Fachadas de Buenos Aires en riesgo
Numerosos edificios históricos poseen un revoque símil piedra que, al ser pintado, se degrada.
¿Alguien se imagina el Teatro Colón pintado de blanco? La pregunta la dispara una arquitecta, Victoria Braunstein, para destacar que el color, la textura y la pátina del tiempo de las fachadas de muchos edificios de Buenos Aires tienen una gracia propia que caracteriza a la ciudad.
Entre 1880 y 1950, muchas casas y palacios, fábricas y templos de la Capital fueron terminados con un revoque especial que imitaba la piedra de París y que da una tónica particular a esta ciudad de América latina, de inocultable sabor europeo.
Esos edificios de símil piedra se han mantenido durante décadas. Pero ahora ha surgido la costumbre de pintarlos -cuando no fueron hechos para ser pintados-, algo que cambia la cara del patrimonio arquitectónico de Buenos Aires.
"Es como perforar un jarrón chino para transformarlo en una lámpara; es hacerle perder valor", comenta el arquitecto Fabio Grementieri, que tiene a su cargo la restauración de la residencia del embajador de los Estados Unidos y del Museo Nacional de Arte Decorativo, en un proyecto patrocinado por el Getty Grant Program.
Una mala praxis
"Las fachadas son como la piel de la ciudad; pintar las que son de símil piedra es una mala praxis, es como una cirugía plástica mal hecha", opina Braunstein.
Ella dirigió la restauración del Palacio de Correos y por su trabajo ganó, en 1996, el premio nacional a la mejor intervención en obras que involucren el patrimonio, otorgado por jurados de la Sociedad Central de Arquitectos y de otras entidades vinculadas con la preservación histórica.
Por su parte, Grementieri agrega que sólo aquí se dio la realización por constructores italianos de ese revoque que imitaba la piedra de París, inhallable en otras ciudades. Era una particular mezcla de cemento, arena y piedras pulverizadas, mica y polvo de ladrillo, que da superficies ricas en matices.
Aplicarles pintura no sólo les cambia el color y la textura originales, sino que además les hace perder relieve y profundidad. Una y otra mano de esmalte hacen desaparecer los detalles originales. Y, además, se vuelve necesario un mantenimiento más frecuente, porque la pintura se descascara inevitablemente.
Casos llamativos
Grementieri menciona el ex Palacio Paz, hoy Círculo Militar, "repintado varias veces de un blanco más propio de una repartición militar que del más notable edificio estilo Beaux Arts jamás ejecutado para una residencia privada".
Y los casos del excepcional edificio de La Prensa, hoy la Casa de Cultura de la Ciudad, "que luce una inexplicable pintura satinada de color amarillento", o el frente de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, "recientemente esmaltado de un blanco inaudito". Y el Palacio San Martín, "desfigurado bajo una incierta pintura".
En mayo de 1995, un estudiante de arquitectura, Iván Stocker-Rakolczay, señaló en una carta de lectores que se estaba cubriendo la fachada símil piedra de ese palacio con una capa de esmalte amarillento. La veía como "una torta de crema que en un par de años acusará mala vejez".
El director de Infraestructura de la Cancillería, arquitecto Alejandro Albistur, respondió entonces explicando el carácter de los revestimientos utilizados y los análisis realizados para determinar el color de los pigmentos usados.
Lo cierto es que la diferencia entre haber pintado o haber conservado el frente símil piedra limpiándolo salta a la vista con sólo observar el edificio que hace cruz con la Cancillería, una magnífica construcción de principios de siglo, ubicada en Suipacha 1180.
El costo económico
"No cuesta más limpiar que pintar", comenta Braunstein, que precisa que deben usarse métodos no agresivos.
"La pintura aplana, tapa, atenúa los relieves de las figuras", comenta Norberto Chaves, consultor en comunicación, que reside parte de su tiempo en Buenos Aires y parte en Barcelona.
Chaves advierte en la ciudad española un gran interés por conservar el patrimonio urbano: se manifiesta en códigos urbanos muy precisos, que estimulan la memoria colectiva. Por el contrario, acá observa que el basamento de piedra del Banco de la Nación está pintado con una franja blanca. Para él, "es como pintar una puerta de bronce".
Con otras personas, los entrevistados están preparando un manifiesto para "parar la depredación ya", con el apoyo de la Fundación Ciudad y del Taller de Investigación y Acción Urbana (TIAU).
A su juicio, hace falta una buena legislación, y pintar los revoques símil piedra es un síntoma de la indefensión del patrimonio urbano.
Conservar y no desvirtuar, ésa es la cuestión
Cristina Lacellotti es una especialista argentina que trabajó en la restauración de las catedrales de Amiens y Poitiers, en Francia, y Asti, en Italia.
Ahora está recuperando el revoque símil piedra del pabellón de acceso al Palacio Errázuriz, tras un concienzudo estudio destinado a distinguir las capas de suciedad y de pintura acumuladas allí con el paso del tiempo y las sucesivas -y erróneas- tareas de mantenimiento.
Otras partes del edificio, afortunadamente, se hallan en mejor estado.
"El verdadero objetivo de la restauración es conservar y no desvirtuar las características originales de un monumento", dice Lacellotti.
Para ella, como para los otros especialistas, no hay razón alguna para pintar las fachadas de símil piedra de edificios históricos.
"Si hablamos de costos -comenta-, hay métodos de limpieza que se pueden realizar con elementos básicos a nuestro alcance en el país y con bajo gasto, siempre y cuando la fachada se encuentre en estado original. Si el símil piedra está pintado, el costo será más alto, ya que resulta difícil eliminar la pintura utilizando métodos no agresivos.
"En cuanto a la inversión necesaria para cuidar esos revoques, pintar nos resultará más caro, ya que la única posibilidad de mantenimiento será reiterar el proceso, con un período de degradación intrínseca más corto.
"No encuentro una razón de conservación, ya que la pintura se ensucia rápidamente y en la mayoría de los casos pierde por zonas la adhesión y se cae.
"Tampoco encuentro una razón estética, ya que estas fachadas, generalmente adornadas con relieves y esculturas, pierden, con esta intervención, volumen y matices de luz y sombras que les dan vida."