Everest: tras un aglomeramiento récord, murieron seis personas
Más de 200 alpinistas hicieron una extensa fila a metros de la cumbre, que provocó demoras en los ascensos y los descensos en condiciones extremas; un montañista argentino debió ser rescatado
El dolor que sentía el montañista cordobés Ricardo Birn, de 51 años, en la zona intercostal era intenso. Empezó a toser con sangre. Estaba a unos 500 metros de llegar a la cima del monte Everest y, junto con su sherpa, tomó la decisión: debían descender. Lo hicieron hasta el Campo III (7100 metros) y allí esperaron, con desesperación, la llegada de un helicóptero que los rescatara.
"El problema fue que, a la altura a la que llegué, había mucha congestión de montañistas y, así, los tiempos que habíamos estimado ya no eran reales. Cuando llegué a uno de los últimos sectores previos a la cumbre, calculé que quedaban unas tres horas más para alcanzar la cima", señala a LA NACION desde el hospital de Katmandú, donde permanece internado.
El miércoles pasado, cuando Birn debió ser rescatado, se produjo un hito en la historia del ascenso al Everest, de 8884 metros de altura: una larga fila de más de 200 alpinistas trataban de hacer cumbre. De hecho, en menos de 48 horas, y luego de registrarse ese atasco, murieron seis montañistas.
"Los dolores eran muy intensos y pensé que había hecho un neumotórax", indica Birn. Frente a ese panorama, con su sherpa decidió bajar hasta el Campo III, una de las bases de la montaña. Tardaron unas cinco horas.
Sin embargo, la situación no parecía que iba a mejorar cuando arribaron a ese campamento. "Se hizo de noche, me metí en la carpa. Solo quedaba sobrevivir. Con un teléfono satelital que tengo empecé a comunicarme con mi esposa y ella iba coordinando la ayuda desde la Argentina. Le expliqué que había que hacer algo excepcional porque el helicóptero no llega al Campo III, sino al II. Solo lo había hecho unas pocas veces".
Aunque quisiera, Birn sabía que no podría descender al Campo II. "No podía más. No podía caminar ni un paso más. Ya no respiraba". Se inyectó dexametasona, un potente glucocorticoide sintético que se usa habitualmente para combatir los edemas pulmonares en la alta montaña.
Según relata, pasó la peor noche de su vida, a la espera de que llegue el rescate. Tuvo miedo de morir porque sabía cuáles eran las dificultades de coordinar rescates excepcionales; esa empresa que intentaba su esposa. "No me quería dormir. Mi esposa me ayudaba llamándome por teléfono y el sherpa, hablando. Buscamos reducir el riesgo, pero esas horas fueron una eternidad", dice. Hace dos años, ya había intentado alcanzar la cumbre, pero debió regresar desde los 8700 metros por problemas en un ojo, congelamiento en los dedos del pie e insuficiencia de oxígeno.
Cuando llegó el helicóptero, el guía lo asistió para equiparse. "A puro grito de dolor me izaron y en 10 minutos, en medio de una odisea, llegamos al campo base, donde me ayudaron, me metieron en el helicóptero y así llegué al hospital", cuenta. Ahora, Birn está internado. Tiene la pleura del pulmón derecho inflamada, neumonía y una infección. "Me monitorean, me alientan y me ayudan mucho. Espero recuperarme pronto", afirma.
Su caso se produjo en medio de una gran congestión de más de 200 montañistas que se registró a metros de la cima y que en solo 48 horas, entre el miércoles y anteayer, produjo seis muertos.
Los alpinistas formaron un atasco de varias horas, mientras esperaban en un estrecho paso de la cresta sureste cerca de la cima. Dos de ellos murieron mientras descendían, después de haber alcanzado la cumbre: el estadounidense Donald Lynn Cash y la india Anjali Kulkarni, ambos de 55 años.
Según consignó la agencia AFP, el organizador de la expedición de Kulkarni, Arun Trek, atribuyó los decesos al excesivo flujo de montañistas, que retrasó su descenso.
Ayer, en tanto, las autoridades y los organizadores de expediciones de la zona anunciaron la muerte de cuatro personas más. Así, en esta temporada ya suman ocho los alpinistas fallecidos al intentar alcanzar la cima.
Estas congestiones se producen entre finales de abril y finales de mayo, cuando las condiciones meteorológicas son menos extremas y, en consecuencia, ofrecen más ventajas para ascender. Según los especialistas consultados por AFP, otra de las causas que explican los atascos es la proliferación de permisos de escalada. Cada una de esas autorizaciones cuesta US$11.000.
A esta altura extrema, el oxígeno es más escaso en la atmósfera y los alpinistas deben recurrir a tubos de oxígeno para llegar a la cima. Una altura superior a 8000 metros sobre el nivel del mar es considerada como la "zona de la muerte".
"Permanecer mucho tiempo en esta área aumenta los riesgos de congelamiento, de sufrir mal de las alturas o incluso morir", explica a AFP Ang Tsering Sherpa, expresidente de la Asociación de Alpinistas de Nepal.
Según datos de las autoridades nepalíes, hasta anteayer, 550 personas alcanzaron la cumbre. El año pasado murieron cinco personas en el Everest.