“¡Está nuevo y no le entra!” El drama de los uniformes y el boom de los grupos de intercambio
La vuelta a la presencialidad y el temor a que dure poco mantiene en vilo a los padres a la hora de equipar a los chicos para volver a clases
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El uniforme de los chicos quedó nuevo. Apenas lo usaron dos semanas y había comprado todo nuevo, hasta las zapatillas. Con cierta expectativa, pero también con temor, Miranda Balmaceda, madre de Emiliano de 10 años y de Milena, de seis, los convocó al living para la prueba de fuego. Y su mayor temor se confirmó. No les entraba nada. “Crecieron como si fuera dos años. No sé si la cuarentena tuvo un efecto especial en los chicos pero al más grande, los pantalones le quedaron de calzas”, dice Miranda. Y la más chiquita parecía la hermanastra de la Cenicienta tratando de entrar en las zapatillas… después de pasar todo el año en Crocs, volver a un calzado estricto y cerrado parece lo más difícil.
Fue allí cuando a Miranda se le prendió “la lamparita”. Estaba todo nuevo, pero a ella no le servía. Entonces, organizó un grupo de venta e intercambio de uniformes y libros usados entre las familias del colegio Carlos Steeb, de Villa del Parque. Karina, otra madre, la ayudó y en cuestión de dos días ya había casi 200 miembros que intercambiaban lo que la cuarentena dejó sin usar.
No se trata de una excepción. Por estos días, mientras ya se inició la cuenta regresiva para que los chicos vuelvan a las aulas, en casi todos los colegios los padres y las madres se organizan para que el regreso sea lo menos dolorosa posible. Al menos en términos de inversión en uniformes y útiles.
“Las mochilas ni se tocaron, pasan de grado con los chicos, porque prácticamente todos los útiles están intactos. Es muy poco lo que compramos este año. Sobre todo, porque no sabemos cuánto de eso se va a usar realmente este año y si con la semipresencialidad, los requerimientos van a ser otros”, dice Miranda.
Graciela Tajer, de la casa de uniformes Pibot, de Mataderos, lo confirma. “Los padres están comprando lo mínimo indispensable. El short, la chomba… un solo para arrancar. Ya no llevan varios. Pocos se animan a comprar el equipo de gimnasia para el invierno, porque dudan de si habrá clases”, explica. La casa, que está sobre la avenida Alberdi, lanzó una promoción que fue la salvación para muchos padres: les ofrece cambiar el talle de los uniformes que se compraron allí el año pasado y que quedaron chicos. Eso sí, explica Tajer, tienen que estar sin uso. A principio de año, los padres suelen comprar varias remeras, o chombas o la ropa de abrigo y si no lo llegaron a usar, se los cambiamos sin problemas. Lo mismo para este año, lo que no se use, se podrá cambiar más adelante”, plantea. La iniciativa prendió entre los padres de la zona y por estos días, el local se llenó de gente que vino a hacer el recambio.
Esperemos a ver qué pasa
Las madres del colegio NEA, de Belgrano, se plantearon una disyuntiva similar frente al dilema del uniforme que quedó chico. Y por eso, elevaron una carta a las autoridades y consiguieron que se autorizara a los chicos a volver a clases con una versión acotada del uniforme, esto es jean, zapatillas y remera del colegio y que a medida que se viera cómo venía el año, se pudiera reevaluar la compra o no del conjunto completo.
“Nosotros este año decidimos cambiar a las chicas de colegio. Y, justamente teníamos todo el uniforme del colegio anterior nuevo, con apenas 15 días de uso. Publiqué en los grupos de Facebook de compra y venta de uniformes y como puse buenos precios, me los sacaron de las manos. En pocos días, resolví todo y les compré los uniformes nuevos por menos de lo que vendí los anteriores”, cuenta Florencia Rodríguez, que anotó a sus dos hijas de once y nueve años en una escuela de Villa Real.
A mitad de precio
Los precios varían según los colegios, pero si en promedio el equipo de gimnasia en las casas de uniformes ronda los $4000, las chombas más de $1000 y las polleras $1200. En los grupos de venta que armaron los padres salen menos de la mitad.
Pero no todos son grupos de venta; algunos funcionan con sistema de intercambio.
Daniela Correas tiene una hija en cuarto grado y otra en segundo año del Instituto Victoria Ocampo. “Con las madres amigas, lo que hacemos es organizar el stock de uniformes que tenemos y lo compartimos en un Excel. Entonces, cada una va marcando con qué se queda de la otra. Y así todas felices. Además, en Facebook hay un grupo que armó una especie de feria y ahí se publica para comprar y vender uniformes y libros de años anteriores. Es genial porque a veces conseguís cosas casi nuevas, y a menos del 50%”, explica.
“Este año, no me vuelvo a clavar con unas zapatillas negras”, anuncia Victoria Figas, madre de Francisca, de nueve años. “A nosotros nos quedó todo el uniforme nuevo. Hasta el sweater tiene la etiqueta. Así que lo que no le entra lo voy a vender. Por otro lado, ya nos avisaron que la escuela va a ser semipresencial, así que no voy a comprar muchas cosas. Lo mínimo. Chombas, en otras épocas, compraba varias para ir cambiando. Ahora compré una y veremos. Las zapatillas, aunque no son del color del uniforme, va a ir con las que tiene”, asegura.
Todo nuevo, no
“Estamos a la espera que se defina en provincia el comienzo de clases, pero mientras los chats de madres son un hervidero: ¿compramos uniforme, zapatos, útiles? La realidad es que una cosa es arrancar con la presencialidad, que requiere de una organización de compra de cosas materiales que continuar de algún modo con la virtualidad y bueno, seguimos con lo que teníamos. ¡Y eso incluye hasta la cartuchera! Si arranca le compro todo nuevo, si va a estar en casa tiene un lapicero lleno de lápices usados…”, cuenta Paola, la madre de Violeta, de 8 años y tía de Lola, de 9 años, que van al mismo colegio, República Argentina de Bernal, y hoy se juntaron para probar uniformes e intercambiar lo que queda chico.
“Los zapatos, por ejemplo, me los da la mamá de su compañerita, que le pasó lo mismo que a mí con las zapatillas. Compró unos de cuero al arrancar la clase y durante el año la nena aumentó dos talles de calzado, ya no le sirven y están impecables. Una mamá que cambia al nene de colegio me deja la campera, también intacta sin usar del año pasado”, sostiene Paola.
Las mochilas vienen lentas
El armado de las mochilas también es algo que viene relegado, estiman en las principales librerías. “A diferencia de las últimas temporadas, en donde anticipar la compra de útiles para la vuelta a clases parecía ser una buena opción, para evitar las largas filas, este año se ve cierta cautela. Esto se debe a las incógnitas que genera esta nueva normalidad. Hasta hace apenas unos días los padres se preguntaban si volverían las clases, por cuánto tiempo, si los útiles serán requeridos y en qué cantidad. Hoy parece haber un escenario un poco más claro respecto a presencialidad y virtualidad combinada y eso está acelerando la compra”, explica Germán Di Carlo, CEO de Staples Argentina. Según estima, la demanda de útiles escolares está por debajo de lo normal en un 35%, aunque confían en que se recupere en las próximas semanas.
Más tecnología y menos útiles
“Algunos colegios que solicitan los útiles a comienzo de año, han devuelto a los padres parte de los mismos durante el 2020 por no haberlos utilizado. Aun no se nota el impacto de que sean selectivos en los útiles escolares respecto a lo que tienen y a lo que no. Lo que se observa es la falta de listas escolares, que a esta altura estaban circulando, y que los padres trataban de resolver antes del comienzo del ciclo lectivo”, señala Di Carlo.
Otro de los cambios que trae esta nueva normalidad y la vuelta a la presencialidad es que los padres están más preocupados por el equipamiento tecnológico que por la compra de uniformes y armado de mochilas. Desde Staples explican que hay un aumento significativo en la demanda de insumos tecnológicos como mouse, teclados y auriculares, pero también elementos para poder estudiar a distancia como sillas, escritorios, pizarras y de ergonomía.
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