Coronavirus en la Argentina. "Este año no esperamos nada". Cómo la pandemia agudizó la depresión entre los adolescentes
"Uno siempre tiene algo por lo que cuenta los días y espera que pase. Pero bueno, este año no esperamos nada", resume Jazmín Grinberg, de 17 años, para definir cómo afectó su estado de ánimo y el de sus amigas la cuarentena.
"A mí me afectó muchísimo, porque este es mi último año. Desde la primaria estoy esperando el boliche, el viaje y la gala. Los planes que teníamos se cayeron por la incertidumbre. No se puede hablar de postergar, nosotros ya cancelamos todo y nos devolvieron la plata. Además, muchos esperábamos este año para definir qué estudiar. Ir a conocer universidades, tener entrevistas. Todo desapareció. Yo ya sé qué voy a estudiar, pero mis amigas que no saben están en pánico. Es muy duro. Igual, lo que más me costó es no ver a nadie por tanto tiempo. Los profesores lo notan, ponen la mejor onda y nos dicen que nos ven desmotivados. ¿Cómo no vamos a estar deprimidos? Fue horrendo sentir que mi último año iba a ser ver a mis amigas por Zoom", completa.
¿Qué es lo que más les afectó a los adolescentes de la pandemia? No ver a los amigos, según apunta un estudio que entrevistó a 1000 adolescentes que impulsó la Fundación Vivir Agradecidos, que reúne a especialistas de distintas áreas, con el foco puesto en dar respuestas innovadoras y sistémicas a los desafíos educativos del siglo XXI.
En esta oportunidad, convocó a profesionales en salud y educación (Equipo Pionero) para elaborar un diagnóstico de la situación emocional de los adolescentes en el contexto de la cuarentena y la distancia social. Los resultados apuntan que siete de cada diez adolescentes manifiesta signos de depresión. El 26,7% experimenta una depresión moderada, y el 40,3% formas graves. Además, más de la mitad desarrolló problemas de ansiedad y el 61% no muestra resiliencia, es decir la capacidad de sobreponerse y transformarse para seguir adelante en la crisis.
La vida de los adolescentes cambió mucho en esta cuarentena. Desde los horarios hasta las demandas educativas. Se acuestan más tarde, pasan buena parte del día en pijama, pelean con sus padres cuando les piden que hagan la cama o levanten la mesa, hacen Netflix Parties con sus amigos, que son largas maratones nocturnas de programas de la plataforma de streaming, que, mediante una aplicación, ven de a varios a la vez y comentan la película o serie, como si la estuvieran viendo juntos. Otros pasan la noche en juegos en red. El horario de sueño se trasladó de 6 a.m. a 3 p.m. Pero eso implica que se pongan el despertador para participar de las clases por Zoom y que asistan medio dormidos. Sin embargo, estas nuevas rutinas, lejos de bajar su estrés, los están acercando a la depresión, según señalan distintos estudios.
"Encontramos un vínculo muy fuerte entre la resiliencia y la depresión. Los chicos que desarrollan la resiliencia tienen menos chances de caer en depresión. Pero lo bueno es que esto también se puede aprender durante la crisis. Por eso, entendemos que el gran desafío del sistema educativo en esta etapa no es impartir conocimientos sino enseñar a los chicos a buscar las herramientas que les permita seguir adelante", apunta la psicóloga Marina Manzione, especialista en niñez y adolescencia, que formó parte de Equipo Pionero, que llevó adelante el estudio.
Ya a comienzos de la pandemia, distintos estudios habían alertado sobre el impacto que la cuarentena estaba teniendo en el bienestar emocional de los adolescentes. Un estudio del Instituto de Neurociencias Cognitivas y Traslacionales de CONICET-Fundación INECO-Universidad Favalor o sorprendió a los investigadores cuando estudiaron el humor social. Pensaron que iban a encontrar mayores indicadores de depresión en los adultos mayores de 65 años, por el encierro. Sin embargo, se encontraron que los menores de 25 años experimentaban con mayor frecuencia cuadros de depresión profunda.
¿Cuáles fueron los factores que activaron el malestar adolescente durante la pandemia? Según las respuestas, la principal, no poder ver a los amigos, seguida por el malhumor que les genera tener que estudiar desde una PC. También les da mucho miedo que un familiar enferme de Covid. ¿Cómo se siente la depresión en la adolescencia? Las respuestas más frecuentes con las que se encontraron los especialistas del Equipo Pionero fueron "tengo dificultad para concentrarme en ciertas actividades". También indicaron que les cuesta conciliar el sueño y permanecer dormido; y la tercera respuesta que más se repitió fue que se sienten cansados o sin energía.
Resiliencia
El estudio del Equipo Pionero apuntó que seis de cada diez adolescentes no mostraron resiliencia. Pero, en cambio, otros cuatro, sí. La pregunta es ¿qué los vuelve resilientes? Los especialistas utilizaron un cuestionario estandarizado que se utiliza para medir la resiliencia. Entre los adolescentes, las respuestas más frecuentes encontradas entre los resilientes fueron "Encuentro algo de qué reírme"; "Me las arreglo de una forma u otra"; "En la emergencia, soy alguien en quien la gente busca ayuda" y también "Mi vida tiene sentido".
"Esto significa que el humor, la autoestima, el sentirse alguien que puede ayudar a otros o tener claro el propósito en la vida ayudan a los adolescentes a poder enfrentar lo que les está tocando atravesar, aprender y salir transformados de esta experiencia. En cambio, sentirse solos y no entender el propósito de la cuarentena, generan el efecto contrario", dice Manzione.
Nazareno Fullana, cumplió 18 años hace una semana. "Al principio, pensé que iban a ser vacaciones y que había que disfrutarlas. Dormir hasta tarde, maratonear. Me iba a dormir a las 5 o 6 de la mañana y me levantaba a las 3 de la tarde. Si tenía clase, me ponía el despertador y me conectaba desde la cama, así medio zombi. Ni participaba ni me acordaba de qué había sido la clase. Pero después me empecé a sentir mal conmigo mismo. No sirvo para estar quieto y en cambio estaba todo el día en mi cuarto", cuenta.
Entonces, llegó el momento de quiebre. Nazareno, que va al colegio Santa Rosa de Lima, en Munro, se planteó a sí mismo un cambio. "Me dije, basta. Empecé a salir a correr o a andar en bici y me cambió el humor. Decidí levantarme a las 9.30. Ahora, mientras desayuno me escribo en una libretita todas las cosas que quiero hacer en el día. Me pongo objetivos y los cumplo. Mis papás me dijeron me ven distinto, que antes estaba muy pálido porque no salía ni al patio. Ahora voy al río y a veces me junto con mis amigos en alguna plaza. Respetamos la distancia, hablamos de nuestras cosas, nos motivamos a hacer cursos y cosas que nos gustan. Me hace mucho bien", cuenta.
La semana pasada, festejó su cumpleaños en una plaza de Munro con sus amigos. "Decidí cortar con el bajón. Me anoté en un curso de producción de radio, porque el año que viene voy a empezar Ciencias de la Comunicación. Me hace bien sentir que no pierdo los días, conectarme con otra gente y enfocarme en el año que viene. Dejé de pensar en este año y en todo lo que perdí. Ya fue el viaje y todo lo que tiene que ver con el cierre de la secundaria. Ahora, pensar en proyectos me cambió la cabeza", dice.
Es una lucha constante, de todas formas. Por la noche, cuando el sueño no llega, cuando se da vueltas en la cama y sabe que muchos de sus amigos están jugando online o haciendo un tuttifrutti por videollamada. "Ya pasé esa etapa, estuve a full con eso y ahora quiero otra cosa", dice.
Jazmín Grinberg, de 17, vive en San Isidro con sus padres y su hermana mayor. Hace algunos días, cuando un profesor les encargó una producción escrita se dio cuenta que eso que antes hacía brotar su creatividad, había desaparecido. Nada, no le salía nada. "Esto nos afectó la creatividad. Nos piden que escribamos o participemos, pero no tenemos ganas. El desgano nos gana. Es un ciclo de nunca hacer las cosas porque nunca tenemos ganas. Las clases virtuales son difíciles. Los profesores son muy atentos y ponen mucha predisposición, nos dan espacio para contar lo que nos pasa, pero las exigencias son las mismas. Tenemos pruebas, que se toman online. Es más fácil copiarse. Yo decidí no copiarme para saber dónde estoy. Lo difícil son los trabajos prácticos, que nos generan mucho tiempo de trabajo en casa. Nos bombardeaban. Diez materias para entregar diez trabajos en una semana, es mucho. Sobre todo porque no nos motiva nada", dice.
El hip hop era la pasión de Jazmín hasta antes de la cuarentena. Aunque sigue participando de las clases online, dice que ya no es lo mismo. "El hip hop demanda mucha energía. Tenés que estar muy arriba para moverte. Y a veces, siento que no tengo ganas", dice. Dormir no es tarea fácil. "Me pasa que me voy a la cama y no me puedo dormir, porque como no hice nada físico durante el día, no estoy cansada, además no me levanté muy temprano. Y me cuesta mucho", explica.
"Extraño un montón de cosas del año pasado", dice Jasmijn Griffioen, que tiene 15 años y vive en Tandil. "Es una fiaca levantarse temprano, porque en la cuarentena uno dice, no mejor sigo durmiendo, pero antes tenía las tardes más libres. Este año iba a empezar clases de arte y se canceló todo. Eso lo extraño. También ver a mis compañeras en el salón y estar juntas. Hace un montón que no nos vemos. Con las cosas de la escuela ya estoy re organizada. Al principio era un caos, porque los profesores mandaban mucha tarea en todos los días y horarios. Ahora empecé a usar una agenda y trato de estar al día. Me levanto a las 9 o 10 y hago tarea hasta el mediodía y después sigo a la tarde. Antes, tenía más tiempo libre", cuenta.
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