Fue Reina de los Estudiantes y le decían “La Atómica”: Karen Hallberg, la argentina que hizo de su vida una ciencia
En 1980 fue coronada, pese a que no había estudiado modelaje; sin embargo, su cabeza tenía otra inquietud: la física cuántica y la ingeniería genética; en diálogo con LA NACION, habló de su pasión por el saber y su camino al Premio L’Oréal-UNESCO a Mujeres en Ciencia
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Era una adolescente de apenas trece años, brillaba en el tenis, le encantaba la ciencia en general, investigar, y le iba más que bien en matemática cuando se cruzó con el rector de su colegio, el Nacional 1 de Jujuy, Oscar Marín, que observando sus inquietudes le habló del Instituto Balseiro -entidad académica argentina de nivel universitario que funciona en las instalaciones del Centro Atómico Bariloche, y que forma profesionales en física e ingeniería-.
-¿Por qué no averiguás? Sería ideal porque casi no hay mujeres que se capaciten allí en lo que a vos más te apasiona...
Pensó, repensó, y esas palabras le plantearon quizá el mayor desafío de lo que sería su vida profesional. Entonces Karen Hallberg, nacida en Rosario, y criada en Jujuy junto a sus padres y hermanas desde los dos hasta los diecisiete años, decidió recorrer 2700 kilómetros e instalarse en Bariloche para iniciar una exitosa carrera que posibilitó que, en 2019, fuera galardonada con el Premio L’Oréal-UNESCO a Mujeres en Ciencia por sus aportes al desarrollo de técnicas computacionales para entender la física de la materia cuántica.
“Lo que me dijo el rector en aquella oportunidad fue clave. Pasaron más de cuarenta años y siempre lo recuerdo con una sonrisa. Lo queríamos mucho, nos daba libertades, pero también nos planteaba exigencias. Recuerdo que yo me dije a mí misma: ‘Jaja, no puede ser que no haya mujeres en ciencia’. Me anoté en el Balseiro, estaba feliz, me quería llevar el mundo por delante...”, cuenta hoy, en diálogo con LA NACIÓN, justamente desde Bariloche.
Mientras tanto, en Jujuy no pasaba desapercibida. En 1980, a sus 16 años, había sido coronada en su tierra por adopción, Reina en La Fiesta Nacional de los Estudiantes, festividad originaria que se celebra con carácter anual en distintos puntos de la provincia, donde luego se ganó el divertido apodo de “La Atómica”, por su amor relacionado con la ciencia.
“Lo de La Atómica fue porque me gustaba mucho estudiar, investigar, la ciencia en general, ingeniería genética, pero para eso tenía que trasladarme a Misiones. Entonces elegí el Instituto Balseiro. Algunos lo veían raro, no había una aceptación, les resultaba extraño. Justamente era uno de los estereotipos que yo quería derribar. Un hombre dice: ‘Quiero estudiar ingeniería o física’. Y no pasa nada. Si lo comenta una mujer, todavía te miran con extrañeza. Eso me decidió aún más, jaja, me parecía interesante abrir caminos para el resto de las chicas...”, rememora.
Vuelve a sonreír porque refiere que cuando lo cuenta, todos se sorprenden y se divierten respecto a su original sobrenombre: “Decían que me lo pusieron también porque me atrevía a vencer estereotipos. No fue fácil hace 42 años. Cuando terminé el colegio fue en diciembre del 81. En abril del 82 ocurrió la Guerra de Malvinas. Estaba en Jujuy yendo a estudiar a Rosario. Porque antes de entrar al Balseiro tenés que hacer dos años en otra universidad. Así que hice los dos primeros años en la ciudad donde nací. Me recibieron en la casa de mi abuela y de mi tía, que me cobijaron, dieron de comer y apoyaron, porque mis padres no podían alquilarme un departamento ni pagar estudios privados. Así que concurrí a la Universidad Nacional de Rosario. Empecé a estudiar ingeniería electrónica por si no entraba al Balseiro, pero finalmente di el examen de ingreso e ingresé”.
Karen continúa hablando de sus orígenes: “Nací en Rosario, mis abuelos son de ahí. Mis padres vivían en la ciudad. Cuando yo tenía un año y medio se mudaron a Jujuy. Mi hermana menor nació allá, somos tres. Viví ahí hasta los 17 que me fui a estudiar. Ahora soy mitad jujeña, mitad barilochense porque hace muchos años que vivo acá. Entré al Balseiro en el 84 y desde entonces estoy aquí. Hice la licenciatura, el doctorado en Física. También vivimos con mi familia en el exterior, mi marido y mis dos hijos. Fueron cuatro años en Alemania haciendo investigaciones. Volvimos en el 97. Mi esposo y yo terminamos el doctorado, teníamos beca del Conicet. Estando allá me salió el ingreso a la carrera de investigador y regresamos cuando me salió el puesto. Fue difícil regresar porque teníamos propuestas para quedarnos. Pero a mí me gusta mucho vivir en Argentina, por la familia, los amigos, el país, la cultura. Así que decidimos volver aún con un sueldo cuatro veces menor. Fue una decisión difícil pero no nos arrepentimos para nada”.
Ya en Bariloche, Karen se capacitó allí desde el 83 hasta el 94: “Hice toda la carrera: la Licenciatura y el Doctorado en Física. Tuve mis hijos. Viajé mucho por mi profesión. Hice la tesis doctoral con Carlos Balseiro, un honor, que es el hijo de José Balseiro, fundador del Instituto, donde también soy profesora. Mi puesto actual es investigadora principal del Conicet. Mi investigación la hago en el Centro Atómico Bariloche. La docencia con mis estudiantes de maestría y doctorado en el Balseiro. Está todo junto, es un campus enorme”.
-Cuénteme más sobre su coronación como reina en medio de tanto estudio...
-Me gustaba el concepto de la Fiesta nacional de los estudiantes, es muy linda, yo no hice modelaje. Voy cada vez que puedo. Es algo organizado por los propios chicos, eso me encanta, lleva meses hacer las carrozas, algunas electrónicas. Todas las provincias mandan representantes. Importa más el carisma que la belleza, hacen un simposio de la juventud, se trata la problemática de los adolescentes, eso está bueno. Recuerdo que cuando me eligieron me invitaban y fui a varias fiestas nacionales acompañada por mi mamá. La de la yerba mate en Misiones, de la Navidad cordillerana en San Martín de los Andes, la del mar en Mar del Plata.
-Además de su pasión por la ciencia, es una apasionada de los deportes y la música, ¿no es así?
-Sííí, me encanta correr, navegar en kayak, hacer trekking, bicicleta, nadar en aguas frías, tocar el chelo. No puedo dejar de hacer deporte al aire libre. Salimos mucho a caminatas por la montaña, hice cumbre en el Lanín, fue espectacular. Ahora subimos al Tronador y otras montañas. Hace un par de semanas nadé con traje de neoprene en el lago, es muy sano. El violonchelo me da placer, tengo mi profe. Toqué muchos años piano cuando era chica, desde los 6 a los 16 años. Me recibí de profesora de teoría y solfeo. Compré un piano electrónico y a una amiga el violonchelo. Hace 10 años que lo toco, lo hago en un dúo, también en un trío. Me ayuda a pensar. Me apasionan los desafíos científicos, culturales y deportivos.
-¿Deporte y música para despejar la mente después de tanta actividad científica?
-Es poner la energía en algo distinto. Igual te digo que el trabajo de investigación es muy creativo, da para inspirarse y resolver. Es un pensamiento lateral de juntar información que uno tiene y muchas veces no es racional.
-¿Qué significó en su carrera el Premio L’Oréal-UNESCO a Mujeres en Ciencia?
-Un reconocimiento enorme de los colegas que me significó muchísimo. Principalmente para mejorar la situación de los jóvenes, quiero transmitir eso en muchas charlas de divulgación que realizo. Es muy reconfortante porque es complementario al trabajo de laboratorio, ir a las escuelas, dar charlas, formar, despertar conciencia. A los estudiantes les brillan los ojos cuando les hablás. Eso es una caricia al alma para mí. Me apasiona hablarles y contagiar el interés por la ciencia. Estoy en el Consejo de lo que se llama Conferencias Pugwash, nombre de un pueblo de Canadá, para ciencias y asuntos mundiales. Es un movimiento que crearon Albert Einstein y Bertrand Russell en el 57, justo después que se estaban construyendo las bombas de hidrógeno que eran mil veces más potentes que las tiradas sobre Hiroshima. La idea es juntar científicos con políticos, parlamentarios, para discutir temas como el desarme nuclear, calentamiento global, HIV, pandemias, medio ambiente.
-¿Por eso fundó Pugwash capítulo Argentina?
-Sí, hay mucho para hacer, en conservación marina hay demasiado juego de poderes. Debemos tener más científicos dedicados a eso, para dictar leyes en el parlamento que tendrían que basarse más en aportes que hagan los científicos. Generar diálogos entre ellos y los parlamentarios. Tenemos muy buenos científicos en la Argentina. Además, deben existir controles sobre las leyes. Se deben desarrollar otras energías, el hidrógeno, la eólica, solar, nuclear. En Jujuy tienen un parque solar que es el más grande de Latinoamérica. En Estados Unidos un grupo de físicos concurren al Congreso y discuten con los parlamentarios.
-¿Cómo es su día a día en el Instituto Balseiro, en qué consiste?
-En la semana tengo dos mañanas de clases, voy como jefa de cátedra dando una materia, teórica. Después hacemos la práctica, almorzamos ahí. A la tarde seguimos en el laboratorio de discusión en mi oficina con los estudiantes. Veo resultados, leemos trabajos en inglés, estudiamos, avanzamos con la investigación. Estoy en muchas comisiones internacionales, tengo infinidad de reuniones por zoom: en el Foro Económico Mundial de Davos, la Asociación Americana de Física, el Consejo de las Conferencias Pugwash, el Comité de ética del Ministerio en Ciencia y Tecnología...
-Me dijo que en su casa también se habla de las ciencias...
-Es verdad, Ingo Allekotte, mi marido, es físico, gerente del Proyecto Auger que está en Malargüe, Mendoza. Es el observatorio más grande del mundo para medir rayos cósmicos. Mi hijo mayor, Kevin, tiene 34 años y trabaja en Suiza en Google, estudió Ciencias de la computación en la UBA. Y la menor, Tania, es médica, de 30, y vive en Bariloche. Terminó la residencia en ginecología y obstetricia, le gusta la cirugía, trabaja en el hospital zonal, hace servicio.
-Se la nota muy cerca y comprometida con transmitir sus conocimientos y experiencias a los jóvenes.
-Es verdad, es mi sueño: estimular a los jóvenes a seguir carreras científicas porque nuestro país lo necesita, inclusive tecnicaturas. Aumentar la cantidad de científicos e ingenieros, me gustaría un cambio de cultura para lograr mayor pensamiento crítico, porque veo que la inteligencia artificial está trayendo desinformación. El ChatGPT genera textos en base a probabilidades y palabras más usadas. Es muy probable que también genere información falsa. La única forma de desarrollarnos y de sobrevivir en un mundo con tanta desinformación es generando pensamiento crítico. Para eso tiene que haber un cambio de cultura porque en los colegios a los alumnos no se les enseña a pensar. Se enseñan fórmulas, pero no a entenderlas. Esto se aplica a la matemática y la ciencia, pero también a la lengua, porque hay que saber interpretar textos, ser cuidadosos y precisos con lo que uno dice. Es una cuestión de desarrollo cognitivo, falta mucho. La educación debe mejorar para que los jóvenes adquieran mayor desarrollo cognitivo. Si no no vamos a sobrevivir. Debemos lograr entendernos, hablar, discutir. En Argentina fuimos perdiendo esa capacidad de discusión respetuosa, correcta, aceptando los errores de uno y del otro. Eso no es constructivo, es destructivo. Tenemos mucha capacidad, pero me preocupa la cantidad de chicos que no están confiando en el país. Necesitamos darle una esperanza a los jóvenes, es nuestra obligación.
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