"Es espantoso". Historias de parejas distanciadas desde hace meses por el coronavirus
"Estar lejos de la persona con la que convivías es espantoso -dice Camila Rebosolan-. Se extraña todo. Uno tiene una pareja para compartir el día a día y nosotros somos de hacer muchas cosas juntos: ir al cine, cocinar, nadar, andar en bici o caminar por la montaña. La incertidumbre de no tener fecha para el reencuentro también es espantosa. Yo imaginé que iba a ser máximo en septiembre, pero ahora todo sigue igual o peor".
Camila tiene 29 años y aunque hoy vive en la casa de sus padres en Villa Allende, Córdoba, desde hace cinco meses su cabeza y su corazón están en otro lugar y en otro tiempo. Del otro lado del océano, a más de 10.000 kilómetros de distancia y bajo un huso horario distinto. Allá, en Auckland, Nueva Zelanda, está Logan, su novio neozelandés de 28 años, al que no ve desde el 22 de marzo. Ese día tuvieron que despedirse inesperadamente en el aeropuerto de Sidney, cuando estaban a punto de tomar un vuelo juntos hacia Nueva Zelanda. El plan era que, al llegar, Camila -que ya había vivido allí entre 2018 y 2019 con Logan, a quien conoció en su visa de work and holiday- tramitara un permiso de residencia como pareja para seguir su vida juntos.
Pero nunca pudo tomar ese avión porque, solo tres días antes, Nueva Zelanda había cerrado sus fronteras por el coronavirus y desde entonces permite ingresar únicamente a los residentes.
Ellos son la punta de un iceberg gigantesco.
En todo el planeta hay miles de parejas binacionales en la misma situación de incertidumbre: miles de sueños y proyectos que quedaron partidos en dos, en lugares diferentes, en un momento mundial dramático. Por eso, se organizaron y lanzaron la campaña online #LoveIsNotTourism, "el amor no es turismo", para exigir a los distintos gobiernos que flexibilicen las condiciones de entrada y reconozcan entre sus excepciones el reencuentro de parejas binacionales de hecho.
El grupo de Facebook de LoveIsNotTourism Argentina ya tiene más de 500 miembros y funciona como espacio de apoyo mutuo y para compartir las últimas novedades. Allí se pueden leer muchísimas historias de argentinos cuyas parejas quedaron en países como España, Italia, Francia, Alemania y Estados Unidos, entre otros. También hay casos en Chile, Uruguay y Brasil, lugares hoy tan cercanos como inaccesibles.
"Nunca nos imaginamos que podía pasar -relata Camila-. En la embajada nos habían dicho que no iban a haber problemas". Pero en el check-in no alcanzaron los ruegos, ni que Camila tuviera cuenta de banco y permiso de conducir de Nueva Zelanda, ni que allá también hubiera dejado sus pertenencias. No sirvieron las fotos que probaban su convivencia legal de dos años, con viajes por lugares paradisíacos, presentación de familias de por medio y muchos planes para el futuro.
Entre lágrimas y ante el miedo de quedar varados en plena pandemia en un país ajeno, decidieron separarse. Él voló a Auckland y ella, horas después, logró subir a uno de los últimos vuelos regulares que aterrizaron en Ezeiza, en el que lloró durante todo el trayecto de vuelta por esa decisión que tuvieron que tomar en cuestión de minutos. Al despedirse, creyeron que sería solo por un par de meses.
"Qué ilusos", dice ahora ella, con un dejo de impotencia en la voz. Porque siguen en un limbo y no saben cuánto terminará: al no estar casados, Logan no puede entrar a la Argentina y Camila tiene cerrado el paso a Nueva Zelanda.
En Europa, algunos pocos países escucharon el reclamo y ya permiten el regreso de parejas de hecho, aunque no estén casadas. Pero como la Argentina y Nueva Zelanda siguen blindadas a todo extranjero, Camila y Logan pasan sus días entre pantallas y horarios cruzados. "Él se levanta a las 6 porque entra a trabajar a las 7 y lo primero que hace es llamarme. Acá son las 15 y hablamos durante una hora. Los fines de semana tenemos algo más de tiempo para las videollamadas. Siempre hablamos del futuro", cuenta Camila.
Ella "nunca hubiera elegido una relación a distancia" porque es "algo durísimo", sobre todo al principio, cuando ni bien llegada a Córdoba se aisló un mes en soledad para cumplir con la cuarentena.
"Con el paso de los meses empecé a convivir con eso y con la esperanza de que se solucione. Sabemos que falta menos y eso nos da esa fuerza para seguir aguantando. También trato de hacer cosas que me ayuden a relajar la mente: voy a caminar, hago yoga, estoy por empezar un microemprendimiento", dice.
Además, todos los días sigue el tema para ver si hay novedades en la apertura e insiste con la embajada neozelandesa para que procesen su visa de pareja, aunque sea a la distancia. En diciembre, ella cumple 30 años y su sueño es festejarlos en Nueva Zelanda, con Logan. Y claro, pasar juntos las fiestas, como vienen haciendo cada año desde que empezaron a salir. "Pero si la cosa no avanza, intentaremos encontrarnos en algún tercer país que nos acepte", remata Camila.
Un amor en portugués
Los planes de Simón Flores, cordobés, de 26 años, y su novia Lena, alemana, de 24, también quedaron en el aire. Al menos por un tiempo. Se conocieron el año pasado en Faro, Portugal, donde él trabajaba de voluntario en un hostel y ella había viajado para estudiar el idioma. Fue un flechazo: enseguida se mudaron juntos a Reliquias, un pueblito cerca de la costa con menos de 1000 habitantes. Y en diciembre, viajaron a la Argentina, para que Lena conociera los pagos y a la familia de Simón, y para juntar los papeles necesarios para casarse y convivir legalmente en Europa. Ella volvió en febrero, porque tenía que seguir sus estudios. Él sacó pasaje para un tiempo después. Pero por la pandemia ya no pudo regresar.
"Ayer cumplimos diez meses de novios y literalmente llevamos más tiempo distanciados que juntos. Tengo más screenshots en videollamadas que fotografías con ella -dice Simón con algo de humor para explicar cómo la tecnología los ayuda a sostener el vínculo-. Todos los días me quedó hasta las cinco de la mañana y hablamos cuatro horas, hasta de cuántos perritos vamos a tener. Nos divertimos. Ella me manda fotos de comida, de cuando va a la playa y así yo también viajo". Hablan en portugués, agrega el joven, "el ejemplo de que el amor no tiene fronteras, no tiene barreras".
¿Cómo se siente la distancia? "La vida normal de levantarte, darte una ducha, ir a trabajar, volver y ver una peli con tu novia, esa cosa tan simple, la extraño horrores. Es como si se te rompiera algo: dormís mal, te alimentás mal, tenés los horarios cambiados. Pero le pusimos todas las energías y lo llevamos bastante bien. Lo positivo de esto es que nos sentimos más unidos todavía", afirma Simón. Y comparte la frase con la que se animan en los momentos difíciles: "No podemos dejar que un virus corte nuestra relación, que un bichito corte nuestros sueños".
Parece que el mantra funciona: cinco meses después la idea del casamiento sigue firme y ya pidieron fecha para noviembre en la municipalidad de Gelsenkirchen, cerca de Dortmund, de donde es oriunda Lena. En Villa María, mientras tanto, Simón cruza los dedos y confía en que, después de dos cancelaciones, el 3 de octubre finalmente podrá volar de vuelta a Europa.
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