Fundación épica: el colegio de 1892 que nació por un inspector malhumorado y una revolución estudiantil
El Instituto Libre de Segunda Enseñanza celebra sus 130 años; empezó con un plan de estudios redactado por Vicente López y Bartolomé Mitre, y la protección académica de la Universidad de Buenos Aires
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Marzo de 1892. Un inspector del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública visitó el Colegio Nacional Buenos Aires y, sin la compañía de ninguna de las autoridades de la institución, se lanzó a recorrer las aulas. Se topó en medio del recreo con algunos alumnos bulliciosos, que tenían “actitudes irreverentes” hacia el funcionario. Ese mismo día, enojado y fuera de sí, redactó un duro informe de lo sucedido; entre otras cosas, le pidió al entonces ministro Juan Balestra la destitución del rector Adolfo Orma. Apenas 24 horas después, Orma fue apartado de su cargo. Indignados, un grupo de estudiantes salió a protestar a las calles y un puñado de profesores también decidió dar el portazo.
Uno de ellos era el escritor Calixto Oyuela, que ofreció su casa para discutir qué medidas se iban a tomar en respuesta a semejante injusticia. La idea que convenció a todos parecía titánica: fundar un nuevo colegio. Sin embargo, tan solo dos meses después, el 16 de mayo de ese año, nació el Instituto Libre de Segunda Enseñanza (ILSE), con un plan de estudios redactado por Vicente López y Bartolomé Mitre. Para garantizar su autonomía y no depender más del Ministerio de Instrucción Pública, se puso bajo la protección académica de la Universidad de Buenos Aires.
Hace un mes, el ILSE festejó sus 130 años, en un contexto muy peculiar luego del desafío que impuso la pandemia. “De un día para otro hubo que salir a innovar, y para una institución centenaria como la nuestra fue un impacto fuerte –confiesa Roald Devetac, que está al frente del colegio como rector desde 2016–. En relación a los 130 años, decidimos extender la celebración con distintas actividades durante el transcurso del año. La primera fue con una formación continua para los docentes, con cinco especialistas del campo de la educación entre los que incluimos una mirada experta desde el punto de vista de la salud, porque nunca antes habíamos visto a los adolescentes tan afectados emocionalmente. Y pusimos el ojo ahí, para atender esta problemática que se manifestó en el colegio con la vuelta a la presencialidad”. Agrega que hubo un incremento de casos relacionados con trastornos de alimentación, ansiedad y ataques de pánico.
“Los alumnos que comenzaron su primer año en 2020 recién ahora están incorporando muchos de los hábitos que tienen que ver con la vida escolar, un espacio de formación que se perdió con la pandemia y que es tan importante para el crecimiento de los chicos y las chicas como la cuestión académica”, opina Devetac, que desde que asumió como la principal autoridad del colegio se propuso fortalecer el vínculo del ILSE con la Universidad de Buenos Aires.
En la actualidad, en el ILSE estudian poco más de mil alumnos y aproximadamente unos 180 se reciben cada año. Durante el aniversario número 120, y para destacar a los graduados ilustres del colegio, un grupo de alumnos comparó al ILSE con las calles de la ciudad de Buenos Aires. “Uno de los estudiantes dijo en su discurso que leer la lista de graduados destacados del colegio era como repasar el mapa de las calles porteñas”, recuerda Devetac.
Vicente López, Bartolomé Mitre, Montes de Oca, Fernando Saguier, Ángel Gallardo, Luis Huergo y Otto Krause figuran entre los profesores fundadores, mientras que Carlos Saavedra Lamas, Rodolfo Moreno, Enrique Drago Mitre, Enrique de Vedia, Adolfo Bioy Casares, Tomás Abraham y Oliverio Girondo forman parte de una lista de alumnos ilustres. También el escritor Ricardo Güiraldes, que no completó sus estudios secundarios y solo concurrió al ILSE durante un año.
“Hasta 1985 fue un colegio de turno mañana y solo de varones. Con la apertura democrática, hubo un cambio grande en el plan de estudios, se incorporaron las mujeres y el turno tarde. La primera camada de egresadas fue la de 1989, aunque durante algunas épocas y de manera aislada hubo algunas alumnas que estudiaron y se recibieron en el ILSE”, explica el rector.
Es, en rigor, el primer colegio preuniversitario de la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, durante la búsqueda de una institución educativa para los chicos a veces hay confusión sobre si el ILSE es de gestión estatal o privada, ya que los alumnos pagan todos los meses un arancel.
Desde su creación, el ILSE buscó respaldo inmediato en la Universidad de Buenos Aires y actualmente la UBA ejerce la superintendencia académica del colegio, pero sin destinar ningún fondo económico. La administración del colegio es privada. No obstante, aclaran sus autoridades, no existe una persona ni una sociedad de responsabilidad limitada que sea dueña del colegio. “El ILSE es el ILSE”, sentencian.
¿Qué cualidades distinguen al colegio en esta época? ¿Por qué una familia elige al Instituto Libre de Segunda Enseñanza? “En la ciudad de Buenos Aires hay más de 400 colegios secundarios con las más diversas modalidades. El ILSE es, sin dudas, distinguido por ofrecer una sólida formación académica, algo que lo destacó en sus inicios y siempre. Otra nota muy particular que lo distingue, y que las familias valoran, es que la convivencia en el colegio es ordenada”, dice Devetac.
Tres idiomas curriculares, latín, inglés y francés. Dos extraprogramáticos, como portugués e italiano, y una abultada oferta de talleres a contraturno son algunas de las incorporaciones del colegio en este último tiempo. “Nos gustaría también hacer algunas otras modificaciones en el plan de estudios y ampliar el espacio, aunque nos hemos agrandado todo lo posible durante en las distintas épocas”, indica el rector.
De su edificio original en la calle Florida, el ILSE luego se mudó a la calle Libertad 555, y la fachada art nouveau fue reemplazada por otra más racionalista, para unificar los estilos a medida que se incorporaban más metros cuadrados y la construcción crecía en altura, hasta llegar al actual sexto piso. Espacios icónicos dentro del edificio hay muchos. La biblioteca, bautizada como “Adolfo Bioy Casares”; el salón de actos y la antigua sala de profesores. Pero quizás una de las postales más llamativas del colegio son sus escaleras, que balconean a uno de los patios centrales donde aún está la huella de la piedra fundamental. Apenas uno se topa con esa escenografía, y como el mismo Devetac sugiere, es fácil asociar la imagen al trabajo del artista gráfico holandés Maurits Escher, con su famosa escalera sin fin como principal referencia, donde la estructura desafía los objetos geométricos y su lógica.
“Hay un salón muy lindo y luminoso en el último nivel, al que cuesta llegar por las escaleras, pero que realmente se aprovecha para algunas clases especiales o eventos –menciona–. La biblioteca, la sala de profesores o el salón de actos guardan el estilo de otra época, y por suerte se conservan muy bien”.
Como egresado del ILSE y expresidente de la asociación de exalumnos del colegio, Fernando Ferreyra habla con orgullo de la institución donde él se formó y donde comenzará el secundario su hija el año próximo, luego de aprobar el curso de ingreso. “Desde su creación, el ILSE ha sido un colegio inspirador para las demás instituciones educativas dependientes de la UBA y el nivel académico siempre fue excelente. Es un colegio exigente, donde se valoran el esfuerzo, la dedicación y el mérito. Aún hoy solamente se puede tener una materia previa para pasar de año”, relata Ferreyra con orgullo, que entre otros egresados de renombre menciona al humorista Sendra o al menos popular Sebastián Ceria, doctor en matemática, empresario y uno de los impulsores del vanguardista edificio Cero+Infinito inaugurado en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA.
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