¿Un misterio de la Segunda Guerra Mundial? La revelación de una nueva expedición a los restos hundidos frente a Quequén
La agrupación Eslabón Perdido realizó varias incursiones a 28 metros de profundidad, donde hace años encontraron indicios de un naufragio; aún restan peritajes para validar si se trataría de un submarino de la Alemania Nazi
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QUEQUÉN.- A pesar del mal tiempo, con aguas agitadas que complicaron las operaciones, se completó una nueva inspección con vehículos sumergibles operados a distancia que permitió llegar de nuevo hasta los restos náufragos que ratificarían que corresponden a un submarino alemán que participó de la Segunda Guerra Mundial.
A cuatro millas de la playa más cercana, a 28 metros de profundidad, indicaron que pudieron confirmar no solo la ubicación geográfica, sino además elementos “inconfundibles” como la escotilla, la torreta, las bitas de amarre y lo que entienden que sería el periscopio de la embarcación que, además, ahora dan por hecho –y con nueva evidencia- que fue “detonada” de manera intencional para asegurar su hundimiento.
La expedición es una iniciativa de la agrupación Eslabón Perdido que avanzó sobre un dato que confirmó y comunicó al Servicio de Hidrografía Naval, ya que ese casco no figuraba en cartas náuticas. Prefectura Naval Argentina certificó su existencia sin dar mayores precisiones sobre el tipo de buque al que correspondería y los iniciadores, que se aseguraron como descubridores de esta pieza, volvieron al lugar y esta vez afirmaron que tuvieron una sorpresa adicional: la presencia de una suerte de chatarra, esparcida en la zona y de reciente data según los primeros indicios.
“Hay material reticulado disperso en torno al resto náufrago y que no está en las imágenes que tomó Prefectura Naval Argentina con sus ROV”, aseguró a LA NACIÓN Abel Basti, periodista, historiador y referente de Eslabón Perdido. “Pediremos informes para determinar qué embarcación operó en la zona”, anticipó sobre lo que cree que pudo haber sido una maniobra intencional.
El ingeniero civil Hernán Sotero González es el coordinador profesional de esta inspección y más allá de las condiciones hidrometeorológicos adversas quedó conforme con los resultados de esta nueva expedición en la que se pudo trabajar con sonares y vehículos submarinos de manejo remoto que les permitieron sumar más imágenes para analizar así como para afirmar sin dudar que, tapado por arena casi hasta el nivel de cubierta, están los restos de un submarino.
Observación
“Vimos escotillas de presión que no se usan en barcos, escotilla inclinada de diámetro de torpedo que son de carga diagonal, bitas de amarre y cadenas”, enumeró sobre la evidencia entre la que destacó la torreta “parcialmente destruida, con dos deflectores de agua” y, más contundente aún, “un periscopio de ataque con cables recubiertos de caucho desprendidos, que se colocaban en espiral para que cese la vibración”.
“No hay un solo bulón, es todo soldadura”, afirmó Sotero González para ratificar que se trata de una estructura que lejos está de ser centenaria y consideró que, al comparar lo que pudieron ver por las imágenes logradas por ROV con fotografías de época, “todo indica que esta pieza se corresponde con el endoesqueleto de un submarino de la Segunda Guerra Mundial”. Y aclaró: “Nada que ver con los ingleses o italianos”.
El material logrado durante la expedición, financiada por la Fundación Reitich, será analizado con los ingenieros Jorge Pereda y Martín Canevaro, que también participan de esta iniciativa. El trabajo lo compartirán con el perito naval Fabio Bisciotti, un italiano experto en identificación de embarcaciones y aeronaves hundidas en distintas aguas del mundo durante el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. El profesional, en contacto desde Italia y a partir de los registros logrados por Prefectura Naval Argentina, había arriesgado que ese resto náufrago correspondía a un submarino de la Alemania nazi.
Durante tres jornadas trabajaron en altamar en estos últimos días, con dos embarcaciones de apoyo y con la supervisión de Prefectura Naval Argentina, que autorizó las zarpadas y las tareas.
Basti destacó que como novedad inicial se logró “geoposicionar” por primera vez a este casco. Pero también, con sorpresa, reconoció que aparecieron otras piezas metálicas repartidas en cercanías y que sospechan que pudieron ser “sembradas” de manera intencional. Explicó a LA NACIÓN que se trata de estructuras reticulares que ni siquiera tienen incrustaciones de fauna y flora submarina, por lo que entienden que su permanencia en ese lecho es reciente. “La única explicación es que alguien quiera confundir a quienes estamos investigando”, dijo sin señalar sospechosos pero sí decidido a dar los pasos que se puedan para determinar cómo llegaron esas piezas a esas profundidades.
Signos de explosión
Otro dato destacado de esta incursión es el que da por seguro que ese casco fue “volado” con explosivos. Según el líder de Eslabón Perdido, la estructura está “partida en cuatro partes fuertes”. Sotero González, que es ingeniero estructuralista, afirmó a LA NACIÓN que “los signos de explosión son evidentes”. “Descubrimos un submarino nazi casi en la puerta de casa”, dijo por la cercanía de la costa y advirtió que la decisión de la voladura de la estructura “da mucho qué pensar”.
La conformidad de Basti pasa por la ratificación de los estudios realizados el año pasado por Prefectura Naval Argentina, ahora con algunas aclaraciones y decisiones a la hora de ponerle nombre a lo que se ve. Por ejemplo, donde la fuerza de seguridad hacía referencia a un posible mástil, los integrantes de Eslabón Perdido consideran que es inconfundible y que se trata de un periscopio.
Como próximo paso, anticipó la decisión de ir en busca de la extracción de algunas de las piezas de ese casco hundido a casi 30 metros no solo para hacer peritajes más precisos, sino para que, en caso de confirmarse que se trata de un submarino, disponerlos en un museo para su exposición pública. “Entendemos que se trata de una herramienta que trabajó para la maquinaria del mal y queremos que se convierta en algo que genere un bien cultural para la comunidad”, indicó Basti.
La Fundación Reitich, que financia este proyecto, tiene su origen en Philippe Reitich Baron, empresario que buscó contribuir al bienestar de la comunidad judía en Chile en áreas de tecnología y seguridad. Desde Eslabón Perdido destacaron este apoyo.
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