“Es un reto constante”: la enfermedad que afecta el sistema nervioso y que padecen más los jóvenes
Se trata de la esclerosis múltiple, una afección que genera desde visión borrosa hasta dificultades cognitivas; hoy se celebra el día para concientizar sobre su detección
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“Comencé experimentando hormigueos en las piernas, problemas de equilibrio, mareos y mucha fatiga, lo que afectaba mis días. Después de cinco años y de recorrer varios consultorios médicos, una resonancia de cerebro mostró las manchas características de Esclerosis Múltiple (EM). Fue un golpe muy duro, pero al mismo tiempo fue un alivio saber qué me estaba pasando”, describió para LA NACIÓN Martín Zalazar, de 44 años que es bioingeniero y profesor universitario.
Hoy se celebra el Día Mundial de la Esclerosis Múltiple, una enfermedad que representa un reto constante para las personas que la atraviesan. Se trata de una afección desmielinizante inflamatoria que afecta el sistema nervioso central. Como resultado, provoca un daño en la mielina, material graso que recubre los nervios. Este deterioro impacta en la transmisión de los impulsos nerviosos y así genera una mala conducción de estos. Entre algunos de los principales síntomas se encuentran: visión borrosa, debilidad en las extremidades, sensación de hormigueo, inestabilidad, trastornos esfinterianos, dificultades cognitivas y fatiga.
Según la Federación Internacional de Esclerosis Múltiple (MSIF), la enfermedad afecta aproximadamente a 2,8 millones de personas en el mundo, y es dos a tres veces más común en mujeres, con un inicio de las manifestaciones clínicas y diagnóstico entre los 20 y los 40 años. Es una de las causas más frecuentes de discapacidad en jóvenes y es considerada como la segunda causa de discapacidad neurológica en este grupo etario, luego de las lesiones por colisiones vehiculares.
A nivel local, según un informe publicado en 2022 por la Oficina Científica de Asesoramiento Legislativo de la Nación, existen estudios epidemiológicos que muestran un incremento en los últimos 10 años, tanto en la prevalencia de esta patología (número de casos por 100.000 habitantes), como en su incidencia (número de casos nuevos por año por 100.000). Se estima que la primera variable se ubica entre 23,8 –48,3 casos por 100.000 habitantes–. Esta cifra ubica a la Argentina como un país de moderada prevalencia en comparación con otros.
“Pasaron 10 años de aquel diagnóstico y no hay un solo día en que no recuerde que vivo con EM. La enfermedad es un reto constante. Sin embargo, me mantiene motivado. Me hace crecer. Busco conectar con la naturaleza, hacer actividad física y disfrutar de mi profesión”, destacó Zalazar.
Signos de alarma
Berenice Silva, neuróloga del departamento de Enfermedades desmielinizantes y neuroinmunología del Hospital Italiano de Buenos Aires, señaló a este medio que para identificar que los síntomas descriptos son una verdadera alarma, deben darse de forma constante (no deben ser intermitentes, no deben ceder) por al menos 24 a 48 horas, con ausencia de fiebre o cualquier otra causa, como efectos secundarios de vacunaciones o infecciones, y el síntoma debe incrementarse en intensidad con el correr de las horas.
“En el caso de la EM en brotes y remisiones [la forma de presentación más frecuente de la enfermedad, en el 85 % de los casos aproximadamente], estos síntomas aparecen de forma súbita y la persona suele recordar el momento exacto en el que aparece. En cambio, en la forma Primaria Progresiva, que es menos frecuente, los síntomas aparecen de forma más lenta y solapada, y la persona que los padece quizás se da cuenta de que los tiene unos meses o años después desde que el síntoma se instauró. Por esta razón, el diagnóstico de EM en las formas primarias progresivas suele ser más dificultoso”, resaltó Silva.
La especialista explicó que aún persisten muchas preguntas respecto al desencadenante de esta enfermedad. “Sabemos que hay un sistema inmune que no está funcionando bien, que está de algún modo equivocado porque ataca a nuestro propio cuerpo como si fuera un agente extraño. Se cree que esta alteración en el sistema inmune está provocado por una conjunción de factores genéticos y ambientales, que son diferentes en cada persona. En cuanto a factores ambientales, tenemos la certeza, debido a numerosos trabajos de investigación que lo afirman, que la infección por el virus Epstein Baar, lo que en este caso conocemos como mononucleosis infecciosa, es una condición necesaria para desarrollar la enfermedad, pero no es la única. Es un virus muy prevalente, más del 90% de la población tiene contacto con este virus en algún momento de su vida y, sin embargo, el 90 % de la población no tiene EM. Esto reafirma que son necesarios otros factores ambientales, y también hay un rol de los factores genéticos”, describió Silva.
El tratamiento, un desafío
“Si bien actualmente no hay ningún medicamento que pueda curar la esclerosis múltiple, existen métodos efectivos que pueden modificar el curso evolutivo de la misma. Por ese motivo, es relevante prestar atención a los síntomas que generen inquietud, realizar el diagnóstico y dar inicio temprano a un tratamiento en caso de que así se requiera”, expresó Guido Vázquez, neurólogo y neuroinmunólogo del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro-Ineco.
Según Jorge Correale, jefe de Neuroinmunología del Fleni, los tratamientos contra la EM en la actualidad se enfocan en promover la reparación del tejido dañado, detectar blancos terapéuticos apropiados en las formas progresivas de la enfermedad y abordar la heterogeneidad de la afección para alcanzar una medicina personalizada, entre otras.
“Contamos con alrededor de 16 drogas diferentes, lo que desde 1993 han representado un gran avance en el tratamiento de la enfermedad. Esta es tal vez una de las enfermedades neurológicas con mayores avances terapéuticos en las últimas décadas. Sin embargo, aún tenemos deudas pendientes con las personas con EM, sobre todo con aquellas que inexorablemente progresan en su discapacidad a lo largo de los años. Esto resulta, al menos en parte, del desconocimiento biológico de los mecanismos que producen daño sobre las neuronas”, explicó Correale.
Por otra parte, indicó el experto, todos los fármacos actuales limitan la inflamación observada en la sangre, aunque muy pocas de ellas alcanzan el sistema nervioso central, donde en realidad se produce el daño que condiciona la perdida de mielina.
“Los fármacos con los que contamos actualmente tienen mayor eficacia. Los conocimientos actuales indican que un tratamiento temprano con estos fármacos permite reducir significativamente la progresión de la enfermedad en el largo plazo, mejorando significativamente la calidad de vida de los pacientes. La EM debe ser considerada como una enfermedad de tratamiento crónico, lo cual beneficia tanto al paciente como a la sociedad en su conjunto porque se podrán reducir significativamente la discapacidad permanente, el número de internaciones, y el desempleo de esta población”, agregó Correale.
Por su parte, Zalazar resaltó: “Si pudiera dar un consejo, sería que se mantengan fuertes, tratando de aprovechar y disfrutar cada momento. La EM puede presentar desafíos inesperados, pero también oportunidades para crecer y encontrar la verdadera felicidad”.
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