"Esperar ese hijo que no llega te revuelca como un tsunami"
Entrevista a Luciana Mantero, autora de "El deseo más grande del mundo", de Paidós, que recorre el país para conversar con mujeres que luchan por convertirse en madres
Apenas publicó el libro "El deseo más grande del mundo", hace casi dos años, la periodista y escritora Luciana Mantero comenzó a recibir una catarata de mensajes de mujeres que atravesaban tratamientos de fertilidad, que habían perdido embarazos, que esperaban en una larga lista de candidatos a adoptar... todas con el mismo sueño, convertido en pesadilla: ser mamá. La angustia de tener que insistir en esa vocación había teñido por completo el placer de la búsqueda. Para ellas, la vida parecía haberse detenido. Y sólo retomaría su curso el día que lograran cumplir con ese, que era la madre de todos los deseos. Desde entonces, los mensajes no han cesado. El libro se convirtió en un éxito de ventas y acaba de publicarse en italiano, con excelentes recomendaciones del nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa en su portada. Cuenta la historia de la autora en la búsqueda de su segundo hijo, junto con la de otras nueve mujeres que soñaban con un hijo que no llegaba. "El deseo más grande del mundo" terminó por crear un espacio de identificación y contención para miles de parejas con historias similares. Desde el último sábado, la autora, esposa del jefe de gabinete de ministros, Marcos Peña, emprendió un tour que la llevará durante los siguientes meses a recorrer distintas provincias del país, para encontrarse con aquellos que sueñan con ese hijo que no llega.
–¿Cómo se transforma la vida de una mujer que anhela ser madre y no lo logra?
–No hay una sola forma de vivir esta situación si no tantas como personas; pero hay muchísimos puntos en común. A la mayoría el tema nos revuelca como un tsunami. Esa fantasía de que el hijo vendrá como fruto de una noche de amor y placer se transforma en una rutina de estudios médicos invasivos que implican poner el cuerpo, esperas desmesuradas a los médicos, esperas ansiosas por los resultados de los análisis y la ovulación cada mes, la vida íntima de la pareja trastocada, sumada a la angustia que acecha frente a la idea de que no podremos ser madres. Y la soledad, porque a muchas nos da vergüenza hablar del tema, que implica socialmente para hombres y mujeres cierta supuesta "debilidad", menos hombría o menos femineidad. Es un tiempo que es casi como un limbo, como un destiempo en el que postergamos otras decisiones –cambiar de trabajo, viajes, mudarnos, encarar nuevos proyectos– a la espera de ese hijo que no llega.
–¿Hasta dónde está dispuesta a llegar una mujer que busca un hijo?
–Depende de cada uno, de sus valores, de su códigos morales, de su manera de ver la vida. En El deseo más grande del mundo cuento desde la historia de una mujer que se subió a un micro y se fue a Misiones a comprar un bebé de una mujer en situación de pobreza (algo absolutamente ilegal), hasta la de otra que dice que su límite es la ovodonación. Hay quienes están dispuestos a dejar la pareja, el cuerpo, su patrimonio y la vida en esto y otros que en seguida se dan cuenta que pueden ser felices sin hijos y ponen el límite a la vista. La pregunta que sobrevuela en el libro es justamente es esa: ¿Hasta donde estás dispuesta a llegar? ¿Vale la pena?
–¿La no llegada del hijo tiene una carga distinta en los miembros de la pareja? Hasta qué punto este es un profundo deseo femenino?
–Creo que es un profundo deseo del ser humano, hombre o mujer, o al menos de la gran mayoría. La diferencia es que la mujer es la que pone el cuerpo, la que amamanta y, como digo en el libro, como están dadas las cosas en nuestra cultura, nos guste o no, es la que dedicará más tiempo y energía en su vida a la crianza y a las cuestiones cotidianas –algo que tendría que ser mucho más repartido– postergando otros proyectos o deseos. Y entonces ese plan mental y emocional que nos hacemos para nosotras cuando decidimos tener un hijo, es mucho más un plan de vida, que ahora tenemos en suspenso. Esa carga distinta de cuerpo, tiempo y energía –aunque no del deseo– se traduce en el peso y el dolor de la búsqueda frustrada. Es difícil para los dos pero para la mujer, en general, es peor.
–¿Cómo ocurrió en tu caso? ¿Esa búsqueda fue el punto de partida del libro?
–Mi caso, en este sentido no fue distinto al de otros. Pero el punto de partida de este libro fue más un proyecto profesional que personal, es decir, no fue una catarsis. Lo disparó un concurso de periodismo narrativo. Estaba embarazada de siete meses, no podía salir a reportear, buscaba una buena historia sobre la que escribir y sentía que tenía una entre manos –la mía–, sobre un tema de interés social… acababa de aprobarse la Ley de Reproducción Asistida-. Esa crónica tan personal derivó en una nota que publicó La Nación Revista y fue el germen del libro. Decidí enriquecerlo con las historias de otras nueve mujeres a quienes también les había costado tener hijos y así compuse, con mi historia llevando el hilo narrativo del libro, El deseo más grande del mundo. Me habían diagnosticado menopausia precoz a los 33 años, cuando había empezado a buscar a mi segundo hijo. Viví las etapas que vivimos todas: enojo, dolor, preguntarme por qué a mí, correr a los brazos de la medicina reproductiva buscando una solución, buscar lugares de consuelo y hasta remedios mágicos o ligados a la fe. Peregriné por siete médicos que me decían que era prácticamente imposible ser madre con mis propios óvulos, empecé a duelar la maternidad genética, me derrumbé, me levanté, acepté lo que me estaba pasado y entendí que la maternidad era mucho más que la genética y que un hijo nacido con óvulos donados sería otro final feliz. Y cuando empecé el camino hacia la ovodonación, milagrosamente, quedé embarazada de forma natural.
–Tu libro hizo eco en miles de mujeres que están en la misma búsqueda. ¿Por qué creés que fue? ¿Les permitió encontrar un espacio para compartir experiencias y sentirse contenidas?
–Definitivamente. Esto de sentir que una no está sola, que no está loca por sentir lo que siente, verse reconocida en las demás… de alguna manera supongo que las lectoras sienten que el libro valida lo que les pasa y las acompaña. El deseo más grande del mundo encontró un nicho de miles de personas que se sienten solas con su dolor y no encuentran un lugar donde compartirlo. También creo que aportó mucho a la hora de transmitirles a las parejas, hombres o mujeres, lo que sienten. Hace poco una lectora posteó en un grupo de Facebook una foto del libro sobre la guantera del auto, de fondo se veía la ruta, el campo, y escribió: “Mientras viajamos rumbo al próximo tratamiento, mi marido no quiere que deje de leer”. Otra me contó que después de varios tratamientos se fueron con su marido al campo a descansar unos días y se lo llevaron. Lo leyeron durante esos días, lloraron, se encontraron. A las semanas de volver, justo antes de empezar el próximo intento, se enteró de que estaba embarazada. Hay algo muy profundo que se mueve cuando uno se siente reconocido en otros.
–¿Cómo es el día a día de alguien que está en esta otra espera, que no es nada dulce?
–Es una espera dolorosa que se traduce en esperas. En general está atravesada por la espera anhelante, por el oficio de poner el cuerpo y por la angustia. La espera a médicos en las salas de espera, la espera en para hacer los trámites en la obra social, la espera de si la menstruación llega o no llega, si ovulamos o no, si los resultados de los análisis dan bien o no, si el tratamiento funcionó y estamos esperando un hijo, o no. Ponemos el cuerpo en análisis invasivos, nos inyectamos hormonas, nos aspiran óvulos o nos transfieren embriones en el marco de los tratamientos de fertilidad. Y sufrimos pensando que tal vez no seremos madres...
–Vas a recorrer el país, participando de encuentros para parejas que están en la búsqueda de un hijo. ¿Cómo surgió la idea y con qué situaciones te encontraste en las provincias?
–En septiembre de 2016 la periodista especializada en temas de maternidad Alejandra García Krizanec me invitó a viajar a Córdoba para dar una charla en el marco de un té con 150 mujeres y hombres, gratuita, en un hotel de la ciudad. Se asoció con un centro local de fertilidad para poder hacerlo y al final de la charla el doctor César Sánchez Sarmiento respondió preguntas médicas. Se sobrepasó el cupo de inscripción. El evento fue un éxito y se generó un clima tan lindo, los mensajes que recibimos el día después a través de las redes sociales fueron tan conmovedores, que decidimos en 2017 seguir haciendo estos eventos con la misma metodología. Yo había viajado a muchas ferias del libro y me daba cuenta de que no era el ámbito apropiado para un libro como este.
–Es más difícil buscar un hijo para alguien que vive en el interior del país?
–Si, es más difícil. Hay menos acceso a la tecnología de la reproducción, porque los centros más avanzados están en Buenos Aires y en las grandes ciudades. Y está el tema del viaje, que agrega todo el trastorno para la vida y el costo económico. A esto se suma que en los pueblos o ciudades chicas, y aún en muchas grandes, hay en general una mentalidad conservadora respecto a este tema. Y que todo se sabe. Me ha pasado en Venado Tuerto, donde un señor que llegó justo al filo de una presentación, entró cabizbajo, nervioso, se acercó a un puesto en el que se vendía el libro, le habló a la vendedora en susurros, lo compró y se fue rápido mirando al piso. El tema sigue generando vergüenza.
El recorrido de la autora por el interior se inició el sábado último, en Salta y seguirá por Mendoza, el sábado próximo, Mar del Plata (viernes 16), y La Plata (sábado 17), Luján (viernes 23) y Buenos Aires (sábado 24). Las charlas se hacen en alianza con la plataforma Soy Mamá Tv y con el apoyo de distintos centros de fertilidad locales y empresas dedicadas a la mujer, lo que permite que sea un formato gratuito. Para obtener más información se puede escribir a itineranteporargentina@gmail.com o visitar el sitio de Facebook del libro (