Ezeiza: “Cruzaba los dedos para que no cancelaran el vuelo”, el relato de los pasajeros en un aeropuerto casi vacío
En la terminal A, se ve la llegada de pocos viajeros, en medio de las reducciones de los servicios que dispuso el Gobierno
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Son las 17.30 y la terminal A del Aeropuerto Internacional de Ezeiza está vacía. Solo por momentos, algunas de las puertas automáticas del edificio se abren para dejar salir a los pocos pasajeros que lograron volver del exterior, pese a las nuevas restricciones a los vuelos internacionales.
Desde ayer y hasta el 9 próximo, solo se permitirá el ingreso al país por vía aérea de 600 argentinos y residentes por día, medida que generó que la mayoría de los vuelos provenientes de exterior fueran cancelados a último momento. En las últimas semanas, los ingresos diarios promediaban los 2000 por jornada.
Daniela Álvarez es una de las pocas que logró llegar al país desde Miami sin sufrir cambios en su vuelo. “Mientras iba al aeropuerto, cruzaba los dedos para que no me avisaran que me cancelaban el viaje. Sé de mucha gente que le pasó. Es terrible, porque quedarte más tiempo implica muchos más gastos que no tenías contemplados”, dice la mujer, de 44 años, mientras parte de la terminal con su carro lleno de valijas.
Álvarez, residente de Parque Patricios, viajó a Miami en enero pasado para visitar a su pareja y a parte de su familia y se quedó allí hasta hoy a la madrugada. Para ella, permanecer más tiempo en esa ciudad no era una opción. “Si me suspendían el viaje, se me iba a vencer la visa de turismo, que es de 180 días”, comenta.
Pérdidas
Las nuevas restricciones también afectan a la partida de vuelos. En la cartelera principal de la terminal A, nueve de los 14 vuelos pendientes llevan la etiqueta roja de “cancelado”.
“¡Cancelado!”, repite una y otra vez María Campilli, luego de verificar el estado del viaje de su hijo, que se iba a Nueva York dentro de unas horas para visitar a un familiar. “Salimos de casa pensando que el vuelo salía y ahora nos enteramos de esto”, protesta la mujer, mientras señala la cartelera. “Me dijeron que tengo que llamar y me reubican en algún vuelo de agosto”, comunica, con furia, Fermín, su hijo, al salir del edificio.
A pocos metros, Mónica, española, de 28 años, espera en un banco a que el personal del aeropuerto le confirme si hay lugar para ella en el próximo avión, cuyo embarque empieza en 30 minutos. Su vuelo original estaba previsto para esta mañana, pero fue suspendido. Por eso, desde el mediodía espera conseguir una plaza en otro para viajar a su destino, Miami. “Ya casi entraba en uno, pero a último momento me dijeron que no. Ahora, espero que en el próximo, que es Miami vía Panamá, se haga algún hueco”, explica la joven, que visitó la Argentina por trabajo.
La preocupación por la cancelación de vuelos también es compartida por los locales gastronómicos del aeropuerto, para quienes las ventas bajaron a menos de la mitad de manera abrupta en los últimos días.
“Vendimos menos de 10 combos en todo el día. Antes, en buenos días, llegábamos a 100 –calcula Matías, vendedor de una hamburguesería que funciona dentro de un foodtruck a la salida de la terminal A– Ayer cerramos en $1700 después de 8 horas de trabajo. Es pérdida”.
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