“Es exponencial”: el negocio que floreció en la ciudad, tuvo su auge en pandemia y por momentos roza la ilegalidad
Pese a que la tenencia de cannabis para uso recreativo está prohibida en el país, solo en la Capital funcionan más de 110 grow shops, dedicados a la venta de productos para el consumo y cultivo de esta planta
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Hace unos diez años, para encontrar un grow shop en Buenos Aires había que adentrarse en lo más profundo de una galería o en algún subsuelo aún más oscuro. Quienes conocen el rubro –que nuclea establecimientos dedicados al asesoramiento y venta de productos para el cultivo de cannabis– recuerdan que, entre los pocos locales de este tipo que había por entonces uno de los más conocidos era el de la Bond Street: con sus paredes grafitadas, rock a todo volumen y calaveras de todos los tipos y colores, gozaba de un aura de ilegalidad que atraía a algunos y ahuyentaba a otros.
Hoy, el panorama cambió por completo: funcionan al menos 110 grow shops distribuidos en la ciudad, la mayoría con salida a la calle y grandes carteles. Hay marcas que poseen cadenas de sucursales y franquicias. Doctor Cultivo, una de las más grandes, hasta tiene un local en un shopping, el Abasto. Solo en la zona de Plaza Italia, en un diámetro de diez cuadras, suman cuatro. Los nombres son de lo más variados: BuenChurro, Quema2, MundoRasta, Chalaland y Smoke on the Water, entre otros.
“Pasó como con las hamburgueserías y cervecerías. Hay cada vez más locales porque la gente demanda más: fuma y cultiva más. El crecimiento es exponencial y creo que todavía estamos viendo una primera etapa, un embrión de lo que puede llegar a ser”, comenta Luis Castro Palma, jefe de redacción del medio digital Cannabica Argentina.
Al ver este panorama, la primera pregunta que surge es: si la venta libre de marihuana está prohibida, ¿cómo puede ser que haya tantos negocios de este tipo?
La respuesta que dan algunos vendedores consultados es simple: “Porque no vendemos marihuana”. Ofrecen todo lo relacionado con el cultivo y consumo de esta planta; desde tierra abonada, fertilizantes y picadores de hojas, hasta en algunos casos productos más extravagantes, como sedas símil dólares y grandes pipas de agua –también conocidas como bongs– con calaveras. A su vez, muchos también comercializan semillas y plantines de cannabis certificados, pero por ley solo pueden vendérselos a personas con un certificado del Reprocann, el registro donde están inscriptos los pacientes que utilizan esta droga con fines medicinales.
Hubo un gran punto de apogeo en esta historia: la pandemia. Mientras muchos rubros experimentaban quizá su peor crisis histórica, como por ejemplo la indumentaria y la gastronomía, los grow shops se extendían cada vez más: abrían franquicias y sucursales propias, y se iban adueñando del escenario porteño, reemplazando pizzerías, peluquerías, zapaterías. Según expertos del sector, durante la pandemia abrieron en todo el país más de 200 nuevos grow shops, tanto físicos como virtuales.
“Se dieron dos cosas al mismo tiempo. Con el encierro, la gente empezó a fumar más, tanto por motivos medicinales como recreativos. Paralelamente, por esa época salió el Reprocann y eso incentivó a que mucha gente empezara a cultivar para uso medicinal”, explica Mauro Benedetto, socio fundador de la cadena Jardín Primitivo Grow y miembro de la Cámara Empresarial de Grows Argentinos (Cameg).
El Sistema de Registro del Programa de Cannabis (Reprocann) fue aprobado a fines de 2021 y, desde entonces, los pacientes que tienen una autorización médica avalada por este organismo pueden acceder legalmente a los derivados del cannabis con fines medicinales. Esto incluye la compra del cannabis, así como también su autocultivo.
Fuera de este permiso, toda tenencia de cannabis es considerada un delito en el país. De todas formas, según Francisco, encargado de un grow shop situado en Palermo, en realidad hoy es “muy fácil” obtener este permiso. “Solo necesitás un médico que te lo indique. A mí me lo indicaron por estrés, por ejemplo”, explica el joven, quien pidió resguardar su apellido. Incluso existen grow shops que en sus páginas web les ofrecen a los clientes citas médicas con determinados profesionales especialistas para que puedan tramitar el permiso.
Con el Reprocann, por resolución del Ministerio de Salud, una persona puede tener en su casa hasta nueve plantas de cannabis en flor. “Se entiende que esta cantidad no excede un uso personalizado, por eso está regulado así. Podés cultivar una cantidad bastante interesante de cannabis, que te permite abastecer tu tratamiento de salud anualmente. Está pensado de esa manera”, detalla la abogada especialista María Victoria Baca Paunero, docente de la Universidad Nacional de Quilmes e integrante del Centro de Estudios de la Cultura Cannábica.
“Brownies locos” y gomitas con droga
Dentro del mercado cannábico, la línea entre la venta legal y la ilegal es delgada. Así como existen locales con la habilitación correspondiente que, tal como exige la ley, solo venden plantines y semillas a los pacientes con Reprocann, también hay quienes admiten que no les exigen a sus clientes este certificado. Además, funcionan locales que ofrecen en sus mostradores productos no habilitados, como los llamados “brownies locos” (brownies con marihuana), gomitas con marihuana o semillas no autorizadas por el Instituto Nacional de Semillas (Inase).
La semana pasada, según fuentes de la Policía de la Ciudad, tres hombres fueron detenidos tras un allanamiento a dos grow shops y un departamento, donde los efectivos encontraron diversos productos, entre ellos, gomitas con droga sintética y otros comestibles elaborados con cannabis. La investigación, a cargo de efectivos de la División Investigaciones Antidrogas Sur, surgió luego de que dos vecinos fueran internados por intoxicación, presuntamente por consumo de productos que habrían adquirido en uno de estos locales.
“Es una imprudencia por parte de los dos lados, tanto del que lo vende como del que lo compra. El que lo compra no sabe con qué está hecho ese brownie”, sostiene Benedetto, a su vez que aclara que lo mismo sucede con los vaporizadores de THC, el principal componente psicoactivo del cannabis, cuya comercialización no está permitida. “Todos los días viene algún cliente a preguntarme si lo vendo. Obviamente, no lo vendemos”, sentencia.
En los últimos años, hubo municipios que se dedicaron a combatir estos locales, mientras que otros decidieron apoyar el crecimiento del rubro. El que mayor historial de prohibición tiene es San Miguel, que ya clausuró cinco. Uno de ellos apeló y, tras 35 días, volvió a abrir, pero los otros cuatro no. Del lado opuesto se encuentra Mar del Plata, que hace poco creó la categoría “grow shop” para la habilitación comercial. De esta forma, los grow shops de este partido dejan de estar inscriptos en la categoría “vivero”, como sucede en muchos distritos del país.
En crisis
Pese al auge, según los propios comerciantes el rubro cayó en los últimos meses. Esto se debe a una variedad de factores, pero el principal –asegura Benedetto– es que la oferta creció tanto y en tan poco tiempo que el mercado se saturó. Además, dice que existe una oferta desleal: “Hay distribuidores que le venden al público al mismo precio que a los locales, y eso hizo que algunos quebraran”, argumenta.
A esto se suma que, debido a que gran parte de los productos que venden son importados –la parafernalia es china, mientras que los fertilizantes suelen ser holandeses o canadienses– los grow shops también están enfrentando problemas de stock y dificultades económicas.
Pero desde el sector confían en que se trata de una crisis pasajera y que, en cuanto el mercado y los distribuidores se acomoden a la nueva realidad, podrá seguir creciendo como lo vienen haciendo en los últimos años. También confían en una futura despenalización del cannabis en el país, como sucedió en Uruguay.
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