Fue Campeona Nacional de Fuerza en Tirada y a los 82 sigue haciendo pesas
Margarita Olszak parece de 62, la edad que tenía cuando se consagró Campeona Nacional de Fuerza en Tirada de 55 kilos en Banco Plano; empezó a los 58 años y hasta los 72 siguió participando a nivel nacional e internacional
El lugar en el mundo de Margarita es el deporte. Es un personaje coqueto que resalta entre las máquinas de la sala de pesas del SportClub de Villa Ortúzar. Se la puede ver todos los días alrededor de tres horas repartiendo su rutina entre la bici fija y el levantamiento de pesas. Con 82 años, no le tiene miedo a la fuerza de gravedad; como tampoco lo tuvo a los 62 años, cuando comenzó a entrenar en esta disciplina.
Nace una estrella
"Siempre hice tenis, para salir de casa. Me gustaba ir al club, mis hijos nadaban. Constantemente trabajé, dí clases de gimnasia y tuve un negocio. Para mi era lo más espantoso ver a la gente cuando levantaba las pesas y se le hinchaban las venas. Pero una tarde fui a jugar tenis y me agarró una lluvia terrible, y pasé por un gimnasio porque no podía seguir caminando".
Ante el piropo del profesor que la cruzó esa tarde lluviosa, no se pudo resistir: "¿Qué buena sentadilla tenés, no querés entrenar?" Así fue como empezó y al poco tiempo ya estaba participando en torneos y haciendo récords. "Tengo una mentalidad ganadora, pero para levantar pesas tenés que tener técnica. Después de un tiempo cambié de gimnasio y me fui con Pablo Romano, de Fábrica de Campeones, mi entrenador exclusivo del Gimnasio Dimaro y comencé a hacerlo formalmente. Todavía era chica, tenía 59 años".
En esa época, no había cobertura en Internet y los diarios de papel usaban el apellido de casada para darle entidad a las campeonas. Los registros de sus triunfos, medallas y copas, adornan la casa que habita a pocas cuadras del gimnasio. Allí se pueden leer las historias de cuando ganó el primer puesto en una tirada de levantamiento de potencia de 55 kilos del Campeonato Sudamericano de Fuerza en Banco Plano, y otros registros de títulos mundiales y nacionales. " Creo que sólo se puede llegar a eso porque se ama. Fue un sacrificio terrible, pero también viví momentos hermosos, como cuando competía con Estudiantes de la Plata y me tiraban papelitos como si fuera una cancha de fútbol".
Si bien ahora no pasa un día sin visitar el gimnasio, cuando entrenaba como profesional lo hacía tres veces por semana, orientándose a tres movimientos que requieren potencia: sentadilla, fuerza en banco y despegue. En total, llegó a levantar 300 kilos entre los tres. Individual, logró un levantamiento de potencia hasta 100 kilos con las piernas solas.
Entre premios y zapatillas
Además de premios, tiene docenas de pares de zapatillas y cincuenta conjuntos de gimnasia, todos en composé. A veces, porta anteojos de sol mientras invierte una hora en la bici fija; pero nada de auriculares: porque le encanta charlar con todos a su alrededor. Por la calle le gritan "altas llantas" y se le ilumina la cara. Lo llamativo de Margarita no es sólo su edad y porte, sino la alegría que le genera entrenar. "Ahora estoy levantando poco, alrededor 30 kilos, y haciendo pecho. Los pibes me quieren todos y algunos se paran a mirar".
La alimentación también es y fue fundamental: "Comía mucha verdura y radicheta, sin condimento. Nada de pan y mucha granola, que antes no se conocía". Los sacrificios en ese entonces, eran los mismos que ahora. Asegura no haber tomado ninguna pastilla y, también, bajado 10 kilos en un mes para poder participar en una competencia.
Otro dato no menor es que siempre integró la categoría veteranas, que es para mayores de 40 años. Ella, con más de 60, tenía que competir con mujeres hasta 20 años menores. "Participé hasta los 68, allí mi novio me dijo que corte con los kilos que movía, porque eran muchos".
Los amores de Margarita
Margarita enviudó a los 60 años, tuvo novios y en la actualidad está soltera. Sus hijos, Claudia (de 57) y Aldo (de 56), también son deportistas: su hija corre, su hijo tiene una escuela de windsurf. "Cuando dejé de competir me fui con mi novio a pasear a Europa. Lo hice siendo campeona". En ese momento pesaba 73 kilos y ahora, con 10 kilos menos, le brillan los ojos cuando cuenta sobre su lugar en el mundo, al que nunca abandonó: "Desde que pusieron el gimnasio cerca de casa cambió totalmente mi vida. Mi novio se enfermó y como no tengo edad para cuidar a nadie, me quedé sola. Por eso, cuando inauguró este gimnasio, a dos cuadras de mi casa, me encantó. Pasé y traje un montón de gente de mi barrio y de los gimnasios". Los llaman "mis seguidores", fanáticos de su gran elongación y potencia. La pregunta del millón es si podría encontrar una nueva media naranja entre tantos pretendientes pero la edad, según explica, es un inconveniente: "Yo muero solterona en este gimnasio. La gente de mi barrio me dice reina, divina y me levanta la autoestima. Antes me decían también, pero ahora vale por mil. Pero en el gimnasio no hay gente de mi edad, se murieron casi todos. Los más grandes tienen entre 15 y 20 años menos, y los que me invitan a salir son los muchachos jóvenes".
El secreto de mi éxito
Su médico de cabecera sigue asombrado: "¿Qué hacés para mantenerte como estás?, me preguntó mi clínico y le dije: soy una mujer muy cuidada y amada". Desayuna fruta con unos mates, a veces una colación de un arroz con leche, y almuerza pescado o alguna otra comida, pero "de calidad": "La gente que toma remedios gasta más plata que yo, por eso siempre me compro lo mejor para mi". Toma entre cuatro y cinco litros de agua por día. Eso sí, nada de cocinar, su tiempo lo invierte haciendo deporte. Hoy, con una hora de bicicleta más otra hora y media de rutina, logró revertir 22 puntos de colesterol malo y no tiene ningún achaque. En esta etapa entrena más que antes: dice que por la edad es necesario. Su masa corporal se fue achicando con los años, pero muestra los músculos de sus brazos orgullosa porque, a pesar de los años, no tiene nada de flaccidez. Su ejemplo genera endorfinas en cualquiera que lo conozca. Y Margarita tiene un único consejo,repetido a lo largo de toda la charla: hay que moverse para ser feliz.
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