Ni tesis, ni proyectos que quedan en papel, ni maquetas. Desde hace dos años, los alumnos de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Morón, deben llevar adelante para poder recibirse una construcción que quede para la sociedad.
Quienes ya se recibieron construyeron viviendas, bibliotecas y albergues en diversas zonas del país como Jujuy, Santiago del Estero y algunas islas del Delta. Para ello, debieron no solo diseñar los planos, sino también poner manos a la obra y hasta conseguir fondos para llevar adelante los proyectos.
La idea surgió en 2016 y consiste en que el Proyecto Final Integrador (PFI) tenga un componente social en el que cada alumno "se recibe de arquitecto proyectando, gestionando y construyendo un edificio en pleno funcionamiento que se dona a una comunidad necesitada de nuestro país", explicaron a LA NACION sobre el Programa Académico de Asistencia Federal (PAAF).
"La cátedra del PFI propuso a sus alumnos cursantes, construir un módulo habitable en escala real destinado a familias y comunidades marginadas, buscando candidatos en todo nuestro país. Hoy, después de dos años de trabajo, los resultados de esa iniciativa se multiplican exponencialmente.", explica la página web del PAAF y detalla: "Los equipos, constituidos por entre 6 y 8 alumnos, luego de detectar un problema social en donde las necesidades son acuciantes, y de elaborar proyectos y planes de acción para una porción de ese territorio que intenten resolver esos problemas, construyen sus propuestas arquitectónicas ayudados por las mismas comunidades, por instituciones gubernamentales y no gubernamentales, por fundaciones, por comunidades religiosas, empresas, sponsors, mecenas y por todo tipo de colaboradores externos preocupados por esta realidad".
Un plan integral para el Delta
"Después de haber desarrollado convenios junto con el municipio de Tigre se crearon proyectos integrales de diferentes escalas. Es un esfuerzo mancomunado entre profesores de la UM y funcionarios del área de vivienda del municipio. Un grupo de alrededor de ochenta alumnos trabaja en este momento en distintas propuestas de desarrollo, para un barrio específico, llamado Otamendi y sus alrededores, en las islas del Delta del Paraná", explicó a LA NACION Alejandro Borrachia, arquitecto y decano de la Facultad.
Luego detalló que, en esta primera etapa, se están desarrollando seis prototipos de vivienda en este barrio y un módulo invernadero para trabajo. Además de algunos espacios públicos sobre el arroyo Curubica y dos módulos de ampliación de vivienda sobre el arroyo Pajarito.
"Son obras que responden a la lógica constructiva, a los materiales, y a la mano de obra características del Delta. Además de reinterpretar a las tipologías autóctonas que son parte de la cultura y de la memoria de los isleños. Entendemos como Facultad que este es un hecho fundamental para el éxito de este trabajo", dijo Borrachia.
En la actualidad hay cuatro viviendas terminadas y cinco en construcción. En todos los casos, se utiliza la madera como material principal, porque lo consideran como un recurso eficiente y renovable. A esto se suma la tecnología, que permite poner el marcha fácilmente el montaje y armado. Esto sirve para reducir costos, tiempos, consumo de energía en la obra y, con mínima capacitación, generar mano de obra nueva y calificada dentro del mismo lugar.
A la madera le agregan materiales reciclados o en desuso. Por ejemplo, pallets, contenedores de madera para motos o piezas de auto, carpinterías, perfiles y metales de demoliciones. Pero también basan sus diseños en "tecnologías pasivas" que permiten generar confort térmico. Es decir, aislaciones, ventilaciones cruzadas, fachadas ventiladas, dobles techos y parasoles.
Ayudar y dejar un legado
"No solo nos estamos recibiendo con nuestra primera obra terminada, sino que estamos haciendo un bien a la sociedad y eso nos llena el alma", explicó Nathali Rusterholz respecto a las sensaciones que vive junto a sus compañeros de grupo que buscan construirle una casa a una maestra que perdió todo en un incendio.
"Laura es una profesora de músicoterapia, que vive en un terreno de Tigre en el barrio Otamendi y que, en medio de un hecho de violencia, perdió un embarazo y le incendiaron la casa. Así que también perdió su hogar", detalló a LA NACION la joven y agregó: "Nosotros nos acercamos a ella y comenzamos a diseñar su nueva casa, en otro barrio de Tigre, pero con características de su casa quemada pero en un lugar más seguro".
Sobre el financiamiento, explicó que lanzaron una campaña hace más de seis meses para conseguir materiales y fondos para hacer la casa. Con la difusión por redes sociales, más de 15 empresas ya donaron materiales y este mes comenzamos en un taller a prefabricar la vivienda que después deben llevar a Tigre a través de un transporte fluvial y que en ese punto necesitarán más fondos. "Es una casa con lo básico para que puedan vivir dos personas que serían Laura y su pareja", explicó sobre la vivienda.
Quienes están detrás de la casa para la docente, además de Nathali son de Giuliana Zalazar, Florencia Coppola, Mariano Lima y Luis Seoane. Todos ellos aseguraron que el mayor desafío que encontraron hasta ahora fue difundir el proyecto y conseguir los materiales. "Somos cinco estudiantes de diferentes edades entre 25 y 30 años. Nos costó un montó hacer todo", explicaron.
Al ser consultados sobre en qué etapa está su trabajo, detallaron: "Todavía nos faltan algunos perfiles para la parte estructural de la casa y después el tema del transporte desde el taller en zona oeste hasta el puerto de Tigre y de ahí el transporte fluvial hasta el lugar donde se instalará la casa".
Los jóvenes contaron que Laura se emocionó mucho ante la iniciativa porque venía buscando respuesta hace bastante tiempo tras lo que le sucedió. "Creyó en nosotros y vio una oportunidad de crecer y recuperar la historia de vida de sus abuelos, padres y propia", dijo Nathali.
La casa de Rodrigo
Para Marcos Stasi, hacer la casa de Rodrigo junto a diez compañeros no solo los formó como profesionales, sino que le permitió crecer como persona. "Es un orgullo para nosotros haber sido uno de los primeros equipos en construir estos módulos habitacionales sustentables en el Delta de Tigre. Queremos que este proyecto solidario imprima una huella en la sociedad. Esperamos que esta experiencia contagie a otros y que el impacto se multiplique, logrando mejorar la calidad de vida y habitacional de muchas más familias", dijo a LA NACION.
En el caso de este joven y sus compañeros, el proyecto les fue asignado dentro del acuerdo con Tigre y ellos trabajaron con la familia de Rodrigo, que tenía una vivienda muy precaria.
"Somos dos equipos de alumnos que juntos proyectamos, desarrollamos y construimos dos módulos habitacionales. Estos módulos tienen como carácter distintivo un fin solidario y una construcción sustentable que se ajusta a las normativas del Delta y respeta su medio ambiente natural", detalló sobre la construcción y agregó: "Los módulos cuentan con orientaciones adecuadas en cuanto al asoleamiento, sistemas de recuperación de agua de lluvia, ventilaciones cruzadas y techos ventilados, para lograr un mayor confort habitacional".
Para este equipo, uno de sus mayores desafíos fue entender lo que necesitaba Rodrigo y su familia. "Tuvimos que relevar y comprender la dinámica y las particularidades del sitio a la hora de transportar los materiales y trabajar con diversas dificultades climáticas cómo ser las altas y bajas temperaturas, las lluvias, inundaciones y crecidas o bajos caudales del río, los que dificultaban la llegada al sitio con las lanchas con que transportábamos los materiales para la construcción", explicó.
Sobre el beneficiario contó: "Rodrigo recibió la propuesta con mucho entusiasmo y participó activamente en todas las etapas del Proyecto. Estuvo siempre dispuesto a colaborar con el equipo". Según detalló el joven, la ilusión y entusiasmo de Rodrigo fueron un incentivo de energía para avanzar y sortear los obstáculos que pudieran presentarse. "Escucharlo a Rodrigo decir que le cumplimos su sueño, y haber sido testigos de la emoción que le generó poder reunir a su familia en el Delta nuevamente, fue para nosotros el mejor reconocimiento. Nos llena de alegría y satisfacción saber que nuestro esfuerzo y conocimiento sirvió para hacer este sueño realidad", sostuvo.
Rodrigo, el beneficiario, se manifestó muy emocionado con la nueva vivienda. "Mi casa anterior era de material, pero abajo no estaba bien hecha la estructura. El suelo barroso del Delta hacía que se vaya hundiendo, estaba partida a la mitad y tenía peligro de derrumbe", dijo.
"Sentí algo extraño cuando recibí la propuesta. No pasa todos los días que te ofrezcan algo así. En un principio sentí desconfianza, pero una vez que vi que los chicos venían todos los días y estaban dispuestos comencé a creerles y ayudarlos con la obra", señaló Rodrigo, que calificó al PAAF como una iniciativa muy buena. "Ellos me habían explicado desde el principio, que nosotros también los ayudábamos a ellos porque confiábamos en ellos para hacer la casa. Me parece muy bien que puedan recibirse y ayudar al mismo tiempo. Creo que deberían seguir con el proyecto los otros estudiantes", agregó.
A Rodrigo le gusta todo de su nueva casa. "Es hermosa, es todo de madera. Estaba acostumbrado a una casa de material con mucha humedad, pero con la de madera no pasa. Me encanta toda la casa. Gracias a ellos yo estoy tranquilo en mi casa", aseguró.
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