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La frustración por las lluvias que no llegan (a pesar de la pequeña esperanza que trajeron las precipitaciones iniciadas el jueves), el cansancio y la emoción por el apoyo de la gente. Con esa mezcla de emociones a cuestas, Sofía Heinonen arma cortafuegos para intentar detener el avance de las llamas en Rincón del Socorro, dentro del Parque Nacional Iberá. Está peleando junto a su equipo en la primera línea de batalla contra el fuego, a contrarreloj para salvar todo aquello por lo que han trabajado y está amenazado por los incendios que azotan la provincia.
Los Esteros del Iberá son uno de los grandes humedales de agua dulce del planeta. Además, son probablemente la última muestra de pastizales subtropicales en buen estado de conservación y en grandes extensiones en América del Sur. Dentro del mismo conviven un sinfín de mamíferos, aves, anfibios, reptiles, peces e insectos. Según el Sistema de Información de Biodiversidad (SIB) dentro del parque nacional conviven 190 especies registradas, de las cuales 34 están amenazadas de extinción.
Por su tamaño y calidad de hábitat, allí se llevan adelante ambiciosos proyectos de restauración de ambientes y reintroducción de especies localmente extintas como el yaguareté, el oso hormiguero, el tapir, el pecarí de collar, el venado de las pampas, el muitú, la chuña de patas rojas, el lobo gargantilla y el guacamayo rojo. Esta iniciativa es fruto de un trabajo conjunto entre la Administración de Parques Nacionales (APN), el Gobierno de Corrientes y la ONG Rewilding Argentina. Si bien aseguran que todavía es temprano para medir consecuencias, en la organización ya estiman que se perdió el equivalente a “dos o tres años de trabajo”.
“Hace días que está prendido y el viento lo lleva para un lado y para el otro, quema acá y quema allá, pero no se extingue; no hay forma de apagarlo”, sostiene extenuada Heinonen, bióloga y directora de Rewilding Argentina quien esta semana pasó noches sin dormir. “Estamos con la soga al cuello, rodeados de fuego de altísima intensidad”, agrega.
Al momento, según estimaciones de la organización a partir de imágenes satelitales, ya se quemó el 58% del Parque Nacional Iberá. Esto representa un gran golpe en materia de conservación ya que se trata de uno de los puntos más biodiversos del país.
El fuego avanza en Corrientes y quema a su paso humedales, esteros, campos, pastizales, malezales, bosques y montes nativos y otros ambientes naturales de la provincia. Cada uno cumple un rol diferente a nivel ecosistémico y tiene un tiempo de regeneración distinto. Los expertos coinciden en que probablemente los humedales y pastizales puedan recomponer su flora con cierta facilidad en el corto plazo, aunque este no sea el caso de los bosques del sur de la provincia y de la región selvática del norte. Lo que va a costar, en todos los casos, es recomponer su fauna.
Biodiversidad bajo amenaza
Corrientes es hogar de más de 380 especies de pájaros. “La mayor parte de las aves amenazadas del cono sur viven en campos y malezales de la provincia y no son especies que se puedan refugiar en otro ecosistema”, explica Hernán Casañas, director ejecutivo de Aves Argentinas, una de las ONG ambientales más antiguas del país.
Aves como el yetapá de collar -emblema del Parque Nacional-, el tordo amarillo y el capuchino iberá son aquellas que más preocupación despiertan entre los ornitólogos debido al acotado número de individuos y a su frágil estado de conservación previo a los fuegos. “Es un golpe seguro a las poblaciones. Se han quemado nidos, pichones y muchos bichos. Algunas de estas especies, como el capuchino iberá, son prácticamente exclusivas de nuestro país. Es un patrimonio genético que si se pierde, lo pierde el mundo”, advierte Casañas.
"Los animales que se hayan podido salvar o desplazarse ya no cuentan con su hábitat. Algunos no tendrán agua o alimento, o habrá competencia de nicho porque los recursos son escasos"
Betania González, directora nacional de Biodiversidad
En 2016, Adrián Di Giacomo, ornitólogo e investigador del CONICET en el Laboratorio de Biología de la Conservación (CECOAL,Corrientes), fue el primero en describir para la ciencia al capuchino iberá junto a su colega Cecilia Kopuchian. Esta peculiar especie, que solo se reproduce en los Esteros del Iberá, es una de las que mayor riesgo corre debido a que su población global se estima en menos de 1000 individuos, y ya venía sufriendo los efectos de la sequía con un éxito reproductivo muy bajo, de apenas 16 nidos exitosos cada 100: “El año que viene no sabemos cómo va a estar la población. El futuro de la especie era incierto, peligroso y riesgoso; y ahora lo es aún más”.
En el caso del tordo amarillo, esta especie se encuentra en peligro crítico de extinción, con alrededor de 600 ejemplares adultos. Si bien era amplia su distribución, en la actualidad sólo persisten dos poblaciones en el país: una en Entre Ríos y la otra en Corrientes, con la población reproductiva principal en la cuenca de Aguapey y otra recientemente descubierta en el Iberá, dos zonas fuertemente golpeadas por los focos ígneos en Corrientes. Di Giacomo señala también con preocupación la suerte del yetapá de collar, estrella codiciada de los observadores de aves e insignia del Parque Nacional Iberá: “Está contra las cuerdas porque casi toda su área de distribución se quema y el pastizal donde nidifica vuelve a adquirir la configuración que les permite nidificar tres años después”.
Además de estas aves, algunos mamíferos como el venado de las pampas, el yaguareté, el oso hormiguero, el aguará guazú, el ciervo de los pantanos y el mono carayá habitan las zonas afectadas y están en peligro de extinción.
“Hay especies que nos preocupan más, cómo las poblaciones del mono carayá, porque su hábitat fue fuertemente afectado de forma diferente a lo que siempre ocurre”, asegura el ingeniero Juan Garibaldi, director de conservación de la regional noreste de la APN. En la misma línea, Betania González, directora nacional de biodiversidad del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible resalta la delicada situación de esta especie: “Todos los primates en la Argentina tienen algún nivel de amenaza”.
“Otra población muy sensible son los anfibios y reptiles, que si bien no están amenazados y el riesgo no es la supervivencia de la especie, van a estar muy afectados por la sequía y el fuego porque tienen un desplazamiento muy lento”, sostiene González.
En el caso del yaguareté, predador tope del ecosistema y que se encuentra en peligro crítico de extinción, los riesgos no parecerían ser mayores: “Tienen una capacidad de moverse impresionante. Son muy plásticos y va a ser difícil que queden atrapados”, asegura Heinonen. En Iberá hay reintroducidos al momento ocho ejemplares de este gran felino, que cumple roles ecológicos clave.
Con el avance del fuego sobre algunos sectores del Parque, el equipo liderado por Sofía Heinonen adoptó distintas estrategias según la intensidad del fuego, la velocidad de su propagación y la especie en cuestión. De las seis estaciones biológicas que tienen dentro del Parque (Cambyretá, Yerbalito, San Nicolás, Carambola, Rincón del Socorro y San Alonso) cinco resultaron afectadas por los focos de incendio.
En algunos casos, como en el de los guacamayos y los muitúes, tomaron la determinación de recapturar en la zona del portal Cambyretá, al norte del Parque, a los ejemplares que habían sido recientemente reinsertados -tanto los individuos adultos, como sus pichones y sus nidos- para asegurar su supervivencia. En los casos de las especies con ejemplares con collares GPS, se optó por su seguimiento satelital para monitorear que no quedaran atrapados en el fuego. “Por suerte pudimos ver que todos se movieron. Así que creemos que les fue bien”, manifiesta, con cierto alivio.
Dentro de la isla San Alonso funciona el corazón del proyecto de reintroducciones. Allí se encuentran seis nutrias gigantes (Nanay, Alondra, Coco y sus tres cachorros) y una yaguareté llamada Mbarete. Dos frentes de fuego se avecinan desde el norte, pero ya se realizaron extensos cortafuegos y prevén un plan de contingencia para el traslado de estas especies, e incluso, una liberación anticipada: “Ante la fatalidad de que puedan morirse, más vale liberarlos”, explica Heinonen.
Tanto desde el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible como desde la Administración de Parques Nacionales confirmaron a LA NACION el arribo a la zona de un equipo integrado por biólogos, veterinarios y especialistas en imágenes para hacer una evaluación de la afectación del fuego a la fauna y la flora. “Son mediciones donde se cuentan los animales muertos y toman datos en campo que después se cotejan con imágenes satelitales para extender el muestreo y hacer una evaluación completa en territorio”, señala Garibaldi, de Parques Nacionales.
El día después
Estas semanas fueron muy duras para el proyecto que funciona en el Parque Nacional Iberá, fundado en 2018 tras la donación al Estado de las tierras por parte del fallecido filántropo estadounidense Douglas Tompkins y su mujer Kristine McDivitt, embajadora de Áreas Protegidas de la ONU, para su conservación a perpetuidad. Y el panorama tampoco resulta alentador para los próximos meses.
“Los animales que se hayan podido salvar o desplazarse ya no cuentan con su hábitat. Algunos no tendrán agua o alimento, o habrá competencia de nicho porque los recursos son escasos”, evalúa González, del ministerio de Ambiente, quien recorrió las zonas afectadas.
Por su parte, Garibaldi sostiene la necesidad de cuidar las poblaciones que sobrevivieron y garantizar que “haya conectividad entre los parches de ambientes naturales para que esas poblaciones recolonicen el área donde se perdió o disminuyó la población de la especie”.
“Tenemos que ver a los Esteros del Iberá de otra manera. Ya no es ese lugar lleno de agua con el que podíamos contar siempre, sino que tenemos que estudiar mejor cuáles son los lugares que, en un escenario de cambio climático, van a quedar con agua, se van a convertir en pastizales y cuál va a ser el nuevo mapa de distribución de especies”, dice Heinonen. Mientras dialoga con LA NACION se escuchan unos ruidos. La bióloga explica que ve a sus compañeros correr en dirección al campo. “Estamos todos en alerta, en emergencia, sin dormir”, suspira. Un nuevo frente avanza en el Iberá.
Parte de la fauna amenazada por los incendios en Corrientes
Créditos fotográficos: Matías Rebak (Rewilding Argentina), Gonzalo Prados (Fundación Temaikèn), Rafael Abuín (Rewilding Argentina), Walter Prado, Adrián Di Giacomo (Aves Argentinas), Joaquín Ghiorzo (Aves Argentinas), Fundación Temaikèn y Sabina de Lucca (Aves Argentinas).
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