Estuvo dos veces al borde de la muerte y decidió cambiar su vida: vendía software y hoy triunfa haciendo vinos en Mendoza
Alejandro Couce es un importante productor vitivinícola; en la actualidad exporta a todo Estados Unidos y espera expandirse a países de la región; la experiencia con la muerte que lo marcó
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Alejandro Couce, de 52 años, es un productor vitivinícola que inició el negocio hace tan solo cuatro años, luego de que dos experiencias cercanas a la muerte le hicieran entender que su trabajo como vendedor de software alrededor del mundo ya no iba más. En diálogo con LA NACION, contó cómo logró salir adelante en el seno de una familia uruguaya humilde que se radicó en la Argentina y que en la actualidad produce un tipo de vino único para el país, el cual llegó a exportar a todo los Estados Unidos.
Alejandro nació en Montevideo, Uruguay, en el contexto de una familia de bajos recursos. Si bien definió que era de clase media baja, alegó que carecía de ciertos elementos que en la actualidad parecen imprescindibles, como una heladera o una cocina. A los 13 años empezó a trabajar para ayudar en su casa y al poco tiempo se trasladaron hacia Buenos Aires, en donde pudo formarse e iniciar un camino de ascenso personal y profesional.
Tras su paso por la universidad, Couce se recibió de Licenciado en Sistemas y desde allí empezó a vender programas de software a diferentes compañías del mundo, lo que le requirió viajar por más de 60 países. A pesar de tener a su familia en la Argentina, con el correr de los años se fue a vivir a los Estados Unidos, con el fin de continuar en la senda del éxito, ese mismo al que él se creía convencido de cómo debía ser.
“Tuve la oportunidad de estar en 69 países, de vivir en 9, de hablar siete idiomas, de conocer muchísima gente, pero en el 2019 me llegó la sensación de que yo tenía que darle una resignificación a la palabra éxito”, sostuvo Alejandro, a la vez que entendió que ese concepto no se trataba de lo material o profesional, sino de “conectarte con tus emociones, de tener más inteligencia emocional”, y reflexionó sobre otras maravillas de la vida como conectar “con la sonrisa” de sus hijos o de “leer un libro por la noche, en vez de estar en cinco países en una semana o volar a Irlanda por una reunión de dos horas”.
El licenciado llegó a acumular 100 viajes en un año y por esto, el organismo le dijo “basta”. En 2011 conoció a su pareja, Graziela, de origen brasileño, en el entorno laboral, y ella le proporcionó otra mirada sobre la vida, mucho más espiritual; sin embargo, en 2013, se enfermó de gravedad en una estadía en el gigante Sudamericano, lo que le provocó un estado febril de más de 40° que “los médicos no podían bajarla con nada”.
A causa de este síntoma, fue internado y en ese contexto tuvo una especie de “epifanía”, en la que él miró a Graziela y le mencionó su sueño de tener un viñedo. “Si yo me pongo a hacer vinos, te venís conmigo a Mendoza”, pronunció, sin conocer aún la provincia cuyana. Algo que extrañó a la mujer y que entendió que se debía una su situación delicada. Esta fue la primera experiencia cercana a la muerte para Alejandro. Dos años después, se quedó paralizado en un evento de Fórmula 1 en México y hasta sufrió dos desmayos repentinos arriba de un avión.
Sin embargo, las alarmas físicas fueron escuchadas el 1 de diciembre del 2019, cuando su segundo hijo, Alan cumplió dos años. Ahí los conceptos de “transformar y “resignificar”, terminaron de hacer un profundo énfasis en su vida. En ese momento entendió finalmente que no quería seguir más con ese ritmo de viajes constantes y estrés permanente. A pesar de las alegrías y triunfos profesionales y económicos, lo que Alejandro buscaba era otra cosa: disfrutar más de su familia y de los momentos con cada uno de ellos.
Fue allí cuando en 2020 adquirió una bodega ya en funcionamiento en Los Chacayes, el Valle de Uco, Mendoza. Por fin cumplía su sueño desde que lo empezó a gestar en 1998. Sin tener idea del vino, más que las distintas variedades de cepas, sin conocer los métodos de producción, se alineó con enólogos expertos en el tema y le dio para adelante.
¿Cómo surgió Couce Vineyards?
En 1998, mientras Alejandro hacía un MBA, viajó a Sudáfrica a visitar a un amigo, que tenía un viñedo. En ese entonces “no existían bodegas que comercializaran vinos producidos en los dos anillos productores de vino, uno en la latitud 33 que pasa por Argentina, Chile, Australia... y otro más al norte que pasa por España, Francia...”.
Ese fue el hecho que encendió el interés de tener su propio viñedo en la Argentina; sin embargo, por aquel entonces primó su trabajo.
Tras el nacimiento de Alan a fines de 2019, viajó a la provincia productora de vinos por excelencia en Argentina. “Era la única región de vinos que yo no conocía; ya había estado en todas las regiones de vino del mundo y no había estado nunca en Mendoza”, contó y luego de su primer contacto con el que ahora es su viñedo, de inmediato adquirió la propiedad en Los Chacayes y puso manos a la obra.
Lo cierto es que esa zona es particular porque se encuentra a una altitud considerable, lo justo para que gracias al deshielo de las montañas, bajen los minerales necesarios para que crezca en medio de la nada una vid. “Son suelos aluviales, porque los minerales van cayendo, van rodando y se depositan en el suelo”, explicó.
Vino boutique ultra premium y exportación de calidad
Alejandro quería hacer un vino diferente dentro de los estándares posibles a las más de 1800 etiquetas de Malbec existentes. De allí nació Alegra Reserva, que combina el nombre suyo y el de su esposa. “Encontramos un vino que estuviera 22 meses en barrica de roble francés de primer uso. Óbviente, es más caro, su producción es más cara, pero queríamos que nuestro vino tuviera el 85 por ciento Malbec y el 15 por ciento de una uva que rote de un año a otro”, señaló.
Este es único en la Argentina porque además de su añejamiento en la barrica, se deja 10 meses más en botella, por lo que el cliente recibe un producto madurado de 32 meses en total. De allí, su calidad ultra premium.
Luego de ello, llegó el Alegra Alamela, en honor a la combinación del nombre de sus hijos: Alan y Melanie, que lleva 8 meses en barrica, que también se reserva en un barril de madera de roble francés y que gracias a ello, se logra un sabor frutal mucho más nítido que en otros.
Alejandro eligió producir un vino representativo de nuestro país, ya que en la actualidad más del 80 porciento del tipo que se exporta es Malbec. Y su primer destino fue los Estados Unidos, mercado que ya conocía y que es un gran consumidor de esta bebida fabricada aquí. A futuro, planea expandirse por Brasil y México.
Para encontrar dichos vinos en la Argentina, es posible adquirirlos de manera online ingresando al sitio web oficial o más bien en diferentes locales como: Overo Bar en Palermo, Bebidamente en Recoleta, A fuego Fuerte en Palermo, Restaurante 1888 en Pilar y Restaurante 7 fuegos de Francis Mallmann en Mendoza.
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