El Doctor en Historia por la University College London responsabilizó a las élites del país por impulsar el mito
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Lo tildaron de racista e ignorante, y él tuvo que disculparse. El presidente de Argentina, Alberto Fernández, causó una enorme polémica esta semana cuando en un encuentro con el mandatario español, Pedro Sánchez, afirmó que “los mexicanos salieron de los indios, los brasileros salieron de la selva, pero los argentinos llegamos de los barcos. Eran barcos que venían de Europa”.
Esa frase, con la que erróneamente Fernández creía estar citando al escritor mexicano Octavio Paz, sirvió para levantar indignación en México y en Brasil, pero -sobre todo- en la propia Argentina, donde fue acusado de ignorar e invisibilizar a los descendientes de los pueblos originarios, a los afrodescendientes y, en general, a todos los que no se ven representados en esa idea de una Argentina blanca y europea.
Fernández se disculpó en Twitter, donde también publicó otro texto en el que parecía ofrecer argumentos para intentar defender o contextualizar su mensaje inicial. ”Se afirmó más de una vez que ‘los argentinos descendemos de los barcos’. En la primera mitad del siglo XX recibimos a más de 5 millones de inmigrantes que convivieron con nuestros pueblos originarios. Es un orgullo nuestra diversidad”, escribió.
Y es que, aunque no fuera expresada ante los micrófonos por otros presidentes anteriores, la idea de una Argentina blanca y europea ha estado presente durante décadas en el imaginario de una parte importante de ese país, según contó el historiador Ezequiel Adamovsky a BBC Mundo.
Este investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y profesor de la Universidad Nacional de San Martín, lleva años estudiando la argentinidad, el racismo y las identidades étnicas en ese país.
Adamovsky aseguró que Argentina es peculiar en el contexto latinoamericano porque sus élites apostaron por impulsar una identidad nacional “blanca y europea”, en contraste con lo que ocurrió con muchos otros países donde se promovió una identidad mestiza.
Las consecuencias actuales de ese mito, según advirtió, es un racismo estructural por el que una parte de la población considera a los más pobres y mestizos como “ciudadanos de segunda”.
Aquí, una versión resumida y editada por motivos de espacio y comprensión, de la conversación que Adamovsky sostuvo con BBC Mundo.
-Cuando el presidente Alberto Fernández dijo que los argentinos descienden de los barcos que venían de Europa, le llovieron un montón de críticas. Pero, aparentemente, se trata de una idea que está extendida en parte de ese país, ¿hasta qué punto esta idea tiene arraigo en la sociedad argentina?
-Argentina es un país peculiar en América Latina, uno de los pocos cuyas élites dirigentes propusieron una versión, una narración de la identidad nacional que propone efectivamente que los argentinos son blancos europeos. La mayoría de las élites en América Latina propusieron, por el contrario, imágenes de sus países como naciones mezcladas, mestizadas.
Es una idea que en Argentina tiene mucho arraigo. Hay una porción muy grande de la población que imagina el país como un país blanco y europeo. Fue una idea patrocinada por el Estado durante todo el siglo XX y tiene un gran arraigo. No ha sido completamente hegemónica. Fue resistida, por supuesto, por algunos sectores, pero sí es una idea con mucho arraigo.
-¿Cómo se originó esta concepción?
-Es un origen que viene de algunas ideas del siglo XIX. El primer historiador que narró la historia de la Argentina propuso que el carácter europeo de la Argentina era un rasgo distintivo por comparación con América Latina. Estoy hablando de Bartolomé Mitre.
Otra de los de las grandes figuras del siglo XIX, Domingo Faustino Sarmiento, propuso una visión según la cual la civilización en Argentina se abría camino de la mano de lo blanco y lo europeo, combatiendo lo negro, lo indígena y lo mestizo, que sería la barbarie.
Y esas nociones se enlazaron con otras que propusieron otros intelectuales a comienzos del siglo XX, que sostenían que la gran oleada de inmigración que recibió la Argentina había terminado, digamos, de blanquear completamente al país, inundándolo con personas de etnicidad europea y barriendo cualquier trazo de otros grupos étnicos que pudiera haber habido anteriormente. Es una idea que la plasmó José ingenieros, por ejemplo, a comienzos del siglo XX.
-¿Y de dónde viene realmente desde el punto de vista demográfico e histórico la sociedad Argentina actual?
-La sociedad argentina actual es, por supuesto, enormemente variada. Si uno se remonta a la formación de la sociedad argentina, hay 3 grandes contribuciones, una es la amerindia, otra es la europea y otra es la africana. Esas 3 matrices demográficas de la Argentina siguen teniendo una presencia muy grande. La mayoría de la población argentina tiene ancestros indígenas junto con, por supuesto, europeos y una porción minoritaria, pero de todos modos muy importante, también ancestros africanos.
A esa matriz, por supuesto, luego se agregaron personas de procedencia de lo más diversas. En Argentina viven comunidades de todo tipo. Llegaron grandes contingentes de judíos, japoneses, coreanos, chinos... digamos, desde todas partes. Hoy es una sociedad muy diversa, pero los tres núcleos demográficos originales serían esos tres mencionados.
-¿Cuán grande es la brecha entre la diversidad real de la sociedad Argentina y la percepción que tienen los propios argentinos de esa diversidad?
-Hay una brecha enorme, pero no está bien investigado cuál es su magnitud. Además hay una distribución regional muy visible. La región pampeana, digamos, Buenos Aires, el litoral, esa región, que es la que más inmigrantes europeos recibió es la que quizá tiene más presente esta idea de la Argentina como un país blanco y europeo, mientras que en otras regiones del país: el noreste, el noroeste y la Patagonia -que son regiones más con presencia indígena y más mestizadas- hay otras visiones del país también presentes allí, en conflicto con esta visión más centrada en Buenos Aires y la Pampa húmeda.
-¿Qué impacto tuvo en la vida de las personas esa noción de la Argentina blanca? ¿Esto guarda alguna relación con el racismo estructural que usted y otros han denunciado?
-Sí, tiene un impacto muy presente y cotidiano en las interacciones. Hay una porción muy grande de la población argentina que, por causa de esta visión de una Argentina blanca y europea, tiende a percibir sobre todo a los sectores más pobres -que son los más mestizados al mismo tiempo- como argentinos de segunda.
Esto se refleja de muchísimas maneras en muchas formas de violencia, por ejemplo, estatal que caen con especial énfasis en la gente más pobre, que también es la gente de tez más oscura, y que cae sobre los pueblos originarios que existen en el país.
Se refleja también en un acceso diferencial a las mejores oportunidades laborales en el mercado de trabajo. Hay un patrón sistemático que se reproduce año tras año por el cual a la gente de tez morena, de rasgos indígenas, rasgos mestizos o de rasgos afro les va peor. Viven en las zonas más desvalorizadas, tienen los peores trabajos y luego una falta de reconocimiento junto con eso, de los patrones culturales que son parte del pueblo argentino y que no están reconocidos como tales, que tienen que ver con la herencia indígena con la herencia afrodescendiente.
-Usted dijo que por causa de esta noción de la Argentina blanca, de alguna manera, los que no eran tan blancos tuvieron que estar disimulando por décadas o estar aparentando que sí lo eran. ¿Podría ahondar en esta idea?
-La visión de la Argentina blanca europea, como no se corresponde con la realidad demográfica del país, implicó que las personas cuyos aspectos físicos o cuyas memorias étnicas no se correspondían con esa idea tuviesen que disimular todo lo posible, tanto esas memorias étnicas como su aspecto físico. Eso se plasma, por ejemplo, en algo bien conocido que es que hubo toda una generación de personas de algunos de los pueblos originarios que evitaron enseñar su lengua a sus hijos y recién son los nietos los que están recuperando esas lenguas, en muchos casos, esas pautas culturales.
Y lo mismo en lo que tiene que ver con la presencia pública, la gente de tez morena, o de rasgos más mestizados necesitan pasar inadvertidos en determinados circuitos, en determinados espacios, como si no se sintieran con derecho a habitar, o a ocupar esos espacios, lo mismo que una persona de tez más clara.
-Usted dijo que “el mito de la Argentina blanca y europea nos habita a todos”. ¿Cómo se explica que esta idea haya perdurado tanto tiempo?
-Perdura mucho tiempo para empezar porque hay una porción muy importante de la población que ha hecho este mito propio. Se basa también este mito en un aspecto de la realidad demográfica de este país que es que efectivamente el país que más inmigración europea recibió por comparación con la población que ya tenía. Es decir, la cantidad de personas de origen exclusivamente europeo es bastante más grande que en otros sitios y esa gente, por supuesto, tiene más incentivos para creer en ese mito.
Y luego es un mito que fue y es difundido con mucha intensidad desde los medios de comunicación, que fue difundido por las élites intelectuales de este país y durante muchos años también por el sistema escolar.
Recién en los últimos pocos años comenzó la escuela a aportar visiones de otro tipo acerca de qué es lo argentino. De modo tal que es un mito que se volvió enormemente poderoso y que tiene algunos aspectos políticos. También ese mito sirvió para descalificar movimientos políticos de raigambre más popular o con mayor conexión con las clases populares como el peronismo, al que se lo buscó desacreditar por ser una cosa “de negros”, una cosa de “cabecitas negras”, una cosa de personas “insuficientemente civilizadas”, de modo tal que también ese mito refuerza las identidades políticas de muchas personas.
-Precisamente por eso, ¿no sorprende mayormente que sea precisamente un presidente peronista el que venga a sacar este argumento?
-Sí, efectivamente es sorpresivo porque el peronismo fue canal muchas veces de una crítica a esta idea de la Argentina blanca y europea, y además es sorpresivo porque, al mismo tiempo que el presidente dijo esta frase totalmente inaceptable, este Gobierno también viene implementando una serie de políticas anti acistas muy novedosas y que son inéditas en la trayectoria del Estado argentino.
Yo no tengo una explicación de por qué pudo haber dicho esto el presidente. Evidentemente, en algún lugar de su cabeza estaba esta idea. Pero, bueno, es una ideología. Como todas las ideologías, permean la conciencia en mayor o menor medida de todas las personas. como todas las ideologías que adquieren ese lugar dominante que tiene la ideología de la blanquitud en nuestro país.
-Usted manifestó que desde la crisis de inicios de este siglo, la percepción de la Argentina blanca había empezado a cambiar, ¿cuánto se ha avanzado hasta ahora y cuáles son sus expectativas de cara al futuro?
-Me parece que se ha avanzado enormemente en el sentido de que a partir de la crisis de 2001 comenzó a ser un tema, el del racismo estructural argentino, que se debate públicamente. Antes no era no era un tema de discusión pública, ya eso solo implica un avance muy importante.
Además surgieron también en los últimos años toda una serie de movimientos sociales y organizaciones, algunas de las cuales están exclusivamente o principalmente dedicadas a combatir el racismo como Identidad Marrón; organizaciones de afrodescendientes, organizaciones de pueblos originarios y además muchos otros movimientos sociales.
El movimiento feminista ha sido muy activo en esto de cuestionar, criticar y visibilizar el racismo argentino y, como le decía hace un momento, el Estado argentino en los últimos pocos años viene dando pasos en el sentido de convertir esto en parte de la agenda política pública y motivo, digamos, de intervención estatal.
Los avances fueron muchos en el último tiempo. Por supuesto, esto va a dar lugar a conflictos y a choque entre visiones antagónicas porque mucha gente en este país se resiste a abandonar sus privilegios, los privilegiados que vienen de ser percibido como una persona blanca y europea.
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