Entre nubes de humo, el libro que da testimonio del gran incendio forestal de Cholila
A poco más de un año de uno de los mayores desastres ambientales en la Patagonia, entrevistamos al piloto y naturalista Daniel Roy Wegrzyn, que recuerda aquellos fatídicos días cuando se quemaron unas 40.000 hectáreas de bosques nativos en Chubut
Es el jueves 26 de marzo de 2015. En su hostería, a metros del lago Cholila, en Chubut, Daniel Roy Wegrzyn se levanta y, como cada mañana, mira el cielo: nada cambió, el humo sigue ahí, como una "presencia constante y opresiva". Su avión, un Cessna 180, está cerca de la casa listo para despegar y recorrer una vez más la zona del desastre. Desde hace más de un mes el fuego arrasa miles de hectáreas de longevos cipreses, lengas y coihues. Y pese a que voces oficiales dicen que el incendio está controlado, él sabe que el fuego sigue avanzando.
"Pretendo hacer un último vuelo recorriendo toda el área incendiada, a efectos de relevar objetivamente la superficie afectada. Luego guardaré el avión y esperaré las lluvias de abril. Ya no le veo sentido a seguir recorriendo y produciendo información que nadie parece utilizar para esta lucha. Siento que sólo sirve para alimentar la desazón y el desánimo ante una situación en la que solamente un poder tan grande como el de la propia naturaleza le puede hacer frente." Así describe el piloto y naturalista Daniel Roy Wegrzyn el comienzo de una de esas fatídicas y agotadoras jornadas que vivieron durante los días del gran incendio forestal de Cholila. Es un fragmento del libro Entre nubes de humo. Crónica de un vuelo, en el que él y su hijo, el fotógrafo Pablo Wegrzyn, recuerdan los días en que sobrevolaban a diario el fuego para evaluar la situación y así poder documentar en Facebook reportes de uno de los mayores desastres ambientales ocurridos en la Patagonia, que quemó unas 40.000 hectáreas de bosques nativos.
"El libro relata el incendio en el contexto de un vuelo, que hice en soledad el día 26 de marzo. Intento, en la narración de ese vuelo, transmitir en modo presente el reflejo de mis pensamientos, en una suerte de zapping mental, ocupándome de conducir el avión, reviviendo cada una de las situaciones que iba asociando al sector sobrevolado, recordando, reflexionando, y contando mi ánimo de ese momento", cuenta Daniel.
Según los autores, Entre nubes de humo. Crónica de un vuelo fue un libro concebido como catarsis, como denuncia, como aprendizaje y como una forma de no olvidar. Pero además, lo recaudado por la venta de este libro se aplicará a la restauración de los bosques nativos de Chubut afectados por el incendio.
–¿Cómo surgió la idea de hacer un libro a partir de esta experiencia?
–Vivimos el incendio desde el primer día y lo fuimos documentando con fotografías y reportes diarios desde el mismo lugar de los hechos. La información que se dio al principio estuvo muy distorsionada, tanto fue así que el gigantesco hongo de humo del comienzo se atribuyó a una erupción volcánica, y esa versión se replicaba por radios, redes sociales y de boca en boca. La posibilidad de contar con un medio aéreo nos permitió desmentir eso con un primer vuelo debido a una perspectiva de observación privilegiada y dar una información muy precisa. A partir de allí, nuestros relatos y fotografías nos transformaron en referentes de información objetiva. Muchas veces esta información se contradecía con la oficial, que restringía el acceso a la prensa e intentaba minimizar la gravedad de la situación. Sin proponérnoslo fuimos reuniendo un registro y muchos que seguían nuestras crónicas nos instaron a publicarlo. Pero quizás lo que mas pesó en ello fue la necesidad de no olvidar, de capitalizar lo sucedido al menos en un aprendizaje y también para liberar nuestra angustia, contándolo e intentando hacer algo por el bosque. Para nosotros, que vivimos en forma permanente en el lugar, sólo levantar la vista y ver las montañas negras nos induce a un constante recuerdo de los sucedido.
–¿Y qué significó haberlo plasmado junto a tu hijo, vos con el texto y él con las fotos?
–Lo vivimos juntos, complementamos nuestra percepción y transmisión del siniestro en armonía, relato e imágenes. Transformar esa experiencia en un libro fue algo muy natural. Pablo tiene una increíble capacidad para captar la realidad a través de la fotografía, y esas elocuentes imágenes no dejaron dudas de lo que estaba pasando en ese momento y lo que dejó el incendio. Por otra parte, yo conozco muy bien la zona y me siento muy integrado a ella. Evidentemente mis relatos transmitían mi dolor.
–¿Cuál es el objetivo para lo recaudado con el libro? ¿Y dónde se puede conseguir?
–El libro es una de las herramientas de recaudación de fondos para un programa de restauración activa que estamos llevando adelante un grupo de vecinos. Un plan que estamos desarrollando con la asistencia y conducción de un grupo de científicos del Conicet especialistas en acciones de remediación de bosques ante este tipo de hechos traumáticos. El libro se vende por Internet, para poder llegar a todo el país. Lo hacemos a través de la página web www.entrenubesdehumo.com.ar con el respaldo institucional de la Fundación Naturaleza para el Futuro.
–¿Qué es lo que más recordás de aquellas jornadas, con vuelo diario incluido, durante el voraz incendio?
–Quizás uno de los momentos mas dramáticos fue lo que vivimos el día 23 de febrero, en que el incendio tomó una dimensión extraordinaria y fue ordenada una repentina evacuación, aún de los brigadistas. Miles de árboles crepitando al mismo tiempo, el cielo de la noche iluminado desde abajo con distintas intensidades y colores de acuerdo a la intensidad del fuego, llamas altísimas y el aire mismo prendido a cientos de metros en pavesas dentro de nubes convectivas. Una sinfonía de mensajes de destrucción que bombardeaba todos nuestros sentidos, por el ruido, la imagen infernal y el potente olor a humo que saturaba nuestros pulmones. Al mismo tiempo una sensación de desamparo y derrota por el repliegue masivo de quienes luchaban contra el fuego. Mis vecinos recogieron lo que pudieron, se despidieron de sus casas y se refugiaron en nuestra hostería, lugar que interpretábamos como el más seguro a partir de que habíamos inundado un gigantesco mallín y anegado la pista de aterrizaje por el desvío voluntario de un arroyo. A pesar de ello, y dado que nada nos garantizaba que el fuego no llegara, ya que ramas prendidas caían alrededor nuestro, quise salvar el avión llevándolo a una estancia cercana. Me acompañó un periodista de TN, con el que compartimos una experiencia muy estresante. El vuelo, cuyo despegue es la foto de tapa del libro, escapando del fuego dentro de una espesa capa de humo y al ras del suelo para no perder visibilidad, no estuvo exento de riesgos. Pero esa primera semana, en la que todavía estábamos lejos del agotamiento y cargados de adrenalina nos llevaron a cometer muchas imprudencias.
–En un pasaje del libro describís lo irreal que se siente caminar por los bosques quemados…
–Es como caminar por la luna, donde lo más llamativo es el exagerado silencio y un suelo muy fino que parece estar más alto que donde está en realidad. Un escenario sin aves, sin insectos, sin huellas de animales, con árboles rígidos, la mayoría de pie, pero sin hojas, sin ramas y semejando enormes esqueletos negros que no dejan dudas sobre su muerte. Sólo se escuchan algunos arroyos que quedaron expuestos, y que no están ahora insonorizados por la vegetación. Fue muy impactante observar y evaluar cómo lo que la naturaleza había construido en cientos o miles de años se había destruido en poco más de un mes.
–¿Hubo nuevos focos este año?
–No sobre el bosque quemado. Se registraron sobre nuevas áreas, sin la dimensión del año anterior. Pero se esperan incendios frecuentes de pastizales de ciclo anual que dificultarán el rebrote del estrato arbustivo y arbóreo.
–¿Cómo se está trabajando en la zona con la prevención, una de las mencionadas falencias de aquel momento?
–No lo sé a nivel gobierno. Espero que esta experiencia se haya capitalizado en un aprendizaje. Creo que quienes están a cargo en la nueva gestión, tanto a nivel nacional y provincial, han tomado nota y están haciendo mayor esfuerzo en la prevención, que es donde hay que poner el acento. Como vecinos estamos mejor organizados que el año pasado, y tenemos planes de contingencias.
–¿Generó cambios en la comunidad el incendio?
–Sí. Muchos, o por lo menos ha puesto en evidencia diversos sentimientos como sucede en toda situación extrema. Hubo muchos gestos de solidaridad, de confluencia de esfuerzos y aportes comunitarios, así como muestras de egoísmos, mezquindades y oportunismo. El componente político también estuvo presente. El año electoral y la extrema polarización generó condiciones previas que exacerbaron las rivalidades.
–El año pasado hablaban de la necesidad de no tocar el bosque nativo por un año para que se pudiera dar una sucesión ecológica. ¿Se pudo lograr eso?
–Todo lo que sucede es propio de un manual. Es predecible. Sobre otras experiencias está estudiado y es posible anticipar como esa sucesión ecológica puede desenvolverse. Pero el problema es que ahora esa sucesión está entorpecida por procesos determinados por nuestra presencia y que pueden dar lugar a un bosque distinto, con otra estructura, por el avance de especies exóticas invasoras, ganado, caminos, circulación de vehículos, nuevas viviendas, animales domésticos. La recuperación del bosque en este sentido será difícil, especialmente si no la acompañamos como se debe en estos primeros años. No obstante el poder resiliente de la naturaleza en acción es tremendo, y por todos lados se aprecia un renacimiento que surge desde debajo de la tierra, debajo de las cenizas.
–¿Cuántos años puede demandar la recuperación del bosque?
–Depende lo que esperemos o entendamos como recuperación. El bosque mixto se recupera rápidamente, conformado por especies menos longevas y con gran poder de rebrote, pero el bosque puro de ciprés, de lenga o coihue necesita de intervención. Y el proceso de destrucción no ha terminado. Muchas consecuencias del incendio son posteriores, evidenciándose en arroyos que eran permanentes y ahora son temporarios, crecientes extraordinarias o sequías pronunciadas, glaciares que se derriten en forma acelerada, fauna desaparecida. El suelo debe reconstruirse en un largo proceso. Todo está en una escala de tiempo distinta a la nuestra. Y no veremos esa recuperación.
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