Furia vecinal en Cañuelas por la muerte de un niño atropellado
Vecinos trataron de linchar a un conductor, quemaron su vehículo y se enfrentaron con la policía
El barrio de San Esteban de la ciudad bonaerense de Cañuelas está sumergido en el dolor por la muerte de Juan Naranjo, un chico de dos años que murió atropellado anteanoche. Los vecinos, enfurecidos, descargaron su ira contra el conductor de la camioneta 4x4 Chevrolet Silverado, que pasó por encima del menor y luego se dio a la fuga. En una cadena de hechos violentos que sacudieron al barrio, una multitud de personas prendieron fuego la camioneta, golpearon al conductor, al que le quebraron un brazo, y cuando éste logró escapar lo persiguieron hasta una casa donde se refugió. Los vecinos, entonces, agredieron a policías y bomberos.
El imputado, identificado por fuentes policiales como Jorge David Cadobel, de 55 años, se encuentra internado en un hospital local, donde se repone de la golpiza que recibió. Las mismas fuentes informaron a La Nacion que se lo acusa de homicidio culposo.
"A causa de los desmanes protagonizados por unos vecinos que decidieron hacer justicia por mano propia, 16 efectivos de la policía resultaron heridos. El imputado está internado en el hospital con varias heridas, una de las cuales es un brazo roto", contó el comisario Eduardo Bonardo, rodeado de policías antidisturbios que sólo tras tres horas de desorden lograron restaurar la clama.
Todo comenzó alrededor de las 19.30 de anteayer cuando Juan y su abuela fueron a comprar a un almacén, ubicado en la calle Aromo entre Espinillo y Arrayán, a la altura del kilómetro 54 de la ruta nacional 3. Allí, el chico se escapó de la mano de su abuela y fue embestido por el vehículo de gran porte que se trasladaba por la calle de tierra.
"El chico estaba detrás de mí y se adelantó para agarrar una florcita cuando la camioneta apareció de la nada, a gran velocidad, y lo atropelló. El conductor se bajó, me retó y me gritó: «¿Por qué no lo sacó?»", declaró entre lágrimas la abuela de la criatura. Según algunos vecinos, la ambulancia tardó mucho tiempo en llegar al lugar y el pequeño murió antes de que pudiera recibir asistencia médica.
Lo que siguió fue una persecución al dueño del vehículo. Los vecinos quisieron hacer justicia por su propia mano y empezaron a agredirlo a golpes. La respuesta de Cadobel fue huir de la escena del crimen y esconderse en la casa de la única persona que conocía en San Esteban: un remisero que vende pájaros. Precisamente, por eso había acudido al barrio, para comprarle una de las aves que cría en su domicilio.
El dolor y la bronca se apoderaron de los residentes del este lugar usualmente tranquilo. Incendiaron la camioneta de Cadobel, arrojaron piedras a la vivienda donde estaba refugiado y realizaron una protesta en la ruta 3, donde se enfrentaron con la policía bonaerense y quemaron un móvil de esa fuerza.
Un bombero voluntario que trataba de sofocar el fuego recibió un fuerte golpe en el pecho de una baldosa que le arrojaron.
"Nunca sucedió algo así en Cañuelas, se desbordó todo", contó el vecino Ramón Pereyra a La Nacion. "Se metió en la casa y rompieron las puertas para matarlo. Luego vino la Gendarmería y tiraron balas de goma para desalojar la zona y lo cargaron [a Cadobel] a un patrullero y se lo llevaron".
"La policía no podía hacer nada por la cantidad de gente que había. No está bien lo que hicieron. Quemaron un patrullero. ¡Con lo que nos hace falta uno por acá! No hay educación. Así es la sociedad", dijo Juan Acuña, dueño de la casa enfrente de la vivienda donde se produjeron los disturbios.
Familiares reprochaban al comisario por proteger al imputado. "Lo tengo que proteger -les respondió-. No puedo dejar que lo linchen."
Mientras que frente al almacén permanecían el olor a quemado, vidrios rotos y un retrovisor hecho trizas, al lado se veía una mancha de sangre sobre el asfalto tiznado de cenizas.