Espacio. “En cierto sentido, Elon Musk es el Henry Ford de hoy”, afirma el ingeniero argentino mejor posicionado en la NASA
De visita en el país, Miguel San Martín habló con LA NACION en Bariloche; la investigación y el negocio de conquitar la Luna y Marte; cómo se diferencias las carreras interestelares cuando hay empresas privadas que desarrollan y comparten actividades con la agencia espacial norteamericana
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SAN CARLOS DE BARILOCHE.- En julio de 1976, un joven de Villa Regina (Río Negro) quedó impactado por una noticia en la tapa del diario local: “El Viking llegó a Marte”. Se trataba de la nave no tripulada de la NASA que había logrado la proeza y Miguel San Martín supo en ese momento hacia dónde encaminaría su destino. Muy joven se fue a los Estados Unidos, estudio en Siracusa y en el célebre MIT de Boston; se recibió de ingeniero y tan pronto como 1985 entró al Jet Propulsion Laboratory (JPL/Nasa), donde hoy es jefe de ingeniería y control. Entre otras ocupaciones, trabaja en el proyecto de traer de regreso muestras de Marte que se tomaron este año para analizar trazas de vida.
Vuelve cada tanto a la Argentina para participar de charlas y encuentros, como el del fin de semana pasado en Bariloche, llamado Migración de ideas (organizado por la Fundación Balseiro), donde dio la conferencia de cierre y recibió una ovación del público que llenó un hotel céntrico. Luego, incansable, habló con LA NACION de diferentes temas espaciales (y terrestres), en particular sobre los logros de la empresa del sudafricano Elon Musk, cada vez más notables.
-¿SpaceX es una competencia para la NASA?
-Sí y no, te diría. Porque es sinergístico al fin de cuentas. El propio Elon Musk lo ha dicho: no existiría SpaceX si no fuera por la NASA, porque su inicio fue el contrato que ganaron para reaprovisionar a la Estación Espacial Internacional (EEI). Fue un contrato distinto, de servicios. Pero la realidad es que la NASA viene trabajando con la industria privada desde hace mucho. Cada uno de los elementos del proyecto Apolo fue hecho por la industria privada. El diseño era de la NASA, pero después venían los contratistas, que lo modificaban eventualmente para hacerlo funcionar, hacían contribuciones. En este caso lo que cambió es que la NASA decidió licitar no la manufactura de una nave espacial sino el servicio de llevar carga a la EEI, que se generaran el cohete y la cápsula para llevar provisiones a la EEI. Es un contrato de servicios y la NASA no se queda con la nave. Es como un taxi, vos pagás la carrera, pero no te quedás con el auto. Eso le da mucha libertad a la compañía privada para hacer el diseño que quieren y tener nuevas ideas. Esa es la innovación. Y la NASA incentiva a los privados a que tengan otros clientes; que tenga muchos y que sean económicamente exitosos y estén ahí cuando se necesite un servicio. Así se vuelven más eficientes y con más innovación. En ese sentido, lo público y lo privado generan una simbiosis. La gente me pregunta qué va a pasar entre la NASA y SpaceX… nosotros estamos recontentos, nos viene rebien.
-¿Hay lugar para otras SpaceX?
-Sí. Y mientras haya compañías con buenas ideas y que consigan financiamiento. Ya hay compañías con otros lanzadores que le compiten en ciertos mercados.
-Si se vuelve demasiado grande, ¿no podría ser un riesgo? Si fuera más grande que la NASA.
-La competencia es lo fundamental. Hace que nadie se achanche. SpaceX está lejos de achancharse porque tienen una organización muy llana con pocos niveles de management. Y son muy eficientes y logran muy bajos costos. Me sorprendió que pudieran recuperar la primera tapa del Falcon 9. Cuando dijeron que lo iban a hacer, las compañías establecidas de lanzadores y los europeos y los rusos dijeron que era una locura y que no iba a andar económicamente, que no lo iban a financiar. Musk está rayado, no sabe, dijeron. Pero funcionó. Y de golpe recuperaron varias veces y el costo de reaprovisionar resultó muy bajo, demostraron que era económico. Musk hace además sus propios motores, sus instrumentos de navegación, no lo compran hechos, contrató expertos en cohetes, les dio los recursos y tiene su propia manufactura de cohetes. Es como lo que hizo Henry Ford, entra el mineral de hierro de un lado, el caucho y sale un auto. Tenía toda la línea.
-¿Musk es el Ford de hoy?
-En cierto modo, sí. Él logra los bajos costos de dos formas. Con la recuperación de la primera tapa logra eficiencia, tiene un solo modelo de motor y los hace como espaguetis. Controlando la línea en forma integral, vertical, logra ahorrar costos, como Ford con el ensamblado. Estandarizó toda la producción.
-¿Qué pasa con las regulaciones del Estado? ¿Qué pasa si Musk dice que quiere ir a Marte antes que la NASA, o China o Rusia, y tiene la capacidad de hacerlo? ¿Se podrían oponer los Estados?
-Es un asunto. Hay regulaciones en cuanto a la contaminación biológica de Marte que tendría que resolver. No está bien claro. La NASA tiene su propio departamento de protección planetaria para cumplir con las regulaciones internacionales, pero no está claro que la NASA tenga autoridad o incluso jurisdicción sobre un privado. Se habla que tal vez la agencia de aviación lo regule. Hay un agujero en la regulación porque no habría mecanismo para decirle que no lo haga. En cierto modo, pienso que si él avanza mucho se buscará una forma de que sus planes se usen en conjunto con la NASA, como se hace ahora para ir a la Luna (proyecto Artemisa) donde Musk desarrolla el Starship para aterrizar en la Luna con dinero de él y de la NASA. Es probable que lo mismo ocurra con Marte y no que se mande solo.
-Circula la idea de que Musk y otros megamillonarios, ante el declive ambiental de la Tierra, lo que buscan es abandonarla y salvarse solos. ¿Te parece sensata o es un delirio, una conspiración?
-Es que lo dice el propio Musk. Creo que, y es mi opinión, no de la NASA, tenemos que no arruinar este planeta. La idea de buscar otro y que este se vaya al diablo es un disparate. Es incorrecto, debemos dejar de arruinar la Tierra, que es hermosa. Entre resolver el problema climatológico de la Tierra o poner una población en Marte de millones de personas… es más fácil resolver la contaminación (ríe); el otro es más difícil. Yo sería feliz de ver un humano en Marte antes de morir, uno o dos, Adán y Eva, pero ¿un millón de personas? Me cuesta creerlo. Pero viste cómo es: si logran un cohete de diez millones de dólares por lanzamiento y se produce un boom de viajes espaciales, nos costará adaptarnos a un cohete tan barato, porque hacemos todo en miniatura. Si eso sucediera se haría todo más robusto, cambiaría nuestra forma de pensar. Eso haría avanzar todo muchísimo. Pero es muy difícil proyectar. Casi como pensar que los hermanos Wright, los pioneros de la aviación, supieran que habría aviones comerciales con quinientas personas moviéndose de un lado para el otro. No había forma de extrapolarlo en ese momento, ni la persona más inteligente. ¿Cuánto tiempo pasó entre los Wright y el 747? Nada.
-El tema de los efectos de la radiación de Marte en la salud, ¿es salvable o el cáncer barrerá con esos pioneros?
-Una vez que llegás a Marte tal vez sí, porque podés hacer un pozo y un habitáculo. El problema es el viaje a Marte. La atmósfera de Marte ayuda un poco a disminuir la radiación; el vuelo es lo más complicado y no hay una solución totalmente clara, más allá de bancarte la probabilidad de tener cáncer al volver. No es que automáticamente te vas a morir, pero se habla de que una de las soluciones sería dejar ir, que vuelvan con la enfermedad y tratar de curarlos en la Tierra con los avances que hay. O incluso una selección genética de los astronautas. Pero es un tema que no está solucionado.
-Hablando de Marte, tu misión actual es traer muestras de aquel planeta durante la próxima década, pero con mucho cuidado de no generar contaminación interplanetaria: ni contaminar Marte con microbios humanos ni mucho menos la inversa.
-Hay mucha gente pensando en eso y se invierte dinero y esfuerzo. Toda la mecánica de agarrar el contenedor con las muestras y sellarlo dentro de otro contenedor y limpiarlo es porque se lo toman muy en serio. En la NASA hay una oficina que se encarga de eso y hay que demostrar que cumplís con los mandatos y las reglas.
-Además de este retorno con suelo marciano están vivas las misiones Artemisa para llevar de nuevo humanos a la Luna durante esta misma década. ¿Qué debería ser prioridad, la Luna o Marte?
-Lo bueno de la Luna es que este nuevo plan es ir para quedarse. El proyecto Apolo fue diseñado para ganar la carrera espacial y tenía un fin político, demostrar que Occidente, la democracia y la libertad es mejor sistema para organizar la sociedad. El fin era llegar primero. Luego se dieron cuenta de que la Luna era muy cara y se llevaría todo el dinero del programa espacial. Por eso, ahora el mecanismo con la industria privada es bajar los costos y ser sostenible; es un cambio económico. Y el otro es aprender a vivir del terreno, hacer combustible de los materiales lunares, porque hay agua en el polo sur lunar. Muchas misiones tienen como objetivo en la Luna ver cómo extraerla, separarla y hacer oxígeno para respirar e hidrógeno para combustible. Hasta hace poco había discusiones entre “marcianos” y “lunáticos”. Los primeros querían ir directo a Marte sin pasar por la Luna, pero mientras tanto no íbamos a ningún lado. Entonces finalmente volvemos a la Luna para aprender a vivir de sus recursos para ir a Marte.
-¿Y si los chinos llegan primero? ¿Hay miedo en la NASA de que eso suceda?
-Yo creo que sí, no vi documentos, pero estamos entrando en otra competencia. Que es buena y mala, es mala onda. Pero es bueno porque nos obliga a concentrarnos, habíamos perdido ese foco después del proyecto Apolo. Los chinos son muy buenos, han demostrado una gran pericia, una gran capacidad para tener éxito la primera vez. Eso es lo que sorprende. Los rusos intentaron muchas veces aterrizar en Marte y nunca lo lograron; los europeos intentaron un par de veces y no les funcionó; a China le alcanzó una vez. Y con la Luna fue igual, hasta trajeron una muestra de allá. Tal vez es porque tienen menos burocracia, están centralizados, nosotros tenemos que ir por el Congreso, convencer a sus miembros, asegurarnos de que las licitaciones sean limpias. Tenemos mucho papeleo encima; ellos, no. Quizá tienen otros problemas, pero la velocidad a la que trabajan es fuerte.
-Encima con poca difusión, quizá un día se prende la televisión y resulta que llegó China a la Luna.
-(Ríe) Sí, puede ser. Y nosotros somos más abiertos, tienen acceso a nuestra tecnología porque publicamos papers y documentos. Y nosotros, poco de ellos; la información fluye en una dirección. No es que demos todo, pero sí bastante de la receta.
-También Emiratos Árabes tuvo misiones y la India con bajo costo. En ese sentido, mencionaste en la charla aquí en Migración de ideas que si la Argentina tomara la decisión de ir al espacio, podría hacerlo con poco cambio en la tecnología que ya maneja.
-Es mi opinión. No le pregunté a la gente del Invap si creen que me volví loco (ríe). Pero creo que no. Cuando veo lo que la Argentina logró, propulsión, sistemas de comunicación, quizá hará falta más potencia, pero no es totalmente distinto, es la misma rama de la ingeniería. Desde el punto de vista técnico no es un salto tan grande como el que ya hicieron.
-¿Cómo se traslada el conflicto político en Ucrania al espacio? ¿Se puede discontinuar la colaboración internacional, por ejemplo en la EEI?
-Esperemos que no porque nos beneficiamos todos. Estados Unidos ve a China como competidor, no solo en tecnología, sino en política y en lo militar. No sé si con la Unión Soviética era igual, pero con los rusos hemos trabajado muy bien después del final de la Guerra Fría. China es distinto y no sé por qué.
-Llevás unos 40 años en los Estados Unidos y ya sos casi un embajador de todos los argentinos que van allá…
-Somos muchos, como Clara O´Farrell, que hizo las valijas y se fue, apasionada por la ingeniería y la ciencia y está en el JPL, como yo. Clara está totalmente integrada al equipo y tiene varias misiones bajo el brazo, es experta en paracaídas. Intenté que vinieran otros que serían buenísimos para distintos equipos, pero hay problemas con los papeles. Es un problema generalizado esto de que no pueden trabajar por la falta de papeles; tanto, que las grandes empresas están pidiendo que cambien las reglas de migración porque hacen falta talentos en las ciencias.
-Vuelvo a Musk y a SpaceX, ¿te gustaría trabajar ahí, es lo recomendable para jóvenes?
-Si fuera joven quizá me iría a SpaceX, aunque JPL es un ambiente más académico y el objetivo científico me atrae. Lo que hacemos es por el conocimiento, en SpaceX hay un modelo de negocios, sin oportunidad para charlas de café sobre geología de Marte porque estás en el almuerzo al lado de un experto. JPL es fantástico en ese sentido. Si querés ejercitar la ingeniería rápidamente SpaceX es ideal. Nosotros no queremos nuevas tecnologías, sino aprender sobre Marte; si en el camino la generamos, será un extra.
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