“Es como respirar”. Alertan por la falta de insumos para diálisis, que podrían terminarse en 15 días
Por las trabas a las importaciones, faltan elementos indispensables para preparar concentrados, jeringas, catéteres y líquidos
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En nuestro país hay más de 30.000 personas que dependen cada semana de al menos tres sesiones de varias horas de diálisis: sus riñones –por distintas causas– han dejado de funcionar y necesitan imperiosamente eliminar el exceso de líquidos y de toxinas que su organismo ya no puede hacer en forma natural. Si por algún motivo la diálisis se interrumpe, se interrumpe para ellos la vida. La diálisis es un soporte vital.
Para una buena parte de esas personas, la reciente comunicación de la Confederación de Asociaciones de Diálisis de la República Argentina (CADRA) es una auténtica espada de Damocles, aunque ellos sí saben bien cuál es el riesgo. Según Jorge Abdala, el médico que preside esa institución, se están agotando las reservas disponibles de insumos importados, sales y cloruros –entre otros– indispensables para la preparación de los concentrados con los que se efectúan las sesiones de diálisis, así como también jeringas, catéteres y líquidos peritoneales.
“Muchos centros de diálisis cuentan con un stock de insumos que, se estima, alcanzarán hasta finales de diciembre o principios de enero y de no recibir nuevos lotes nos encontraremos ante una situación de extrema gravedad que solo puede modificarse con la reposición de esos materiales prioritarios –advierte Abdala–. Se están terminando las reservas de insumos importados, no se permite el ingreso de estos insumos desde el exterior y, además, el problema empeora porque no nos reciben ni atienden el teléfono en el Ministerio de Salud”.
Belén, de 32 años, madre de dos niños (uno de ellos con un trastorno del espectro autista), hace seis años que está en diálisis. Se atiende en el hospital Regional de Mar del Plata y su cobertura es Incluir Salud. “Sabemos que faltan insumos desde hace al menos tres meses –explica–. Hace pocos días tuvimos que plantarnos frente a la puerta del hospital porque faltaban tres filtros para completar a los pacientes del turno, que somos siempre ocho personas. Uno de los pacientes podía ir a dializarse en otro lado porque es beneficiario de una buena obra social, pero un compañero y yo quedábamos sin atención. Protestamos y los filtros aparecieron. Dijeron que hay insumos hasta el 15 de diciembre. A veces la prestación que tenemos no paga y nos dejan sin diálisis: esto no puede ser un ta te ti… de esto depende nuestra vida…”.
Carlos Bonanno, presidente de la Sociedad Argentina de Nefrología (SAN), coincide con el complicado diagnóstico de situación. “Los pacientes renales son una población vulnerable, enfrentada a barreras complejas para acceder a un tratamiento adecuado y sostenible –afirma–. La coyuntura económica que atravesamos agravó la situación de forma alarmante. La consecuencia más directa es la dificultad para acceder a los tratamientos: hay problemas con la importación de materiales médicos y la escasez de elementos básicos que afectan directamente la vida de estos pacientes. Además, faltan recursos para los traslados, lo que empeora todavía más la situación”.
Una amenaza a la vida
Claudia Mosler tiene 54 años y volvió a necesitar diálisis hace 16 meses, después de vivir 37 años con un trasplante de riñón, un órgano cuyo funcionamiento, explica, se agotó. “La diálisis es como respirar –sintetiza–. Existen problemas, sí. Yo los he tenido recientemente por agujas que no son de buena calidad, tienen bisel muy ancho y sin filo, y eso que me trato en un lugar muy bueno. Pero tanto el jefe técnico como el médico me dicen que no pueden hacer nada: están usando agujas nacionales, y no son de la misma calidad”.
Mosler sufre una condición renal que también afecta a su único hijo, de 18 años, y que por ahora el muchacho maneja con dieta y medicación. “Esta situación –relata– me llevó a generar una asociación para acompañar a familias en la etapa de transición de la insuficiencia renal en la niñez a la adultez, que es un proceso muy especial y conlleva dificultades específicas”.
Desde su cuenta de Instagram, Claudia Mosler brinda este apoyo desinteresado junto a varias psicólogas especializadas en el tema.
“Sí, existe una amenaza real contra la continuidad de los tratamientos en algunos centros –afirma la paciente–, especialmente entre quienes tienen el programa de salud del Gobierno (Incluir Salud) y en el interior del país. Tengo un sobrino que vive en la Patagonia y está en diálisis, se le tapó la fístula (un acceso que se crea para poder recibir el tratamiento en forma más cómoda), pero no pudieron reparársela y está con un catéter (que es más molesto) porque no tienen insumos para una prótesis”.
Carlos Corti, paciente renal de 61 años que integra la Asociación Marplatense de Apoyo al Trasplante comenta que ha pasado 35 años de su vida haciendo diálisis, a excepción de las dos veces que vivió con un riñón trasplantado: uno le funcionó 7 años; el otro, 10.
“Acá, en Mar del Plata –explica– no existen grandes centros de diálisis multinacionales. Los establecimientos pertenecen a grupos de médicos. Yo me atiendo en uno donde somos 110 pacientes y no hemos tenido inconvenientes. Tal vez ha faltado algún camisolín o botas descartables, pero nada más. Puede ser que con el cambio de gobierno y la devaluación los importadores estén manteniendo una entrada mínima de insumos para no verse afectados por una devaluación. De todos modos, desde el Consejo Asesor de Pacientes del Incucai, que integro, estamos alerta a que haya alguna situación que implique problemas en el correcto tratamiento de los pacientes Y, como sucedió en otras oportunidades, saldremos en defensa de los mismos”.
“Existe una amenaza real que sería fácil de solucionar si el Gobierno quisiera –enfatiza Claudia Mosler–. Primero, destrabar los insumos que están en la Aduana: no se puede importar y los productos locales son de mala calidad. Segundo, actualizar según la inflación los valores que facturan los centros de diálisis a prepagas u obras sociales. Hay actitudes que parecen caprichos, se olvidan que existen pacientes involucrados. A veces digo, irónicamente, que habría que poner a algunos en una camilla de diálisis y pincharlos, para que comprendan. Me destruyen el corazón los mensajes que me llegan de los pacientes: tengo miedo, me cuesta levantarme. Yo tengo herramientas, estrategias de lucha, de ver por dónde… Insumos para un mes más hay, aproximadamente. Pero si esto no se soluciona, apenas empiece el nuevo Gobierno nos vamos a plantar frente al ministerio o la secretaría de salud, lo que haya. Y vamos hacerlo para defender la vida.”
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