Época de fiestas
La felicidad de las fiestas suele tener mucho marketing. Hay una exacerbación en el hecho de que las celebraciones de fin de año deben ser una mega-archi explosión de alegría y felicidad. Esto conduce a mucha gente a sentirse presionada y, paradójicamente, a entristecerse durante este tiempo.
Por ello, comparto algunas ideas al respecto:
1.No utilizar las fiestas para resolver problemas del pasado. El encuentro familiar y con amigos no es ni para filosofar sobre el sentido de la vida, ni para arreglar situaciones pendientes, sino para pasarla bien.
2.La sugerencia siempre es reunirse con quienes nosotros nos sentimos bien. No deberíamos movernos en el imperativo del encuentro con aquel familiar que no vimos durante todo el año y con quien ahora nos sentimos “obligados” a armar un vínculo que no armamos antes.
3.Abrir un espacio para recordar a los que no están. Esto se conoce como la “silla vacía”. Muchos recuerdan a quienes ya no están en estas fechas especiales. Para algunos, será la primera vez que su ser querido no esté con ellos durante las fiestas. En estos casos, es bueno abrir un espacio para hacer un brindis en honor “a”, recordarlo y permitirse la expresión de las emociones, ya sean de tristeza, de reflexión o de alegría, en un espacio donde también les demos lugar a nuestros recuerdos y a los seres que partieron.
4.La fiesta de la Navidad tiene que ver con el nacimiento del Salvador y, por eso, siempre habla de alegría. La fiesta de Año Nuevo, por su parte, hace referencia al cierre de una etapa y el comienzo de otra. Ambas deberían ser momentos de disfrute en situación que gira en torno al placer más grande que tenemos los seres humanos: la construcción de la intimidad con el otro.
5.No hacer grandes balances durante el fin de año. En última instancia, se trata de saldar, de cosas que no logramos y otras que sí logramos. Armar el saldo es lo que nos permitirá ir por las nuevas metas en el futuro.
6.No emborracharse. No necesitamos el alcohol para divertirnos y este es un mensaje potente que la familia puede transmitirle a sus hijos. Podemos disfrutar del encuentro, del compartir, sin necesidad de emborracharnos, ni drogarnos, ni salir “a romper la noche” como si fuese a venir el fin del mundo.
7.No utilizar las fiestas para tener “la gran comilona” y atracarnos con la comida, como si fuese el último día de nuestra vida. Las defensas maníacas esconden tristeza y la falta de límites no es felicidad, sino todo lo contrario.
¡Feliz Navidad!
Si tenés alguna inquietud, podés escribirme a Bernardoresponde@gmail.com
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