El buque escuela de la Armada Argentina está amarrado en la Base Naval de Mar del Plata y abrirá sus puertas al público hoy; se la puede visitar de 14 a 19 horas
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A BORDO DE LA FRAGATA LIBERTAD.— Son casi las 9.30 del lunes 6 de febrero, por los altoparlantes del buque suena Mi Buenos Aires Querido y con la ayuda de dos remolcadores la Fragata Libertad zarpa. A sus costados, con trajes de neoprene rojos y patas de rana bracean dos nadadores de rescate. Con bombos, clarinetes y trombón desde la Dársena Norte del Apostadero Naval la despide la banda de música del Estado Mayor General de la Armada cuyos integrantes están vestidos con pantalón azul, camisa blanca y gorro de marinero. A bordo, con ese mismo uniforme están formados los tripulantes.
Firmes, parados sobre las jarcias –así se denomina al conjunto de cuerdas–, con camisetas rayadas azules y blancas, pantalón blanco, zapatillas y gorro de pescador de cuero azul, los gavieros se diferencian de ellos. Tras haber colaborado con las maniobras para zarpar, se treparon, siempre agarrándose de las cuerdas verticales, para ocupar su lugar. No lo puede hacer cualquiera: además de cumplir con los protocolos que incluyen contar con un arnés, deben presentar estudios médicos para poder moverse como acróbatas entre las cuerdas y cabos del barco.
¿El destino? Mar del Plata. Es el primer viaje de este año. Es también el primer viaje que hacen juntos los 213 tripulantes al mando del capitán de navío Gonzalo Horacio Nieto que asumió este puesto el 15 de diciembre pasado. La plana mayor del Buque Escuela se renueva todos los años, solo se queda cerca de un 30% de la tripulación del año anterior para aportar experiencia.
El buque escuela de la Armada Argentina estará amarrado en la Base Naval de esta ciudad balnearia hasta el 21 de febrero. Abrirá sus puertas al público desde hoy y quienes estén interesados en recorrer sus cubiertas la podrán visitar de manera libre y gratuita entre las 14 y las 19 horas. Luego se dirigirá a Puerto Belgrano y, tras una serie de tareas de mantenimiento, volverá a Buenos Aires para emprender su 51° Viaje de Instrucción. Es el viaje que deben hacer los guardiamarinas en comisión, en quinto año, para egresar de la Escuela Naval Militar. Una vez que lo aprueban se convierten en oficiales. Aun con cronograma sin establecer, depende de varios factores como presupuesto y definiciones conjuntas con Cancillería, estiman que la travesía de este año zarpará en abril.
Cuando la fragata no está en reparación o en viaje de instrucción, aprovechan para que los cadetes sumen “millas navegadas” a bordo de esta embarcación que lleva cumplidas 1.102.094 millas náuticas que equivalen aproximadamente a 2.041.078 kilómetros o casi 50 vueltas al planeta. A los cadetes se los reconoce fácil. Además de sus uniformes característicos, andan siempre en grupo, llevan diferentes tamaños de cuadernos en donde anotan información sobre la “FraLi”, como la llaman algunos.
Ahora se reparten los chalecos salvavidas y comienza la vida a bordo. Pasado el mediodía suena una alarma que indica que comienza el rol de abandono. Este simulacro se realiza siempre el primer día, sin importar la experiencia de la tripulación. Con chaleco puesto, hay que dirigirse a las balsas que fueron previamente asignadas. La mano derecha hacia el agua indicará cuál es el sentido de circulación. Las 22 balsas se distribuyen de menor a mayor comenzando desde la proa –la parte delantera del barco–. En estribor –el lado derecho– están las impares mientras que en babor –el izquierdo–, las pares.
Las balsas salvavidas inflables, que cuentan con capacidad para albergar a 20 personas, están contenidas en tanques blancos. Una vez que se desenganchan los zunchos que las sostienen se activan. En caso de que no llegue a hacerse de forma ordenada, tienen un dispositivo que funciona con presión aerostática y corta el cabo para que se pueda desprender ante un escenario de hundimiento. Cuentan con kits de primeros auxilios, manual de supervivencia, linterna, navaja, señales y agua y comida como para subsistir. En tercer año, llevan esa experiencia a la práctica y los cadetes están entre tres y cinco días sobreviviendo en alta mar.
“¿Algún cadete quiere mostrar su bolso de abandono?”, pregunta el suboficial que acaba de terminar de explicar el funcionamiento de las balsas. Aunque todos están parados con sus bolsos entre las piernas, ninguno responde. El suboficial procede a mostrar el propio. Es un bolso estanco, esos cuya parte superior se enrolla un par de veces y luego se abrocha para convertirse en impermeable. Lo abre y muestra los objetos que guardó en diferentes bolsas plásticas en su interior: varios turrones, agua fraccionada en medio litro –lo mínimo necesario para sobrevivir un día—, un botiquín de primeros auxilios, cyalumen –barras luminosas que funcionan como una fuente de luz autónoma–, ropa de abrigo envuelta en film y un crucigrama también recubierto. “Elementos para pasar el tiempo, es fundamental tener bien la cabeza”, explica mientras los cadetes escuchan y toman nota.
“El bolso de abandono es algo de la Armada Argentina. He estado con dotaciones de otros países y se sorprenden cuando subimos con nuestros bolsos. Lo aprendimos por nuestra experiencia, por el hundimiento del Crucero General Belgrano [durante la Guerra de Malvinas, en 1982]. Está demostrado que hace la diferencia”, agrega.
A los guardiamarinas en comisión también se los llama midshipman. El término, que se utiliza en la armada inglesa, hace referencia al sector donde se ubican en el barco. En la zona intermedia está su comedor al que se puede acceder bajando desde cubierta por escaleras de madera, que en cada escalón tienen chapas con la inscripción ARA Libertad. Abajo están los sollados –cuartos– femeninos y masculinos que cuentan con cuchetas de tres y hasta cuatro camas y dos taquillas para cada pasajero. También los dos baños que, en un espacio reducido, contienen tres duchas, tres inodoros, cuatro piletas y un lavarropas. En esta oportunidad, como no hay guardiamarinas en comisión a bordo además de los invitados, los habitan los 65 cadetes de segundo, tercero y cuarto años que embarcaron.
Los que ocupan las mujeres, que se incorporaron a la Armada a partir de 2001, se incluyeron en el proceso de modernización de media vida del buque que se inició en 2004. En el mismo astillero que la vio nacer, en Río Santiago, provincia de Buenos Aires, se llevó a cabo la remodelación que además incluyó el reemplazo del sistema propulsor, la planta eléctrica, el sistema central de aire acondicionado, el cambio de la cubierta y la reparación integral de toda la estructura. Finalizó en marzo de 2007 y al mes siguiente embarcaron por primera vez guardiamarinas en comisión mujeres de la Escuela Naval para realizar el XXXVIII Viaje de Instrucción.
En la popa están los oficiales, que cuentan con su propio comedor con dos mesas largas con sillas de tapizado blanco, sillones y una barra. La de los suboficiales está en la proa. El único con un sector separado es el capitán. Detrás de su camarote, que tiene baño propio, está el sector donde recibe a sus invitados. Cuenta con un sillón, una mesa con siete posiciones y otra redonda pequeña, se estila que coma solo cuando no tiene visitas. Delante hay una mini cocina donde decoran los platos que servirán los suboficiales que por la mañana han estado ayudando con las amarras.
Son distintos los lugares donde los integrantes de las diferentes jerarquías comen, se reúnen y duermen. Esa distribución no solo se respeta en los cuartos, sino también durante los momentos de esparcimiento en cubierta. También son distintas las condiciones: mientras algunos comen con platos, otros lo hacen con bandejas.
Debajo de ese piso funciona un mundo subterráneo que incluye desde una peluquería, una ferretería o lavandería hasta un quirófano y una planta desalinizadora de agua.
El sector de sanidad incluye un consultorio odontológico equipado con la clásica camilla; un laboratorio que hoy está habitado principalmente para pruebas de Covid-19, pero cuenta con un contador hematológico para poder realizar análisis de sangre; un equipo de radiología y un cuartito de revelado; el quirófano y una sala de internación que también está dividida entre hombres y mujeres. Las camas poseen un sistema que se llama cardánico, que permite que se desplacen al igual que el barco para evitar que los eventuales internados sientan el movimiento de la embarcación.
Frente al gimnasio, está el aula donde generalmente toman clases los guardiamarinas en comisión durante su entrenamiento a bordo, que suele incluir rotación por los diferentes puestos de la embarcación. Hay sillas pupitres azules, un proyector y un pizarrón. La pared trasera está ocupada por una biblioteca. En uno de los laterales hay computadoras disponibles –aunque ahora los alumnos suelen embarcar con sus propias notebooks–, y en la otra hay una impresora 3D.
La peluquería es territorio de Soledad Bargozza. La joven, oriunda de Ushuaia, entró a la Armada por su hermana y hoy está a cargo de este nuevo sector que habilitaron en un pequeño cuarto al lado del comedor. Allí pasa sus horas siempre y cuando no se estén desarrollando maniobras en cubierta. En ese caso, debe colaborar con las amarras. A bordo, todos tienen más de un rol.
Hay 11 cocineros distribuidos en dos cocinas. Una es la panadería. En otra, a las 18.30 ya amasan las 52 pizzas que iban a servir esa noche. “Antiguamente era gente que quedaba relegada. Ahora hay gente que quiere entrar para trabajar en estas zonas, lo que nosotros llamamos servicios”, explica el oficial Varese, jefe de Abastecimiento.
Mientras que la tarea de los suboficiales tiene que ver con lo técnico, la de los oficiales se relaciona con lo gerencial. Se calcula una ración por persona para cada día, e incluye: desayuno, media mañana, almuerzo, media tarde y cena. No se puede repetir. Quien calcula las provisiones es la jefa de Víveres. Para los viajes de instrucción, que duran cerca de seis meses, tienen en cuenta los distintos puertos que tocará la fragata y tratan de equiparse con productos típicos de cada escala. Por lo que, según cuenta Varese, sus cocineros deben saber qué plato elaborar con los productos que consigan. También es importante contar con carne argentina, en caso de recibir invitados especiales, por lo que a mitad de viaje suelen recibir un contenedor que los provee.
La lavandería es quizás el lugar del barco que más se mueve. Allí llegan a lavar y planchar los uniformes de 50 personas por día. Los oficiales y suboficiales dejan rotuladas las perchas con las prendas que desean lavar y el equipo de lavandería se ocupa de retirarlas y luego devolverlas. Se organizan en divisiones ya que algunos días que se dedican a limpiar las sábanas, toallas y manteles de todo el buque. “Se estila que los guardiamarinas en comisión se ocupen de su propia ropa, pero yo quiero que logremos que todos usen la lavandería, si tenemos los equipos”, cuenta Varese como parte de las mejoras que quiere implementar con su gestión.
Pretende poder contar con dos turnos gracias a la incorporación de un nuevo equipo de lavanderos: un grupo de músicos que necesitaban estar juntos para ensayar.
También cuentan con una planta desalinizadora que, a través del sistema de ósmosis inversa, logra separar la sal del agua y convertir el agua salada de mar en apta para consumo humano. Hoy, con la producción de esa planta logran mantener el consumo diario que en promedio alcanza los 25.000 litros. Esa misma cifra se consume para baldear la embarcación, actividad que se lleva a cabo el día anterior a la llegada a un puerto.
“Acá abajo están los héroes olvidados de este buque, los que hacen que pueda funcionar”, dice el comandante Nieto, antes de abrir la puerta que comunica con la sala de máquinas. Adelante, está el centro de control y al cruzar una puerta redonda con la bandera argentina comienza el ruido ensordecedor que solo se apaga utilizando los protectores auditivos.
La Fragata Libertad tiene dos motores y tres formas de propulsión: a motor, a vela o mixta. Funciona a diésel y consume un promedio de 6000 a 8000 litros por día. La máxima velocidad que puede alcanzar son 13,7 nudos. Para generar la energía que abastece todo el barco cuenta con cuatro generadores. Los dos principales hacen el mayor trabajo, el tercero no se puede utilizar siempre. El cuarto es el de emergencia, que se activa cuando detecta algún corte, pero, como su nombre lo indica, solo puede abastecer puntos de emergencia.
En las cubiertas bajas, además de la sala de máquinas, los motores y generadores, están las cámaras frigoríficas, un pequeño taller eléctrico que cuenta con un gran torno que ocupa la mayoría del salón ubicado detrás de una puerta de rejas blancas y un “pañol”, una especie de ferretería a bordo, así se le llama al compartimento de un barco donde guardan algunos repuestos.
“En el agua somos nosotros, no tenemos un auxilio mecánico que nos venga a buscar. Hay que resolverlo acá”, apunta el capitán de corbeta Deon, jefe de Máquinas, mientras por los caños que pasan arriba de su cabeza se escuchan los movimientos de agua de los pisos superiores.
Es la primera noche de esta travesía y la fragata, según dicen los que saben, empieza a “cabecear”. Así, se le llama al movimiento del barco alrededor de su eje transversal y está vinculado con el oleaje. Aunque en su mayoría son cadetes, no son los únicos que “fondearon”, es decir, que están acostados porque el malestar y los mareos no les permiten levantarse.
A bordo, hay otro lenguaje. A los baños se le dice “jardines”. A la mesa “rancho”, y así también anuncian por altoparlante los diferentes horarios de almuerzo: “rancho general”, “rancho segundo turno”. Y “arrancho” se le llama a la limpieza. Las velas se “cazan” cuando se despliegan y se “cargan” cuando se levantan. Diana es la alarma para despertasre, a las 7; indica el inicio del día.
El diccionario náutico también incluye los significados de los diferentes pitidos de los silbatos con que se comunican los suboficiales en cubierta. La señal “io, io”, que se escucha durante la maniobra de velas significa: izar. Cada uno de los cuatro palos –bauprés, trinquete, mayor y mesana– tiene un contramaestre, un suboficial de la Armada que está a cargo de los marineros y le transmite las órdenes que salen del puente de mando.
Horas más tarde de la clase de velas en cubierta, habrá otra teórica en el comedor, que se ve invadido por los jóvenes de camiseta celeste y pantalón azul. “Sepan que tanto a mí como a todo el personal de mar le pueden preguntar lo que quieran en todo momento. Aprovéchenlo”. Lo cierto es que, a pesar de contar con espacios diferenciados, durante la navegación los cadetes conviven con los altos mandos. Incluso Nieto pasea constantemente por la cubierta y se muestra accesible.
“Tenés que dar lo máximo para estar acá y es una responsabilidad brindar tu máximo profesionalismo para contagiarle a los cadetes tu patriotismo”, dice el Tteniente de navío Ruhl, jefe de Servicio. Y agrega: “La fragata es un símbolo. Yo entré a la Armada para llegar acá, es la aspiración”.
Varese coincide y describe: “Para mí es como un mundial. La fragata es un ícono de la Argentina, representamos al país en el exterior, siento que estoy jugando en la selección”.
Todos aquellos que prestan servicios son los mejores de sus promociones. Son los “más antiguos”, así le llaman a quien tiene las mejores notas en un grupo que está cursando. Pero no alcanza solo con las buenas notas, también es necesario contar con buen concepto.
“Es un viaje único. La tripulación está dispuesta a enseñar e instruir el conocimiento y la práctica. Para mí es el buque más importante de nuestra armada y la representante de nuestra nación a través del mar”, dice la cadete de cuarto Luciana Gaite, que embarcó por primera vez. Aunque su rol principalmente se limita a observar y aprender, durante las guardias nocturnas desarrollan algunas actividades. Los están observando constantemente. Cuando finalice el viaje tendrán que rendir un examen y recibirán un informe.
En el último día a bordo, la fragata fondea frente a la ciudad de Mar del Plata. Se acercan lanchas a saludarla. Después de un simulacro de incendio comienzan los preparativos para la llegada al puerto marplatense. Un hombre colgado de la cubierta retoca con blanco el exterior.
Pese a llamarse comida de camaradería, se mantiene la distribución de las jerarquías que cenan por última vez a bordo en la cubierta. El cierre musical a cargo de un invitado que incluyó algunas canciones de un cadete es el que logra unir en la popa a toda la tripulación. Horas más tarde, a las 6, comenzarán a lustrar los bronces y la Fragata Libertad se llenará de banderas listas para arribar a la Base Naval de Mar del Plata.
Fotos: Ricardo Pristupluk y Mauro V. Rizzi
Edición fotográfica: Fernanda Corbani
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