Cada vez más jóvenes argentinos apuestan a formarse en destinos como Estados Unidos, España, Italia y Reino Unido; si bien el costo puede resultar prohibitivo, las becas permiten cumplir el sueño a muchos alumnos; qué hay que tener en cuenta para aplicar
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MIAMI.- Hay un factor común entre los jóvenes argentinos que se fueron este año a estudiar al exterior. Cada vez que suben un video a sus redes, llegan a recibir cientos de mensajes por privado de pares que buscan replicar esa experiencia.
Estudiar fuera del país es una práctica cada vez más habitual y no es solo un fenómeno local. En el mundo, según el Instituto de Estadísticas de la Unesco, de 2015 a 2019, un 26% más de jóvenes buscó cursar su carrera en el exterior. La Argentina también se subió a la ola: un 23% más de estudiantes apostó a esta vivencia.
“Hay probablemente un desencanto de los chicos latinoamericanos con el estilo de vida, las dificultades para acceder a una casa propia, o un auto. Pero también hay una tendencia a la internacionalización que no es estrictamente latinoamericana. Regiones como Asia Central o el Sudeste asiático crecieron exponencialmente en términos de estudiantes que viajan al exterior. En el mundo, sobre 238 millones de estudiantes en educación superior, 5,7 millones están internacionalizados, es decir el 2,4% está fuera de su país de origen. Latinoamérica en su conjunto alcanza recién al 1,16%, todavía tiene dificultades para la movilidad académica”, explica Sebastián Fraga, CEO de MatchUp, compañía que asesora a estudiantes de Latinoamérica que pretenden postularse.
Estados Unidos está entre los destinos más elegidos, junto con España e Italia. “Desde 2015, el gobierno argentino y la embajada de Estados Unidos en la Argentina han financiado miles de nuevas becas para estudios de grado y posgrado. El informe 2021 de Open Doors, el reporte de intercambio de alumnos que realiza Estados Unidos, indicó que, a pesar de los desafíos de la pandemia, más de 1900 argentinos comenzaron sus estudios en Estados Unidos. El número aumenta desde hace seis años”, señalaron a LA NACION desde la oficina de prensa de la embajada estadounidense. Pese al cierre del consulado durante el año pasado, afirmaron que no hay demoras de visas de estudiante en este momento.
Ian Fridman acaba de cumplir 19 años y está cursando el primer año en la Universidad de Princeton, en Nueva Jersey. “Hace muchos años ya tenía la idea romantizada de estudiar afuera, pensaba qué divertido sería, pero hasta la cuarentena no me agarró realmente la motivación para empezar el proceso, que es largo y complicado”, anticipa.
Para la aplicación, las universidades requieren al postulante, como mínimo, un ensayo sobre su persona, cartas de recomendación, pruebas de inglés (como el Toefl) y un examen estandarizado llamado SAT que busca medir la preparación académica, que incluye una parte de lengua (inglés) y otra de matemáticas.
“A las universidades les importa mucho lo extracurricular, que busques tus propios espacios y te destaques. Es muy común en Estados Unidos. En la Argentina en cambio, está la cultura de hacer algo fuera de clase como estudiar baile, un idioma o un instrumento, que está bien, pero es muy pasivo. El tipo de actividades que las universidades buscan es algo que demuestre liderazgo, iniciativa propia o ganas genuinas de innovar, como crear una aplicación, armar un proyecto, fundar una organización, algo que demuestre pasión. Eso los ayuda a identificar personas que seguirán sumando a la comunidad universitaria una vez que llegan. En mi caso, por ejemplo, fundé en mi escuela el club de aviones a los 12 años”, cuenta Fridman.
Gonzalo Waisman asegura que no es un proceso fácil: hay que tener el sueño de irse afuera bien firme. Junto con su novia, aplicó a unas 20 universidades, fue aceptado en dos y en otras tantas quedó en lista de espera. Finalmente, su elección fue la privada Universidad de Miami ya que ingresaron juntos.
Una internacionalización no es para cualquiera: involucra desde cuestiones emocionales y desarraigos hasta traducciones, apostillados de la Haya y visas. Por eso, hay que pensar en un proceso que lleva de 12 a 18 meses.
“Empecé a prepararme unos 15 meses antes de egresar. Después me di cuenta que para algunas universidades era suficiente, pero para Harvard, no. -dice Tobías Andelman, que aplicó a doce instituciones y entró a cuatro- En las top aplican los mejores de todo el mundo, se preparan desde muy chicos haciendo extracurriculares. Eso es lo que más nos cuesta a los países que no las tenemos incorporadas. Lo más importante, además de buenas notas, es hacer servicio comunitario, deportes, o cualquier actividad que sume desde principios de secundaria”, relata.
Andelman se preparó durante la pandemia y tuvo que realizar el SAT en Uruguay, porque en la Argentina se rinde en el colegio Lincoln, que estaba cerrado. Hoy vive en Gainesville, una hora al norte de Orlando, y concurre a la Universidad de Florida, ubicada en quinto lugar entre las mejores estatales del país. “Florida tiene aspectos parecidos a nuestra cultura. Decidí UF por un tema económico: cuesta 28.000 dólares al año, versus unos 80.000 que cuesta NYU”, comenta.
Costos y tipos de beca
Para el directivo de MatchUp, el dinero es el máximo condicionante y el primer gran filtro en Estados Unidos, pero todos pueden aplicar a becas, sea por mérito (perfil académico del solicitante) o ayuda financiera (según los ingresos familiares). “En líneas generales, hay chicos que se van con beca absolutamente completa y otros que tienen que pagar entre 15.000 y 18.0000 dólares al año por ejemplo”, dice Fraga.
Waisman asegura que las chances de conseguir becas no son pocas: “Se puede aplicar a 20 o 25 universidades y vale la pena intentarlo. El principal obstáculo de los chicos para aplicar es el prejuicio de que es solo para millonarios. La realidad es distinta. Tengo beca presidencial y además tengo beca de ayuda financiera. La primera me paga el 50% de la carrera, la otorga la universidad, y también me dieron algo de ayuda financiera para el resto. Mi papá es un empresario pyme en la Argentina. No somos millonarios ni mucho menos.”
También Fridman está becado y explica que hay dos tipos de universidades: need blind y need-based. Harvard, MIT, Yale, Princeton y Amherst, están en el primer grupo. Son aquellas que no tienen en cuenta la necesidad financiera al tomar una decisión de admisión. Es decir, lo difícil es ser aceptado y no la obtención de la ayuda económica posterior. En el resto, la necesidad económica del estudiante influirá en la determinación. “A mí me sustentan un 85% en Princeton, es un regalo de la universidad, no es un préstamo, y lo calculan en base a tus ingresos. Con la situación de la Argentina y el dólar que sube, les mandé varios artículos para que vean que tal vez yo hoy puedo pagar esto pero el dólar se dispara y no puedo. Eso también lo tienen en cuenta a la hora de decidir con cuánto te ayudan”, detalla el joven.
Andelman reconoce que solicitar ayuda financiera como estudiante internacional disminuye las posibilidades de admisión. Pero no hay que desanimarse y es importante solicitarla igual. Muchas instituciones son generosas con la ayuda. Para eso se debe completar el perfil CSS, un formulario de solicitud donde se requiere mucha información sobre las finanzas de la familia.
Además, la mayoría de las universidades tiene tarifas de aplicación. Algunas incluso tienen precios más altos para estudiantes internacionales. El costo promedio de aplicación es de US$ 43. Las más prestigiosas cobran US$ 70, US$ 80 o incluso US$ 90. Sin embargo, existen becas también para esta instancia.
“Fui becada por Opportunity Funds, un programa de Education USA que está financiado por el departamento de Estado de Estados Unidos. Apliqué en mi penúltimo año del secundario, porque es un programa que ayuda a alumnos en el último año costeando las solicitudes de admisión y el presupuesto para rendir exámenes, a la vez que ayudan corrigiendo ensayos. Ahora en la universidad tengo una beca del 100% que también cubre hospedaje y plan de comidas”, precisa Antonella Macoretta, estudiante de biología celular y molecular en la Universidad Johns Hopkins.
Uno de los mayores atractivos, además de la vida social para los alumnos, son las prácticas durante los estudios. Andelman tiene en su universidad un club de argentinos. A las dos semanas de ser miembro, se abrieron puestos y ahora es asistente de tesorero. “Tiene que ver con finanzas que es lo que hago, y me sirve para la vida. Ahora estoy aprendiendo y el semestre que viene seré el tesorero. Tenemos presupuesto para las reuniones y debo definir cuándo y en qué lo gastamos. Es una práctica en mi primer año y está bueno. También están las pasantías rentadas: en un trabajo de verano podés llegar a ganar lo mismo que en la Argentina en dos o tres años, sobre todo si entrás en los grandes bancos. Por ejemplo, una pasantía en Goldman Sachs se paga entre 15.000 y 18.000 dólares por 12 semanas, si bien hay por menos paga también. Solo en finanzas y computación vienen reclutadores a buscarte. La mayoría no te aceptan como estudiante internacional porque te piden permiso de trabajo, pero algunas sí. Por eso, si siendo americano tenés que aplicar a 20 pasantías, siendo internacional, a 200″, explica.
Objetivo, Europa
“En este momento, Italia tiene un programa muy agresivo para atraer estudiantes internacionales de cualquier parte del mundo. Quieren rejuvenecer la población y el estudiante internacional es una oportunidad. Están dando becas con un costo de 500 euros al año de universidad y después te dan 5200 euros para el costo de vida. Lo que tenés que poner de tu bolsillo aproximadamente para cubrir los gastos son 2500 euros al año. De esa forma, un chico se puede ir a estudiar a una universidad como Sapienza, en Roma”, explica Fraga, y comparte que hay ahora una ventana con requisitos de ingreso en términos académicos relativamente bajos. En su plan por convertirse en el quinto hub en educación (hoy son Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Australia), Italia lanzó 1300 carreras en inglés para lograr captar mayor cantidad de alumnos.
España, por su parte, tiene la facilidad de no rendir examen idiomático. El costo allí es de unos 7000 euros al año, en todo concepto: cuota, dormitorio y comida, según Fraga.
Respecto a Reino Unido, Fraga señala que normalmente son becas que da el Estado. “El beneficio como estudiante internacional es que podés trabajar hasta 20 horas semanales durante el ciclo lectivo y tiempo completo cuando no cursás. En ese sentido, es bueno porque ganas en moneda fuerte”, aporta.
Exigidos, pero felices
Otro país igual o más exigente que Estados Unidos es Canadá. Allí eligió estudiar Sebastián Stolkiner. Las universidades en Canadá cuestan un 40% menos que en Estados Unidos, aunque la suya es una excepción. “University of Toronto, donde estoy, es la mejor del país. Es la 16 del mundo. Las universidades son todas públicas, pero si no podés pagarla, no venís. Hay becas por mérito, pero no por necesidad. Cubren en general entre el 30 o 40%, muy pocas llegan casi al 100%. Yo tengo tres becas de mérito que se suman, pero no me llega a cubrir el 40% del costo. Ahora tengo que aplicar de nuevo a más. Como Canadá no pide el examen SAT, se fijan mucho más en tus calificaciones”, explica. Además solicitan entrevistas virtuales.
Las universidades con hospedaje van de los US$ 20.000 a los US$ 70.000 anuales. “Lo bueno de estudiar en Canadá es que está armado para que al terminar tengas la residencia permanente, porque las leyes canadienses dicen que cuando vivís tres años legalmente, podes aplicar a la residencia, lo cual está bueno ante un eventual trabajo. Es casi automático. Eso en Estados Unidos es muy distinto”, plantea Stolkiner.
En época de exámenes, casi no duerme: la beca se sostiene con buenas notas. “Es estresante, pero estoy feliz, no me arrepiento. Hay mucha competencia. Yo me gradué en ORT con el mejor promedio de mi camada. Ahora compito con los chinos. Yo me mato estudiando y me saco 58. Los chinos se sacan 80 o 90″, se ríe.
Una generación que mira más allá de la Argentina
Durante este año, dos encuestas pusieron en números la realidad de los jóvenes. La encuesta de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) sacó a luz que el 70% de los jóvenes quieren emigrar, mientras que la encuestadora Taquion lo midió en un 80%.
“En mi generación todo el mundo se quiere ir: es imposible no ligarlo a la inestabilidad política y económica del país. Cuesta proyectar un futuro acá. Miento si dijera que la situación del país no tuvo que ver, pero ese no puede ser tu único motivo. Primero hay que tener motivación clara y saber dónde te estás metiendo”, asegura Fridman.
Stolkiner cuenta que son más de 30 los chicos de su camada del secundario que este año empezaron la universidad en el exterior. “Hay una fuerte tendencia, no sé si es por estudiar afuera o irse de la Argentina. Tengo todos los días mensajes por Twitter o Instagram de gente que quiere irse y me hace preguntas. No es fácil irse y no es para todo el mundo”, sostiene.
El panorama que traza Waisman es poco alentador: “En la medida en que la Argentina siga con políticas cortoplacistas, siento que va a haber más gente que se vaya. Además, hay cada vez más colegios que tienen entre sus objetivos preparar a los alumnos para que puedan estudiar afuera”.
La movilidad académica es un hecho. Según la Unesco, países como la India han aumentado en cuatro años un 79% la cantidad de estudiantes fuera de su territorio. En América del Sur, el mayor salto lo dio Brasil, con el 62%. Fraga entiende que las generaciones actuales se sienten cada vez más ciudadanas del mundo: “Conocer otras personas y aprender otro idioma es una tendencia global que tiene que ver, por un lado con algún desencanto local, pero también con una nueva forma de conocer el mundo. Es difícil saber cuánto hay de uno y cuánto de otro en la Argentina, pero sin duda el número está creciendo”.
Consejos para estudiar en Estados Unidos
- Las universidades solicitan todos los expedientes académicos de los últimos cuatro años de secundario. No alcanzan buenas calificaciones solamente del último año.
- Common App es el sitio más conocido que los solicitantes utilizan para postularse a cualquiera de las más de 900 facultades y universidades de Estados Unidos. Después del 1 de agosto, se eligen las universidades (hay un límite de 20 a través esta app) y las clases comienzan en agosto del año siguiente.
- Hay universidades con admisiones continuas (rolling), que evalúan las solicitudes a medida que se reciben. Presentar la solicitud antes, aumenta las posibilidades de ingreso. En cambio, la admisión regular recibe todas las postulaciones hasta las fechas límite publicadas, generalmente entre enero y febrero, con la promesa de recibir una respuesta a más tardar el 1 de abril.
- El ensayo de Common App es una de las partes más importantes de la aplicación. Tiene un límite de 650 palabras y es la mejor oportunidad para definirse a sí mismo. Como el resto de la solicitud implica principalmente números, los ensayos son una forma de mostrar aptitud cualitativa y dar un toque personal. Debe ser sobre el alumno pero no una recopilación de logros personales. Puede incluso contar con humor. Ciertas universidades piden más de un ensayo.
- Después de enviar la solicitud, algunas universidades ofrecen o exigen tener una entrevista. Duran entre 25 minutos y una hora. El propósito principal es conocer mejor al alumno.
- Los oficiales de admisión pueden buscar en las redes sociales para obtener más información sobre el solicitante. Es recomendable que el alumno chequee sus posteos asumiendo que serán vistos por las universidades.
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