Filloy fue un creador inagotable
El escritor y abogado cordobés, de estilo libre y provocador, falleció ayer en Córdoba
Llamado alguna vez "el escritor escondido", por no figurar en el centro del escenario de las letras argentinas, la vida le dio el don de la perseverancia y le permitió ganar la batalla contra el tiempo. El reconocimiento le llegó con los años, pero ello no desmerece su fecunda producción literaria, elogiada por críticos y lectores.
El escritor argentino Juan Filloy murió ayer por la tarde en el departamento que habitaba en la ciudad de Córdoba; apenas le faltaban dos semanas para cumplir 106 años, el 1º de agosto.
Para la historia quedará el hecho anecdótico de haber sido el "escritor de tres siglos", pues nació en el XIX, recorrió todo el XX y entró "caminando" en el XXI, con una lucidez y memoria de la que dieron cuenta sus últimas apariciones públicas. Durante sesenta años fue colaborador de La Nación , en cuyo suplemento literario escribió, en los años 80, su columna "Bitácora del humor vagabundo".
El velatorio de sus restos se inició anoche en la capital cordobesa y hoy, a las 10.30, serán inhumados en el cementerio San Jerónimo, en el barrio de Alberdi.
Sin propósitos
La mayor parte de la larga vida de Juan Filloy transcurrió en Río Cuarto. Había nacido en la capital cordobesa el 1º de agosto de 1894. Identificado con la provincia, se desempeñó como abogado, defensor de presos y pobres, fiscal, juez y camarista. El contacto con gente de muy diversa condición y hábitos lo familiarizó con una suerte de picaresca que supo revivir en algunos de sus libros.
"La vida literaria -declaró una vez a un periodista- es muy agradable tomada como yo la tomo, sin propósitos venales de ninguna especie", con prescindencia del lector, el editor y la crítica. "Yo escribo lo que me da la gana. Yo escribo siempre." Y así publicó unos cuarenta volúmenes de llamativa originalidad.
Desenfadado, zafado en ocasiones y hasta grosero, pero también lírico, afecto a cierta retórica utilizada con solapada ironía y a juegos de su ingenio, Filloy forjó sus libros al margen de las modas y a veces anticipándolas. Se lo ha señalado como iniciador del objetivismo (él prefería llamarlo objetismo), la escuela francesa del Nouveau Roman , muy notoria entre las décadas de los 50 y de los 60.
"Los libros míos nunca han tenido gran repercusión en las secciones literarias porque no eran mandados por las editoriales", comentó hace dos meses, en una entrevista realizada en su casa por La Nación , al recordar que él publicaba ediciones de 200 ejemplares, "porque era lo único para lo que me alcanzaba".
Su primer texto literario apareció en 1910 -cuando tenía 14 años- en una revista que dirigía Horacio Quiroga; dos años después dibujó una caricatura de Theodore Roosevelt, presidente de los Estados Unidos, en La Voz del Interior.
Su inclinación a las letras no disminuía su compromiso político. Participó activamente en la Reforma Universitaria, surgida en la Universidad de Córdoba en 1918, y ese mismo año intervino en la fundación del club Talleres. Al año siguiente se recibió de abogado en La Docta.
Su obra
A partir de 1930 aparecieron sus primeros libros publicados: "Periplo" (1931), resultado de un viaje a Medio Oriente; "¡Estafen!" (1932), novela vinculada con sus experiencias curialescas; "Balumba" (1933), con poemas; "Op Oloop" (1934), entre las mejores consideradas de sus novelas; "Aquende" (1936), geografía poética de la Argentina; "Caterva" (1937), de la misma especie literaria; "Finesse" (1939), poemas en prosa; todos títulos de siete letras, como los del resto de su obra.
Desde esa primera etapa fecunda hasta "Vil & Vil", novela; "Tal cual", cuentos; "Ifnitus", tragedia; "Jjasond" y "Usaland", viajes; "Yo, yo y yo", "Urrumpta", historia de Río Cuarto y su región, y "Karcino", tratado de palindromía, esto es, sobre los palíndromos o frases capicúas, Filloy no cejó en su propósito de escribir siempre.
Acuñó más de seis mil palíndromos: "No di mi decoro, cedí mi don", "dábale arroz a la zorra el abad", "ateo por Arabia iba raro poeta", son muestras del gusto de Filloy por esos experimentos idiomáticos.
Con motivo de "Periplo", su primer libro, Aníbal Ponce lo proclamó "el bien venido de las letras nacionales". Alfonso Reyes escribió que Juan Filloy es "el progenitor de una nueva literatura americana". Pero hasta 1967, cuando se reeditaron "¡Estafen!" y "Op Oloop" en una colección dirigida por Bernardo Verbitsky, sus libros aparecían por cuenta del autor en ediciones de 500 ejemplares: los "Cuadernos de Juan Filloy".
La carrera judicial la ejerció con firme responsabilidad. Durante el primer gobierno peronista fue dejado cesante como juez por negarse a la "sugerencia" de un senador que quiso "orientarlo" en un juicio. Reincorporado por el gobierno de la Revolución Libertadora, en 1964 alcanzó la presidencia de la Cámara Federal de Apelaciones, cargo en el que se jubiló.
En las últimas décadas llegaron las distinciones. La Academia Argentina de Letras lo nombró miembro correspondiente, la Sociedad Argentina de Escritores le otorgó el Gran Premio de Honor de 1971 y el PEN Club destacó sus méritos.
Entre sus novelas sobresale "Op Oloop", cuyo protagonista, Optimus Oloop, hombre metódico, dado a las estadísticas, choca duramente con la realidad, enloquece y muere. Lo ensayístico y lo poemático irrumpen en este como en otros relatos de Filloy.
Fiel siempre a Río Cuarto, fundó allí en 1933 el Museo de Bellas Artes y ejerció su dirección ad honórem. Recuerdos de su vida, con testimonios personales, manuscritos y primeras ediciones de libros fueron expuestos hasta hace dos semanas en la Biblioteca Nacional, que le tributó un homenaje en vida.
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