Eduardo “Coco” Oderigo quiere que los propios presos y presas que participan del programa de Espartanos actúen de agentes virales y extiendan el método al resto de las cárceles argentinas
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En la página de Espartanos, la ONG que revolucionó las cárceles utilizando al rugby como herramienta de educación e inserción social para los presos, hay un video corto muy revelador de la personalidad de su creador, Eduardo “Coco” Oderigo, y del desafío en el que se encuentran.
Grabado en la cancha de la Unidad 48, del penal de San Martín, el corazón de la tarea de la fundación, donde este viernes inauguran un auditorio, narra el primer día en el que Oderigo entró con pantalones cortos, una pelota de rugby y un fornido compañero de club, que le hacía de virtual guardaespaldas, para proponerle a los presos más violentos de la unidad practicar un deporte cuyo movimiento básico consiste en voltear al rival.
–¿Qué pensaste en ese primer momento? –le pregunta Oderigo a el “Diente”, como llama a Sebastian Laterza, un convicto y jugador de los Espartanos, que le saca una cabeza y media.
–Que íbamos a jugar a la pelota, pero la pelota era ovalada –se ríe Laterza con gesto de gigante bonachón.
–Si el “Diente” no hubiera dicho que sí –sigue Oderigo–, ninguno de los que está acá estaría cambiando su vida. Ahora, la tarea de cada uno de ustedes es decirle que sí al que viene.
El sí del “Diente”
Como los apóstoles a los que Jesús manda a predicar la buena nueva, Oderigo quiere que los propios presos y presas –también hay mujeres– que participan del programa de Espartanos actúen de agentes virales y extiendan el método al resto de las cárceles argentinas. Para hacerlo, necesita convencer a las autoridades de nacionales y de la provincia de Buenos Aires. Pero, por el momento, no está logrando que ni Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad nacional, ni Juan Martín Mena, el ministro de Justicia bonaerense, le den un espacio en su nutrida agenda. Lo que les quiere pedir es simple: que lo dejen exportar los presos que ya son Espartanos por el resto de los pabellones carcelarios. Con esto, dice, contribuirá a mejorar el servicio penitenciario argentino.
El plan de Oderigo surgió de un problema. Un empresario de los tantos que colaboran con los Espartanos brindando oportunidades laborales a los ex presos le dijo que tenía 1500 puestos disponibles. En la bolsa de trabajo que maneja la fundación, sin embargo, no tenían esa cantidad de candidatos. Ahí se dio cuenta de que tenía que escalar la producción de Espartanos.
Espartanos por el mundo
Otro problema que apareció por la misma época lo ayudó a encontrar una posible solución. Un juez decidió que la Unidad 48 de San Martín tenía demasiados convictos y redujo su población a la mitad. Los que se fueron, unos 200 presos, eran parte del programa de Espartanos. Al tiempo, la iniciativa naufragó –el resto de los penales estaban igual de explotados– y la Unidad 48 volvió a recibir 200 presos. Pero no volvieron los originales, los espartanos ya pacificados. “Nos mandaron los más malos de los malos”, se ríe Oderigo.
El riesgo era que el pabellón volviera a caer en la violencia y los vicios que son comunes en las cárceles, pero ocurrió lo contrario. La población remanente de espartanos impuso sus códigos de buena conducta y, mediante el ejemplo, convenció a los recién llegados de las virtudes de hacer deporte y portarse bien.
“Uno de ahí me explicó –sigue Oderigo– que cuando hay 100 malos en la cárcel no es que los 100 son malos. Hay cinco malos y contagian al resto”.
A partir de esa experiencia craneó su proyecto: exportar grupos de espartanos buenos y que estos impongan su cultura. Para eso necesita que le vacíen pabellones en diferentes unidades e instalar allí a un par de espartanos. Luego, el pabellón se vuelve a poblar con presos comunes. El proceso, confía, permitirá que sus embajadores impongan sus liderazgos positivos sobre los nuevos compañeros de celda. Y así, Espartanos multiplicará su escala.
Escala internacional
El programa de Espartanos hoy se replica en 44 unidades penales de la Argentina y en 16 penales del exterior, ubicados en España, Chile, Uruguay, El Salvador, Perú y Kenia. Estiman que, a nivel nacional, participan más de 2000 jugadores entre penales federales y provinciales. Y quieren crecer.
Su argumento de venta es poderoso. El trabajo que realizan ayuda a reducir la violencia rompiendo el círculo de delito en el que suele naufragar la población carcelaria. Según sus propias cifras, el índice de reincidencia de los presos liberados en la Argentina es del 65%. El de los ex espartanos es del 5%. Los pilares del trabajo de la fundación son el rugby, la espiritualidad, la educación y el empleo.
El sistema penitenciario argentino
El trabajo de la fundación continúa cuando las personas abandonan la cárcel. Enfrentados a la dura realidad de buscar trabajo luego de años en prisión, los exconvictos luchan contra su falta de rutinas laborales y los prejuicios de la sociedad. Para ayudarlos, los Espartanos ofrecen programas de capacitación y contactos con empresas dispuestas a dar una segunda oportunidad. Son más de 100 los espartanos en libertad que consiguieron trabajo gracias a la fundación.
Oderigo no quiere entrar en la polémica acerca de leyes duras o blandas. “Si los políticos quieren construir más cárceles, bajar la edad de imputabilidad y sacarles los teléfonos a los presos, adelante. Que lo hagan. Pero eso no va a resolver el problema de la inseguridad”, dice.
Lo que se necesita, sigue, son programas de educación y reinserción social como el de Espartanos. Para eso están buscando las reuniones con las autoridades de las áreas de seguridad y desarrollaron un programa de capacitación de funcionarios.
Mientras esperan la agenda de las autoridades nacionales y provinciales, Oderigo ya arrancó a convencer a los intendentes del corredor norte –San Isidro, San Fernando, Tigre y Pilar– para comenzar una prueba piloto. Quiere que los presos de esos partidos –pertenecientes al departamento judicial de San Isidro– eviten el largo peregrinaje por diferentes instituciones que comienza luego de ser apresados, y que en la mayoría de los casos termina en un nuevo delito tras ser liberados, y vayan directo a un pabellón de los Espartanos. De este modo, estarán monitoreados e insertos en el modelo de educación y reinserción social a través del rugby que tan buenos resultados viene dando. Ramón Lanús, el intendente de San Isidro, está de acuerdo, pero falta el permiso de Axel Kicillof, el gobernador bonaerense.
¿Por qué el rugby?
¿Por qué eligieron el rugby como deporte para los presos? En principio porque es el que Oderigo practicó toda su vida –jugó en la primera división del SIC– pero, además, por algunas particularidades específicas del juego.
El hecho de que sea un deporte áspero, de golpes, sirve de válvula de escape para que los convictos descarguen parte de la ira acumulada por años de privaciones. Además, y a diferencia del fútbol, el respeto por el árbitro es parte central del juego y contribuye a la educación de los presos. A esto se le suma que el talento individual vale menos que el espíritu de cuerpo y eso ayuda a crear comunidad en un mundo individualista, como son las cárceles. Por último, el hecho de que la mayoría de los convictos no conozca el deporte sirve para evitar los viejos vicios, como ocurre con el fútbol. Todos tienen que aprender las reglas y el espíritu del juego desde cero. Y eso, dice Oderigo, contribuye a hacer más potente la herramienta.
Cómo ayudar
- Cualquiera puede sumarse como voluntario a los Espartanos participando en los entrenamientos, enseñando los valores del deporte, preparando físicamente y organizando encuentros deportivos. También pueden brindar una segunda oportunidad a través del programa de prácticas laborales Entretiempo, o contratando a un espartano/a. Para más información, escribir a info@fundacionespartanos.org o ingresar a www.fundacionespartanos.org.
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