"Para mí el mar es un milagro continuo, los peces que nadan, las rocas, el movimiento de las olas, los barcos y sus navegantes. ¿Es que existen milagros más extraños?", escribió el poeta estadounidense Walt Whitman. Hablaba del hechizo que provoca la contemplación del mar. Este verano millones de argentinos se trasladarán a la costa, la gran mayoría a playas a lugares donde el ritmo urbano permanece en la rutina diaria, limitando las chances de un descanso real.
Pero la costa argentina tiene 4800 kilómetros, y en este extenso litoral existen playas desconocidas, con pocos habitantes, agrestes, con la mínima intervención humana. A algunas se llegan más fácilmente que a otras. Pocas tienen señal telefónica, la gran mayoría carece de internet. Los servicios son básicos, con costos accesibles, y a cambio se ofrece naturaleza pura y la experiencia de gozar del mar de una forma íntima y relajada.
Centinela del Mar
La pequeña y bella localidad balnearia se halla en medio de dos grandes localidades, Necochea y Miramar. De esta última dista a 70 km: hay que ir por la ruta 88, y los últimos 17 km son de tierra. De la Ciudad de Buenos Aires está a 500 km. Pocos llegan a esta playa de acantilados que fueron declarados sitios de interés paleontológico y geológico. Viven apenas dos habitantes estables durante el año. Hay 40 casas y una pulpería, acaso la única marítima del país. Se llama La Lagartija, y allí funciona además el Centro Cultural "Günün A Künë" (tehuelches), que preserva los vestigios de los pueblos originarios que vivieron frente al mar.
"Hay presencia humana aquí datada de hace 7000 años", afirma Carlos Canelo, a cargo junto a su esposa de este espacio, que además brinda hospedaje, y lugar para acampar. Hay agua potable. También servicio de wi-fi y se ofrecen comidas.
Centinela no tiene luz de alumbrado público. "De noche te vas guiando por las luces de las casas y por el mar", dice Canelo. La invitación es a alzar la mirada y ver el cielo estrellado. La playa es extensa y solitaria. "No queremos luz ni asfalto, queremos seguir viviendo así, como antes. Es nuestra elección", rearfirma.
El sueño de hacer allí un pueblo comenzó en 1943 por un proyecto del hacendado Fernando Otamendi. "Soñaba con hacer un gran balneario, pero nunca pasó", agrega. "La playa es virgen, no está contaminada, con aguas muy cristalinas. Es un pedazo de la Patagonia en Buenos Aires", concluye.
Contacto: 2920-498954 o Facebook "La Lagartija"
Playas del Río Colorado (Fortín Mercedes)
Es uno de los tesoros mejor guardados de la Provincia de Buenos Aires. El río Colorado, que nace en la Cordillera de los Andes, atraviesa tres provincias (Neuquén, Río Negro y La Pampa) hasta llegar manso, fresco y limpio a Fortín Mercedes, en el Partido de Villarino. "Aquí comienza la Patagonia", afirma Marcos Kunich, director de turismo del distrito.
En algunos sectores de la playa se puede acceder a la otra orilla caminando. "Lo cruzás y ya estás en la Patagonia", dice. Las playas invitan a recorrer un terreno inexplorado. Se accede al balneario, que es también un centro religioso, por ruta nacional 3, en el km 808 (esa es la distancia desde la ciudad). El río tiene una suave correntada antes de salir al mar. Muchos hacen este trayecto en kayak. La entrada al predio es gratuita. Hay señal telefónica e internet.
Fortín Mercedes y su centro religioso dedicado a Ceferino Namuncurá fue construido por los salesianos en 1865. Hay una réplica del fortín militar que funcionaba allí en 1858, cuando el mapa del país en esta región era una suposición. En el complejo hay un hotel y un camping sobre la costa del río. Pedro Luro, el pueblo más cercano, está a 1 km. Allí hay oferta de restaurantes. Caminando por la costa también se accede a las Termas de Luro, conocidas como "el mar muerto bonaerense".
Contacto: Hotel "Descanso Ceferiniano". Habitación doble $1400. Single $750. Tel: 02928-420126. Camping Fortín Mercedes: $250 por persona por día. Fogones y lugar para auto. Además tiene una pequeña proveeduría. En Pedro Luro, sobre la ruta, hay una estación de servicio que vende combustible bonificado a precio patagónico.
Los Pocitos
"Es una playa del trópico, pero en Buenos Aires", dice orgullosa Stella Breit, una de las 40 habitantes de este paraíso en la Patagonia bonaerense. Ella tiene una posada que llamó Buena Vida, un nombre que caracteriza a los que viven y visitan esta aldea marítima.
Una particularidad la vuelve especial: la presencia de suculentas ostras en varios sectores de su costa. "Recibo a los pasajeros con ostras al escabeche", afirma. Aquí se hace una vez al año la Fiesta Provincial de la Ostra. Hay dos comedores para degustarlas sintiendo la brisa del mar.
"Tenemos luz eléctrica, pero esperamos las noches de luna llena cuando se refleja en el mar", cuenta Stella. El pueblo es mínimo. Una escuela tiene apenas siete alumnos que juegan mirando las olas. Las casas están muy cerca del mar. Los Pocitos se llama así porque en 1959, cuando se asentaron los primeros pobladores, hicieron cinco pozos para buscar agua. Hasta hoy, en el pueblo hay "agua cruda" y cada habitante la potabiliza. Hay sala de primeros auxilios, un muelle para los pescadores y para reflexionar.
"Hay pesca variada. Y este año, mucha pescadilla", comenta Stella. La playa tiene arena blanca y aguas con suaves tonos verdes. "Es tibia y estamos al reparo del viento", completa. Frente a la costa se presenta un conjunto de islas (Flamenco, De los Césares y Gama), que pueden visitarse. Se puede pescar en kayak o embarcado. La señal telefónica es nula, al igual que internet.
"Los Pocitos es un túnel hacia la tranquilidad, una vuelta atrás a un tiempo en donde la naturaleza está en estado puro. Acá te cruzas con liebres, vizcachas, ñandúes y te desconectás del lío de la ciudad", cuenta Stella.
Contacto: Posada Buena Vida (2920-474498). Cuesta $500 por persona, por día (Tiene wi-fi). Existe un camping, con todos los servicios, gratis. Se accede por el km 889 de ruta nacional 3, si se viene del norte, o por el Km 918, si es por el sur. El camino hasta el pueblo es de tierra, en buen estado.
Bahía Creek
Río Negro tiene tres grandes territorios: la zona cordillerana, la estepa y su costa con playas solitarias de aguas tibias y cristalinas. También tiene al gran balneario de la Patagonia, Las Grutas. En ese grupo está Bahía Creek, a 1000 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. Se accede por Viedma a través de la Ruta 1, un camino escénico que bordea toda la costa, como pocas rutas del país.
Recostado sobre un acantilado está el pueblo de tres cuadras, con tres habitantes estables, y unas pocas casas, con vista a un mar de un azul incomparable.
"Este lugar es un paraíso. El color del agua, la temperatura cálida. Es único", afirma Néstor Torno, que tiene hospedajes. No hay luz y cada vecino se la provee con panales solares o generadores. El agua dulce está a 30 metros debajo del suelo. Algunos vecinos juntan agua de lluvia.
"Está toda la fauna patagónica alrededor del pueblo", cuenta Elio Capponi, uno de los tres habitantes. Él tiene una despensa. "Vendo lo básico, pero alcanza", dice.
"Si me piden con tiempo, hago comidas", se anima. El lugar es agreste. Por las calles es común ver liebres. Viedma está a 140 km. Gran parte de ese camino es por tierra. Se hace pesca embarcada. "Es una playa poco profunda", reconoce Néstor para completar la postal idílica. "Está es la Patagonia en estado puro", resume Elio. No hay señal telefónica ni de internet.
Hospedaje: Hostel El Refugio Perdido, Dormis y cabañas Bahía El Principit". $1000, $2000 y $3200 por día y por persona respectivamente. Servicio de wi-fi. Contacto: 2920-498954
Punta Perdices
La última playa virgen del sur. Hay pocas palabras para describirla: su belleza es íntima y sorprende. "Es el Caribe de la Patagonia", resume Leandro Hernández, Director de Promoción Desarrollo y Calidad Turistica, de la Municipalidad de San Antonio Oeste. Se halla a 1100 km de la Ciudad de Buenos Aires.
Se accede por San Antonio Este, el puerto de aguas profundas de Río Negro, en un extremo de la península Villarino. "El momento más esperado: cuando la marea se va y quedan piletas naturales", dice. El mar es muy transparente. Mientras se nada o camina en la orilla es común ver peces y pequeños pulpos. "El agua es aire líquido", afirma.
Punta Perdices está a dos kilómetros de San Antonio Este, donde hay una variada oferta de hoteles, comercios y restaurantes. El camino hasta la playa, que es completamente virgen, es costero. Hay paradores antes de llegar, como el "Sereno", donde se ofrecen los productos marinos del Golfo San Matías, pulpitos, vieiras, mejillones, salmón y abadejo. Los platos se pueden probar a metros del mar, completando una experiencia inolvidable.
"La playa es ideal para bucear, hacer deportes náuticos o no hacer nada y disfrutar de un lugar único en silencio", cuenta Hernández. La playa está a reparo, por lo que el impetuoso viento patagónico, no se siente. El rumor de las olas, la caricia de la brisa salada, el sol, el mar, aguas cálidas y cristalinas, esto es lo que define a Punta Perdices.
Contacto: 2934-497463 ó info@lasgrutasturismo.gob.ar
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