Entrevista con Lorena Bobbitt: "Soy una sobreviviente de violencia familiar"
¿Por qué me hacés esto?, le preguntó Lorena Bobbitt a su marido, esa madrugada del 23 de junio de 1993, en Manassas, en el estado de Virginia, Estados Unidos. El diálogo ocurrió unos minutos antes de que ella hiciera eso que le cambiaría la vida. Su marido había llegado a su casa borracho y la había violado. Otra vez. La respuesta del hombre la terminó de destruir: "Porque puedo". Lorena fue a la cocina, buscó un cuchillo y le cortó el pene de un tajo mientras él dormía. Después, manejó varios kilómetros, lo tiró en la ruta y se entregó a la policía.
Tenía solo 23 años y llevaba cinco años casada con John, un marine norteamericano que poco después de casarse empezó maltratarla. Lo que vino después es historia conocida. Los medios se ensañaron con el costado morboso de la historia y pocos hablaron de un caso de violencia y abuso sexual intrafamiliar.
Veintisiete años después, Lorena, que se volvió a casar y tuvo una hija, decidió hablar y contar su historia. Ahora dirige la fundación Lorena Gallo, dedicada a ayudar a mujeres que son víctima de violencia de género y a dictar talleres en escuelas e instituciones. El miércoles se estrenará la película Yo Soy Lorena Bobbitt, por Lifetime Movies, en el día Internacional de Lucha contra la Violencia de Género, producida por ella, en la que cuenta una perspectiva hasta ahora desconocida del caso.
En una entrevista vía Zoom, Bobbitt conversó con LA NACION y contó cómo siguió su vida después, cómo le contó a su hija lo que había pasado y cuánto tiempo le llevó entender lo que había ocurrido con ese hombre del que se enamoró siendo una adolescente y que hasta el día de hoy, cada San Valentín, sigue mandándole flores.
-En 1993 no se hablaba de violencia de género. ¿Qué cambiaría si tu caso ocurriera hoy?
-Fue muy distinto. No se hablaba de violencia como ahora. Era un tabú. Todavía sigue siendo un estigma. Mis amigas, mi familia, todos me decían 'no me quiero meter porque eso es tu problema personal'. No me quiero involucrar. Cuando llamaba a la policía, ni siquiera ellos sabían cómo ayudarme, porque no había la educación necesaria. Mi abogado me dijo que según las leyes de Virginia, si mi esposo me violaba pero no me lastimaba, no podía denunciarlo. Las leyes después cambiaron. Pero entonces no existían los albergues para mujeres víctimas de violencia. Una persona abusada como yo no tenía recursos necesarios para poderse ir. Y yo no veía esas alertas, esas banderas rojas que me avisaban del peligro. Siempre creía que él podía cambiar. Fui muy ingenua.
-Se le suele preguntar a las víctimas de violencia familiar, equivocadamente, por qué no escapaste. ¿Qué sentís cuando te preguntan esto?
-Siempre preguntan eso y es una falta de educación. En la película se muestra lo vulnerable que es una víctima y también lo agresivo que es el abusado. Preguntan eso como si fuera fácil salir de una relación, porque no han pasado por ese calvario. Yo estaba en ese ciclo tóxico de la violencia y para mí no existía una solución. El abuso es coercitivo y no te deja ver una salida. No sabés cómo escapar.
Ella atacó el instrumento de su propia tortura: el pene de su esposo
-¿Se puede escapar de un maltratador?
— Escapar no es un evento sino un proceso que puede llevar años. Si yo me iba, como lo hice muchas veces, que terminaba durmiendo en el auto o en una comisaría, tarde o temprano él me encontraba. Me lo decía siempre. "Yo decido cuándo se acaba". También muchas veces lo perdoné, porque creí que podía cambiar. Pero no fue así. Por eso digo que escapar, o mejor dicho, salir de ese círculo vicioso no es de un día para el otro. Si lo lográs, te convertís en una sobreviviente de la violencia de género. Eso es lo que soy.
Ahora hace un tiempo que no me manda flores. Pero por mucho tiempo siguió intentando conectarse conmigo
-¿En aquellas noches, antes del episodio, en qué pensabas cuando te ibas a dormir?
-Estaba tan traumatizada que no podía pensar. Lo recuerdo como un limbo, hay muchas partes en blanco. Los psicólogos me dijeron que estaba atrapada y que tenía el síndrome de abuso. Yo tenía la esperanza de que él iba a cambiar. Una cree en eso hasta el último momento. Pero no es así. El abusador no cambia. También me sentía culpable. Fue una relación tan tóxica que ni sé cómo describirla. Tenés que vivirlo para realmente poder entender.
-Tu caso fue particular. No solo no se lo trató en los medios como un caso de violencia de género sino que se convirtió en una burla mundial. Se hacían bromas, se hablaba de la Bobbittmanía, se vendían remeras. ¿Cuánto duele eso?
-Fue horrible. No solamente fui juzgada por la Corte, sino también por los medios y por la sociedad en todo el mundo. Ya había pasado por el trauma de los abusos y eso fue vivir otro calvario. No podía entender la razón de las burlas. ¿Era algo para hacer bromas? El trauma emocional que me generó fue terrible. Creo que me sostuvo la fe. Soy muy creyente y me aferré a la oración. La mía, la de mi familia, de mis amigos. No fue fácil. Soy una persona muy tímida y la exposición y el ensañamiento fue tan doloroso.
-Hay una frase en la película muy fuerte: "¿Por qué todos se ríen? John me golpeó, me violó… ¿por qué a todos les parece tan divertido?"
-Duele muchísimo descubrir que muchas personas piensan que está bien que una persona que ha sido abusada siga sufriendo el abuso a través de las burlas. La esencia de esta historia es el abuso sexual intrafamiliar. Pero, lamentablemente, los medios hicieron foco en el aspecto sexual y se ensañaron. Tuve que sobrevivir a eso también.
Mi mente no resistió. No me levanté y dije voy a hacerle esto a mi esposo
-¿En qué momento te empoderaste?
-Durante el juicio, cada vez que salía de una audiencia, tenía mucho miedo por todo lo que los medios estaban diciendo. Pero allí también me encontré con mucha gente que se acercaba para decirme que me apoyaba. Había decenas de personas con banderas, de distintos países de América Latina que fueron hasta el tribunal para darme ánimo, para decirme que no baje los brazos. Ahí supe que tenía que romper mi silencio y hacer algo para que ni John ni ningún otro hombre hicieran lo mismo. No fue fácil, porque soy muy tímida y no hablo mucho. Pero después de vivir y ver tanto abuso, me hice fuerte.
-Hasta ahora no habíamos conocido tu historia. ¿Por qué decidiste hablar?
-Quiero que mi película sea una inspiración. Quiero conectar con otras víctimas. Que las personas que están sufriendo abuso en este momento digan yo soy víctima y no quiero pasar por eso. Que sientan que hay una luz de esperanza. Y que los que se quedan callados y saben de situaciones de violencia, abandonen el silencio. Después de todo lo que viví, si mi historia salva a una persona del infierno de la violencia familiar, siento que mi misión está cumplida.
No podía entender la razón de las burlas. ¿Era algo para hacer bromas?
-John usó la popularidad del caso para convertirse en una estrella porno y siguió alimentando el morbo en torno a lo que había pasado. ¿Cómo viviste eso?
-Yo no puedo opinar sobre lo que él hizo porque yo no soy esa persona. Yo elegí mi propio camino. La gente ya se dio cuenta. Él siguió abusando de mujeres después de mi matrimonio. Eso me dolió muchísimo.
-¿Formaste una familia?
-Sí, no fue fácil. Tenía mucho miedo de volver a conocer a alguien. Y lo más difícil, volver a confiar. Me llevó años. Tenía que cuidarme, estar mentalmente sana para poder ayudar a otras personas. Recibí ayuda psicológica y hoy tengo una familia hermosa. Mi hija Olivia tiene 15 años.
-¿Cómo le contaste a tu hija lo que había pasado?
-Se dio la oportunidad cuando ella era muy chiquita, tenía unos 7 u 8 años. Me estaba contando una historia de la escuela, sobre un niño. Y dije, ah, bueno, aquí está la oportunidad, de abrir esta puerta. Claro, una como madre sabe la madurez de sus hijos. Y le conté, sin detalles, hasta lo que ella podía entender. Tenemos que tener esas conversaciones muy delicadas con nuestros hijos, porque la educación la damos nosotros. No le conté todo, pero abrí la puerta para que pudiera preguntar.
-¿Qué dijo cuando vio la película?
-Me abrazó y me dijo, 'Mami, esto es algo muy importante. Quiero que sepas que yo te apoyo, que estoy siempre a tu lado y que siempre vas a tener una persona que te va a entender'. Fue muy importante para mí.
-¿Por qué creés que hiciste lo que hiciste aquella noche?
-Yo no estaba en mis cabales. No estaba cuerda ni con mis cinco sentidos. Es algo que se llama insania temporal. Es un momento en el que uno no tiene control, por todo ese calvario que yo pasé. Mi mente no resistió. No me levanté y dije voy a hacerle esto a mi esposo. No funciona así. Yo estaba destruida psicológicamente y emocionalmente. No sabía cómo mi cuerpo y mi mente iban a reaccionar aquella noche ante un nuevo abuso.
En un tramo de la película, la psiquiatra que hizo las pericias psicológicas del juicio contra Lorena Bobbitt explica el trauma. "Sufría de estrés postraumático, un cuadro depresivo y de ansiedad. No creo que tuviera ningún control sobre sus actos en ese momento. Ya estaba en un alto nivel de aflicción. Su esposo bloqueó psicológicamente cada posibilidad de escape. Siempre le decía que no importaba si ella se marchaba, él siempre seguiría siendo violento con ella. Que la violaría y abusaría. Provocó en ella un tipo de bloqueo. Una situación que la desestabilizó y se volvió un trastorno. En ese punto, ella atacó el instrumento de su propia tortura: el pene de su esposo", detalla.
-¿Por qué seguiste usando el apellido Bobbitt?
-Porque me da una voz para luchar en contra de esta violencia de género. Para utilizarlo como una plataforma para generar algo positivo. Sí, algo negativo pasó en mi vida, pero ahora lo estoy cambiando en algo transformador. Que es llevar conciencia de lo que esta epidemia social de violencia doméstica genera. Las mujeres siguen muriendo. No somos estadísticas. Somos vidas. Esto está pasando y tenemos que hacer algo. El apellido Bobbitt me da la posibilidad de hablar de esta situación.
-¿Es cierto que John continúa enviándote flores y escribiéndote para San Valentín?
-Es absolutamente cierto. No solo eso. Llama a la policía para decir que su juicio no fue justo y también llama a mi fundación. Ahora hace un tiempo que no me manda flores. Pero por mucho tiempo siguió intentando conectarse conmigo, como si fuera posible reestablecer una relación. Por qué lo hace, no sé. Ya había nacido mi hija y seguía recibiendo noticias suyas. Es una tormenta. Con el tiempo entendí que el abuso está basado en el control. Y perder ese control es algo que él no puede aceptar y que sigue buscando. Pero no soy psicóloga.
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