Euforia mundial: de la angustia al alivio, los goles definieron el ánimo
El grito del gol de Marcos Rojo estalló en la Plaza San Martín, en Retiro, con un ímpetu incontenible. Y entonces, cuando faltaban apenas poco más de tres minutos para que la selección quedara eliminada del Mundial, la multitud abarrotada para ver el partido contra Nigeria en una pantalla gigante sintió que renacían sus esperanzas. Tres minutos después, el segundo gol de Croacia contra Islandia (en el otro partido del grupo) aseguró la clasificación a la segunda ronda y la plaza bramó de nuevo.
Vecinos llegados de todos los barrios porteños y del conurbano, trabajadores de la zona, inmigrantes venezolanos y turistas de distintas nacionalidades colmaron la capacidad de la barranca que desciende hasta la Avenida del Libertador, donde estaba ubicada la pantalla, de unos diez metros de largo por seis de alto que el gobierno porteño instaló como parte del programa Buenos Aires Mundial. Escenas similares se repitieron en todo el país.
"¡Fue un milagro doble!", dijo Abril Rea, de 31 años, en referencia a las victorias argentina y croata. Vino desde San Justo a ver el partido porque le gusta vivirlo "como en la tribuna". Y volverá a este lugar para ver el encuentro con Francia, el sábado próximo. "Se convirtió en cábala", se rio. Pablo Taquini, de 54 años y vecino del barrio, llegó con su hijo Tomás: "Vi al equipo mucho más unido y concentrado. Y [Lionel] Messi encontró aliados en Banega y Pavón", opinó.
Pero el optimismo exultante que demostraron muchos hinchas solo se manifestó cuando la selección convirtió su segundo gol. A diferencia del partido anterior, contra Croacia, esta vez la multitud llegó con el escepticismo y los nervios de quien sabe que las probabilidades de clasificación son moderadas. Hubo menos remeras, banderas y gorros celestes y blancos, los bombos y las vuvuzelas no sonaron nunca y los primeros cantos de aliento se escucharon solo después del segundo gol. La única bandera argentina que flameó durante el partido fue la que precede al Monumento a los Caídos en Malvinas, a pocos metros de la pantalla gigante.
El encendido aliento que a los jugadores les llegaba de la multitud que colmó el estadio Krestovski, en Rusia, nunca se contagió en la hinchada concentrada en la Plaza San Martín. El silencio nervioso solo se vio interrumpido cuando, a los 14 minutos, Messi abrió el marcador. Pero a los cinco minutos del segundo tiempo, cuando Nigeria empató, la ansiedad embargó a la multitud y el silencio se volvió más reconcentrado y denso. Los pocos y tibios aplausos los arrancaron las intervenciones del arquero Franco Armani, el ingreso de Cristian Pavón y alguna intervención de Messi.
El costo del servicio integral de producción del programa Buenos Aires Mundial fue de $15.227.072, según se publicó en el Boletín Oficial, e incluyó la instalación de una pantalla en la Plaza San Martín y otra en Parque Centenario, en Caballito. Y según cálculos oficiales, ambas pantallas reunieron ayer a unas 25.000 personas.
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Esta vez, además, se vieron menos familias que en el partido contra Croacia. Y aunque el ingreso con bebidas alcohólicas estaba prohibido, la lata de cerveza fría era muy demandada para paliar los nervios y se vendía a $50.
En la plaza, casi no había chicos. A esa hora, muchos de ellos estaban en el colegio, como Lucas, de 11 años. "Cuando veo los partidos con mis compañeros, es más divertido. Poder compartir las sensaciones con ellos es relindo", contó.
"No lo puedo creer, ¡estuvimos a cinco minutos de quedar afuera!", celebró Boris Ploszkiewicz, de 46 años, que trabaja en la zona. Y agregó: "La eliminación era como volver a vivir la pesadilla del Mundial de 2002, donde quedamos afuera en la primera ronda. Mejoró mucho la actitud. Aunque aún hay que mejorar el juego colectivo. Messi es un fenómeno, pero no puede jugar solo", agregó.
Tomás Benítez, un estudiante de 19 años oriundo de Curuzú Cuatiá, Corrientes, opinó: "Sufrí muchísimo. Messi anduvo de diez, aunque como lo marcaban de a cuatro se le dificultó sobresalir. Pavón y Armani tienen que ser titulares contra Francia".
Los hinchas adolescentes se contaron entre quienes vivieron el partido al borde del colapso emocional. Con la voz devastada por la disfonía, Araceli Martínez, de 14 años y vecina del barrio, contó en un susurro deshilachado: "Cuando nos empataron pensé que nos quedábamos afuera. Estuve muy nerviosa todo el partido". En tanto que Matías González, de 14 años, llegó desde Tapiales para ver el partido en la plaza con amigos y lo vivió con el dramatismo épico propio de su edad. "Con el empate sentí que se me venía el mundo abajo. Y enseguida Islandia empató su partido. Ahí pensé que ya estábamos afuera. Pero cuando entró Pavón recuperé las esperanzas", contó.
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