Estrés prolongado: las tres herramientas que recomienda una médica psiquiatra experta en desastres y emergencias para lidiar con la pandemia
Silvia Bentolila acompañó a sobrevivientes de Cromañón y Once, estuvo en el desastre ferroviario de Castelar, asistió a veteranos de Malvinas y trabajó largamente con las víctimas del terremoto ocurrido en México en 2017
- 12 minutos de lectura'
“Esta no es una carrera de velocidad sino una carrera de resistencia”, dice Silvia Bentolila. La médica especialista en psiquiatría y psicología sabe muy bien lo de lo que habla. Experta en desastres y emergencias, Bentolila intervino en distintas situaciones críticas: acompañó a sobrevivientes de Cromañón y Once, estuvo en el desastre ferroviario de Castelar, asistió a veteranos de Malvinas y trabajó largamente con las víctimas del terremoto ocurrido en México en 2017.
A diferencia de emergencias circunscriptas temporal y geográficamente, la pandemia de Covid-19 tiene características globales que impactan en todos los niveles y franjas etarias, y se sostienen en el tiempo. Por eso, dice, es necesario el apoyo psicosocial, recuperar la dimensión del control interno y cortar la percepción de amenaza que dispara la respuesta neurofisiológica del estrés. “Porque cuando esa respuesta queda activada además de mayores padecimientos somáticos asociados a esto, aumenta la ansiedad, el riesgo de depresión y el riesgo de consumo de psicofármacos, alcohol y otras sustancias”, sostiene la experta, integrante del Equipo Regional de Respuesta frente a Emergencias Sanitarias de la Organización Mundial de la Salud y docente en cátedras y programas de Salud Mental.
Según informes internacionales, explica Bentolila, los más afectados por la pandemia son los equipos de salud —un colectivo que estaba en riesgo ya antes de la pandemia con altas tasas de depresión, de ansiedad y de suicidio en comparación con la población general— y los adolescentes, enojados por haber sido estigmatizados como “irresponsables y contagiadores”.
Además, Bentolila desmiente a aquellos que sostienen que la pandemia profundizó y agravó los problemas de salud mental de los que ya estaban en tratamiento; y dice que hay que mirar y asistir a aquellos que ya tenían un padecimiento o eran vulnerables antes de la pandemia y no estaban en tratamiento.
Coautora, junto a Mario Riorda del libro Cualquiera tiene un plan hasta que te pegan en la cara (Paidós), la médica psiquiatra explica cuáles son las herramientas para atravesar la crisis sanitaria que hoy sigue desafiando al mundo.
—¿Cuál es la diferencia entre un desastre puntual, que involucra a un grupo específico de personas y uno que se prolonga en el tiempo, no se sabe con certeza cuándo termina y además involucra a todos colectivamente? ¿Es un problema distinto en cuanto a la escala o la naturaleza?
—Todas las situaciones críticas impactan en distintos grupos o niveles. En el caso de la pandemia están los afectados directos, que serían las personas que han padecido o padecen la enfermedad; sus familiares; quienes integran los equipos de intervención –como el equipo de salud y todos aquellos que están en la primera línea de respuesta-; la comunidad que es afectada por una situación y lo que se llama estrés vicario, que es el grupo de personas afectadas porque fueron testigos presenciales o porque son aquellas que escuchan testimonios de grandes sufrimientos, como los terapeutas. Cuando hay un evento puntual, circunscripto geográfica y temporalmente, esos grupos son específicos y determinados.
—Esto es precisamente lo que no ha sucedido con la pandemia.
—Exacto, en la pandemia esto no ha quedado circunscripto ni temporal ni geográficamente. Entonces el nivel de estrés y de incertidumbre sostenido en el tiempo produce otro tipo de impacto en todos estos niveles ¿Por qué? Porque no son ni cinco, ni 100, ni 1000 las personas afectadas: son millones. Y los equipos de intervención tienen un nivel de exposición mayor que en un evento puntual, esta no es una carrera de velocidad sino una carrera de resistencia y están en riesgo de agotamiento. Que sea un evento crítico, prolongado, con características de emergencia humanitaria global —porque, obviamente, el virus no respeta fronteras— da características particulares a la pandemia. Hubo otras pandemias pero no tan masivas como esta que es global.
—A más de un año y medio del comienzo de la pandemia, ¿predomina el cansancio, el agotamiento, el enojo o la frustración? ¿Hay negación también?
—Frente a contextos de alta incertidumbre se altera la dimensión del control interno porque el entorno no responde a las conductas que uno acostumbrado a tener, entonces percibe todo el contexto como amenazante de manera permanente. Esta percepción de amenaza, dispara espontáneamente la respuesta neurofisiológica del estrés. O sea, es posible actuar para modificar el nivel de percepción, pero una vez que se percibe amenazado, se activa una respuesta animal que es parte de la neurofisiología; que básicamente nos prepara para el ataque o la huida. Parte de esa reacción se ve como un hiperalerta que se manifiesta tanto a nivel de las conductas, las emociones como en el cuerpo. En la pandemia han aumentado la cantidad de padecimientos y de trastornos músculoesqueléticos, trastornos en el sistema gastrointestinal, en el sistema cardiovascular, han aumentado las alergias. Cuando se dispara este hiperalerta, junto con el aumento de la frecuencia cardíaca y la tensión arterial, aumenta la irritabilidad, la ansiedad, el enojo, la angustia y la labilidad emocional, cuesta dormir. Y como produce mucho malestar a veces insoportable, empiezan a aparecer una serie de conductas evitativas de ese hiperalerta.
—¿Por ejemplo?
—Hay una búsqueda fallida de autocalmantes: aumenta el consumo de alcohol y de sustancias. Y también aumentan las conductas de negación: “A mí no me va a pasar nada”. Es interesante porque cuando uno le pregunta a alguien si piensa que esto le puede afectar a un conocido de manera grave o severa, va a decir que sí. Ahora, si uno le pregunta si piensa que a él o a ella le va a afectar de modo severo, un 50% dice que piensa que no, porque todo el mundo cree que la muerte es algo que le va a pasar a otro. Los que trabajamos en emergencias y desastres escuchamos todo el tiempo “nunca pensé que me iba a pasar a mí”, “parece una pesadilla”, “no puede ser cierto lo que estoy viviendo”, “me resulta increíble”.
—¿Qué pasa cuando ese estrés se cronifica?
—Puede ser que alguien no esté amenazado, esté en un lugar tranquilo y seguro y la percepción de amenaza se active igual. Por eso cuando una situación de incertidumbre se prolonga en el tiempo es necesario modular la respuesta neurofisiológica del estrés interrumpiéndola. Y justamente lo que hay que intentar es que no se cronifique, para eso se interviene. ¿Por qué? Porque cuando esa respuesta queda activada además de mayores padecimientos somáticos asociados a esto, aumenta la ansiedad, el riesgo de depresión y el riesgo de consumo de psicofármacos, alcohol y otros consumos.
—También la negación o la minimización puede ser una estrategia de sobrevivencia.
—Exacto, es una conducta evitativa, pero fallida, porque si minimizo o niego me expongo más sin darme cuenta. Existe una situación que nos pone en riesgo, hay algunas cosas que no están a mi alcance controlar —yo no puedo evitar que alguien infectado viaje en un avión— pero sí puedo decidir cuál va a ser mi conducta. Puedo no estar todo el tiempo conectado a las noticias, puedo tener una serie de pautas de autocuidado, puedo salir a caminar, usar barbijo, mantener distancia social, estar en un lugar ventilado, estar en la calle con personas a dos o tres metros. Ahí el riesgo de contagio es casi nulo y tiene que ver con medidas de cuidado y autocontrol.
—¿Cuáles son las herramientas que ayudan en situaciones de estrés prolongado como este?
—Los tres elementos que reducen o modulan el impacto de las situaciones críticas son el apoyo psicosocial, o sea, estar acompañado, que es fundamental; recuperar algo de la dimensión del control interno que sentís perdido con distintas cosas al tener que readaptar tu vida a las nuevas condiciones mientras estas condiciones permanezcan; y el tercer elemento fundamental es cortar la percepción de amenaza. ¿Por qué? Porque en cualquier evento te puede quedar activada la percepción de amenaza aun no estando en peligro, es muy importante recordar esto. Hay gente que, por ejemplo, fallece de un infarto después de haber sobrevivido a un incidente vial o a un asalto violento. ¿Por qué? Porque quedó activada la respuesta.
—Usted dice que el apoyo psicosocial es importante. ¿Qué pasa cuando una pandemia restringe, justamente, las formas de relacionamiento físicas que son tan importantes? ¿La virtualidad es igualmente efectiva?
—El apoyo psicosocial no requiere contacto físico. Uno puede sentirse acompañado o solo estando físicamente acompañado o solo. Es cierto que en las culturas latinas tenemos costumbres de contacto físico, porque en otras culturas esto ha sido más fácil. Entonces, es importante entender que el apoyo psicosocial se puede dar por medios virtuales, por teléfono, por medios escritos. Tenemos la idea de que estar acompañados es tener a alguien físicamente al lado, pero estar acompañado implica compartir lo que estás viviendo y que, del otro lado, no haya minimización, ni falsas frases de aliento ni ningún juicio de valor. Estar acompañado es “te comprendo”, “¿en qué te puedo ayudar?, “¿qué necesitás?”. Ese apoyo psicosocial puede ser algo material o puede ser algo del orden de lo emocional o de lo espiritual.
—Uno no podría imaginar que la pandemia agravó la situación de los que ya tenían un problema de salud mental o cierto grado de vulnerabilidad. Pero aquellos que no la tenían, están ahora cursando una situación de angustia o depresión. ¿Cuán grave es el impacto en salud mental?
—En principio, te voy a contradecir el primer presupuesto. Muchas personas que tenían padecimientos previos pero que estaban bajo tratamiento, llamativamente no solo no empeoraron sino que se mantuvieron estables o están mejor. Y esto te lo digo con conocimiento de causa, además de lo que dicen datos internacionales. Porque mucha gente que ya estaba en tratamiento tenía un enorme trabajo previo de cómo lidiar con las situaciones críticas personales y no empeoró. De hecho, a algunos puede haberle aumentado un poco la ansiedad, el malestar, el mal humor pero no han empeorado en la pandemia.
—O sea que tenemos que mirar a las personas que no estaban en tratamiento.
—Sí, es necesario mirar a la población que ya tenía un padecimiento, o era vulnerable y no estaba en tratamiento. En las situaciones críticas hay grupos que se consideran más vulnerables en general, por ejemplo, las que antes de la pandemia estaban ya en condición de dependencia, los adultos mayores, los niños, las niñas y los adolescentes. Y en muchas comunidades, las mujeres, porque las mujeres son colectivos vulnerables. Los datos lo confirman, por ejemplo: la sobrecarga de la tarea laboral, la tarea doméstica y la escolaridad virtual recayó en un 70% sobre las mujeres, la violencia de género también aumentó. Hoy podríamos decir que hay dos grupos poblacionales en el mundo muy afectados por la pandemia: los equipos de salud y los adolescentes. ¿Qué cosas ve uno en los equipos de salud? El agotamiento. Un estrés sostenido con riesgo de que se vuelva crónico, con enojo, mucho malestar físico y emocional, con agotamiento producto del estrés, con dificultad para concentrarse: cada cosa cuesta el doble o el triple de lo que costaba normalmente. Entonces, los trabajadores de la salud que ya eran un colectivo de riesgo antes de la pandemia — tenían de dos a tres veces la tasa de depresión, de ansiedad, de suicidio de la población general- lo que hizo la pandemia fue aumentar el riesgo.
—¿Y la adolescencia? ¿Qué sucede con esa franja etaria?
—La adolescencia es un momento de la vida de transformación, de cambio, de búsqueda de autonomía y de necesidad de estar con los pares, que en el medio de todo esto se vio afectado a nivel mundial. Según los distintos informes e investigaciones, los adolescentes están muy enojados por haber sido estigmatizados como “irresponsables y contagiadores” cuando, en realidad, no solo no lo son sino que, además, han pedido que los involucren más en las estrategias de cuidado, en poder ser ellos quienes les enseñen a los más chicos.
—¿Cuán importante es, en estos contextos especialmente, la ejemplaridad de líderes y dirigentes?
—El funcionamiento de los liderazgos en esto es fundamental. Todos los que ocupan un lugar de liderazgo tienen una responsabilidad suprema.
—¿Cree que han estado a la altura?
—No, creo que faltó a nivel mundial la gestión colectiva del riesgo. Son pocos los líderes que actuaron en consecuencia con la situación. Por ejemplo, en Nueva Zelanda, la Primera Ministra dijo en marzo “llegamos a marzo con 22 fallecidos por la pandemia porque somos un equipo de cinco millones de personas”. O sea, como tienen toda una historia de gestión del riesgo de desastres, tienen claro que hay que involucrar a la comunidad y la comunidad confía en los líderes. Angela Merkel, que para mí es una gran lideresa, ha hecho una gestión fuerte de la pandemia desde el comienzo y aun así ha tenido severos problemas y la gente ha manifestado en contra. Quiero decir: la gestión de la pandemia es una gestión compleja porque justamente lo que hay que entender es que no es una carrera de velocidad sino de resistencia: tiene que haber moderación y no transmitir falsas expectativas. En nuestra cultura no hay una gran confianza, todo termina atravesado por la grieta y los sesgos cognitivos de confirmación. Y eso lo hace más complicado aún. Hay otros países como USA en donde ocurre lo mismo.
—Cuando parecíamos estar de salida, surge la variante delta y el caso del viajero que no respetó la cuarentena y falseó la información sobre sus contactos estrechos.
—Con la pandemia muchas cosas se amplificaron. Las personas que tenían conductas altruistas, solidarias y de cuidado, las potenciaron. Y algunas personas que tenían ciertos rasgos individualistas o hasta psicopáticos suponen que pueden vivir al margen de la ley. Y la pandemia nos muestra que la ley nos atraviesa a todos. O sea, no me refiero a la ley escrita en los códigos sino los límites que impone el vivir, la condición humana; y que si no lo aceptás, la vida te los pone como un cachetazo.
Otras noticias de Coronavirus en la Argentina
Más leídas de Sociedad
Las noticias, en 2 minutos. Milei dijo que Victoria Villarruel no tiene injerencia en el Gobierno; envían al Congreso el proyecto para eliminar las PASO
Tiene 120 efectivos. El Gobierno de la Ciudad creó un cuerpo especial de policías mujeres para manifestaciones
Cuáles son y la diferencia de este año. El Gobierno adelantó las fechas de los días no laborables con fines turísticos de 2025
¿Llega una nueva ola de inmigrantes? Los venezolanos lideran los permisos de residencia y afianzan sus vidas en la Argentina