Nació como el homenaje de una madre que perdió a su hijo en un siniestro de tránsito y, con los años, se incorporó oficialmente como una nueva señal vial; el impacto de una campaña que interpela y el reclamo de familiares que piden sanciones concretas; el mapa de las muertes en la ciudad
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El 4 de febrero pasado se colocó una de las últimas estrellas amarillas en la ciudad de Buenos Aires. Está en la calle Hornos al 900, en el barrio de Barracas, y es la que recuerda a Nicolás Matías Gayoso, quien el 2 de noviembre circulaba en moto por la subida a la autopista 9 de Julio Sur cuando, se cree, perdió el control a raíz de las ramas crecidas de un árbol y fue embestido por un camión. “No se sabe qué pasó porque no había cámaras, a pesar de que hay un cartel que dice que sí, y no hay testigos aunque había un montón de gente porque a mi hijo lo filmaron y se hicieron videos que fueron virales de él ya fallecido. Después podaron todo el árbol, quedó una visión muy diferente, y agregaron más guardarraíl. Al camionero lo absolvieron, pero me pregunto cómo es que lo hicieron si no hay pruebas como dicen”, afirma su madre, Leticia Mariana Gayoso, que continúa en la búsqueda de justicia.
Cada vez se ven más estrellas en las calles, llevan el nombre de la persona fallecida y su edad. Sorprenden a conductores o a quienes cruzan por la calle. Y es casis imposible no preguntarse por las historias de los que murieron allí. ¿Quién era? ¿A dónde iba? ¿Qué pasó?
Si bien en CABA se colocaron más carteles en los últimos meses, no se debe al aumento de siniestros viales sino a que había solicitudes acumuladas que no pudieron concretarse a raíz de la pandemia. “Tenemos aproximadamente unas 200 estrellas colocadas desde 2009, pero esto no refleja el total de las víctimas porque no todo el mundo decide homenajear a su familiar de esta forma. Cada una de ellas representa un llamado a tomar conciencia sobre muertes que son evitables, no nos enorgullecemos de colocar estrellas, lo que queremos es hacerlo cada vez menos”, señala Pablo La Spina, gerente de Educación y Conciencia Vial de la Secretaría de Transporte y Obras Públicas porteño.
“Durante la pandemia, la cantidad de muertes bajó porque no había tanta circulación, de todas maneras, en ese momento, la mayoría de los incidentes terminaban en fatalidad porque al haber menos gente en la calle los conductores circulaban a mayor velocidad”, explica La Spina. Las últimas estadísticas, recientemente difundidas, muestran un descenso en el número de víctimas fatales, que se mantiene en baja desde 2010. Aquel año se consignaron 183 muertes, en 2021 fueron 96.
La primera estrella
Paolo tenía 19 años cuando su vida se interrumpió en 2003, tras ser atropellado en Libertador y Corrientes, en Vicente López. Sin saberlo, Teresa Salas de Mellano, su madre, inauguró una modalidad de homenaje que se extendió a todo el país. “Cuando coloqué la primera estrella para Paolo en 2005 nunca pensé que iba a tener ese impacto”, dice Mellano, que preside la Red Nacional de Familiares de Víctimas de Tránsito.
Sobre el origen de la campaña, Mellano asegura que comenzó por una búsqueda personal para indagar qué se hacía en otras partes del mundo en relación a una problemática tan compleja. “Vi que distintos lugares usaban íconos diferentes. En Francia, una paloma. En España, un auto. En Colombia había estrellas negras y pensé que podíamos tener un ícono acá, una estrella también, pero color amarillo porque me parecía que era el que más simbolizaba al tránsito en la Argentina”, recuerda.
Poco después de pintar la primera estrella en el piso en memoria de su hijo -más tarde se establecería la cartelería-, familiares de otras víctimas comenzaron a hacer lo mismo. “Creamos la Red Nacional de Familiares de Víctimas de Tránsito y me recorrí toda la Argentina colocando estrellas y difundiendo esta campaña. Hoy se hace en todas las provincias. Siempre insisto en que tienen que hacerlo con autorización de los municipios, que saben dónde tienen que ir colocadas, altura y distancia del cordón para que no se provoque otro incidente”, advierte.
Aquella idea estremecedora escaló: por disposición de la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV), el símbolo de las estrellas amarillas se incorporó como una nueva señal vial en la Argentina. Según el informe de Siniestralidad Vial Fatal de 2021, publicado en el Observatorio Vial de la ANSV, hubo 3866 muertes en el país como consecuencia de incidentes de tránsito, una cifra que refleja una tendencia a la baja en comparación con años anteriores. En 2018, el total de víctimas alcanzaba los 5493 y en 2019 se ubicó en 4911 (11% menos). En pandemia, durante 2020, el número descendió un 32%, con 3326 decesos, con las calles semidesiertas por los sucesivos confinamientos.
“Colgué la cámara y levanté la foto”
Desde 2003, cuando perdió a su hijo de 7 años atropellado por un conductor alcoholizado en la ciudad de Santa Rosa, en La Pampa, Silvia González trabaja por hacer visible la problemática de la seguridad vial. Desde la Fundación Estrellas Amarillas, que preside, impulsa la sanción de la ley de Alcohol Cero en todo el país. El proyecto establece la prohibición de conducir cualquier tipo de vehículo con motor con una concentración de alcohol superior a 0 miligramos por litro de sangre. “Necesitamos que se establezcan sanciones concretas. Mi hijo murió atropellado por un conductor alcoholizado. Perdí mi oficio, que era el de la fotografía, y quedé muy afectada a nivel psicológico. Siempre digo que colgué la cámara, levanté la foto de mi hijo y empecé con toda esta lucha”, afirma.
La fundación promueve también el proyecto de Velocidad 30 con el fin de lograr ciudades calmas. “Es una norma que se utiliza mucho en Europa, que establece los 30 km/h como la velocidad indicada para circular. Está demostrado que a esa velocidad, de 10 peatones que son atropellados, muere uno, a 50 km/h mueren 6 y a 60 km/h no sobrevive ninguno. El que va a 100 km/h en una ciudad es un asesino. La persona que mató a mi hijo en un parque recreativo a las cinco de la tarde tenía que ir a 20 km/h, pero iba a 70 km/h y alcoholizado”, remata.
El reclamo, más allá de las estrellas
“El factor inconcebible es la velocidad, que es lo que mata siempre. La gente no va a menos de 50 km/h y eso ya es letal, por eso insistimos tanto en que la gente vaya en las calles a 30 km/h”, coincide Ema Cibotti, presidenta de Activvas (Asociación Civil Trabajar contra la Inseguridad Vial y la Violencia con Acciones Sustentables) y madre de Manuel, quien falleció atropellado en el Monumento de los Españoles, en Palermo, en 2006, a los 18 años.
Cibotti sostiene que las estrellas tienen que estar acompañadas por campañas mucho más persistentes en el tiempo. “Esto lo tiene hacer el poder público, hoy no hay campañas contra la velocidad al volante. Ves un cartel y te consternás, pero no sabés que esa persona murió producto de la velocidad. Si no colocás el problema de la velocidad en el discurso político tenemos un entuerto del que no se sale. Cuando hay ciclovías se debe bajar a 10 km/h, pero eso la gente que maneja no lo sabe. La estrella amarilla como señal de advertencia y tributo a la víctima no puede resolver algo que falta. Son necesarias campañas públicas destinadas a la protección de la vida en la vía pública”, finaliza.
Para Mellano es imprescindible reflexionar sobre el cuidado por uno mismo y hacia los demás. “La estrella tiene cinco puntas que son la prevención, justicia, memoria, educación y legislación. Y es un símbolo de resiliencia, los padres y familiares nos abocamos a trabajar en esas cinco puntas. Para nosotros es una opción más para luchar por el otro”, concluye.
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