Falleció José Donoso
Adiós: víctima de una enfermedad hepática murió ayer a los 72 años el gran escritor chileno; en su propia casa, amigos y escritores se reunieron para darle la última despedida.
El escritor chileno José Donoso, uno de los más grandes escritores del país trasandino, murió ayer a los 72 años en Santiago de Chile, su ciudad natal, tras una larga enfermedad hepática. Sus restos serán sepultados hoy en el cementerio de Zapallar, donde está su madre y su nana, quien, como él decía, le contaba las historias quedespertaron su imaginación y lo alentaron a escribir.
Decía Angel Parra que el llamado boom de la literatura latinoamericana estaba formado por cuatro sillones permanentes -en ellos García Márquez, Carlos Fuentes, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa- y un sillón transitorio que se disputaban alternativamente Sabato y Donoso.
Para el chileno, autor de una de las obras más prolíficas de la literatura trasandina (Coronación, Casa de campo, El lugar sin límites, El obsceno pájaro de la noche, La desesperanza, Donde van a morir los elefantes) semejante definición no dejaba de ser un halago, aunque en rigor, haya deslizado siempre una mirada escéptica sobre el gran suceso literario del continente, que lo lanzó a la consagración internacional.
Tal vez su última obra, Conjeturas sobre la memoria de mi tribu, haya sido, a su modo, una suerte de despedida. Después de transitar con una escritura de tensión un a nueva manera de enfocar los problemas sociales, su último trabajo prefirió el registro de la intimidad en la reconstrucción de la historia familiar, un legado para su hija y sus nietas que les permita reconstruir "de dónde venimmos y por qué somos lo que somos".
Y era, por lo menos él, el hijo de un médico en medio de una familia burguesa de la capital chilena. Nacido en Santiago de Chile el 25 de septiembre de 1924, Donoso dio sus primeros pasos en el refugio de una familia que se esmeró por darle una formación cultural muy vasta y refinada. "La convicción de ser escritor -confesaría después, ya consagrado- fue una de las pocas certezas tempranas de mi vida."
Salir al mundo
Los veinte años lo encontraron dejando atrás el calor de la casa paterna en busca de la aventura individual, el viaje iniciático que lo llevaría al sur de su país, en Punta Arenas, en donde sobrellevaba los rigores de su nuevo oficio -pastor de ovejas- refugiándose en la lectura de Proust.
Una decisión que dejaría no poca huella en la temática de su obra: la tensión entre la casa, ese intramuros de un orden al tiempo tranquilizador y asfixiante, y el mundo de extramuros, siempre un horizonte poblado de tentaciones y peligros.
Una narrativa en la que la imaginación es desbordante y el desinterés por la huella más sentimental, una marca. En sus novelas aparece siempre el hombre vítcima de las circunstancias, vencido, sin posible elección.
El paso siguiente fue Buenos Aires, que le abrió, según su propia descripción, la posibilidad de salir de cierto provincianismo de su país e ingresar, a través del contacto con la cultura más cosmopolita de la ciudad porteña, en el circuito del mundo.
Después llegaría la oportunidad de estudiar en los EE.UU., y, a partir de entonces, el comienzo de un exilio voluntario que lo llevaría una y otra vez a cruzar los océanos.
Volvió a Chile cuando el terror de la dictadura de Pinochet ya no asolaba más a su tierra.Y cuando era ya, además, uno de los escritores más laureados de su país. Premio Municipal en 1955; Premio William Faulkner, en 1962, Premio Nacional de Literatura en 1990, su nombre sonó además con insistencia para galardones como el Cervantes y el Rulfo.
Pese a ese aire de profesor inglés, de caballero escéptico que lamenta su falta de fe, Donoso fue un hombre apasionado que hasta último momento intentó seguir escribiendo. Contra viento y marea, como cuando era chico y tuvo que franquear la barrera del padre. "Yo creo que me reconcilié con él -le confesó a Verónica Chiaravalli en un excelente reportaje realizado en el Suplemento de Cultura a propósito de su último libro- en el momento en quel me aceptó como escritor. Frente a mí fingía indiferencia, pero me enteré después que sin que yo lo supiera tomó un libro mío, lo acostó sobre su pecho y comenzó a acariciarlo murmurando: Pepito... Pepito>."
Leyó y escribió hasta el último aliento
"Subía todos los días a su altillo, en el tercer piso, y allí entraba en contacto con lo que más le gustaba, la literatura. Fue un escritor de tiempo completo". Claudia Donoso, sobrina de "Pepe", se debatía desde su casa en Santiago para dominar el dolor y ser solícita con el periodista que llamaba desde Buenos Aires.
Durante toda la mañana estuvo velando a su tío, junto a otros parientes y amigos, muchos de ellos también escritores. Durante toda la mañana estuvo corriendo hacia el teléfono, hablando con desconocidos de todas las latitudes.
Pero no sólo hubo voces anónimas. Una de las tantas llamadas puso del otro lado de la línea a Mario Vargas Llosa, quien se ganó la amistad de Donoso durante sus años en España. En otra ocasión se escuchó la voz de Carlos Fuentes, la persona que más lo ayudó cuando tras su llegada a México.
Jorge Edwards, Diamela Eltit, Fernando Sáenz, Carlos Cerda fueron algunos de los escritores chilenos que se acercaron en persona para despedir al amigo. Muchos de estos talentos fueron incluso forjados por la diestra pluma de Donoso, en un taller literario que condujo durante varios años y que ha dejado su marca en la nueva narrativa chilena.
"Hasta el último minuto estuvo conectado con la escritura", dijo Claudia, y no exageraba: hasta el mismo momento en que se desvaneció para siempre, Donoso se entretuvo escuchando con gozo la voz de su hija Pilar, quien le fue recitando con ternura los poemas de Vicente Huidobro.
Tan conectado estaba con las letras, que hace apenas unos días se lo vio firmando ejemplares de su obra en la Feria del Libro de Santiago.
"Se lo notaba muy contento con la publicación de sus "Nueve novelas breves`", aseguró Claudia, antes de despedirse para asistir a la misa que, por la tarde, se brindó en nombre de su tío en una iglesia del barrio de Providencia, lugar en el que residió cada vez que su vida trashumante lo devolvía a Santiago.
Sus amigos, su familia y los lectores chilenos celebraron la llegada de las novelas breves, y sin duda abrirán sus brazos a la obra "El Mocho". La novela "está situada en la zona minera de Lota, donde se extrae el carbón -dijo Claudia-. Pero nadie sabe bien de qué se trata. Es una sorpresa que nos tenía reservada a todos". Una sorpresa y un regalo póstumo a los amantes de la literatura.