Fin de la repitencia. La pelea política nacional ahora se juega en el secundario bonaerense
Mientras Milei enarbola la bandera del ajuste fiscal y la obra pública cero, Kicillof anuncia cambios educativos que implican mayor inversión estatal; el gobernador busca reconquistar al electorado adolescente y joven
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A la crisis de gestión del gobierno nacional y al ajuste que Javier Milei enarbola cueste lo que cueste, la gobernación de Axel Kicillof le responde ahora mostrándose activa en la generación de noticias de gestión. Ayer le tocó a educación. El anuncio de la reforma en el régimen de promoción del secundario es elocuente en términos de lo que está en juego en las grandes ligas de la política nacional. Toca dos emblemas de la presidencia de Milei: obra pública cero y sintonía con adolescentes y jóvenes. En un caso, hace lo contrario. En el otro, intenta disputarlo.
Mientras el presidente Javier Milei y su gabinete siguen planteando que no hay plata, desde la provincia de Buenos Aires, avanzaron el jueves con el lanzamiento de una reforma del régimen de promoción de la escuela secundaria que implicará un aumento del gasto educativo, obra pública para construir 35 escuelas, inversión en la contratación de más docentes y la efectivización masiva de 1.700 directores de escuelas y 1.722 vicedirectores. Mientras Milei retacea gasto público y lo lleva en alto como bandera, Kicillof abre las arcas del Estado y lo anuncia con bombos y platillos. La propuesta ya genera críticas pedagógicas. Y también suspicacias políticas. El voto joven está en el centro de esa escena.
El eje del anuncio de Kicillof es la eliminación de la repitencia del año completo cuando los alumnos reprueban algunos cursos. Desde 2025, los alumnos bonaerenses acreditarán sus aprendizajes por materia y no por año y recuperarán o “intensificarán”, de acuerdo con el lenguaje del comunicado oficial, los conocimientos solo de las materias desaprobadas mientras siguen adelante con su trayectoria educativa. Solo en algunos casos deberán recursar las materias fallidas.
Hay al menos dos cuestiones centrales en esa noticia. Por un lado, el desafío educativo que representa la adolescencia en el nivel secundario y el abandono escolar que los aqueja, un problema endémico que afecta a buena parte de los sistemas educativos en el mundo en distinta escala. La repetición de año es una de sus causas. La pobreza agrava la situación. El cambio en el régimen de promoción busca atemperar ese efecto.
Por el otro, las implicancias políticas de ese cambio que afecta a 1.700.000 de adolescentes bonaerenses que asisten a las 4.700 secundarias de la provincia. Y eso, la “implicancias políticas”, no en el sentido del impacto en la política educativa y pedagógica, sino en la construcción de poder político duro por parte de Kicillof. Los juegos del hambre de la política nacional.
Consolidar influencia
En ese punto, hay una pregunta central: ¿qué lugar ocupa la gestión educativa en la estrategia de consolidación de Kicillof como líder clave del pero-kirchnerismo y candidato presidencial con posibilidades? El interrogante pone el foco en el uso político de la gestión educativa para ganar una tajada mayor de influencia en la puja por el poder dentro del peronismo, y con una elección nacional en el horizonte, dentro de cuatro años, justo cuando se termina el mandato provincial de Kicillof. Se trata de recuperar y consolidar influencia en el electorado adolescente y joven adulto que fue central a la hora de poner a Milei en la Presidencia. Es también un modo de disputarle centralidad a La Campora en la representación de ese segmento de población, los jóvenes, que alguna vez dominó.
En lo pedagógico, una reforma del nivel secundario tiene, a priori, un alto grado de razonabilidad tanto en el debate argentino como en la discusión global. En esta etapa educativa es cuando se produce el abandono de los alumnos, que crece a medida que aumenta la edad y el año cursado: la mayor autonomía personal, el menor peso de la autoridad paterna, la organización escolar y los contenidos enseñados y la necesidad de trabajar atentan contra la obligatoriedad de la secundaria, a diferencia de la primaria donde los padres sostienen la asistencia de sus hijos.
En la Argentina, en quinto año, se registra el mayor abandono de los catorce años de escolaridad obligatoria. Aunque el abandono de la secundaria a los 17 años se redujo en los últimos años y el promedio nacional pasó del 24,4% entre los adolescente que tenían 17 años y estaban en quinto año en 2018 al 15,1% entre los chicos de 17 años de quinto año en 2022, la cifra sigue siendo altísima. En la Provincia de Buenos Aires, el abandono en 2018 era del 19,2% y cayó al 9,3% en 2022. En la Ciudad de Buenos Aires, había sido del 15,2% y en 2022, bajó al 9%. Son datos de un documento de Argentinos por la Educación, de Miguez, Bonelli y Nistal.
Repetir el año completo no lleva necesariamente a mejores aprendizajes. En las pruebas Aprender 2022, entre los alumnos que repitieron dos veces, el 74% estaba en los niveles básico o por debajo del básico en lengua y en matemática, el 94,9% estaba en esos niveles.
Debates en la región
Chile y Uruguay también viven debates por el tema del abandono en secundaria. En Chile, entre un 5,2% y un 8,9% abandona la escuela entre los 6 y los 21 años, sobre todo en los últimos años. En ese sentido, hay un fenómeno nuevo en Chile: hoy, a la escuela para adultos, más que adultos que vuelven al sistema educativo después de años de haber abandonado para finalmente completar su secundaria, van adolescentes y jóvenes de entre 15 a 24 años que quedaron fuera de la secundaria común. En realidad, el 75% del alumnado de la secundaria para adultos corresponde a chicos y jóvenes. Para peor, un gran porcentaje vuelve a desertar de la nueva modalidad escolar.
En Uruguay, la principal causa de abandono de la secundaria en todos los quintiles de ingreso, desde los más pobres a los más ricos, es la falta de interés en los aprendizajes de la secundaria. “No tenía interés o le interesa aprender otra cosa” fue la respuesta del 49% del quintil 1, los de menores ingresos; del 53% del quintil 2; del 54% del quintil 3; del 61% del quintil 4 y del 62% del quintil 5. Surge de la Encuesta Continua de Hogares de Uruguay de 2019 y de una elaboración de esos datos del economista especialista en educación y desarrollo Felipe Migues. La necesidad de trabajar se mantiene entre el 22% y el 25% en todos los quintiles.
Es decir, es la escuela secundaria y su propuesta la que expulsa a los alumnos más que el salir a trabajar. Por eso un cambio de reglas en la secundaria para tratar de encontrarle la vuelta al tema de la deserción y de la calidad de los aprendizajes de los alumnos adolescentes es hoy un objetivo crítico de la política educativa. Un plan en ese sentido no se reduce necesariamente a la polarización exigencia versus flexibilización populista.
La reforma de Kicillof se ampara en algunos puntos razonables de ese debate. Por ejemplo, la necesidad de una organización más personalizada de la trayectoria en secundaria: repetir todas las materias, incluso las aprobadas, por desaprobar algunas es un mecanismo cuestionado en sistemas educativos desarrollados y ejemplares. A alumnos que ya llegan con desafíos, es sumarles un obstáculo que no les aporta en la mejora de los aprendizajes: volver a recursar todo, incluso aquello en lo que construyeron saberes, genera desaliento, es decir, chances altas de abandono. La necesidad de un acompañamiento pedagógico más cercano y especializado en la recuperación de esos aprendizajes, que la propuesta plantea, es otro punto atendible. Y la necesidad de construir el oficio del estudiante, los hábitos necesarios como para poder sostener el esfuerzo escolar, es un componente necesario.
Especialistas que cuestionan la propuesta reconocen que el nuevo Régimen Académico al menos cumple con dos objetivos: por un lado, reintroduce la nota numérica, con 7 como la mínima para aprobar. La gestión de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires logró recuperar las notas para la primaria, pero no tuvo suerte con la secundaria, que recién ahora vuelve al puntaje. Y por el otro lado, ordena y fija un régimen de promoción que había quedado desintegrado desde la pandemia: las escuelas vivían en un cierto caos heredado de aquellas regulaciones que lo flexibilizaron.
El mayor problema de la propuesta está en la dificultad de su implementación. El anuncio oficial bonaerense deja sin precisar el modo en que se va a lograr que cientos de miles de alumnos de secundaria en miles de escuelas puedan cursar al mismo tiempo las materias regulares del año en curso y, en forma simultánea, la recuperación de los aprendizajes pendientes. ¿Cómo evitar superposiciones de aulas y horarios? ¿Cómo contar con profesores preparados y que tampoco se superpongan? ¿Cómo harán alumnos con hábitos escolares débiles para administrar la complejidad del nuevo sistema? ¿Cómo hará un sistema educativo colapsado para hacer esa implementación?
En lo político, las dudas sobre la imposibilidad de la puesta en marcha resultan todo un dato: es un síntoma de que el anuncio puede tratarse más de venta de humo político antes que una voluntad real de transformación. Es la foto de la inauguración de la canilla por la que nunca saldrá agua. El anuncio de la flexibilización de las cursadas como modo de satisfacer a un electorado joven que arranca con el voto a los 16 años y tiene cada vez mayor peso.
En el balotaje que consagró a Milei presidente, 1.168.033 adolescentes de 16 y 17 años estuvieron habilitados para votar: representó un aumento del 47% respecto a la elección de 2019. Es el 3,3% del padrón, poco puntos pero claves cuando las elecciones son ajustadas. A eso se suma los jóvenes entre los 18 años, recién salidos del secundario, y hasta los 29 años, que representaron el 24,29% del padrón nacional en 2023. En la provincia, esos jóvenes representan el 36% del padrón.
Con esos datos sobre la mesa, la gestión de Kicillof vuelve a la lógica 2012, cuando el kirchnerismo habilitó legalmente el voto joven y produjo una serie de políticas para consolidar su vínculo con la adolescencia y la juventud, que todavía lo votaba. Kicillof piensa hoy 2025 y 2027 a partir de esa matriz de táctica política y electoral. Los viajes de egresados de secundaria financiados por el gobierno bonaerense se encuadran en la misma concepción.
En ese sentido, llama la atención otro dato de la gestión educativa bonaerense en manos del exministro de Educación de Cristina Kirchner entre 2009 y 2015, Alberto Sileoni, actual director General de Cultura y Educación de Kicillof. En 2022, la Dirección Provincial de Educación Secundaria creó el Consejo Consultivo de Estudiantes para “establecer un diálogo permanente con los y las estudiantes de las escuelas secundarias”. Son 50 consejeros que representan a las 25 regiones educativas. Puede ser un ámbito de escucha interesante del alumnado adolescente. Pero también, la institucionalización de la influencia política dirigida desde el poder del Estado bonaerense con sello de Kicillof.
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