Entre un periodismo más humano e implantes a lo Black Mirror
Al analizar el futuro del trabajo en la era de la automatización, en su libro ¡Sálvese quien pueda!, el periodista Andrés Oppenheimer cuenta que el periodismo es una de las actividades más afectadas por ese proceso. En la última década, consigna, el número de trabajadores de ese sector en los Estados Unidos disminuyó nada menos que en un 38%. Unas 25.000 personas relacionadas con ese ámbito se quedaron sin trabajo en apenas diez años. La inteligencia artificial ya desplaza a diagramadores, editores y traductores. Y pronto lo intentará también con analistas y expertos. El reinado de algoritmos y métricas ha llegado para quedarse. La mesa de ayuda pasará a ser más clave que la redacción.
Hasta ahora ningún medio de comunicación ha desaparecido ante la irrupción de uno nuevo más potente. La historia de los últimos casi 120 años -desde la aparición del cine en adelante, el advenimiento de los medios audiovisuales masivos (la radio y la TV), en el siglo XX, y la eclosión de Internet y las redes sociales, en lo que va de las dos primeras décadas del siglo XXI- demuestra que más bien se complementan y, en todo caso, pueden ceder la centralidad a lo novedoso porque el día sigue teniendo 24 horas, pero ya no es posible concentrar la atención ante la multiplicidad de impactos que recibimos al mismo tiempo. Por eso, cada día nos volvemos más selectivos y dispersos.
Frente a tantos estímulos, algunos formatos languidecen; otros persisten, se reacomodan, reformulan los cimientos de su sustentabilidad comercial y refrescan sus ofertas de servicios. Avanzan con reingenierías leves o profundas que se han tornado continuas, y que lo seguirán siendo en la medida en que la imparable versatilidad tecnológica se acelere y plantee nuevos desafíos cada vez con mayor frecuencia.
La "realidad aumentada" -información virtual que se puede añadir por medio de dispositivos diferentes al mundo real que se percibe- ya es algo que empieza a corporizarse. Los Google Glass pulen sucesivos prototipos y en 2020 Apple sorprendería con sus propios anteojos recargados.
Hay temas mucho más concretos y acuciantes que el periodismo deberá procurar resolver en los años por venir. Erradicar las fake news -una verdadera pandemia planetaria que envenena a los públicos más diversos, sembrando confusión y discordia- debe ser una prioridad
También resulta fácil deducir que avanzará hasta grados quirúrgicos la segmentación de contenidos de acuerdo al gusto del consumidor. Cada cual en su burbuja y todos muy sorprendidos cuando algo estalla sin aviso previo (Chile, por ejemplo), porque será más difícil advertir las señales que nos da el vecino. Públicos más ensimismados, menos solidarios y más egoístas que solo piensan en su propia diversión e intereses, con la correspondiente app en mano que los guíe hacia la ruta, el restaurante o la pareja de sus sueños.
Algo deberá cambiar en los próximos años para restablecer lazos más solidarios a nivel mediático. Que no solo interesen el escándalo frívolo, la tragedia evitable o la exageración áspera que busca armar entuertos a cada paso, contenidos muy fatigados y con problemas crecientes de credibilidad y hastío. Un periodismo de cercanía, más humano y atento a las reales necesidades de cada usuario podría abrirse paso.
Pero, al mismo tiempo, ¿cuánto falta para que, al mejor (o peor) estilo Black Mirror, nos tentemos con diminutos implantes que conecten nuestros cerebros a bancos de datos específicos que nos permitan usar esa información, sin molestos intermediarios, con mayor velocidad y eficiencia?
Hay temas mucho más concretos y acuciantes que el periodismo deberá procurar resolver en los años por venir. Erradicar las fake news -una verdadera pandemia planetaria que envenena a los públicos más diversos, sembrando confusión y discordia- debe ser una prioridad. Mecanismos de auditorías constantes sobre los contenidos, al estilo de Chequeado y Reverso, deberían multiplicarse y perfeccionarse. Ídem con los tironeos entre medios tradicionales y megaplataformas que se aprovechan de los contenidos de aquellos sin hacerse cargo del costo que implica generarlos. Derechos de autor, monetización de trabajos periodísticos e imágenes alteradas son algunos de los temas que ya tratan las cámaras periodísticas en distintas latitudes y organizaciones internacionales, como la Unión Europea.
El 40% de los adultos del mundo sigue leyendo el diario en papel y el 46% de los 7395 millones de habitantes de este planeta usa Internet. El 51% son usuarios móviles y un 31% utiliza redes sociales, según consigna el último anuario de ADEPA. He aquí un potencial increíble para explorar hacia adelante. Dar en la tecla de lo que quieren y necesitan las audiencias será indispensable. Las disrupciones y los imprevistos inevitables impondrán nuevas dificultades que habrá que atender.