Escala el conflicto entre la Iglesia y las monjas carmelitas que denunciaron al arzobispo de Salta
El vicario judicial de Salta, que también fue denunciado por las religiosas, amplió y detalló las acusaciones contra ellas
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CÓRDOBA.– Escala la disputa entre el monasterio San Bernardo de las monjas carmelitas de Salta y el arzobispo Mario Cargnello, a quien denunciaron por supuesta violencia de género. A los tres acusados originales –el arzobispo junto a Martín de Elizalde, el “visitador” del convento, y al cura colaborador de la Catedral, Lucio Ajalla– las religiosas sumaron a Loyola Sancristóval, vicario judicial y juez del Tribunal Eclesiástico de Salta, quien fue a notificarles un pronunciamiento del Vaticano sobre el tema.
Los abogados de las monjas –quienes, aunque les levantaron la prohibición legal de hablar con la prensa, indicaron a LA NACION que no harán declaraciones– entienden que la decisión de Cargnello de enviar a Sancristóval al convento fue “un acto intimidatorio y extensivo de la violencia original”. La Nunciatura ya había remitido previamente el pronunciamiento de la Santa Sede a las dos partes por correo.
El Vaticano, a través de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, emitió el 30 de marzo un documento en el que avisa a las carmelitas que se nombrará un “auxiliar apostólico” (todavía no se hizo) y les pide que no se involucren con la “vidente”, como llama a María Livia Galliano, la mujer que dice tener “apariciones” de la “Virgen del Cerro”, devoción que las monjas apoyan y que es el eje del conflicto.
En diálogo con este diario, Sancristóval comentó que se presentó en el monasterio a llevar la notificación. “Estuve 20 minutos esperando –recordó–. La lectura era a la madre superiora y a la comunidad; después de idas y vueltas, la priora dijo que las hermanas estaban con ‘mucho miedo’, así que la escucharía ella y las clavarias [consejeras]. Llamaron a su propio escribano, leí y me fui. A los tres días recibí una denuncia contra mí y una ampliación de la existente contra el arzobispo”.
Aseguró que la Iglesia vive “con gran dolor” el conflicto existente. “El Carmelo en Salta es una realidad histórica y para todos es una institución venerable y queridísima, donde hay monjas de clausura entregando su vida por Dios y rezando por nosotros. Esta división se vive con mucho dolor”, detalló.
“¿El eje del conflicto es la ‘Virgen del Cerro’?”, preguntó LA NACION. “Es que las monjas no se mantuvieron fieles al carisma carmelitano; lo han abandonado y han optado por vivir una espiritualidad de una señora que recibe visiones de la Virgen. Quieren pertenecer a la fundación civil”, respondió.
Las religiosas son socias fundadoras de la “Obra Yo Soy la Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús” y “Yo Soy el Sacratísimo Corazón Eucarístico de Jesús”, ambas encargadas de la administración y organización de actividades relacionadas con la “Virgen del Cerro”.
La semana pasada, durante la asamblea de la Conferencia Episcopal Argentina, de la que participó Cargnello, las carmelitas descalzas de la República Argentina enviaron una carta a su presidente, Oscar Ojea. Transmitieron su “adhesión filial a la persona de nuestros obispos” y plantearon que, “como hermanas en la misma orden y como carmelitas, sin entrar en juicio sobre las pares, afirmamos que para todas nosotras es prioridad la comunión eclesial y consideramos junto a Nuestra Madre Santa Teresa, quien tuvo como su mayor gloria el título de ‘hija de la Iglesia’, que todas las diferencias han de resolverse para juzgar en cada caso, y así poner el remedio que fuere necesario”, escribieron.
“Abogamos por el diálogo y no por la confrontación, que solo nos lleva a ahondar las heridas y dañar la caridad fraterna en un mundo dividido por el odio y las guerras, que espera nuestro testimonio de amor y respeto mutuos”, subrayaron.
Situación compleja de resolver
Para Sancristóval –quien rechaza que haya habido violencia de género– el conflicto no se puede zanjar, sino “encauzar”. Repasó que hace casi 30 años que se transita, “primero en una situación de convivencia que después se complicó”. El antecesor de Cargnello, el arzobispo Moisés Blanchoud, autorizó publicar un libro con los “mensajes recibidos” por Galliano.
“Hay un camino que se usa en la Iglesia para discernir si los ‘mensajes’ vienen o no del cielo –describió Sancristóval–. En esos mensajes no había nada contrario a esa vía. Cuando asumió Cargnello, decidió analizar los actos que se realizan y le dio una serie de indicaciones a María Livia para una investigación de su salud física y psíquica. Empezó, pero nunca entregó los informes, por lo que el proceso se interrumpió. A partir de esa negativa, crearon la fundación civil”.
El sacerdote enfatizó que la Iglesia no reniega de ni rechaza a quienes van a la “Virgen del Cerro”: “Que la multitud que llega siga viniendo; Salta la recibe con los brazos abiertos, también visitan la Catedral o La Merced. Acá no hay una disputa ni económica ni con esa gente. El pedido es a las monjas; todo se encauza volviendo al carisma, dejando la fundación”.
Respecto de lo económico, aseguró que los bienes del Carmelo le pertenecen al convento, que es “autónomo”. “La priora debe mostrar cómo se administran al arzobispo, pero él no tiene ninguna posibilidad de influir. En el documento de la Congregación de la Vida Religiosa se les dice que designen a una ecónoma, que no puede estar todo en mano de la priora”, añadió.
Apuntó además que Carlos Obeid, esposo de Galliano, es a su vez el “síndico” del monasterio. LA NACION consultó puntualmente ese tema a los abogados de las monjas, quienes no respondieron. Obeid es contador, aunque desde 2013 no tiene matrícula habilitada por haber renunciado, según consta en la documentación del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de Salta.
Por último, el vicario judicial también mencionó que el documento del Vaticano indica que no puede ingresar al convento ningún laico. “Si todo eso se consigue, ese será el momento en que se encauce la situación. No es un Boca-River, ni una cuestión de poder. Es una cuestión de fe: estas ‘visiones’ no tienen el reconocimiento de la Iglesia”, definió.
Con la colaboración de LA NACION Data
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