Fenómeno Barbie: ¿un modelo de sobrexigencia o de autonomía femenina? Los claroscuros de la muñeca que vuelve a ser un boom
El estreno de la megataquillera película de Greta Gerwig reaviva la discusión sobre las distintas interpretaciones que las chicas hicieron y hacen de los valores estéticos y psicológicos que transmite el producto
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Al principio, solo existían muñecos del tipo bebote y las chicas jugaban a cumplir un rol maternal hasta que, según plantea en su comienzo la megataquillera película Barbie, dirigida por Greta Gerwig, apareció en el universo infantil la muñeca. Es el primer juguete globalizado que vino a desterrar el modelo de niñas que jugaban a ser madres para imponer durante varias décadas el de una mujer joven, ícono de belleza y adicta a la moda. Rubia, alta, de ojos azules y con un cuerpo de medidas consideradas perfectas, millonaria, con cientos de cambios de vestuario disponibles, casas de ensueño y autos de lujo, el producto creado en 1959 por Ruth Handler, una de las fundadoras de Mattel, trajo consigo un mensaje para las generaciones de chicas que jugaron y que juegan con ella.
“Barbie ha sido y sigue siendo una figura icónica y controvertida en la percepción de la belleza y el estereotipo en diferentes generaciones de niñas”, señala Laura Lewin, especialista en educación. Destaca que, desde estándares de belleza poco realistas, la imagen idealizada de belleza que propone puede llevar a que las chicas desarrollen una percepción distorsionada de sus propios cuerpos y de lo que se considera hermoso en la sociedad. La experta afirma que esto podría repercutir en su autoestima y confianza y provocar sentimientos de insatisfacción con ellas mismas. “De hecho, investigadores de la Universidad de Sussex [en Reino Unido] llevaron a cabo un estudio en 2018 que concluyó que las niñas de entre siete y once años que jugaron con muñecas Barbie mostraron una disminución en su autoestima en comparación con aquellas que jugaron con muñecas más diversas y con características corporales más realistas”, advierte.
Y subraya que el producto de Mattel fue criticado desde su aparición por centrarse principalmente en la apariencia física y las relaciones románticas, en lugar de promover la diversidad de intereses y habilidades que pueden tener las niñas. Sin embargo, aclara que el impacto de Barbie varía según el entorno, las interacciones sociales y el acompañamiento de sus padres o cuidadores. “La forma en que se presenta la muñeca y cómo se fomenta el juego y la discusión en torno a ella puede influir en la interpretación que hacen del juguete”, destaca Lewin.
Más que un juguete
En ese sentido, resulta fundamental comprender el rol que tienen los juguetes en el desarrollo de los más chicos y el sentido y el significado que su imaginación les brinda porque no todo es tan lineal. Así lo considera María Angélica Vidal, licenciada en Psicología y especialista en Psicología Educacional por la Universidad Católica Argentina (UCA), que sostiene que los psicólogos, los pedagogos, los médicos, los neurocientíficos y los padres exponen que jugar es la actividad central en la infancia porque haciendo esa actividad se comparten experiencias amorosas del niño con sus figuras de apego y se adquieren las primeras conductas sociales. “Compartir el juego facilita el desarrollo de la creatividad y el aprendizaje, de manera que los juguetes, y su uso tendrán requerimientos específicos según la etapa evolutiva en que se halla el niño”, afirma. Respecto a Barbie, Vidal sostiene que, como juego y juguete, las posibilidades que plantea a un niño son amplias y los criterios de valoración dependen, por un lado, de las edades de los chicos y, por otro, de la independencia creativa que el entorno les permita.
Coincide con esta perspectiva, María Cristina Lamas, doctora en psicología y profesora de la UCA, en que las representaciones sugeridas por un juguete son desafiadas por la creatividad de los juegos infantiles. “La muñeca Barbie tiene más de 50 años de existencia y, en ese tiempo, hubo una evolución de los comportamientos sociales y de las mujeres en particular. Para algunos esta muñeca es el primer juguete globalizado. Y, si bien se critica por limitar la imaginación en los juegos con valores estéticos estereotipados, conviene recordar que todos los objetos de juego son reinterpretados por los niños, les pueden dar otros significados a sus muñecas, con nuevos roles, nombres y contextos”, aclara. Y esto último es clave, la imaginación, la capacidad de juego y de interpretación de los chicos están influenciadas por el medio ambiente y sus relaciones familiares.
“Los juegos y juguetes pertenecen a la realidad en un plano simbólico, y en determinadas circunstancias dan lugar a comportamientos reales. La exposición del cuerpo, las normas, las poses, el maquillaje, la ropa, la altura, el peso o los zapatos altos, presentes en las muñecas Barbie, originan estereotipos sobre lo femenino y masculino, sobre el desarrollo físico, la apariencia, el color de la piel, del cabello, la ropa e incluso el poder adquisitivo”, señala Vidal. Bajo esta perspectiva, Lamas aclara que los niños que, en sus juegos, no sobrepasan la narrativa propuesta por Barbie u otros muñecos, son más susceptibles de imitar los valores de consumo y de belleza transmitidos por este producto o por otros.
Cambio de frente
Con más de 50 años, Barbie se adaptó a los cambios sociales que vinieron. En las últimas décadas apareció en diferentes roles profesionales –desde médica, veterinaria, diseñadora y hasta astronauta– y así impulsó a sus pequeñas seguidoras hacia un nuevo potencial. “Es cierto que a lo largo de los años, Mattel presentó a Barbie en una amplia gama de roles profesionales y aspiracionales. Estos roles son un intento de mostrar que las mujeres pueden ser capaces de lograr cualquier cosa y que no están limitadas por estereotipos de género tradicionales”, explica Lewin. A la vez que reconoce que, si bien evolucionó para representar una mayor diversidad de roles e intenta enviar mensajes más positivos, “sigue siendo importante equilibrar su imagen con otros modelos y mensajes en el entorno de las niñas”, advierte.
Coincide Mara Fernández, psicóloga y especialista en trastornos de la conducta alimentaria y de la imagen corporal, en que la marca ha intentado ir en paralelo con los cambios a través de los tiempos, al proveer distintas herramientas simbólicas significativas para experimentar distintos roles. “Cambios como estos pueden generar un gran impacto en la manera en que las chicas jóvenes perciben sus posibilidades profesionales, sobre el potencial que poseen y los roles que podrán desempeñar. Barbie ya no viste exclusivamente de color rosa y puede actuar roles distintos que solo estaban destinados para el género masculino”, explica.
Por su parte, desde una visión sociológica del fenómeno, Carolina Duek, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), sostiene que la repercusión que tuvo Barbie en los últimos cincuenta años de la cultura de masas se relaciona con la imposición de un modelo de cuerpo, de conducta y de consumo muy específicos. “En relación con los cuerpos, Barbie siempre operó como un modelo a seguir, como un norte, pensar en una Barbie o decirle a alguien que tiene un cuerpo de Barbie es algo que, en la cultura de masas, se ve como positivo. Y es cierto también que, en los últimos años, empresas como Mattel se empezaron a hacer cargo de los costos emocionales, psicológicos y sociológicos de los modelos que imponían. Pero, incluso, aunque hagan una Barbie con sobrepeso, una Barbie distinta, la Barbie modelo, la Barbie número uno es la que todos conocemos”, advierte.
“El peso de la búsqueda de un cuerpo adecuado, aceptado, aceptable y hegemónico no es menor para ninguna de las personas que viven en el contexto contemporáneo y esto tiene un costo”, agrega. “Lo que sí aparece de forma clarísima en la representación de juegos y juguetes es que la mera existencia de la muñeca Barbie es la búsqueda de un ideal de belleza, de un ideal de cuerpo y de un comportamiento que tiene que ver con una combinación de la Barbie profesional con la Barbie consumidora, acumuladora y millonaria”, agrega. Para Duek, la muñeca en sí ya no es un producto analizable, sino que hay que reflexionar sobre el sistema de consumo en el que se inserta. “Creo que transmite un mensaje de gran sobrexigencia para las mujeres, es una síntesis de múltiples mensajes muy exigentes”, concluye.
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