Es bombera voluntaria desde que tiene 16 años y vio cómo un techo aplastaba a sus compañeros: “Hay situaciones que duelen y no se olvidan”
Sabrina Silva llegó al cuartel de San Francisco Solano hace 14 años; en ese tiempo, vivió momentos de tensión; “No cambiaría esta profesión por nada”, avisa
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Sabrina Silva, tiene 30 años y es sargento en el cuerpo de bomberos voluntarios de San Francisco Solano, en la provincia de Buenos Aires. Ingresó al cuartel cuando tenía solo 16, por simple curiosidad, y hoy su carrera logró atravesar toda su vida, desde su pareja hasta su otra profesión: maestra jardinera. En estos 14 años de servicio, vivió situaciones duras, las cuales afirmó a LA NACION que “duelen y no se olvidan”, pero también aseguró que “no cambiaría por nada” su elección.
“Es importante que la gente vea el sacrificio que alguien hace para ser bombero. Uno lo ve ahí combatiendo el fuego, pero detrás de esa persona hay una historia”, resaltó Sabrina, que se animó a contar la suya.
En 2007, cuando fue a renovar su DNI porque acababa de cumplir 16 años, vio un folleto que informaba que estaban buscando bomberos voluntarios para el cuartel de San Francisco Solano. Le llamó la atención y le pidió a su mamá que la llevara porque quería probar suerte. La convocatoria era a partir de los 17, ya que recién a los 18 se puede rendir el examen para empezar a trabajar, pero insistió por varios meses hasta que el jefe la aceptó. “Me dijeron que iba a estar tres meses a prueba y llevo 14 años”, resaltó.
A diferencia de muchos de sus compañeros, en su familia no había otros bomberos, pero su decisión inspiró a su hermano menor, quien se anotó en la Escuela de Cadetes y hoy, con 22 años, trabaja en el mismo cuartel que ella.
Para Sabrina su labor voluntaria implica dosis de adrenalina y constantes capacitaciones para poder desenvolverse frente a las situaciones más difíciles. “Uno sale sin saber con lo que se va a encontrar”, sostuvo y resaltó: “A mí me apasiona”.
Según indicó, sabe que su vida podría estar en riesgo frente a cualquier toque de sirena y asume que tuvo que atravesar experiencias que no olvidará jamás, pero su mantra es “enfocate en tu labor, salvá lo que puedas”, y eso intenta. Aunque confió: ”El descargo viene después”.
Un techo derrumbado y un compañero que cayó al vacío
Los bomberos voluntarios se preparan “para lo peor”, pero cuando ocurre no quiere decir que no les afecte. A Sabrina nunca le tocó perder a un compañero en servicio, pero le relató a LA NACION tres incidentes que la marcaron para siempre.
“En 2012 salimos a un incendio de vivienda donde el dueño de la casa era acumulador; tenía de todo, no se podía entrar por ningún lado de tantas cosas que había”, comenzó relatando. Y continuó: “Cuando estábamos adentro se vino un techo abajo de una de las habitaciones”.
Dos de sus compañeros quedaron atrapados bajo el hormigón. “Fue desesperante”, aseguró la sargento. El fuego continuaba y había que sofocarlo, pero Sabrina resaltó: “En ese momento tu cabeza está en poder ayudarlos”. Afortunadamente, solo sufrieron lesiones leves.
Pero en una profesión donde el equipo se convierte en una segunda familia, la bombera voluntaria hizo hincapié en que cuando algo así sucede, no se trabaja “de la misma forma, tu mente está pendiente de lo que le está sucediendo a tu compañero y si pueden sacarlo”. “Si salimos seis, tenemos que volver los seis”.
El segundo episodio que le quedó marcado en la retina fue la caída de un compañero desde las alturas. “La escalera se dobló y mi compañero cayó como bolsa de papas desde siete metros de altura y se golpeó contra el cordón de la vereda”, recordó.
Ella estaba abajo, sosteniendo la escalera y presenció toda la desesperante escena. Es el día de hoy que cuando tiene que hacer ese trabajo revive la angustia de aquel día. “Se podría haber muerto, pero no le pasó nada”, expresó aliviada.
El último incidente tal vez no fue tan trágico como los anteriores, pero la dejó paralizada porque involucraba a su familia. “Hace poco salimos a una intervención y se lastimó mi hermano. Yo me bloqueé, mi marido (también bombero) me decía ‘vos no te podés bloquear’, pero me pasó porque fue mi hermano el que se lastimó. Ni siquiera lo pude ayudar en ese momento, lo asistió mi compañera”, relató.
Respecto de cómo hacen para sobrellevar estas situaciones tan duras, Sabrina reconoció que cuando sucede algo así “cuesta retomar el trabajo”. Y subrayó: “Duele, cuesta y no se olvida, pero uno tiene que salir adelante”.
Ser bombero voluntario
En las Argentina hay más de 1000 cuerpos de bomberos voluntarios locales que, según datos oficiales, cuentan con un total de 44.000 profesionales. Actualmente, en el cuartel de San Francisco Solano son 70, y cuentan con 45 aspirantes de entre 12 y 17 años en la Escuela de Cadetes.
“Es bueno que haya todavía gente que se quiera animar a ser voluntario a raíz de toda la situación que atraviesa nuestro país”, celebró Sabrina, quien indicó que es difícil que hoy con el crítico contexto económico alguien quiera ir a trabajar “por nada”.
En este trabajo, “el rédito son las gracias que te da la gente”, ponderó la bombera. Y recordó un episodio en que una moto atropelló a un nene de siete años y quedó muy grave, por lo que lo llevaron al hospital. ”Un mes después el abuelo se acercó al cuartel a agradecernos, porque su nieto se había salvado. Eso es reconfortante”, admitió. Sabrina no se imagina cobrar por este trabajo, “porque perdería la esencia de lo que es”.
Durante 2020 hubo aproximadamente 100.197 incendios, de los cuales el 50% se estima que fueron forestales. Sin embargo, solo el 41% de las tareas de los bomberos implican combatir las llamas. También cumplen con servicios generales como capacitaciones, prevención y vinculación comunitaria (42.5%), y participan de intervenciones de rescate (9.7%) y accidentes (6.9%).
Los bomberos voluntarios deben cumplir con un mínimo de 60 horas mensuales, a razón de dos horas diarias. Y, pese a que los horarios son a elección de cada profesional, deben asistir obligatoriamente a las capacitaciones y las guardias de fin de semana.
Según contó la sargento, en el último tiempo la situación económica impactó en el cumplimiento de esta carga horaria. “Uno antes trabajaba entre seis y ocho horas, y hoy tenés que trabajar 12 mínimo para poder tener un ingreso que te permita estar bien. Eso hace más complicado el poder estar siempre presente”, sostuvo.
Si bien los cuarteles reciben fondos de Nación, los mismos están destinados a fines específicos. Por lo que cuando quieren hacer algo extraordinario, como pintar o comprar uniformes, en San Francisco Solano hacen rifas y choriceadas en el barrio para juntar el dinero.
Maestra jardinera gracias a un incendio
La vida entera de Sabrina está atravesada por su profesión como bombera. “Yo no hubiese estudiado la carrera de maestra de inicial si no se hubiese prendido fuego el baño del instituto a donde fui”, reveló.
La bombera voluntaria tenía la intención de estudiar la carrera para ser docente, pero ya habían cerrado las inscripciones. El centro de formación queda a la vuelta del cuartel y, tras un llamado, acudieron a sofocar un incendio. “Era épocas de exámenes finales y habían prendido fuego un baño. Entramos, apagamos todo y, cuando nos vamos, la directora nos saludó, nos agradeció y se puso a disposición para lo que necesitáramos”, recordó.
Al subir al camión, Sabrina le dijo a su compañero que le hubiese gustado pedirle “una vacante para estudiar” y este la incitó a ir a consultarle. Al acercarse, la referente del centro de formación accedió a anotarla.
La bombera aseguró que desde chica ella soñaba con ser maestra jardinera. Y se describió como una docente “más estricta” a la que le gusta mucho enseñar. “He enseñado en el jardín cosas de bomberos. Me parece imprescindible que los niños puedan aprender cómo hacer RCP (reanimación cardiopulmonar), qué es la labor que hacemos y el sacrificio que implica”, señaló la profesional, que también está cursando la carrera de Técnico en Seguridad e Higiene.
La mujer en el ámbito bomberil
De los 44.000 bomberos voluntarios del país, 7000 son mujeres (16%). Actualmente, en el cuartel de San Francisco Solano hay 23 profesionales de sexo femenino (33%), de un total de 70.
Cuando Sabrina ingresó al cuartel en 2007, había solo siete mujeres. “Soy la más antigua. La que más tiempo estuvo en el cuartel antes que yo permaneció siete años”, contó. Según explicó, el problema con el personal femenino es que muchas veces le cuesta conciliar su trabajo, la crianza de sus hijos y el tiempo como voluntarias.
Sabrina es mamá de Mateo, de cinco años, a quien tuvo junto al comandante Carlos Agulla, también bombero. El niño estuvo con ella en el cuartel desde que era un bebé y -hasta antes de la pandemia- la acompañaba y esperaba allí cada vez que tenía que salir a alguna urgencia. “Se conoce los nombres de todos, le encanta, cuando va no quiere volver”, afirmó la bombera.
La sargento Silva lleva 14 años en servicio y reconoció que hasta hace algunos, al personal femenino le costaba más ascender que al masculino. Sin embargo, indicó que “hubo un cambio rotundo” y hoy son tres mujeres suboficiales en el cuartel, que ascendieron juntas con diferente jerarquía.
En torno a sus tareas, resaltó que son las mismas que sus compañeros y que jamás nadie le dijo que no podía hacer algo por ser mujer. “Siempre te incentivan para que puedas hacerlo”, resaltó la profesional que durante varios años fue “pitonera”: la primera que entra al incendio.
Pandemia en el cuartel
La llegada de la pandemia de coronavirus afectó el trabajo de los bomberos. Como son personal esencial continuaron su labor, pero tuvieron que reorganizarse para garantizar el distanciamiento social entre ellos y la desinfección de superficies en el cuartel.
“Nos sorprendió a todos, pero actuamos rápido. De acuerdo a los DNU fuimos armando los protocolos, reduciendo la gente dentro del cuartel, con guardias más fijas pero más chicas”, detalló Sabrina.
En estos 18 meses, les donaron una cabina sanitizante y ya todos están vacunados contra el virus, al menos con una dosis. La bombera indicó que hubo contagios, pero que todos se produjeron “afuera del cuartel” y que continúan con las medidas de seguridad e higiene.
Según datos de la Fundación Bomberos, hasta el 4 de agosto de este año hubo 19 bomberos que murieron por Covid-19. La entidad lanzó en 2020 una campaña llamada “Cuidá a los que te cuidan”, que tiene por objetivo apoyar la labor solidaria de estos profesionales con la entrega de kits con productos de limpieza e higiene a los cuarteles, para llevar adelante acciones de prevención y evitar así la posible circulación del virus.
A través de una donación, cada integrante de la comunidad puede sumarse a cuidar a los más de 44 mil bomberos voluntarios de Argentina. Para ello se estableció́ un canal de donación online, ingresando a este link. Cada kit contiene alcohol en gel, jabón sanitizante para manos y desinfectante líquido cuaternario de quinta generación, y tiene un valor de $2000, pero las donaciones pueden hacerse a partir de $200.
Para Sabrina es importante que la gente entienda que “detrás del superhéroe -o la superheroína-, hay una persona que siente, que le duele y que trata de hacer lo mejor para ayudar al otro”. Y admitió sobre su profesión: “A mí me apasiona, si volvería a nacer la elegiría de nuevo”.
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