Escuelas abiertas, educación siempre
La segunda ola de Covid-19 exige la implementación y el cumplimiento de nuevas medidas preventivas para toda la población argentina. El contagio crece y alcanzó en los últimos días picos preocupantes. Restringir la circulación de la población es una manera de cuidarnos y cuidar a los demás. Sin embargo, y aun en contextos difíciles como el que vivimos actualmente, cerrar las escuelas no puede ser una medida inicial. La escuela tiene que ser lo último en cerrarse y lo primero en abrir: las aulas abiertas brindan mucho más que alfabetización, enseñan, crean lazos sociales, alimentan, dan refugio, democratizan conocimientos, orientan y contienen.
Está demostrado que tanto los estudiantes como sus docentes no están en mayor riesgo de infección por estar dentro de las aulas. Los datos disponibles a nivel internacional y local –relevados por el Ministerio de Educación de la Nación y la Ciudad de Buenos Aires– confirman que la escuela no es el principal foco de contagio y que, si se aplican los protocolos correspondientes, es un lugar seguro.
Según la tercera encuesta sobre impacto de Covid-19 de Unicef, realizada en el último trimestre del 2020, el 58% de los estudiantes tuvo complicaciones para mantener la atención durante las clases virtuales el año pasado, mientras que el 31% no pudo sostener una rutina relacionada con el aprendizaje durante la pandemia. También, quedó comprobado que cuanto mayor es el tiempo en que niños, niñas y adolescentes están fuera de las escuelas, menos probable es que regresen. Especialmente aquellas que viven en condiciones de vulnerabilidad.
A su vez, la evidencia muestra que la interrupción de clases presenciales prolongada tiene un alto impacto negativo en la salud mental de los chicos y chicas. La escuela es indispensable para su desarrollo y bienestar y el fortalecimiento de aspectos psíquicos y sociales. El proceso de enseñanza y aprendizaje es clave para su bienestar emocional. Al perderse el espacio escolar, se pierde también la posibilidad de contener y revertir las regresiones en los procesos de desarrollo y autonomía, que se presentaron durante el aislamiento.
Es necesario priorizar un acuerdo político y social para sostener la educación presencial en las mejores condiciones posibles de seguridad. Gran parte del país hoy mantiene sus aulas abiertas con sistemas bimodales, en la mayoría de los casos. Es primordial que allí el cierre de las escuelas sea una medida de último recurso que solo deba tenerse en cuenta tras haber considerado todas las opciones disponibles. Principalmente, en los contextos de mayor vulnerabilidad. En las jurisdicciones donde se han establecido restricciones para contener la transmisión del virus, es fundamental que las escuelas se abran primero cuando comiencen a suprimirse esas medidas.
La educación es un derecho humano fundamental, que tiene como finalidad garantizar aprendizajes de calidad para todos los niños, niñas y adolescentes. La plena vigencia de sus derechos es un compromiso que toda la sociedad debe asumir, y que debe estar permanentemente presente en la agenda de las decisiones políticas y sociales.
Desde Unicef reconocemos los esfuerzos significativos que se han realizado en todo el país para garantizar la presencialidad cuidada y segura en las escuelas, a partir del consenso expresado por las resoluciones del Consejo Nacional de Educación del mes de febrero. Hoy es necesario mantener estos esfuerzos para evitar profundizar las brechas de desigualdad de los niños, niñas y adolescentes, y garantizar su bienestar.
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