Odisea sin fin: acampe, largas filas y noches en vela para conseguir vacantes en un jardín de infantes
Padres y madres pueden pasar hasta dos días para lograr conseguir un lugar para sus hijos el año próximo en un establecimiento de José C. Paz
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La vereda del Jardín de Infantes N°908 Natalio Salvatori, en José C. Paz, se convirtió, ayer, en un lugar de acampe. Los padres y madres de la zona que aspiran a que sus hijos puedan tener un lugar en el aula el año próximo se prepararon para pasar horas a la intemperie en busca de una vacante. Se instalaron con reposeras, frazadas y comida. Como los turnos se entregan por orden de llegada y los cupos son limitados, según afirman, no les queda otra opción más que sentarse, tener paciencia y saber administrar el agua para el mate.
No es un caso aislado ni nuevo. Desde hace años, como señalan los especialistas consultados, en varios puntos del país, persisten las largas filas y las esperas para conseguir vacantes, ante la falta de modernización del sistema. Incluso, frente a una situación excepcional como la que se produjo el año pasado y parte de este: la enseñanza remota.
LA NACIÓN consultó a la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia (DGCyE) y al municipio de José C. Paz, del que depende el establecimiento, sobre la situación de las vacantes en este jardín y en el territorio bonaerense, pero, al cierre de esta nota, no obtuvo respuesta por parte del municipio. Mientras que desde la DGCyE, explicaron que esa institución es muy demandada porque se encuentra dentro del recorrido del transporte comunal.
“En estos casi dos años, ya finalizamos 53 nuevos edificios escolares de los cuales 22 son Jardines de Infantes. Uno de éstos se encuentra en José C. Paz y recibirá en 2022 una matrícula de 360 estudiantes. Por otra parte, sobre el jardín 908, cabe aclarar que cuenta con una matrícula de 420 niñas y niños, organizados en 14 secciones. Es un jardín muy demandado porque se encuentra en la línea del transporte público comunal. La inscripción comenzó el lunes, pero ayer la concurrencia del público fue la habitual para el procedimiento de inscripción”, expresaron fuentes de la DGCyE.
Micaela (no es su verdadero nombre) llegó el domingo a la puerta del jardín. Buscaba una vacante para su hijo que ingresará a sala de cuatro años, que es el inicio de la educación obligatoria. Ella ya estaba agotada. Eran casi las 9 y estaba apoyada sobre una columna de ladrillos con la mirada perdida hacia la puerta del edificio. Las noches fueron largas y, encima, ayer a la madrugada llovió.
“Vine el domingo a la noche, pero había tanta gente que todos los turnos del lunes iban a estar tomados. Por eso, me quedé, para conseguir un turno hoy a la mañana. Anotan a 20 chicos a la mañana y a 20 a la tarde, pero eso tampoco asegura una vacante. Recién en unas semanas llaman y confirman. Y si, al final, dicen que no hay, andá a saber a dónde lo anotás”, describió Micaela.
Como suele suceder en estos casos, los vecinos diseñaron un sistema paralelo de turnos para ordenar la fila. Esto les permite volver a sus casas para ducharse o usar el baño, si es que viven cerca de la escuela. “Hicimos nuestro propio sistema de números por si alguien se tenía que ir. Esto es muy cansador y no todos aguantan estar acá tanto tiempo. Ayer cuando empezaron a dar turnos para anotar a los chicos, en un principio no se respetó este sistema y algunos se quisieron colar, pero luego la gente de la escuela entendió que lo que correspondía era seguir nuestro orden y lo empezaron a respetar”, indicó Micaela.
Gladys, de 26 años, estaba junto a su madre, de 61, que había ido a acompañarla. Instalaron sus reposeras el lunes a las 10. Para venir a la escuela se prepararon para atravesar una odisea. Para pasar las horas, trajeron frazadas y unas milanesas que cocinó la hija mayor de Gladys. El lunes durante el día hizo calor y, por eso, en el bolso no pusieron más que un pantalón largo finito y una camperita. La lluvia las tomó por sorpresa y ayer por la mañana tenían la ropa húmeda.
“La noche fue horrible, hacía un frio tremendo. El domingo fui a un jardín, pero la gente me dijo que ya no iba a haber vacantes. Entonces, ayer, vinimos para acá a esperar que nos den la posibilidad de anotar a mi hijo”, dijo. Ella se preguntaba por qué si el año pasado la educación fue, sobre todo, virtual, no se pudo avanzar en ese tiempo con alguna alternativa que facilite la inscripción.
Un problema de larga data
Guillermina Tiramonti, politóloga e investigadora del Área de Educación de Flacso, indicó que el sistema para anotar a los alumnos en la provincia siempre fue el mismo y nunca se llevó adelante un política de Estado para digitalizar lo que hoy se hace a mano y de manera presencial. Por eso, estas filas se repiten todos los años.
“En la Provincia se usa el sistema antiguo. Los padres van, se anotan en la escuela y hacen filas, porque no alcanzan las vacantes. Esa vacante se asigna de acuerdo al momento de llegada y, obviamente, hay más necesidad que oferta. Este sistema no solo genera largas filas, sino que, muchas veces, hay una distribución discrecional de las vacantes, porque la decisión queda en mano de los directores. Esto es algo que muchos no dicen, pero que efectivamente sucede. Muchas veces se asignan vacantes por ‘acomodo’ o porque el director quiere construir un público particular para su escuela. Esto es posible, porque no hay un sistema de control”, argumentó.
Tiramonti describió que en la ciudad sucede algo distinto. Según indicaron fuentes del Ministerio de Educación porteño, desde 2013 se digitalizó el sistema para inscribir a los alumnos, lo que evita muchas distorsiones e injusticias. “En la ciudad, los padres eligen entre distintas opciones de escuelas y establecen una jerarquía de preferencias. Luego se les asigna una vacante. Esto, en principio, es más transparente. Antes de que apareciera el sistema online en la ciudad había una elección mutua entre el colegio y el alumno, y eso dejaba afuera a muchos que no eran los que las autoridades de la escuela deseaban como alumnos”, agregó.
“La inscripción en línea comenzó en 2013 y significó un gran paso en la democratización del acceso a las vacantes de las escuelas de la ciudad. A través de un sistema digital se asignan las vacantes a los alumnos según diferentes factores: la cercanía con la escuela, si tienen hermanos o no en la institución, etcétera. De esta manera, la cantidad de vacantes por escuela es de conocimiento público y se logra la transparencia en el proceso de asignación. En la ciudad existen las vacantes necesarias para todos los niveles obligatorios. Asimismo, no es correcto dividirlas según el distrito escolar, debido a que hay que considerar las vacantes de la ciudad sobre la totalidad del distrito. Esto permite que cada familia siempre cuente con una institución cerca para recibir al alumno”, indicaron fuentes del Ministerio de Educación porteño.
Fenómenos
Claudia Romero, profesora e investigadora de la Universidad Torcuato Di Tella, ve en las largas filas tres fenómenos para analizar. “Al mirar una fila de padres en un jardín se juntan dos fenómenos. Uno es la escasez de vacantes para el nivel inicial, sobre todo para sala de cuatro y tres años. Por otro lado, también tiene que ver con el sistema de inscripción presencial. En la Provincia, también sucedió que la oferta privada se achicó muchísimo por la crisis económica que generó la pandemia y la oferta pública tiene que absorber toda esa demanda. Creo que el sistema de inscripción es uno de los puntos críticos del sistema educativo”, opinó.
En los alrededores del Jardín de Infantes N° 908, la bronca de los padres no solo se relacionaba con la incertidumbre que les generaba no saber si iban a conseguir una vacante, sino que, además, estaban pensando en los días de trabajo que habían perdido por estar esperando. Una joven de 25 años, que prefirió resguardar su identidad, tiene dos hijos y su marido emigró a Paraguay. Para estar en la fila, debió excusarse con su jefa. “El domingo le avisé que ayer no iba a poder ir, pero luego me enteré que la gente estaba haciendo la fila desde el domingo. Además de perder el día de trabajo, tengo que pagar a una señora para que los cuide. Soy empleada doméstica. Si sigo así, voy a trabajar solo para pagarle a la niñera”, se lamentó.
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