“Estudiaba con hambre”: Fue miembro de la Academia de Ciencias de Cuba a los 27 años y ahora vive en la Argentina
Javier González Argote es un científico cubano de 29 años que emigró a la Argentina en 2019; ahora se suma a las marchas para reclamar por mejores condiciones de vida para sus compatriotas
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Cuando Javier González Argote tenía 27 años se convirtió en el miembro asociado más joven de la Academia de Ciencias de Cuba. “El sueño de mi madre era que yo fuera un científico”, recuerda. Entonces, cuando él tenía 15 años, se fueron de Granma —la provincia cubana que lleva el nombre del barco con el que Fidel Castro y el Che Guevara desembarcaron en la isla en 1956— para mudarse a La Habana. En la capital, ese joven destacado que quería cumplir el deseo de su madre estudió en una escuela de alto rendimiento y luego pasó a la universidad de medicina. Todavía se acuerda de las tardes con hambre en la biblioteca, donde pasaba horas investigando y escribiendo artículos sobre neurociencia para luego cerrar el día con un vaso de agua con azúcar y un pedazo de pan.
“Yo crecí con muchas carencias. Éramos personas muy pobres que nos adaptamos al hambre. Cuando estudiaba medicina, como a mí me gusta mucho la investigación, me iba a una biblioteca donde podía acceder a internet. Ahí estaba hasta las nueve de la noche sin comer, y a veces llegaba a casa y cenaba agua con azúcar y un pedacito de pan”, relata González Argote, hoy de 29 años, que conversa con LA NACION bajo una llovizna incipiente en Barrancas de Belgrano. Emigró hacia la Argentina en 2019, cuando en los papeles el plan era irse de Cuba solo para hacer un doctorado, aunque en ese momento él sabía que dejaba su patria para no regresar.
“Yo voy a volver a Cuba cuando sea libre, porque si ahora pongo un pie en la isla no me van a dejar salir. Cuando me fui sabía que era definitivo, la abracé a mi familia y me fui. Es duro, pero es lo que hay que hacer. Yo sé que mi mamá está triste, pero ahora estoy en el lugar correcto”, dice González Argote, que hoy es docente e investigador de la Universidad Maimónides.
Sus padres son profesores de escuela. Cuando dejaron Granma para irse a La Habana se separaron y su madre, sola, los empezó a mantener a su hermano menor y a él. “Mi mamá es licenciada en literatura inglesa y era la única que trabajaba en la casa. En Cuba la vida es difícil porque no se puede progresar. Yo acá con mi sueldo me pago otros estudios y sé que eso va a mejorar mi futuro, pero en Cuba hagas lo que hagas no vas a tener un cambio de vida. Por eso hay médicos que dejan la medicina para manejar un taxi, así por lo menos reciben unos dólares de los turistas. En Cuba la cantidad de graduados es muy alta, pero en los hospitales faltan médicos porque todos se van a hacer misiones por el mundo para el régimen o se dedican a cualquier otra cosa porque ganan más plata”, se lamenta Javier.
Recuerda que en La Habana, su madre, al igual que el resto de los cubanos, contaban con una libreta que entrega el Estado en donde se detalla cuánta comida subvencionada se le entregará a cada ciudadano, pero por fuera de ese listado conseguir alimentos era un dolor de cabeza y por eso, según dice, el 90% de la población vive padeciendo la escasez de absolutamente todo.
“En Cuba casi no hay diferencias entre las personas. Todos viven prácticamente de la misma manera. Todos viven con lo mínimo, hay un estado de carencia tremendo en donde todos están adaptados a eso, y de pronto ya no te das cuenta del nivel de carencia que tenés. Hay una cosa que se llama libreta de abastecimiento que establece lo que vos podés comprar y con eso tenés que comer todo el mes. Es difícil y caro conseguir otros alimentos por fuera de eso. A veces es más fácil recargar internet que conseguir comida, y eso que el internet es carísimo”, relata González Argote
Y, según él, esa decadencia también se trasladó a la educación. Describe que sus padres fueron formados con un altísimo nivel, y ellos, a su vez, formaron a otros chicos con estándares muy exigentes, pero señala que en las últimas dos décadas la pauperización de la vida en general también alcanzó a la educación de los jóvenes.
Antes de emigrar de manera definitiva, González Argote había visitado la Argentina para hacer un intercambio con la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires. Esa estadía fuera de su país empezó a alimentar la vocación de investigar y crecer más allá de los límites que le proponían sus mentores. “En la Academia de Ciencias de Cuba yo sentía que no tenía autonomía, no me podía salir de las líneas de investigación pautadas. La realidad es que luego de ese intercambio me gané una beca para estudiar acá y me fui del país mintiendo, porque sabía que probablemente no iba a regresar. Todos los médicos están regulados por el Estado, es como si fueran propiedad del Estado, como también pasa con los atletas. Por eso, si regreso, no podría volver a salir, y cuando empezás a vivir acá te das cuenta de que esto es otra cosa”.
La Argentina, a pesar de todas sus dificultades, le abrió los ojos hacia un mundo que para él era desconocido. “Llegué en 2019, cuando había elecciones. Vi que había una libertad de expresión y de oportunidades que mi mente no podía comprender. Apenas llegué conseguí un trabajo y hoy soy investigador y docente. Acá me siento útil, en Cuba no aprovechan tu potencial. Incluso puedo ir al supermercado y darme gustos. Me pasa que tengo ciertos bloqueos porque hay muchas cosas que no se qué sabor tienen porque nunca las probé, me inhibo de comerlas porque no sé cómo me van a caer”.
González Argote conversa con este medio sentado en un banco de plaza a cuatro cuadras de la embajada cubana en Buenos Aires. Al terminar la entrevista se reunirá con otros compatriotas para pedir por mayores libertades en Cuba, mientras agrupaciones locales de izquierda también se agolpan en el lugar, pero para defender al régimen de Miguel Díaz Canel. Lamenta que en la isla tiene amigos desaparecidos por las protestas que se generaron. En su opinión, el pueblo cubano ya está hastiado de los abusos y carencias que genera la dictadura castrista.
“Hay mucha necesidad. La gente ya está cansada y se lo harán saber al dictador. La gente se cansó. Hay grandes problemas económicos y la pandemia exacerbó el mal funcionamiento del sistema de salud. A los detenidos los golpean, los amedrentan, amenazan a sus familias, pero son tantos que la policía no puede encarcelar a un pueblo entero. No puede ser que todas las leyes se voten por unanimidad, que no haya derechos humanos. Por mi parte, voy a ir todos los días a la embajada de Cuba para apoyar a mi pueblo. Por supuesto que existe un embargo por parte de Estados Unidos para presionar al Gobierno, pero el régimen dice que toda la culpa es de ese embargo, y eso es mentira: Cuba tiene muchos problemas que no tienen nada que ver con los norteamericanos”, concluye Javier.
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