No es difícil imaginar por qué los jóvenes dudan en tener familias numerosas
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Cuando Heather Marcoux, de 37 años, esperaba a su hijo hace varios años, ella y su esposo asumieron que sería el primero de varios embarazos.
“Ciertamente pensamos que tendríamos más de uno”, dice Marcoux, que vive en Alberta, Canadá. Pero hoy, estos padres tienen muy claro que su hijo, que ahora está en la escuela primaria, nunca tendrá un hermano.
“Podemos ofrecer a nuestro único hijo un nivel de vida bastante bueno”, expone. “Si agregamos más niños, bajaría significativamente”. Es en parte una decisión financiera. Incluso con los ingresos de Marcoux y su esposo combinados, el cuidado de los niños es una lucha y ahorrar de manera significativa es imposible. Pero también tiene que ver con la falta de apoyo y las dudas sobre el futuro. ”Siento que otro niño sería una carga que simplemente no podríamos manejar”, señala Marcoux.
“Nadie quiere pensar en su familia en crecimiento como una carga. Eso es un desastre incluso para decirlo. Algunos días simplemente sentimos que es tan imposible lo que estamos tratando de hacer con uno... ¿Cómo podríamos hacer que [nuestra vida diaria] funcione con más? Algunos miembros de la familia están decepcionados por nuestra elección, pero el mundo es diferente ahora”, agrega. La tasa de natalidad mundial está cayendo. Eso no es necesariamente una noticia; ha estado en declive desde 1950, según los datos recopilados por el Population Reference Bureau, una organización sin fines de lucro con sede en Washington, DC.
Sin embargo, el descenso en los últimos años ha sido especialmente marcado: en 2021, la tasa de fertilidad mundial es de 2,3 nacimientos por mujer; en 1990 era 3,2. Una nueva encuesta del Pew Research Center encontró que un porcentaje creciente de adultos estadounidenses sin hijos de entre 18 y 49 años tienen la intención de seguir así.
En todas las naciones europeas, la fertilidad en 2021 estaba por debajo de los 2,1 nacimientos por mujer que generalmente se considera la “tasa de reemplazo” de una población. En varios de esos países, las tasas de natalidad cayeron a mínimos históricos.
Inestabilidad financiera
No es difícil imaginar por qué los jóvenes dudan en tener familias numerosas. La estabilidad financiera es más difícil de lograr que nunca.
Uno de cada 10 estadounidenses no jubilados dice que es posible que sus finanzas nunca se recuperen de la pandemia; además, podría acecharse una inflación significativa en Europa.
En muchos lugares, la propiedad de una vivienda es casi una quimera. El malestar político y civil es desenfrenado en todo el mundo y el clima está en crisis. Es fácil adoptar una visión deprimente del futuro. ”La explicación central es el aumento de la incertidumbre”, dijo Daniele Vignoli, profesor de Demografía en la Universidad de Florencia, en su discurso de apertura en un taller de investigación organizado por el Instituto Universitario Europeo en Zoom.
“La velocidad, la dinámica y la volatilidad crecientes” en numerosos frentes, explica, “hacen cada vez más difícil para las personas predecir su futuro”.
Y si bien la tasa de desempleo mundial se recuperó después de la recesión, no lo ha hecho de manera uniforme en todas las industrias y niveles.
“Ha habido una disminución de buenos trabajos para las personas de hogares de ingresos bajos y medios (trabajos sindicalizados, construcción, manufactura), esos trabajos no regresan y son buenos y estables para las personas con niveles más bajos de educación”, dice Gemmill.
Un estudio estadounidense de 2019 mostró que la pérdida de ciertos trabajos, incluida la manufactura, tuvo un impacto mayor que el desempleo general en la tasa de fertilidad total. Gemmill agrega que aumentó el trabajo por encargo (de la economía on demand) y el trabajo por turnos -empleos que generalmente no vienen con beneficios familiares, como cuidado de niños o atención médica en países privatizados. Esta realidad también crea preguntas sobre la estabilidad futura e influye en la toma de decisiones sobre la crianza de los hijos.
Y la incertidumbre económica se extiende más allá del empleo, a la incertidumbre por la vivienda.
Falta de certezas
Un estudio reciente realizado por investigadores del Centro para el Cambio de Población de la Universidad de Southampton, Reino Unido, mostró que la suposición habitual de que las personas serían propietarias de una casa antes de tener hijos, una que estaba respaldada por datos hasta aproximadamente 2012, ya no es cierta.
De hecho, la realidad financiera puede significar ahora que los jóvenes tienen que elegir entre ser propietarios de una casa o tener uno o más hijos. ”Esta desconexión entre ser propietario de una casa y convertirse en padre tiene implicaciones significativas para la paternidad en general”, dijo la investigadora principal, la profesora Ann Berrington, en un comunicado de prensa.
“Si se da el caso, como proponemos, de que la propiedad de la vivienda compite cada vez más con los costos de tener hijos, entonces es probable que quienes logren comprar una casa pospongan o incluso renuncien a tener hijos”. Marcoux dice que las presiones de pagar una hipoteca y mantener una casa son parte de la razón por la que no tendrá más hijos. Da miedo, indica, pensar que algo catastrófico podría suceder y llevar a la familia a una crisis financiera.
Además de eso, agrega Marcoux, le preocupa no estar proporcionando lo suficiente para su hijo.
“La comunidad realmente se ha erosionado”
Para los futuros padres, estas preocupaciones financieras pueden verse agravadas por la inquietud ante los disturbios políticos y civiles, tanto locales como globales, temores que pueden exacerbarse aún más por la presencia constante de los medios de comunicación en nuestras vidas, que pueden amplificar el conflicto y la división. Y aunque las guerras y los problemas políticos han sido una realidad para casi todas las generaciones, en todas partes, se podría decir que los padres de hoy se enfrentan a un mundo que parece mucho más aterrador que el de sus propios padres o abuelos.
A pesar de la esperanza de vida más alta que nunca, la tecnología mejorada y el acceso a la atención médica moderna, los medios omnipresentes significan que somos más conscientes de todos los terribles acontecimientos del mundo, desde la escasez de alimentos hasta los tiroteos en las escuelas. Los datos del Índice de Paz Global más reciente, un informe anual compilado por el Instituto para la Economía y la Paz con sede en Sídney, muestran que los disturbios civiles se han más que duplicado en el mundo durante la última década, con un aumento significativo solo en 2020, de un 10% global.
Cuarenta años de datos en países que experimentaron conflictos civiles muestran que las tasas de fertilidad generalmente caen hasta un tercio durante períodos de inestabilidad.
La gente tiene menos hijos, apunta Gemmill, cuando están aterrorizados por lo que su progenie podría tener que enfrentar. Marcoux también siente que la división afecta a las personas a nivel de vecindario. Hay una falta de comunidad, dice, que hace que la crianza de los hijos sea mucho más difícil, y más solitaria, de lo que solía ser.
“Cuando era niño, a principios de la década de 1990, todas las mamás de la cuadra eran amas de casa. Todo el mundo estaba siempre cerca, conocías a tus vecinos y tenías el apoyo de la comunidad”, dice.
Marcoux expresa que no siente ese apoyo y que el estar aislada en su propia comunidad aumenta los temores de la paternidad moderna.
En un estudio de 2018, dos tercios de los millennials estadounidenses encuestados informaron sentirse desconectados de sus comunidades, hallazgos desafortunados, considerando que los lazos sociales son uno de los predictores más fuertes de la felicidad. ”Ni siquiera conocemos a nuestros vecinos. Creo que la comunidad realmente se ha erosionado”, observa Marcoux.
“Y ahora, especialmente, los problemas políticos están pasando a primer plano y algunas personas están perdiendo relaciones con personas con las que podríamos haber contado en el pasado, porque nuestras creencias, moral y ética simplemente no son compatibles”.
Razones climáticas
En la encuesta de Pew Research, cuando se preguntó por qué a las personas que dijeron que era poco probable que tuvieran hijos en el futuro, el 5% citó razones ambientales.
Una encuesta de 2019 realizada por Business Insider mostró que cerca de un tercio de los estadounidenses, incluido casi el 40% de las personas de 18 a 29 años, pensaba que las parejas deberían “considerar los efectos negativos del cambio climático al decidir si tener o no hijos”. No es solo que una población en crecimiento aumente la huella de carbono de la humanidad. Marcoux dice que teme que la próxima generación sufra los peores efectos del cambio climático y le preocupa la versión de la Tierra que heredarán su hijo y sus nietos potenciales. Para ella, la crisis climática solo refuerza su decisión de mantener a su hijo como hijo único.
“¿Por qué le agregaría a otro niño a la mezcla cuando a veces pienso en el futuro y estoy aterrorizada por él? Me quedo despierta por la noche pensando en cómo será su futuro “, añade.
“Esta es otra cosa de la que mi esposo y yo hablamos sin parar. Nos preguntamos, ¿hicimos la elección correcta? ¿Estamos cargando a nuestro hijo con tener que lidiar con las consecuencias? ¿Estábamos siendo egoístas?”.Son preguntas que asolan a generaciones enteras mientras deciden cuántos hijos tener, o si tener alguno, ante los informes cada vez más desesperados sobre el estado del planeta.
“No se me ocurrió que el punto de inflexión del clima podría presentarse durante mi propio horario de máxima audiencia ovárica”, escribe la editora de aventuras Katie O’Reilly.
En un artículo de 2019, publicado en la revista Sierra, habla sobre cómo lidiar con la elección de querer ser madre como una periodista medio ambiental en la era de la crisis climática.
“Se ha vuelto imposible ignorar el hecho de que las cosas se ven cada vez más sombrías para la descendencia de mi generación. ¿Cómo podría mirar a mi hijo hipotético a los ojos y reconocer que voluntariamente lo traje a un mundo caótico y cada vez más inhabitable, que sabía que todos sus animales favoritos de libros ilustrados se estaban extinguiendo?”, se plantea.
Un optimismo incierto
Mientras escribo esto, mi primer hijo se retuerce y tiene hipo dentro de mí. He tenido un embarazo afortunadamente sin complicaciones, físicamente hablando, pero mental y emocionalmente, estoy hundida hasta las rodillas en sentimientos turbios y confusos sobre la inminente paternidad. Pensé que, a los 31, estaría en un lugar diferente económicamente. No he terminado de pagar mis préstamos estudiantiles y, salvo que se tomen medidas legislativas importantes, es probable que los siga cargando hasta que mi hijo esté en el jardín de niños, al menos.
Vivo en una zona rural de Pensilvania, EE. UU., donde el costo de vida es bajo y tengo fácil acceso a alimentos locales saludables y asequibles. Pero mi casa es alquilada, estoy lejos de mi familia y, aunque tengo una comunidad amorosa de vecinos, es difícil deshacerse del sentimiento de no permanencia.
Tantas cosas me dan ansiedad. Me da ansiedad dar a luz a un niño en una pandemia, en un país donde siento la debilidad de la paz política.
Miedo aparte, también siento una emoción profunda y visceral y un optimismo inconfundible. No puedo esperar para caminar con mi hijo en el mundo natural, por muy maltratado que esté, señalando lo precioso de los árboles de madera dura de los Apalaches, las polillas y los mejillones, y la nieve profunda en la colina de esquí. Me digo a mí misma que simplemente haremos todo lo posible para familiarizar a nuestro bebé, no asustarlo, con los problemas del mundo, y luego capacitarlo para que crea que puede ayudar a arreglar el barco.
La maternidad es aterradora, pero me parece exactamente la elección correcta. De alguna manera, parece, ambas cosas pueden ser verdad.
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