probable que lo haga a la perfección”, describe. OpenAI y Microsoft no están solas. Google tiene a LaMDA (Language Model for Dialog Applications), mientras tanto Baidu, “la Google china”, acaba de anunciar que lanzará una plataforma similar en los próximos meses, entre otras. Zuzemberg lo equipara con asistir al nacimiento de un nuevo sistema operativo, donde habrá tres o cuatro que competirán entre sí por la elección de los usuarios. “Habrá un sistema operativo que será un modelo de interfaz con el mundo, donde se podrán montar millones de apps: para escribir artículos, o para manejar un auto, o para hacer un diagnóstico médico o dar una receta de cocina. Creo que todo va a tener su chatbot. Va a ser un genérico, la interfaz de lenguaje con la que vas a relacionarte con todo lo que está alrededor”, vaticina. Una de las promesas de estos asistentes virtuales es transformarse en nuestros copilotos en el trabajo, algo que ya está ocurriendo en muchas industrias. ¿Un ejemplo? Para los desarrolladores de software existe Copilot que va proponiendo pedazos de código. Una tarea que antes llevaba 15 minutos, quizás ahora demanda uno. También sirve para abogados, sugiriendo jurisprudencia, para agentes inmobiliarios, sugiriendo viviendas según las características de los clientes y para productores de seguros, entre otros. “Aumenta la productividad enormemente. Creo que en muchos trabajos vamos a tener estos asistentes inteligentes que nos ayudan a revisar, corregir y crear contenidos. No es loco pensar que en el futuro, gracias a esta ayuda, trabajaremos cuatro o cinco horas como mucho”, dice el fundador de Botmaker.

En este intercambio real, ChatGPT dio una interpretación política

Tsunami educativo Ante la rápida propagación de su uso, el Departamento de Educación del Estado de Nueva York prohibió el uso de ChatGPT por parte de docentes y alumnos por detectar crecientes casos de “trampa” en los exámenes y por considerar que “desalienta el pensamiento crítico” (hubo debates similares cuando llegó la calculadora electrónica al aula) Entonces ChatGPT ¿afuera o dentro del aula? Para Melina Furman, profesora de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés (UdesA), autora de Cómo criar hijos curiosos y de Enseñar distinto, prohibir estas IAs en el aula es como intentar tapar el sol con las manos. “Antes generaba dificultad para evaluar por lo que se copiaba y pegaba de El rincón del vago o Wikipedia, ahora esto es más complejo aún. Tenemos que trabajar para usar los recursos que salen de estos programas para tener clases que les permitan a los estudiantes producir una idea o un pensamiento propio a partir de lo que devuelve esa IA”,dice. Un uso interesante que Furman ve en educación, son sitios que ofrecen ecuaciones o problemas que aprenden y se van adaptando al nivel que tienen los chicos, personalizando la dificultad de acuerdo a sus necesidades. Robbie Bunge, director de la Carrera de Ingeniería en Inteligencia Artificial de la Universidad de San Andrés cree que así como la electricidad cambió radicalmente la vida en el siglo XX, las tecnologías de IA se están embebiendo en todo. “Es tal su potencia que debemos asegurarnos que sean usadas para el bien común y para esto es fundamental formar profesionales especializados en esta área”, dice. Agustín Gravano, Director de la licenciatura en Tecnología Digital de la UTDT e Investigador del CONICET en Inteligencia Artificial, ve a ChatGPT como un escalón más en estos avances que se vienen dando desde 2010, cuando empezaron a funcionar los primeros modelos de aprendizaje profundo. Estos se apoyan en tres pilares: avances teóricos en la lógica de los algoritmos, la inmensa capacidad de cómputo y las enormes cantidades de datos que gran parte de la humanidad está dando todo el tiempo. “Una consecuencia directa de esto es que los asistentes virtuales se pondrán mucho más sofisticados en la interacción con los seres humanos, estarán en auge muy pronto como docentes, acompañantes terapéuticos y otras profesiones. ¿Qué pasará con el arte, con la docencia, literatura, etc.? No tenemos una repuesta y tenemos que construirla entre todos”, opina y agrega que sobre el ámbito educativo ve esperable que las materias que pedían ensayos o parciales domiciliarios se muden a exámenes presenciales y, más desafiante aún, que se reformule la forma de evaluar, incorporando a estas tecnologías en el proceso de aprendizaje. Y recuerda: “No hay que olvidar que son de empresas, ¿cómo será el acceso a estas tecnologías?”.

En este intercambio real, ChatGPT se puso creativo

“La religión emergente más interesante es el dataísmo, que no venera ni a dioses ni al hombre: adora a los datos”, advertía Yuval Harari el año pasado sobre el endiosamiento que las personas hacemos a veces de las nuevas tecnologías. Como contracara de sus virtudes, ChatGPT tiene una tendencia a fabricar hechos, repetir calumnias o sesgos de sus datos. Cecilia Danesi, abogada especialista en Inteligencia Artificial y Tecnologías Emergentes, autora de El imperio de los algoritmos explica que las máquinas no hacen esto de cero, sino que se valen de nuestro lenguaje, el cual también les ha transmitido nuestros sesgos y discriminación. “Una vía para frenar los peligros de los sistemas de IAs son las auditorías algorítmicas y las evaluaciones de impacto; algo que tarde o temprano será ubicuo en todas partes del mundo”, dice. Los miedos distópicos nunca están lejos cuando la conversación gira en torno a la inteligencia artificial avanzada. Pero la vida humana siempre ha sido una vida técnicamente mediada. “Somos de cabo a rabo cyborgs, es decir, nuestra condición es una condición hibridada, históricamente reconfigurada por el ensamble de estructuras orgánica, mental, técnica, social y cultural”, dice Diego Lawler, doctor en filosofía, investigador de CONICET y miembro del Grupo de Investigación De Inteligencia Artificial, Filosofía y Tecnología (GIFT). Conviene que estemos atentos a nuestros miedos más profundos: aquello en lo que no quisiéramos convertirnos individual y socialmente. “El objetivo es que las nuevas prácticas humanas nos alejen cada vez más de lo que huimos, de formas desigualitarias y autoritarias de organizar la vida social, de la pérdida de la privacidad, de la mirada sesgada y prejuiciosa sobre diferentes formas de experimentar la existencia, etc”, dice Lawler. Hoy ChatGPT tiene decenas de sistemas similares que ya están cambiando la manera en la que se generan textos, voces, imágenes, videos y tanto más. Luego de este paseo por el mundo de la IA, ¿con qué grado de seguridad se animan a afirmar que esta nota no la escribió parcial o completamente ChatGPT?

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