Reforma educativa: el 13% de los estudiantes ya realiza prácticas en empresas
Son los que estudian es escuelas técnicas; ese es uno de los puntos resistidos de la reforma porteña
Uno de los contenidos de la reforma educativa porteña planteada para 2018 que más polémica despierta sostiene que, en el último año de la secundaria, el 50% del tiempo escolar será destinado a los aprendizajes en empresas y organizaciones. Los estudiantes que toman decenas de escuelas, en protesta por esas y otras disposiciones planificadas por la reforma, apuntan a que se los expondrá a menos tiempo de estudio y situaciones de precariedad laboral. Mientras tanto, espacios de formación de este tipo se multiplican en la ciudad y el país, con el fin de reducir la brecha entre escuela y trabajo. Y hasta existe un decreto, el 1374, que en 2011 aprobó el “Régimen General de Pasantías del Nivel de Educación Secundaria del Sistema Educativo Nacional” que tuvo una magra implementación.
Entre los espacios existentes, se destacan las prácticas profesionalizantes (PP) de la escuela técnica, para el último año de estudio. Estas rigen desde 2005, por la Ley de Educación Técnico Profesional. Son obligatorias, no rentadas y parte de la propuesta curricular. Jorge Casartelli, director de la Escuela Técnica Nº 4 Dr. Ernesto Longobardi, de Avellaneda, describe que una jornada en este tipo de establecimiento “tiene una duración de hasta siete horas; además, los alumnos de 7º año cumplen con al menos 200 horas de prácticas en industrias que, luego, en muchos casos, los contratan”. Una de esas empresas contratantes y que recibe a practicantes de este establecimiento es el Grupo Induser, de Lomas de Zamora.
En las escuelas técnicas del país cursan 623.331 alumnos, 13% del total de estudiantes de la secundaria, pero las inscripciones se multiplican: solo entre 2005 y 2015 la matrícula creció más del 30%. Jóvenes y padres ven en esta modalidad educativa una forma de neutralizar las barreras de formación que presentan los egresados cuando salen a buscar un trabajo. Esas trabas se dan por déficits en trabajo en equipo y cumplimiento de normas, bajos perfiles técnicos y fallas de formación en habilidades duras, según lo determinaron casi 1000 empresarios encuestados por el Instituto Nacional de Educación Tecnológica en 2016. Los datos anteriores se suman a otros como los recientes de Unicef, que indican que, además de problemas de formación, solo el 50% de los niños que ingresa al sistema educativo argentino termina la secundaria.
También en las empresas
Fuera de la educación técnica, una de las iniciativas que intenta empalmar escuela, trabajo y reinserción escolar es el Proyecto Noemí, que involucra a las fundaciones Sostenibilidad, Educación, Solidaridad (SES), Desarrollo y Autogestión (DyA), y Lasalle. Con apoyo de sindicatos y empresas, Noemí quiere sensibilizar a empresarios, educadores y decisores políticos sobre las prácticas educativas en el lugar de trabajo (PELT), un sistema que promueve la terminalidad educativa en diálogo con esas prácticas. Se orienta a jóvenes de 16 a 24 años, especialmente en situación de vulnerabilidad y que debieron abandonar el secundario. Noemí actúa desde este año en alianza con escuelas y empresas de La Matanza, San Martín, Mar del Plata, San Miguel de Tucumán y Santa Fe. “La intención es impactar en política pública -explica Maró Guerrero, directora de la fundación DyA-, para que las PELT no sean solo el fruto de la voluntad aislada de un empresario o una escuela”.
Cynthia Giolito, a cargo de Ciudadanía Corporativa de Samsung Argentina, detalla otra experiencia, organizada desde 2014 por la firma surcoreana en sociedad con la Fundación Pescar. Se trata del Instituto Tecnológico Samsung (ITS), “programa que brinda capacitación técnico-profesional en el lugar de trabajo y busca favorecer la inclusión, acorde a la demanda laboral de la industria”. Sin encuadrarse en una pasantía ni en una PP, los alumnos que se inscriben en el programa reciben un tramo de formación personal no rentado focalizado en el proyecto de vida, las habilidades socioemocionales y la comunicación, y otro referido a la capacitación técnica: cursos de reparación de celulares, marketing digital, inmersión tecnológica y procesos industriales. “En articulación con escuelas, gobierno y otros actores -dice Giolito- ya llegamos a 412 chicos de diferentes provincias cursantes del último año de la secundaria o que no estaban escolarizados”. Visuar, en Cañuelas, fabricante de electrodomésticos Samsung, es una de las firmas que le abrió las puertas al ITS: más de 30 egresados de esta experiencia actualmente trabajan allí. Germán Castillo, uno de los jóvenes que pasó por el Instituto, relata: “El programa se dividió en clases técnicas y otras relacionadas a las actitudes personales frente a diferentes situaciones. Fue una buena experiencia, me enseñó a moverme mejor ante un grupo”.
La Fundación Pescar reitera estos programas con Accenture y Santander Río (Ciudad de Buenos Aires), Makro (San Martín, Quilmes y Córdoba), Volvo (General Pacheco), Dow (Venado Tuerto y Colón, Buenos Aires), Toyota (Zárate), Grupo L (Ciudadela), Aeropuertos 2000 (Ezeiza), Palmero (Grand Bourg), USAL y Village (Pilar) y Loreal (Tucumán, Claypole y Ciudad de Buenos Aires). En todos los casos, la capacitación es en las empresas y dura entre seis y nueve meses. En 13 años de trabajo de esta fundación en la materia ya pasaron por estas capacitaciones 4000 jóvenes de todo el país: el 75% se insertó con éxito en un trabajo, mientras que el 30% hoy trabaja en alguna de las firmas mencionadas.
Otra respuesta para preparar a los alumnos para el mundo del trabajo y, a la vez, frenar el abandono escolar, la desarrolla el colegio La Salle, de González Catán. Javier Perini, su director, cuenta que, en busca de mitigar la deserción por repitencia, se implementó con éxito y aval estatal el “espacio de recuperación de aprendizajes”, donde los alumnos, en vez de repetir por llevarse tres materias, las recursan. “Este sistema se replica en otras escuelas estatales de la provincia, pero todavía más a modo de ensayo que otra cosa”, asegura el directivo, que también subraya la importancia de contar con un centro de formación profesional (CFP) de la fundación UOCRA dentro del establecimiento. En él los alumnos de los últimos años aprenden, si lo desean, plomería, electricidad y ofimática, lo que les permite contar con un oficio certificado una vez egresados. Leonel Medina, alumno de 6º año en este colegio, afirma: “Realicé un CFP de plomería que hoy me sirve para hacer changas. Necesito trabajar, en casa no alcanza y a veces se hace difícil seguir estudiando. Mi hermano mayor tuvo que dejar la escuela a los 13 años”.
Juan Cerabona, director de Formación Profesional de SMATA, refiere que la experiencia de los CFP dentro y fuera de las escuelas aumenta las chances de conseguir el primer empleo. Abiertos y gratuitos, son ofrecidos por la mayoría de los sindicatos. Allí asisten jóvenes desde los 18 años, o de los últimos años de la secundaria cuando las escuelas poseen un CFP conveniado. “Cada vez que abrimos un nuevo centro vemos cómo los pibes aguardan desde la noche anterior para no perderse una vacante. Quieren capacitarse y encontrar trabajo. Por eso hay que preguntarse si la secundaria, así como está, sirve para ese fin".
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