Furor por el ajedrez: los dos grandes impulsos del interés de los chicos por este “gimnasio para la mente”
Comienzan con el deporte a partir de los seis años; algunos de ellos logran profesionalizarse; los especialistas y familiares remarcan que la disciplina mejora la concentración, la memoria y el manejo de la frustración
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Concentración, orden, memoria, amistad. Los valores y las habilidades básicas se desarrollan desde la infancia, y un deporte que está en auge entre los chicos desde la pandemia los impacta, el ajedrez. En época de hiperconectividad tecnológica, son muchos los niños que se vuelcan a esta disciplina con una pasión quizás comparable a la que produce el fútbol para los argentinos. De hecho, también es considerado un deporte (por el Comité Olímpico Internacional) y, como tal, se realizan torneos –locales e internacionales–, se obtiene puntaje y se escala en un ranking de jugadores.
Los chicos que se inician en esta actividad, generalmente a partir de los seis o siete años, lo ven como un espacio en donde las oportunidades son inabarcables: desde la conexión lúdica con otras personas hasta la propia superación, la mejora en el rendimiento escolar, y el desarrollo de estrategias y creatividad, entre otras.
De hecho, su popularidad sigue en aumento. En centros y clubes en donde se enseña esta disciplina detallaron que la pandemia de Covid-19 fue un punto de inflexión. Mientras que algunos ya jugaban en la escuela, muchos otros empezaron de forma virtual, porque, entre otras cuestiones, es fácil encontrar videos explicativos en la red.
“Todo el mundo jugaba en sus casas, los chicos también. Y a partir de ahí se llenaron las escuelas. Hubo mucho interés. Y ahora sigue en pleno ascenso. Pero el ajedrez virtual fue revolucionario para nuestro deporte”, detalló Luciano Godoy, profesor de la Escuela Municipal de Ajedrez de Vicente López, y entrenador de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE). “En la Argentina se están viendo los frutos de la cantidad de chicos que estuvieron todo el día jugando durante la cuarentena. Hay muchos –Faustino Oro, Candela Francisco, Ilan Schnaider– que en la pandemia dieron un salto tremendo”, agregó.
Otro factor que le dio impulso entre los más jóvenes fue la aparición del campeón argentino Faustino Oro, de 10 años: “Es furor y le está sirviendo mucho a nuestra disciplina, porque se habla de él en todos lados, y llama la atención de los más chiquitos. Ellos quieren aprender a jugar gracias a él. Es su ídolo, porque no pueden creer que un chico de cuarto o quinto grado, como ellos, le haya ganado el campeón del mundo [el noruego Carl Magnus]”, comentó.
Godoy nombró algunos, pero hay muchos más. Isabella Ortiz es un ejemplo. Tiene 12 años y estudia ajedrez desde los seis. Participó de un programa municipal en las escuelas de Vicente López, que brinda clases en jardines de infantes (la iniciativa Peoncito) y se extiende durante la primaria, la secundaria y la universidad.
Mónica Ortiz, su mamá, contó que Isabella se apasionó enseguida. Le compraron su primer tablero y, cuando entró a tercer grado y llegó la pandemia, decidió tomar clases online que dictaba la municipalidad. Tenía ocho años, sus compañeros eran todos adultos, y ella era una chica tímida que no se animaba a participar activamente. Así dieron con Godoy, el profesor.
“A la segunda clase, el profe me mandó un audio en el que me decía: ‘Yo tengo experiencia preparando jugadores de alto rendimiento. Isa no es buena, es buenísima, y además siente una pasión por el ajedrez increíble’”, recordó Mónica. Godoy les insistió para que la inscribieran en el Club Villa Martelli, que forma parte de la Escuela Municipal de Ajedrez, y que empezara a jugar de forma presencial.
Salió tercera en el primer torneo en el que participó. A los dos meses, con solo nueve años, jugó su primer campeonato argentino y terminó subcampeona. A principios de 2024 obtuvo el título de Campeona Argentina Femenina Sub12, puesto que comparte con Mía Morena Álvarez.
Los campeonatos los organiza la Federación Argentina de Ajedrez (FADA). Van desde la categoría sub 8 a la sub 18, siempre siguiendo los números pares. Este año se disputó en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard), durante un fin de semana en el que hubo ola de calor. El torneo se jugó durante dos días y se canceló cuando faltaban tres rondas para terminar, porque muchos chicos empezaron a desvanecerse. Mía Morena Álvarez e Isabella habían logrado la misma cantidad de puntos, por lo que terminaron cocampeonas.
Mía también se interesó por el ajedrez durante la pandemia, cuando veía jugar a su abuelo y su papá, un rito de todas las noches para pasar el rato. A esto se sumó que, unos años más tarde, en el colegio se hablaba mucho de este deporte entre los compañeros.
Tenía nueve años cuando entró a un taller en Tigre. A las tres semanas jugó su primer torneo escolar. No le fue bien, pero esto la motivó a seguir aprendiendo. “Su papá miraba videos en YouTube para después explicarle lo que entendió. Mejoró un montón, y a los dos meses logró el primer puesto sub 10 en el mismo torneo”, detalló su madre, Cintia Gisela Vargas.
Una habilidad para toda la vida
El ajedrez tiene muchos beneficios que tanto los chicos como sus familiares destacan. En el caso de Mía, su mamá contó: “A los dos años de haber comenzado, ya no es un hobby. Es una deportista de alto rendimiento, dedica muchas horas al día a su entrenamiento. Lo bueno es que agudizó tanto su mente que el colegio no le cuesta para nada: aprende nuevos temas mucho más rápido que antes, su maestra le da lecciones de matemática de años más avanzados, porque si no se aburre en la escuela”.
Otro ejemplo es el de Felipe Lowe. Jimena Gómez, su madre, explicó que él se portaba mal en el colegio, y que “el ajedrez lo ayudó mucho a ordenarse”. También tiene un costado social: “Uno tiende a pensar que el ajedrez es un juego solitario. Pero lo lindo es que en el club se hizo muchos amigos. Tiene su grupo de pertenencia, es muy sano, hay compañerismo”.
Felipe tiene trece años recién cumplidos. A los siete –estaba en segundo grado–, la maestra lo mandó a una clase de matemática de sexto, una técnica para que “se calmara”, explicó Gómez. Cuando llegó, la profesora estaba explicando cómo se movían las piezas de ajedrez. Así empezó a jugar con los chicos más grandes y después, hasta con su psicólogo, Fabio Tula.
Él fue quien le aconsejó a Gómez que lo inscribiera en una escuela de ajedrez. Felipe estuvo de acuerdo. Con el tiempo se fue enganchando cada vez más, y el año pasado ingresó al club donde enseña Godoy.
Él mismo reconoce un fuerte impacto del juego en su vida cotidiana: “El ajedrez me ayudó a organizarme en el estudio. Miro videos o cursos, me gusta tomar apuntes, hacer resúmenes y esquemas, y después lo puedo usar en el colegio”. Su madre agregó que también le sirvió para controlar la impulsividad y la concentración.
La diferencia de edades entre los jóvenes que practican este deporte también es un punto a destacar. Así lo hizo Mercedes Córdova, mamá de Tomás Del Priore. Él se inscribió en un taller extracurricular que daban en su colegio, Saint Martin in the Fields, cuando estaba en segundo grado. Toto, como le dice, se “enganchó” enseguida, y hasta hoy, que está cursando sexto, sigue asistiendo.
“Creo que lo ayudó en su vida personal y escolar, porque fomenta el uso de la concentración, aceptar las reglas del juego, aprender a aceptar la frustración de perder. Además, juegan con diferentes compañeros y gente de otros grados. No es que el más grandote o el más alto va por otro lado, es un deporte distinto. Esto les permite, de pronto, tener talleres con multiplicidad de margen etario”, detalló.
Tomás, por su lado, contó que del juego lo que más le gusta es “pensar y analizar las jugadas”, y remarcó que también le sirvió para otras actividades, ya sea el colegio, el rugby o el fútbol, porque implica “utilizar la lógica”.
Guadalupe Encina es profesora de ajedrez y fundadora de la academia virtual ajedrez.ge. Jugó desde los siete años, ganó varios títulos locales y el primer puesto del panamericano en 2018. Esto se lo debe a su padre, que un día llegó con un tablero y le enseñó a jugar. Ella lo esperaba todos los días sentada a la mesa con el ajedrez armado para disputar juntos una partida.
“El ajedrez te ayuda mucho en la toma de decisiones, en el proceso de pensamiento. Aumenta la capacidad de análisis, impulsa la creatividad, ayuda a la concentración, es como un gimnasio para la mente, se suele decir. Si uno juega competitivamente, además, el manejo de la frustración tiene un impacto positivo en la vida. Por otro lado, cuando uno comete un error altera nuestro ego. Cuando perdés, sentís que no fuiste lo suficientemente inteligente”, detalló.
Además de los factores cognitivos, Tula, el psicoanalista de Lowe, remarcó la importancia de reducir el tiempo de exposición frente a la pantalla: “Estamos viendo una sobreestimulación que está produciendo trastornos de ansiedad en niños. El ajedrez tiene un aspecto social muy importante: es un ambiente integrador, el que mejor juega ayuda al que juega un poquito peor para que vaya avanzando, es muy colaborativo”.
Y agregó la constancia que se necesita para estudiar y entrenar, y la necesidad de manejar la frustración de perder, aunque todo dependerá del niño y de su entorno familiar, ya que a veces puede haber presiones que se extrapolan de los padres a los hijos.
También Godoy se refirió a los aspectos positivos y opinó que “cuando uno aprende a jugar al ajedrez, aprende una habilidad para toda la vida”. Felipe, por ejemplo, remarcó los valores de la amistad y agregó que lo que más le gusta es “competir en torneos y tener el objetivo de superarme cada día mientras me divierto”.
A su vez, Mía destacó: “Lo mejor es pasar tiempo con mis amigos en el club, también disfruto mucho de estudiar y jugar con oponentes que tengan más nivel que yo. Me gusta desafiarme, es más divertido perder con jugadores fuertes que solo ganar partidas fáciles. El ajedrez me ayuda a ser más ordenada en el colegio y con mis rutinas. Y siento que tengo más memoria”.
Y para Isabella, un punto esencial es la felicidad que le produce sentarse frente al tablero: “La simple acción de jugar ajedrez para mí es maravillosa. Me ayudó con la concentración, a recordar cosas más fácilmente, saber que no siempre se gana, y que aprendemos de nuestros errores. Me gustaría llegar a ser GM [gran maestra] y algún día, campeona mundial”.
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